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Botón de muestra del cambio climático

RETRATOS DEL AÑO EN CÁDIZ | DÉFICIT HÍDRICO

En 2022, la provincia unía tres temporadas de ciclo seco, un verano de calor extremo y una despedida con lluvias intensas: todo ello, aperitivo de las previsiones climáticas

Algunas pedanías de Vejer usaron este año agua mineral para macerar las aceitunas. / Julio González

El año que ahora se despide comenzó continuando un periodo de tres temporadas seguidas de ciclo seco. El escenario, que se rompió a tromba este mes en forma de tren de borrascas, hacía que las referencias corrieran hacia la última gran sequía que se vivió en Andalucía, la del año 94, que implicó restricciones de agua generalizadas en toda la región. Este verano, sólo algunos puntos de Sevilla o la sierra de Huelva –en general, localidades pequeñas, no ligadas a un consorcio– sufrieron cortes de suministro. Incluso en los peores momentos, el porcentaje de volumen de agua acumulada en los pantanos aún no arrojaba, en la provincia, los raquíticos resultados de los años noventa (a veces, por debajo del 10%) pero durante todo 2022 iban soltando volumen a gran velocidad. Antes de las precipitaciones de diciembre, los embalses de la provincia estaban al 22,3 por ciento. Las lluvias decembrinas han hecho recuperar a nuestros embalses más de la mitad de lo perdido en un año.Las lluvias decembrinas han hecho recuperar a nuestros embalses más de la mitad de lo perdido en un añoEl pasado viernes, llegaban al 30,1 por ciento en su conjunto mientras que, hace diez días, arrojaban una media del 24,16 por ciento.

Este 2022, desde luego, ha visto no sólo crecer los temores al respecto sino también episodios únicos, como el adelanto de la vendimia del marco de Jerez a finales de julio vendimia del marco de Jerez a finales de julioo el macerar las aceitunas con agua embotellada, ante el temor a una alta concentración de nitrato en el suministro. Y, aunque ha conseguido recuperarse desde entonces, el Campo de Gibraltar había entrado en situación de Sequía Excepcional en octubre de 2021.

Con unos embalses que reptaban por debajo del cuarto de su capacidad, la Junta de Andalucía anunció el mes pasado la creación de un comité de expertos –integrado por economistas, químicos, expertos en derecho o regadíos– para hacer frente a la sequía. Juanma Moreno admitía que la comunidad autónoma se encontraba en una situación “comprometida” en prácticamente todas sus reservas. Un par de semanas antes, la administración andaluza había presentado el Plan SOS (Soluciones y Obras frente a la Sequía), Plan SOS (Soluciones y Obras frente a la Sequía),que contará con 4.000 millones de euros hasta 2027.

Para Joaquín Páez Landa, presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, la propuesta del gobierno autonómico llegaba “dos años tarde”, y recordaba que en Andalucía hay declaradas, desde junio de 2020, un total de 17 obras para abastecimiento humano por la sequía y que, “de ellas, sólo de han movilizado 103 millones de 430”.

El embalse del Guadalcacín, hace unos días, al 28% de su capacidad. / Miguel Ángel González

La sequía ha sido una palabra en boca en todos –incluso en la del presidente Pedro Sánchez, en la última Cumbre por el Clima en El Cairo– pero resulta que no era la culpable absoluta de la escasez de recursos. El régimen pluviométrico de los últimos años puede calificarse de irregular, aunque no llega, desde luego, a los registros que arrojan las medias históricas: hasta el régimen lluvioso que ha despedido el año, en otoño había llovido en la provincia un 17% por debajo de la media, pero en abril las precipitaciones fueron un 12% superior a la media. De hecho, el agua de la primavera salvó al Campo de Gibraltar de las restricciones y a los bosques gaditanos de un alto riesgo de incendio. El problema no es, pues, tanto la sequía meteorológica –aun teniendo en cuenta que el ciclo habitual de sequías se ha roto y tendemos a una disminución estructural de las precipitaciones– como la explotación de los recursos hídricos.

Tirando de tablas, los ecologistas insisten en que el problema real que atraviesa la provincia, extensible a toda Andalucía, es el déficit hídrico que supone la superexplotación de los recursos por parte de la agricultura. El secano ya no da rédito, de modo que incluso cultivos pertenecientes a esta categoría, como el olivo o el almendro, han pasado a producirse en intensivo –por ejemplo, en la campiña de Jerez–. Este tipo de explotación, o los cultivos llegados en los últimos años, como el aguacate o el mango, chupan mucho más. Para colmo, sostienen sus críticos, el intensivo se traduce en menos jornales, ya que son explotaciones altamente mecanizadas.

Este año, la temporada ha sido mala para el trigo, para el girasol –hectáreas que antes se saldaban con 2.000 kilos han salido con la mitad– y el olivar. Del secano hay que olvidarse: las limitaciones fitosanitarias y unas semillas no adaptadas al cambio climático lo terminan de arrinconar, apuntaba desde ASAJA Pedro Gallardo. Doce hectáreas de secano tienen el mismo valor que cuatro de regadío.

Según ASAJA, el sector agrícola chupa un 70 por ciento del agua consumida en la provincia. Tanto para Ecologistas en Acción como para WWF, la Cuenca del Guadalquivir soporta un 90 por ciento de uso agrícola: de los cuatro millones de hectáreas destinadas a regadío en España, una está en el valle del Guadalquivir. Los agricultores, como es lógico, defienden las inversiones y la optimización de los actuales sistemas de riego (goteo con detección), aunque el escenario climático hace pensar que los cultivos de regadío en esta zona van a necesitar más inversiones. El Tribunal de Cuentas europeo, sin embargo, se mostraba algo más escéptico respecto al ahorro de agua que suponen las innovaciones agrícolas ya que, en contrapartida, los sistemas de riego optimizados tienden a aumentar la superficie regable, con lo que acude menos agua al retorno.

Una muestra de la influencia de la actividad agrícola en el déficit hídrico –en una sobrexplotación que llega a los acuíferos: la reserva tradicional– se obtiene comparando el nivel que presentaban los embalses de la Comunidad de Madrid, donde el recurso se dedica casi exclusivamente a consumo humano, con el resto de los pantanos de España: en la comunidad madrileña, han llegado a doblar el porcentaje de agua acumulada en Andalucía. Ante esto, no deja de ser curioso, por decir algo, que las campañas referentes al consumo de agua incidan en la actividad particular, poniendo la responsabilidad individual en los hogares.

En Jerez, la vendimia se adelantó a finales de julio. / Manuel Aranda

Los ecologistas ven con suspicacia que el gobierno de Moreno Bonilla haya cedido las competencias del agua a la Consejería de Agricultura, pues temen que es por ahí por donde pueden ir los intereses. El ejemplo gráfico más absoluto lo tenemos en Doñana, que vio secarse su última laguna permanente a finales de verano: todo el mundo se lamenta y señala con preocupación el estado de las marismas, pero se sigue permitiendo a degüello la explotación del recurso.

Los discursos desde el ámbito político, y también desde el campo, suelen tirar de infraestructuras: todo se solucionaría construyendo algún embalse más –como la presa de Gibralmedina, en el Valle del Guadiaro–, o los tan cacareados trasvases. Sin embargo, la realidad de este año nos decía que embalses, teníamos, lo que ocurre es que estaban medio vacíos. Para los ecologistas, ya quedan pocas obras de este tipo que realmente tengan sentido y arrenden las ganancias. Y luego está el concepto de agua exclusivamente como fuente de aprovechamiento: no hay cuencas en las que “sobre”. Un bien que, además, resulta bastante barato: Moreno Bonilla anunció la eliminación del canon de mejora autonómico –destinado a depuradoras y saneamiento de infraestructuras– para el año 2023, mientras seguimos pagando multas a Europa por las deficiencias halladas en las instalaciones.

La cantidad de agua caída en la provincia en los últimos días, tras un excesivo periodo seco, cierra el ejemplo de lo que anuncian las predicciones climáticas para la zona: subida de temperaturas, olas de calor cada vez más frecuentes y agresivas y precipitaciones, cuando se den, en forma de tromba. Los modelos calculan un incremento para Andalucía de entre los 3.6 y los 6,5 grados de más, con escenarios climáticos de desertificación en casi toda la región.

El aumento térmico y la disminución de precipitaciones hacen prever, además, que los retornos a los ríos disminuyan entre un 9 y un 17 por ciento. Y en la tierra subirá la franja desértica, pero en el mar ya hay floraciones de microalgas, por ejemplo, 1.500 kilómetros al norte de donde debieran estar –por el mar han llegado, de hecho, dos de nuestras especies invasoras más famosas: el cangrejo azul y el alga asiática–.

Este año también, por primera vez, la Cumbre del Clima ha reconocido que uno de los mayores retos climáticos estará en el ciclo del agua y su disponibilidad. En la provincia, hemos tenido un botón de muestra.

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