Cabo Negro, el santuario 'narco'
Crimen organizado
Entre Ceuta y Tetuán se levanta una macrourbanización de lujo, Tamuda Bay, que es ejemplo de la efervescencia turística marroquí y refugio de decenas de capos de organizaciones criminales
Un día antes de la Navidad de 1992 la policía marroquí detuvo en Casablanca al ‘sultán del chocolate’, Abdelhuajed Mizzian Amar. Lo hizo por orden expresa del rey de Marruecos, Hassan II, que se había comprometido ante Europa a controlar el tráfico ilegal de hachís en el marco de una amplia negociación que incluía favorables condiciones en los acuerdos pesqueros. El monarca alauí anunció que declaraba la guerra a la droga y en 1993 se redujeron las plantaciones dedicadas al cáñamo en Ketama. Duró poco.
El ‘sultán del chocolate’ se había escabullido un año antes de la Operación Pitón, organizada por un entonces joven juez llamado Baltasar Garzón, que había saltado a la fama por otra operación, la Nécora, que descabezó las organizaciones que controlaban el tráfico de narcóticos en Galicia. Pitón pretendía ser lo mismo que la Nécora pero en el sur y tuvo su epicentro de actuación en Sanlúcar. Y la pieza de caza mayor era Mizzian, al que se consideraba entonces responsable de la entrada del 80% del hachís que circulaba por Europa.
Mizzian saltó a la otra orilla y se refugió en la mansión de mármol que se había construido en Cabo Negro, una playa mediterránea de fina arena y aguas turquesas a 20 kilómetros de Tetuán. Por entonces, Cabo Negro era un lugar aislado salpicado de unas cuantas villas de lujo que conocían fuera de Marruecos unos pocos privilegiados. Allí Mizzian se consideraba intocable y contaba con la protección de las organizaciones delictivas locales. Pero en Marruecos, por entonces, sólo había una persona que decidía quién era intocable. Y Hassan II decidió que el ‘sultán’ dejaba de serlo. Por supuesto, su detención no suponía que fuera a ser entregado a Garzón. Marruecos no extradita, ni entonces ni ahora, a sus nacionales. Mizzian sería juzgado en Marruecos. Fue un acto de cara a la galería. Mizzian no tardaría mucho en regresar a Cabo Negro y continuar con sus actividades. Su prisión duró tanto como aquella supuesta guerra de Hassan contra la droga.
El crimen de Barbate
El pasado 9 de febrero Karim Bagarde, miembro de una organización radicada en Fuengirola, los Pus Pus, llegó a Cabo Negro en la narcolancha con la que, presuntamente, acababa de arrollar a una zodiac de la guardia civil en el puerto de Barbate. Dos de los agentes resultaron muertos en el acto. Desde entonces se encuentra en paradero desconocido, aunque él es de Tetuán, por lo que se supone que no estará muy lejos de allí. El propio ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, pidió ayuda a su homólogo marroquí para que se detuviera al hombre que con su crimen había conmocionado a toda España. Sólo obtuvo buenas palabras, pero ningún resultado. Los guardias civiles que contactaron con sus colegas marroquíes tampoco tuvieron más suerte: “No sabemos dónde está”. Ni hicieron mayor esfuerzo por saberlo.
No se sabe hasta qué punto Bagarde tiene la cobertura de las organizaciones locales. Los Pus Pus son grandes distribuidores con la mayor flota de narcolanchas del Estrecho y su cabecilla, Abdellah El Merabet, cuyo alias da nombre a la banda, es un histórico del contrabando y una persona muy respetada en Cabo Negro. Bagarde es su sobrino. Pero el acto de Karim Bagarde indignó a los señores del hachís de la otra orilla. Había sido una estupidez que agitaba el avispero y dificultaba los negocios, como los días en los que los Ocon Sur dirigidos por el oficial David Oliva pusieron patas arriba el Campo de Gibraltar.
El periodista especializado en narcotráfico Andros Lozano ha conseguido dar en Tetuán con un conocido de Bagarde. Le dijo, según publico en El Mundo, que “Karim está muy asustado. O se entrega a España o aquí lo crujen, porque Marruecos no va a entregar nunca a un nacional si se le detiene en su territorio, pero lo que sí hará es amargarle la vida".
España y Marruecos cuentan con un acuerdo de extradición para los no nacionales, pero en lo que respecta a los nacionales sólo hay un compromiso de colaboración policial y de intercambio de documentación para que sean juzgados en su país de origen. Esto es sobre el papel, pero la realidad es que, como apuntaba la presidenta de la sección algecireña de la Audiencia provincial, Nieves Marina, “la cooperación en materia de drogas de Marruecos no existe. Es cero”.
Para los narcotraficantes marroquíes su país es un lugar seguro. Y dentro de ese lugar seguro la mayor concentración de delincuentes con órdenes de busca y captura relacionadas con el narcotráfico se encuentra en los poco más de 25 kilómetros que separan Castillejos, el primer pueblo marroquí al salir de Ceuta, de Tetuán. Allí en medio se encuentra Cabo Negro y por toda esa costa se desarrolla un macrocomplejo de lujo llamado Tamuda Bay, la Marbella marroquí.
El pasado septiembre la revista especializada Mercado publicaba su lista anual de los veinte establecimientos turísticos más lujosos que se habían abierto en 2023 en el mundo. Uno de ellos era el Ritz Carlton de Tamuda Bay. Otro hotel de reciente apertura es de la cadena Marriott, el St Regis Bahía Blanca Resort, que presume de ambiente palaciego con tintes árabes y toques neoyorquinos. Y, junto a ellos, la discoteca Golden Beach, el Studio 54 de los narcos con un servicio completo de baile y chicas en el marco de una suntuosa decoración teatral. En sus noches es habitual ver por allí algunos de los más buscados por la policía española. Esta urbanización se está convirtiendo en un símbolo del lujo y no hay nada que guste más a los capos que el lujo, incluso jugando en esa fina línea en la que el lujo se convierte en horterada. Desde que aquel ‘sultán del chocolate’ abandonó su mansión de mármol en Cabo Negro en las navidades de 1992 hasta hoy el negocio de la droga se ha sofisticado a un ritmo tan exponencial como sus beneficios y la línea de costa se ha desarrollado a base de toneladas de negros dólares, petrodólares y rublos.
Mohamed VI
Tamuda Bay es el ojito derecho de Mohamed VI. Allí cuenta con su residencia de verano a pie de la playa del Rincón, a 13 kilómetros de Tetuán, que es donde se levanta un palacio real Patrimonio de la Humanidad. Pero ese palacio el rey sólo lo pisa para el protocolo. Prefiere su lugar de veraneo, a donde no falta desde que llegó al trono. La inminencia de su presencia se intuye cuando escuadras de aviación de la Gendarmería Real fumigan desde el aire todo lo que hay entre Campillos y Tetuán para que el Rey no tenga que sufrir a los mosquitos. En los últimos años esas vacaciones las ha pasado con sus tres amigos inseparables, los hermanos Azaitar, luchadores de artes marciales cuya fortuna nadie sabe muy bien en Marruecos de dónde viene.
Ha sido un empeño personal suyo que esta macrourbanización sea sinónimo de exclusividad. Es el mejor ejemplo de un Marruecos que quiere competir en las grandes ligas del turismo y, de hecho, lo está consiguiendo. Este año el país vecino prevé recibir más de 15 millones de turistas, que son tres millones más de los que recibió en 2019, antes de que se decretara el cierre de sus fronteras por la pandemia del covid. Ha dado un salto de diez puestos, del 33 al 23, en el ranking de los países más visitados del mundo. Al igual que en este lado de la orilla, una buena parte del dinero del hachís se lava con inversiones inmobiliarias y hosteleras, es decir, con turismo.
Para su promoción interior, Mohamed VI decidió que la Fiesta del Sacrificio del pasado junio sería en Tetuán, al igual que un año antes lo había hecho con la Fiesta del Trono, que celebra el inicio de su reinado en 1999, o la Ceremonia de Pleitesía del pasado julio que conmemoraba su 25 aniversario al frente de Marruecos. Contrasta con su padre, Hassan II, que tardó más de veinte años en visitar el que fue protectorado español hasta 1957. Para la Fiesta del Sacrificio miles y miles de corderos se embarcaron en Algeciras con destino al gran banquete de Tetuán, la ciudad se engalanó y se puso de punta en blanco para recibir una vez más a su rey y principal embajador. En ningún lugar parece sentirse más a gusto el monarca alauí, si excluimos París, donde pasa buena parte del año, que junto al Mediterráneo y su ‘obra’ más exportable.
Por eso Marruecos no quiere conflictos en su paraíso. Acoge a los millonarios, vengan de donde vengan sus fortunas, pero no quiere que la Costa del Sol marroquí sea la Costa del Sol española, la de los ajustes de cuentas. Hay pocas dudas, por ejemplo, de que Tamuda Bay es el lugar escogido por Karim Bouyakhrichan como refugio. Hijo del fundador del clan que lleva su apellido y que empezó su actividad precisamente en Cabo Negro con el hachís en los años 80, es uno de los líderes de la violenta Mocromafia holandesa. Después de haberse fugado de España gracias a un episodio aún no aclarado de falta de coordinación de los jueces, regresó a las raíces del negocio. En la Mocromafia, donde se están matando los unos a los otros un día sí y el otro también en Holanda, Bélgica, Suecia o la Costa del Sol, saben que su santuario es intocable si lo quieren mantener. Por lo tanto, Tamuda Bay y la playa de Cabo Negro son territorios de tregua. Una variante de acogerse a sagrado.
La tasa de percepción de criminalidad que elabora Numbeo a través de las opiniones de visitantes a diferentes destinos turísticos del mundo da a la zona un nivel bajo en la mayoría de los conceptos excepto en uno, el de corrupción y sobornos, donde se dispara. Por comparar, el nivel de percepción de criminalidad en la zona de Tetuán es de 23,5, mientras que en Marbella, epicentro de la Costa del Sol, es de 49,8. Como dato competitivo es imbatible.
Los vecinos del rey
Y esto es así a pesar de que algunos de sus nuevos vecinos no pueden ser considerados precisamente pacíficos. Entre ellos se encuentra Samuel Crespo, que se hizo célebre cuando miembros de su banda le sacaron en 2017 del hospital de La Línea mientras era custodiado por la Policía. Aquel golpe audaz demostraba que la temperatura criminal del Estrecho alcanzaba la fiebre. Crespo fue trasladado esa misma noche en moto acuática a la playa de Cabo Negro y, desde allí, a Tetuán, donde un anestesista local curó sus heridas. A los pocos días ya se le podía ver paseando por las playas de Tamuda Bay. Sería detenido un año después en Jimena cuando la Guardia Civil tuvo noticia de que había cruzado el Estrecho. Pensaba volver a su refugio, pero fue cazado al vuelo. También éste fue el lugar escogido por uno de los hermanos Tejón, los conocidos Castañas, durante su fuga a Marruecos. A Tejón le tiraba la familia y fue detenido cuando realizaba una de las visitas a la madre de sus dos hijos en La Línea. Es la única oportunidad que tienen las fuerzas de seguridad de dar con ellos, que regresen. Mientras estén en Marruecos son inalcanzables, aunque se sepa dónde se encuentran.
No se tiene noticia de que Abdellah El Haj Sadek el Menbri, conocido como el Messi del hachís y el primero en la lista de ‘se busca’ de la policía española, asuma semejantes riesgos. Se sabe que ha pasado algunas temporadas en Tamuda Bay e incluso se fotografió en una pachanguita de fútbol que se jugó en Tetuán y cuya imagen se difundió en redes sociales, pero la Guardia Civil piensa que su lugar habitual es Tánger, donde tiene varios negocios, entre ellos varias teterías.
No al mismo nivel en fama, pero seguramente sí en fortuna, se encuentra el gibraltareño Gareth Mauro, que sí que tiene residencia permanente en Tamuda Bay. Cercano a todos ellos, a los Messi, los Castaña o los Pantoja, que eran los grandes clanes de la droga en el Campo de Gibraltar a finales de la pasada década, Mauro supo ser más sigiloso. Fue el único que no cayó de aquella época. Cuando fueron a detenerle en su mansión de lo que en La Línea se conoce como Villa Narco, ya estaba en Marruecos. La Guardia Civil considera que Mauro, aunque sufrió tras su huida de la incautación por la Policía Real gibraltareña de nada menos que seis inmuebles en Gibraltar, tiene dinero para varias vidas y que no pisará suelo español si no es estrictamente necesario. Su tren de vida, que incluye todo un parque móvil de coches de alta gama, se confunde a las mil maravillas con el ecosistema de alardes de riqueza de esta parte de la costa marroquí.
La preocupación de la Guardia Civil es que en esta alegre comunidad de disipadas costumbres se estén tejiendo, entre partidas de golf y noches en Golden Beach, provechosas alianzas. Igual que hay miembros de los clanes del hachís del Campo de Gibraltar, también los hay de los clanes gallegos. El resultado es un flujo como nunca se ha visto de tráfico de cocaína desde el Estrecho. Si a estos añadimos los contactos de unos y otros, más los integrantes de la Mocromafia europea, con las redes colombianas y mexicanas, tenemos a pocos kilómetros de nuestras costas la pandilla del crimen organizado al completo.
Todos ellos, y muchos más, son los vecinos de Mohamed VI en sus veranos mediterráneos. Y si hay una palabra que Mohamed VI nunca pronuncia en sus discursos es ‘narcotráfico’.
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