La búsqueda contrarreloj del asesino
Crimen machista en San Fernando
En casa de Manoli la Policía sólo encontró huellas de la víctima y de Miguel Vidal
Podría llevar muerta un mes y no dos semanas como se pensó en un principio
Tres días después del hallazgo los agentes ya localizaron al presunto autor
Cádiz/Miguel. Con un nombre y un número de teléfono de prepago poco pudo hacer la Policía Nacional para localizar a un hombre en la Bahía de Cádiz. Miguel. Sin más rasgos. Manoli apenas quiso decir nada más a los agentes del zeta que la atendieron tras esa primera agresión, un aviso que pudo evitar una tragedia. La jueza que instruye el caso por su muerte ha citado a declarar a ambos agentes pero tras oírlos ha corroborado que su actuación fue la correcta, que se siguió estrictamente el protocolo establecido para estos casos y que la Policía poco más pudo hacer sin otras pistas que ese nombre de arcángel que finalmente se convirtió en un demonio para ella.
Poco se sabe aún de lo que ocurrió en el número 185 de la céntrica calle Real de San Fernando. En la conocida Casa Micolta fue hallado el cuerpo sin vida de Manoli el 3 de junio. Estaba desnuda, cubierta con dos colchas, una tapándole las piernas y otra el torso, con las piernas más altas que la cabeza, lo que provocó que precisamente fuera esta la zona que más rápidamente sufriera la descomposición post mortem. Hasta el punto que hasta la fecha el Servicio de Patología Forense del Instituto de Medicina Legal de Cádiz sigue intentando determinar si Manoli fue asfixiada por las manos de un hombre fuerte o si el autor de su muerte utilizó algún objeto.
Aunque en un principio se dijo que la mujer podría llevar muerta dos semanas, este extremo no está confirmado. De hecho, el estado de descomposición hace pensar que pudiera haber dejado de respirar al menos un mes antes del hallazgo de su cadáver.
Miguel Ángel Vidal, el garbanzo negro de una familia normal del Río San Pedro, que jamás ha dado problemas de convivencia, donde siguen viviendo sus padres, y en cuyo domicilio fue detenido después de marear a la Policía durante casi un mes con desplazamientos constantes a Cádiz, El Puerto o Puerto Real, no es un toxicómano con pinta de zombie ni mucho menos. Pelo largo, mirada de guaperas y pinta juvenil a sus 41 años, barba cuidada, torso atlético. Por eso a la Policía le chirriaba desde el principio que la base de la relación con Manoli, 61 años, fuera la sexual. “Quizá buscaba más la protección que pudiera ofrecerle, un techo, un plato de comida, algo de dinero para un vaso”, dice una fuente consultada por este medio. Porque el problema de Miguel parece ser sobre todo el alcohol, más que las drogas, aunque también las consumiera de manera habitual.
El presunto homicida (¿o asesino?) de Manoli tiene dos antecedentes por violencia de género anteriores al caso que ha acabado con sus huesos en prisión. El primero de ellos data de 2008, cuando su entonces mujer, con la que tuvo dos hijos, le denunció por agresión en Valladolid. Tras el divorcio, Miguel mantuvo una relación más corta con una jovencita a la que sacaba bastantes años y que también sufrió su ira en El Puerto de Santa María. Entonces la chica acudió a un centro de salud y denunció la violencia de Miguel.
Pero volviendo a la búsqueda del autor, hay que repetir que la nula colaboración de Manoli a la hora de ofrecer más datos sobre Miguel pudo ser clave en su triste final. Sin una descripción clara del sujeto, con sólo un nombre y un número de teléfono la Policía apenas supo de dónde tirar. Llamó al teléfono en un par de ocasiones. En la primera lo cogió una mujer que no supo responder ninguna de las preguntas formuladas. La segunda vez descolgaron pero nadie respondió. Tras estos dos intentos, el terminal se apagó para siempre.
Así que finalmente el panorama se aclaró al descubrirse el cadáver. Aquí entró en juego la Policía Científica, que fue capaz de aislar las huellas únicamente de dos personas en el lugar del crimen. Unas, las de Manoli; las otras, las de Miguel. Esto facilitó bastante las cosas a la Policía, que sólo tres días después de que apareciera el cuerpo ya había localizado al presunto responsable y seguía sus movimientos para intentar hallar las pruebas necesarias que le situaran en la Casa Micolta en el momento de los hechos. Para ello la Policía recurrió a cámaras de vigilancia de establecimientos cercanos a la Casa Micolta y a la declaración de testigos que vincularon a Miguel con Manoli.
Manoli, natural de San Fernando, madre de dos hijos que viven fuera, no sabía que cuando conoció al apuesto Miguel estaba encaminándose hacia su muerte. De momento Miguel no sólo no ha confesado sino que se ha negado a declarar. Tras ser detenido en el Río San Pedro no opuso resistencia, pero tampoco ha colaborado en lo más mínimo con la investigación. Fuentes policiales consultadas por este medio consideran que ese silencio resulta atronador. No se ha defendido, no ha negado conocer a la mujer ni haber tenido nada que ver con su muerte. Simplemente Miguel calla. Quizá preguntándose interiormente cómo ha podido acabar así. Y mientras la Policía tiene un sabor agridulce. Por una parte la alegría por la detención del presunto responsable de la muerte de Manoli, por otra, la tristeza de saber que con un poco más de colaboración de la víctima quizá habrían podido detenerlo a tiempo.
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