Un carril bici entre Zahara y Barbate que te lleva a Urgencias

El tramo de ocho kilómetros del Eurovelo que une ambas localidades se ha convertido en una trampa para cicilistas por su precaria solución a las vaguadas

La Consejera de Fomento inaugura el carril bici entre Los Caños y Barbate

Inicio del tramo del Eurovelo entre Zahara y Barbate.
Inicio del tramo del Eurovelo entre Zahara y Barbate. / D.C.

La etapa 2 del proyecto Eurovelo recorre un total de 56 kilómetros, en un tramo que comprende de Conil a Facinas: un recorrido que pasa por Barbate y Zahara de los Atunes y que –indican en la propia página del proyecto europeo– “transcurre bordeando los acantilados de la Costa de la Luz y está salpicado de torres almenaras, torres defensivas construidas desde el siglo XVI por toda la costa andaluza”. El primer tramo va en paralelo a la A-2233, pasando por El Palmar y Zahora y, a partir de los Caños de Meca, la ruta se adentra en el Parque Natural de La Breña y Marismas de Barbate.

Suena evocador. Empieza a parecer menos atractivo cuando uno llega al inicio del trayecto de ocho kilómetros, que une Barbate con Zahara, y que se abrió hace unos meses. Un cartel advierte de la propiedad militar del camino y de que “el Ministerio de Defensa no se hace responsable de cualquier accidente que pueda producirse en esta propiedad militar, independientemente de la causa que lo provoque”. 

Hay además una serie de señales triangulares de peligro, como la presencia de niños de colegio, ganado vacuno suelto, badenes, y un extraño indicador que muestra una bicicleta encallada en un espacio llano, como si hubiese frenado bruscamente la rueda delantera. Otras señales redondas prohíben circular coches y motos, y la limitación de velocidad es de 10 kilómetros/hora. Parece que va a entrar uno en un círculo del infierno de Dante, en vez de en un apacible carril bici recién estrenado. “Sobre todo –comenta Javier Clavero–, porque el ganado está separado por una cerca de alambres de espino, sin cruces ni pasos”. Excepto un tramo que resulta algo más arriesgado, “porque el carril termina abruptamente al llegar al río Cachón y hay que hacer un trayecto por la carretera estrecha y sin arcén”, no hay otras circunstancias que indiquen que se trata de un camino especialmente conflictivo. 

La señalización, sin embargo, no está puesta por capricho: lo último que Javier Clavero recuerda antes de abrir los ojos, dolorido, y encontrarse rodeado de ciclistas, soldados y guardia civiles, es haber descendido por una bajada pronunciada, “a primera hora de la mañana, con el camino despejado y sin viento”. 

La ambulancia lo traslada al hospital de La Janda, en la Barca de Vejer. “¿Qué, el badén del cuartel? –le dicen los sanitarios que lo atienden–. O cualquier otro porque son muchos. Ese carril es una montaña rusa. No eres el primero. Cada dos por tres llega otro. Yo mismo soy ciclista y estuve a punto de caer. Aquello es una serie de trampas. Si no caes en una, lo haces en la siguiente”.

La peculiar señal que advierte del peligro a los cicilistas.
La peculiar señal que advierte del peligro a los cicilistas. / D.C.

De camino a rayos X, se encuentra con otros dos accidentados. En el mismo sitio y, casi, a la misma hora, porque uno de ellos era el que lo encontró en el carril bici: “Cuando ya te llevaban y me preparaba para montar en mi bicicleta –le cuenta–, un tío se quedó clavado en el cambio de rasante, igual que supongo te sucedería a ti. Salió disparado y me cayó encima”. 

La otra víctima de los desniveles llevaba collarín, y Javier saldó ese día con una fractura completa de clavícula y posible intervención. Todavía está de pruebas médicas. 

Clavero admite no tener redes sociales, pero el tramo del Eurovelo entre Zahara y Barbate se ha hecho ya famoso, en su corta existencia, en páginas de aficionados al ciclismo, que denuncian obstáculos, grandes grietas y, sobre todo, ausencia de puentes o tubos en las torrenteras, que el camino salva “con simples y agudos badenes, origen del gran número de accidentes que se están produciendo”.

“Está construido –explica el accidentado– de una manera que las vaguadas de los arroyos, en vez de pasarlas por tubos o bajo puentes, van hacia abajo en forma de ‘v’, con lo que las bicis no tienen ángulo para girar y se quedan clavadas. Es un terreno que ha de estar habilitado para que pase el agua, porque por ahí hay cursos naturales y, de hecho, en los meses de lluvia está impracticable de barro”. 

La aventura, sin embargo, no terminó ahí. Cuando aún estaba siendo atendido en La Janda, cuenta Javier Clavero, llegó una pareja de la Guardia Civil de Tráfico para hacer el atestado: “¿Sabe que esto lleva multa?”. Ante el asombro, continuaron:“Por imprudencia. ¿O es que no vio la señal de peligro?”.

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