"Tener un carné de militante no le quita a nadie su independencia"

Carmen Calvo | Presidenta del Consejo de Estado

"La amnistía te puede gustar o no pero no es ilegal porque está recogida en nuestro ordenamiento"

"Los jóvenes de hoy son mucho más machistas que sus padres y abuelos"

"Andalucía tiene que seguir sosteniendo lo público porque hemos salido del desequilibrio antes de ayer"

Carmen Calvo y las como yo

Carmen Calvo, fotografiada la tarde del pasado viernes en Rota, con el Océano Atlántico de fondo.
Carmen Calvo, fotografiada la tarde del pasado viernes en Rota, con el Océano Atlántico de fondo. / Jesús Marín

Rota/La celebración de un congreso feminista, un movimiento por el que siempre ha tenido especial predilección, ha traído este fin de semana a la localidad gaditana de Rota a Carmen Calvo (Cabra, Córdoba, 1957), ex consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, ex ministra, ex vicepresidenta del Gobierno de España y desde el pasado mes de febrero presidenta del Consejo de Estado. 

En esta entrevista, mantenida la tarde-noche del viernes en la localidad roteña, esta jurista doctora en Derecho Constitucional analiza, con su pasión de siempre pero quizás con algo más de mesura debido a su posición institucional, la política nacional, la de Andalucía y el movimiento feminista.  

–Con sinceridad, ¿la gente de la calle sabe, por lo general, qué es el Consejo de Estado? ¿Cuánta gente le ha dicho ‘¿eso qué es?’ cuando se ha enterado de su nueva responsabilidad?

–(Risas) Es verdad, puede que sea un órgano algo desconocido pero estoy empeñada en conseguir que la gente lo conozca. Y es que estamos hablando del órgano más antiguo de este país, porque en 2026 cumpliremos 500 años, desde que lo creó Carlos V, que con una gran visión consideró necesario que hubiera una institución externa que le asesorara. Somos el Consejo de Estado más antiguo que hay en el mundo pero lo más importante es que somos un órgano que debe dar mucha tranquilidad a la gente. Al ciudadano le puede gustar o no una ley pero debe saber que antes de aprobarse pasa por nuestras manos y que nosotros asesoramos técnicamente al Gobierno. Nos despegamos del debate político y le decimos al Gobierno si por esa vía puede hacer o no tal cosa. Lo analizamos todo con calma. Por eso cuando algún dirigente dice que una ley es ilegal o que el Gobierno está cometiendo una tropelía, me parece algo muy deshonesto. Somos un órgano discreto y es un honor inmenso presidirlo porque la responsabilidad es enorme.

–Se ha hablado mucho en estos meses de la constitucionalidad o no de la polémica ley de amnistía. Incluso usted misma pasó de decir años atrás que la amnistía “no es planteable” a decir ahora que “jurídicamente es posible”. ¿No es eso una contradicción?

–No, y me gustaría explicarme. Cuando el independentismo llevó al Congreso en 2021 su proyecto de amnistía lo planteaba como un indulto general, porque no detallaba siquiera los delitos que querían amnistiar. Y el indulto general está prohibido en cualquier Estado de Derecho porque borra a la Administración de Justicia. En España puede hacerse un indulto parcial, que lo hace el Consejo de Ministros porque el Gobierno está legitimado para ello. La amnistía es otra cosa pero que está prevista por nuestro ordenamiento jurídico. La diferencia es que la amnistía no la puede dar el Gobierno porque significa no que te quita la pena del delito cometido, sino que dice que ni siquiera ha habido delito. Y eso sólo lo puede hacer el pueblo soberano en su Parlamento representado. Lo que pasa es que explicar esto es un debate político tan endemoniado como el que tenemos ahora en España es muy complicado. A ti te puede gustar o no políticamente la amnistía, puedes oponerte, decir que no lo harías jamás, votar en contra, pero no puedes decir que es ilegal o que el Gobierno está cometiendo ilegalidades. 

–¿No cree que el presidente del Gobierno se está excediendo a la hora de colocar a ex ministros o a cargos del PSOE al frente de muchas instituciones del Estado?

–El debate político se ha enconado tanto en nuestro país y se le pone tanto el foco a lo que hace el Gobierno que pareciera que gobiernos anteriores no han nombrado también a ex cargos suyos. Pero los registros históricos desmontan esta idea. En el Consejo de Estado, por ejemplo, hay ahora seis ex ministros del PP, sin contar la permanente. Y aunque las apariencias son importantes, yo soy de la opinión de que la independencia se demuestra con los hechos. Yo hay semanas en las que muchas veces voto en contra de dictámenes de consultas de cuestiones que plantea el Gobierno y que sí respaldan otros miembros de la permanente. Yo creo que es muy útil que personas con experiencia estén en las instituciones del Estado. No están ahí para contaminar sino para trasladar esa experiencia que no se aprende estudiando unas oposiciones sino con muchísimos años viendo esos mismos problemas. A partir de ahí después hay que ver qué hace cada cual, evaluarlo. Pero tener el carné de militante de un partido no le quita a nadie su independencia. En Estados Unidos, por ejemplo, el fiscal general y los miembros del Tribunal Supremo los nombra directamente el presidente y nadie duda de la independencia judicial en ese país.

–El Gobierno actual, el más débil de la democracia, está constantemente siendo chantajeado por el independentismo catalán. ¿Merece la pena mantener esta situación mucho más tiempo?

–Bueno, eso de que este Gobierno es el más débil de la democracia es discutible. La política de ahora no se puede analizar con los parámetros de hace 15 ó 20 años. Entonces si un Gobierno no tenía mayoría absoluta se decía que era débil, pero ahora todo es muy complejo y hay que ir día a día. Si no, ahora todos los gobiernos serían débiles porque no va a haber mayorías absolutas, sobre todo en España. Por eso hacen falta pactos, que es lo que está haciendo este Gobierno. Y pactar no significa debilidad, ni que haya vencedores y vencidos. Dicho esto, y desde una visión general, le reconozco que sí me preocupa que las minorías se impongan a las mayorías. En democracia las mayorías deben gobernar respetando a las minorías. Deberían tener la batuta y las minorías deberían tener alguna regulación, aunque fuera ética. Pero eso el derecho constitucional no lo tiene reflejado. 

Carmen Calvo gesticula durante la entrevista
Carmen Calvo gesticula durante la entrevista / Jesús Marín

–¿Cómo analiza la situación actual de Andalucía después del histórico cambio político vivido hace casi seis años con la llegada del PP a la Junta?

–Me llama la atención que el debate político en Andalucía sea tan poco serio y solvente sobre la realidad. Hay verdades documentadas, como que está cayendo la inversión en educación pública, que es la mejor fábrica por la igualdad, y en la sanidad pública, que es lo que nos tranquiliza sobre nuestro cuerpo. Y se está privatizando mucho, por ejemplo en universidades. Ese tiene que ser a mi juicio el grueso del debate. Mi partido ha gobernado muchos años en Andalucía y es entendible que pasado un tiempo pasara a gobernar otro partido. Eso es democracia. Pero no entiendo que, mirando la historia de Andalucía, donde el subdesarrollo lo tenemos muy cerca en la historia, ahora el debate sea confrontar sobre cualquier cosa en vez de debatir sobre por qué se privatiza tanto en vez de impulsar lo público. ¿Cómo vamos a hacer el camino de desmontar la meta cuando aún no hemos llegado a ella? En esta tierra, que fue tan esquilmada por la Dictadura, nos costó mucho trabajo achicar desequilibrios y desigualdades, y ahora cambiamos el debate. Eso es verdaderamente nefasto para una tierra como esta que ha llegado hace muy poco a esto. Lo público y lo privado tienen que convivir en democracia, claro, pero Andalucía tiene que seguir sosteniendo lo público porque hemos salido del desequilibrio antes de ayer. Tenemos que solidificar mucho más el Estado del Bienestar.

–¿Desde fuera da la impresión de que el PSOE de Andalucía no se ha recuperado aún del shock que le produjo perder la Junta. ¿Lo ve así? ¿Y cree que, con las vistas puestas en el próximo congreso regional, Juan Espadas debe seguir al frente del partido?

–Yo creo mucho en mi partido, incluso en las horas bajas y cuando nos equivocamos. Y creo en mi partido porque somos la organización más solvente que tiene España, con casi 150 años de vida en los que el PSOE ha demostrado su capacidad para leer los cambios que ha habido en España y en Andalucía. Y me fascina también de mi partido que sus tentáculos llegan hasta el pueblo más pequeño. Pero a estas alturas de mi vida no estoy tan pendiente de los líderes y sí de los debates internos sobre las ideas. A Juan Espadas creo que nadie le puede negar que le está tocando pilotar el partido en un tramo muy complejo. Ningún compañero iba a recuperar Andalucía al día siguiente de perderla, ninguno. A partir de ahí, lo que pase en el congreso no lo sabe nadie, pero me fío de lo que salga de él.

–Ha venido usted a la provincia de Cádiz al calor de un congreso feminista. ¿Cuál es el estado de salud de este movimiento social?

–El feminismo es actualmente la línea más sólida de defensa de la democracia, y por eso sufrimos tantos ataques desde la ultraderecha. Yo creo que los tres motores de la dignidad humana son la democracia en sí, el movimiento obrero y el feminismo, que lleva 200 años transformando la sociedad. Primero dijimos las mujeres que queríamos ir al colegio y después que queríamos votar, que queríamos ir a la Universidad, que queríamos ser académicas o alcaldesas... Es una cadena de eslabones y ahora queremos ser dueñas de nuestros bienes. Y somos necesarias porque la igualdad total aún no la hemos conseguido y porque las estadísticas dicen que la violencia contra las mujeres sigue así y que los delitos contra nuestra libertad sexual avanzan.

"El machista de hoy quiere que su pareja haga las mismas tareas que hacía su abuela pero que además traiga un sueldo a casa”

–¿Y las mujeres jóvenes se están sumando al feminismo?

–Sí, son chicas que descubren que las banderas de sus abuelas son también las suyas, porque ven las agresiones a menores, el control de móvil, los asesinatos a mujeres, etc. La violencia contra las jóvenes es tremenda y eso pasa porque hoy los varones de entre 18 y 40 años son mucho más machistas que sus padres y sus abuelos. Ahí estamos viviendo un retroceso. Cuando un hombre joven dice que las mujeres ya han alcanzado la igualdad y que se están pasando, lo que realmente quiere decir es que quieren volver al pasado, que sus privilegios de antaño sigan estando garantizados. Además, el pensamiento del machista de hoy es mucho más retorcido porque quiere que sus parejas sigan haciendo en casa las mismas labores que hacían sus abuelas pero además que traigan un sueldo.  

–El pasado agosto entró en vigor en España la nueva Ley de Paridad. ¿Le convence al movimiento feminista?

–Todo lo que sea avanzar es importante, pero nosotras creemos que se podrían dar más pasos hacia la igualdad. Lo importante de esta ley es que viene de una directiva que la canciller Merkel estuvo bloqueando durante diez años y que activó al final de su etapa política. Fue cuando dijo aquello de “todos debemos ser feministas”. En España esa directiva europea teníamos que transponerla y de ahí viene la ley. 

–Que el Estado obligue a las empresas privadas a reservar como mínimo un 40% de sus puestos directivos a mujeres es novedoso.

–Sí, y había mucha gente que no lo veía, como la propia Merkel. Eran los que decían que la paridad se podía plantear en el ámbito público pero no en el privado. Y nosotras defendíamos que el Estado ya ha intervenido antes en lo privado, como cuando planteó la escolarización universal, que obliga a llevar a tu hijo al colegio aunque tú no quieras, o el cobro de impuestos para garantizar los servicios públicos. Insisto es que se están dando pasos adelante, como, por ejemplo, que el tercer poder del Estado esté presidido por una mujer (en referencia a Isabel Perelló, presidenta del Tribunal Supremo), algo que era impensable hace 40 años. Pero queda mucho por hacer. Por ejemplo, en el Parlamento Europeo la representación femenina se ha reducido y ya no llegamos siquiera al 40%, porque hay partidos de ultraderecha que han mejorado sus resultados y que no están obligados a llevar a mujeres en sus listas. 

–No la veo a usted muy optimista con el tema de la igualdad.

–Yo soy optimista por naturaleza, y en este tema también porque el mundo no está cambiando a peor. Pero queda mucho por hacer porque, por ejemplo, la ONU dice que la igualdad en el trabajo no se conseguirá hasta dentro de 134 años o porque en nuestra sociedad el símbolo de autoridad sigue siendo la voz masculina y no la de la mujer. Pero es ingenuo pensar que la desigualdad de la mujer se iba a arreglar en tres o cuatro décadas, porque esto es mucho más complejo ya que abarca a todos los órdenes. Ahora además toca combatir las andanadas de la ultraderecha, que le ha puesto la proa al cambio climático y al feminismo porque estamos transformado poco a poco la sociedad. Pero, bueno, la ultraderecha ya se opuso a todo en los últimos 200 años, a la educación pública, a la sanidad pública o a que el poder era del pueblo, y han perdido todas las batallas. Esta también la van a perder, aunque mientras nos quedan por pasar días difíciles.  

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