El camino hacia las navidades más caras que recuerdas
consumo y crisis de suministro
Tras las fiestas más contenidas, llega un mes de diciembre impulsado por el aumento de precios, al arrastre de las alzas en transporte y energía
Capacidad para mover 200.000 toneladas. Semejante barbaridad era lo que podía trasladar el Ever Given, el portacontenedores que quedó atrapado en el canal de Suez el verano pasado. La imagen nos sirvió para desarrollar esa recién descubierta habilidad del ser humano (la fabricación de memes) pero, también, ejerció de postal del futuro inmediato. Seguro que más de uno lo ha recordado estas semanas, ante las explicaciones sobre el colapso en el tráfico comercial internacional.
"La pandemia nos ha ayudado a darnos cuenta de lo importante del transporte marítimo, que acoge a más del 80% de lo que se transporta a nivel mundial –indica María del Mar Cerbán, del Departamento de Economía General de la ETSI de Algeciras–. Y también nos ha hecho darnos cuenta de lo poco que producimos en Europa y de lo condicionados que estamos por todo lo que se produce en Asia".
La especialista también subraya que partimos de un escenario de pandemia, con "fletes bajísimos, lo que hace que el precio del movimiento de un container se haya multiplicado por 4 o 5 en las rutas que vienen de Asia a Europa, si es un puerto hub, que tiene más movimiento. Partíamos de un nivel muy bajo y actualmente se ha multiplicado tremendamente". Dependiendo de los fletes, en efecto, el precio del contenedor ha llegado a alcanzar cifras estratosféricas: hasta 14 veces más.
"El segundo factor del encarecimiento, es que las navieras pararon parte de las flotas –continúa–. Al reiniciarse la producción, nos hemos encontrado con que hay grandes picos de producción y consumo, con rupturas en la cadena logística. Ese comercio de bienes intermedios también se ha visto afectado: durante la pandemia, las cadenas de montaje trabajaban por criterios 'just in time', y ahora han de reajustar la producción".
Eso ha sucedido con los famosos microchips, por ejemplo: "En la pandemia tiramos mucho de ordenadores, consolas, móviles y demás, y a esos grandes picos de producción se une la reactivación de la flota y del negocio automovilístico, los encargos de los astilleros... Todo eso que se quedó a la espera hay que volver a ponerlo en marcha, y ahí se produce la ruptura", comenta la especialista.
Si la gran cadena de montaje que está repartida por el mundo se atasca, el mundo se atasca. Si el aleteo de una mariposa en Brasil puede causar un tornado en Texas, un tapón de mercancías en Shanghái –no olvidemos el extra que pueden proporcionar los posibles brotes de covid– puede parar varias plantas de Volkswagen en Europa. Magia.
"Otro de los factores –continúa María del Mar Cerbán–, es que hay un problema serio en los puertos relacionado con el transporte terrestre. Todo el import-export tiene que salir por vía terrestre, si no tienes quien lleve los bienes, las terminales se colapsan".
Y el efecto dominó es imparable: "La flota cambia su schedule, minimizando el número de escalas en los puertos. La ruta de Asia a Europa, que hacían en diez escalas, ahora la hacen en siete", añade. Sí, desde que lo pides a Aliexpress hasta que te llega ha podido pasar de todo:"Hay algunas cadenas que no usaban el camión y ahora sí, así que se ha desestabilizado cómo funcionaban tradicionalmente los modos de transporte".
El precio del contenedor estará por las nubes, pero los puertos españoles siguen manejando a ritmo increíble: no sólo están ya cerca de alcanzar los niveles de prepandemia, sino que el tráfico de mercancía general en contenedores (+0,16%), y particularmente en import/export (+1,5%) ya los superan, según nota de Puertos del Estado. La mercancía general movió, de hecho, 229,6 millones de toneladas en este año, de las que el 72% correspondía a contenedores.
"Quizá sea que la minimización de las escalas no nos haya tocado –reflexiona Cerbán–. Ahora, lo que tenemos que hacer es seguir intentando que nuestros puertos sean competitivos y ofrezcan el mejor servicio posible".
El alza de precios en el transporte mercantil va también de la mano, como es lógico, del aumento de precios del combustible. "Algo que hace que la situación se complique –admite Cerbán–.Todo lo que sea subir la energía, subirá la inflación y el precio final del producto en un plazo que ronda las seis semanas".
La mariposa tiene las alas muy largas. La última variación del IPC a nivel nacional, IPC a nivel nacional, la del mes de octubre, subía hasta el 5,5% (a nivel provincial, según datos del INE, era algo menor: 4,8%). La electricidad se lleva la parte del león en el insistente peso de la cesta de la compra, desde luego (en la provincia, con una poderación de 149 sobre 1000: una cifra menor que la nacional, pero superior también a los 97 de 2020 y el 103 de 2019), con una variación de 45,3. Vino, alcohol y cerveza es de lo poco que se mantiene, los alimentos no procesados suben y casi todos los subgrupos pesan algo más de lo que lo hacían hace dos años –ovino y caprino, marisco, fruta, vestidos, peluquería, joyería, mercería... los vuelos internacionales nos perdonan la vida–. Unas subidas que se han dado un mes antes lo habitual, en el acelerón de la Navidad. Entre la calefacción y el alza en los puestos de los mercados (los de la gente normal), las navidades prometen ser de las más caras que recordemos (la previa norteamericana de Acción de Gracias se calcula ha sido un 13% más cara).
Una bola de cristal sea, posiblemente, el mejor regalo que hacerle a un economista. Lo lógico es pensar que la puesta en marcha tras el parón absoluto de la economía mundial –esa, también, absoluta novedad– tendría sus achaques, pequeñas trombosis. Ante el panorama de inflación rampante, el Banco de España señalaba en su último informe que los considerables aumentos en las tasas de inflación eran esperables en la recuperación de la actividad y que tienen una naturaleza, "en principio, transitoria". Aunque la institución también advierte de que una "mayor persistencia" del encarecimiento de las materias primas y algunos bienes intermedios podría "dar lugar a un repunte de la inflación de una naturaleza más intensa y duradera que la anticipada en este momento". La clave en la persistencia o no del alza de precios estará, evidentemente, en cómo se gestione la provisión energética.
De que el actual desequilibrio no es tan excepcional está seguro Santiago Armesilla, doctor en Economía Política y Social en la Complutense de Madrid: "Las crisis económicas terminan pasando todas, lo que ocurre es que en el sistema capitalista son inevitables y estructurales, y que sean más fuertes o más agudas va a depender de los mecanismos de defensa que tengan las sociedades", indica.
Para Armesilla, el actual atoramiento de nuestra economía –ese ganso tragón– se enmarca dentro de la "guerra fría" comercial, entre China y Estados Unidos, de la que empezó a hablarse también en la pandemia. “Un punto de inflexión –asegura– que va a acelerar procesos geoeconómicos y de comercio internacional que ya estaban en cocina”. En este escenario, China es actualmente "el principal socio comercial de España, incluso por delante de Alemania". No nos sintamos especiales: también lo es de Alemania.
Al respecto, "es difícil deducir cómo se puede solventar la situación de aquí a unos meses –continúa–, pero un país que no tiene capacidad de hacer productos de alta gama industrial a gran escala no tiene mucho margen. Si la crisis que se avecina afectara a España, no estaríamos lejos del colapso social". Algo tan fundamental para el tejido económico como el comercio local quedó "muy tocado" tras las cuarentenas y la asunción de las plataformas online: "La media de tiempo de una pequeña empresa en España es dos años, no se genera suficiente plus valor ni suficientes bienes y servicios, vendibles y consumibles, y los dueños de esas empresas se rinden y prefieren trabajar a cuenta ajena porque ganan incluso más dinero", desarrolla Armesilla. A ellos se une la uberización del mundo laboral, con figuras como los falsos autónomos, "que llega incluso a ámbitos como la abogacía. Hay quien fuerza la adaptación a este esquema, pero no hay que olvidar que las grandes compañías utilizan a los Estados para conseguir sus fines en juegos de poder más grandes".
Para el especialista en efectos de la globalización, "no se puede desconectar economía de geoestrategia". Así, aunque no lo parezca, todo lo que está ocurriendo “tiene mucho que ver con la huelga metal de la Bahía de Cádiz: a los empresarios les interesa menos pagar sueldos que pagar adquisiciones cada vez más caras".
“No extraña que haya gente que prefiera vivir de la mínima ayuda a un parado de larga duración que trabajar en condiciones horribles en un trabajo muy quemante –comenta Santiago Armesilla–. Y mientras, lo que se gana no llega para los gastos tradicionales de consumo, que se han disparado". ¿Cuál es el resultado? La desesperanza. El para qué. El "de lo que sea, menos de esto". Las regiones depauperadas podríamos dar clases magistrales sobre el 'Big Quit'.
Burbujas e inflación. Todo sube y, al final, nada en la copa. Economía del espumoso, en fin. A la tendencia alcista no le ayuda, precisamente, el clima: el pánico del consumidor, que tiene en algún fondo reptiliano de su memoria las imágenes de lineales vacíos de papel higiénico. "Aquí es fundamental –opina Cerbán– que los gobernantes sepan transmitir seguridad y tranquilidad, que todos veamos que nuestro consumo está asegurado para no entrar en pánico y arrasar lo que con mucho esfuerzo está entrado porque, si no, vamos a encarecer algo que luego va a sobrar".
No entrar en pánico: ese es también el consejo de la Asociación de Consumidores y Usuarios. No hay motivo, tenemos de todo: “Ante la posible falta de stock de algún artículo en concreto por la alta demanda –comenta el responsable de Facua Cádiz, Jesús Yesa–, el mayor perjuicio será tener que elegir otro de características y precio similares o esperar para comprarlo para más adelante”. Yesa también alerta frente al efecto Casandra, la profecía autocumplida, a la hora de adelantar las compras: siendo la planificación algo “esencial, no debemos caer en el error de confundir planificar con empezar a comprar desde mediados de noviembre y ya no parar de hacerlo hasta más allá de las rebajas: hay que tener claro qué es lo que queremos o necesitamos, qué cantidad de dinero puedo y quiero gastarme, y elegir entras las ofertas disponibles”.
Y, frente a la fagocitación, Yesa hace un llamamiento al consumo responsable, “tanto siendo conscientes de las connotaciones ecológicas, como valorando más allá de la relación calidad-precio, por ejemplo, teniendo también en consideración a qué manos va a parar el dinero que nos gastamos”.
Porque lo que podemos hacer, desde luego no será mucho, pero no es poco.
El 'sprint' del carabinero
Precios dignos de diciembre, y subiendo, desde finales de octubre. Los proveedores de marisco fueron los primeros sorprendidos ante una subida que creen es histórica: “Llevo varios días queriendo hacer una comparativa con subastas de otro años, a ver... -comenta Ángel González, de la firma de mariscos del mismo nombre-. Cigalas, brillantes o carabineros, y también gambas, han pegado una subida brutal”. “La subida ha sido muy rápida en muy poco tiempo –confirma Miguel, de Cortemar–. El carabinero, por ejemplo, ha pasado de 50 a 100 euros el kilo, pero es que ha subido todo el pescado precocinado”. “Lo que el año pasado costaba 40 euros, ahora se compra a 70, casi el doble”, añade Ángel González. Pero no se pongan exquisitos: no se libra ni la humilde patata prefrita, que antes costaba 60 céntimos el kilo y ahora, 90. El contraste con 2020, cuando apenas se registró subida, es agudísimo. Ambos proveedores señalan como primer factor de esta escalada la falta de producto: “El verano ha tenido un nivel de venta exagerado, y muy largo, y nos hemos quedado con mercancía justa –indica Ángel González–. El sector se intenta aprovisionar en subastas, aunque ahora ya sólo quedan tres o cuatro. Esto no es igual que encargar unos zapatos: podemos querer algo y luego el barco no pilla nada. Dependemos mucho de la oferta que haya. Hay miedo en el cuerpo de que no va a haber: a mí, por el Whatsapp no paran de llamarme, qué comprar, cuánto va a subir... Luego está que muchos contenedores han cambiado sus rutas habituales”. Cambia la ruta, cambian los modos: “Antes un camión costaba traerlo 15.000 euros –dicen desde Cortemar–. Ahora, todos los que vengan de China, como ocurre con el gallo, cuestan mucho más”. “Si yo me traigo marisco de Irlanda –continúa–, imagínate lo que chupan las cámaras frigoríficas de esos portes”. Porque, si en la mesa de Navidad quieres quisquillas o centollos, “se tienen que comprar con meses de antelación”. Y la luz sube para todos: “Hemos pasado de pagar 3000 a 6000 euros”, se lamenta Miguel. Para Ángel González, la factura de la luz ha subido en 2000 euros. “Además –apunta–, las diferencias que pueden darse en un producto como el marisco son muy grandes, no siempre las puedes trasladar al precio de venta”. Aun así, piensan, Navidad es Navidad y la “gente va a salir a comprar sí o sí”.
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