Preliminares COAC
¿Quién canta hoy miércoles 5 de febrero en el Teatro Falla? Orden de actuación de la decimocuarta sesión

La chatarra del narco

 Los depósitos judiciales exhiben el fracaso de la lucha contra el tráfico de drogas. En éste de Jerez se acumulan medio millar de vehículos esperando resoluciones que nunca llegan

Vertedero y supermercado

Óscar Rodríguez en su finca de 6.000 metros cuadrados utilizada como depósito judicial / Vanesa Lobo
Pedro Ingelmo

08 de diciembre 2024 - 07:00

La lucha contra el narcotráfico es una batalla perdida por varios motivos. El primero es porque no existe un interés verdadero en librarla. Los medios con los que cuentan las fuerzas de seguridad son de todo punto insuficientes para semejante tarea y como los que se dedican a la tarea lo saben se dedican a cumplir con las estadísticas que se espera de ellos. El narcotráfico es un delito que sólo existe cuando las fuerzas de seguridad intervienen. Un asesinato, un robo o una violación es un delito que está ahí, se ha producido. Hay una víctima con nombres y apellidos. En el caso del narcotráfico, no. Mientras no se produzca un alijo o unas detenciones el delito es como si no existiese, no figura en ninguna parte. El segundo motivo es que, aunque hubiera más medios, acometer esa batalla es imposible. Es un flujo de tales dimensiones que, como dicen los guardias civiles, “es como poner un dedo para detener una inundación”. Y el tercero, y no menor, es el colapso de la justicia. Las diligencias se eternizan en los juzgados para concluir años después muchas veces en pequeñas penas o en absoluciones por defectos de forma. La justicia no funciona como un arma disuasoria por mucho que las cárceles estén llenas de pequeños traficantes porque los que están allí nunca son los dueños del negocio.

En una finca de Jerez de 6.000 metros cuadrados situada junto a la barriada rural de Las Pachecas se ejemplifica este fracaso. Paseo entre más de 300 coches inservibles, decenas de embarcaciones, aclimatadores y hasta un helicóptero. Es el fruto de años de intervenciones policiales, posesiones obtenidas en la mayor parte de los casos con el dinero de la droga a las que nadie echa cuenta. Aquí hay herrumbrándose cientos de millones de euros procedentes del mercado negro que nadie reclama porque, en realidad, no valen nada. Esta chatarrería es uno de los muchos depósitos judiciales de la provincia. No cabe ni un objeto más.

“Quien lo quiera para él”, se lamenta Óscar Rodríguez, el propietario de la finca. Óscar se gana la vida como especialista de cine. Empezó con El niño, la película de Daniel Monzón que tuvo tanto éxito en 2014. Enseñó al actor Jesús Castro a manejar una narcolancha. “Esos trastos navegan muy bien. Es una delicia llevarlos. Tienen mucha estabilidad y un giro rápido. Aunque haya mala mar adquieren tal velocidad que van sobre las olas”. Aquí hay algunos de esos bicharracos, pero todos sin los motores. Óscar no quiere motores. Demasiada tentación para los intrusos.

Desde que hizo El niño, Óscar ha participado en una quincena de producciones. De joven se aficionó a las artes marciales y a las motos de cross, un buen comienzo para hacer escenas de acción. Es chico para todo. Trabaja como conductor de precisión, que es el que maneja coches a toda velocidad, es coordinador marítimo y vale también para las caídas falsas. No hay truco cinematográfico que se le escape. “Vivo de eso, porque si tuviera que vivir de esto…”

Un mal negocio

Este depósito judicial es uno de los más antiguos de la provincia, lleva funcionando trece años. Óscar se dedicaba antes a la hostelería llevando la venta familiar. Conocía a muchos guardias civiles que pasaban por allí y fueron los que le animaron a darle uso al campito. No fue un buen negocio. “Denuncié a la Junta porque me llegó a deber un millón de euros. Conseguí que me abonaran 180.000 euros del millón que me debían por los coches que el juzgado devuelve gratis. Cuando se realiza una operación los agentes se incautan todo pero suele pasar que cuando llega el juicio, lo que sucede a veces tres o cuatro años después, los encausados salen absueltos y hay que devolverles lo que se les ha quitado. Todo eso tiene un coste y el que carga con él soy yo. La Junta paga tarde y mal. Te entran ganas de llevarte un día doce o quince coches de estos y ponerlos delante del juzgado y decirles ahí lo tenéis, esto es vuestro. Porque yo trabajo para los jueces y en este país los jueces son dioses y unos dioses que, además, tienen muy poca consideración con los que nos dedicamos a hacerles un trabajo que no es tan sencillo y que tiene sus riesgos”.

El pasado mes de febrero casi no lo cuenta cuando el coche que trasladaba, incautado por la guardia civil, salió ardiendo con él dentro al estallar las petacas de gasolina que llevaba dentro. Como buen especialista, también se sabe manejar en las artes del escapismo. “El enorme trasiego de petacas para alimentar las narcolanchas acabarán por dar un disgusto más pronto que tarde. No sabes la cantidad de gasolina que los petaqueros almacenan sin ningún control en lugares habitados”.

Cola del helicóptero que lleva en el depósito de Las Pachecas desde 2013 / Vanesa Lobo

Este depósito se puede ver desde la carretera. No es un lugar oculto porque no es fácil ocultar este material. Óscar vive en la vivienda que se ha levantado dentro del propio depósito, tiene sus medidas de seguridad que se ha costeado él mismo y a sus fieles pèrros que le siguen allá donde se mueva. Aún así no es infrecuente que entren a robar “y eso que lo que tengo aquí no vale nada. Hace no mucho tiempo se coló un individuo en el depósito. Lo que estaba haciendo era grabar. Seguramente lo habría enviado alguien para ver qué se podía llevar. Un vecino le escuchó y trató de retenerle mientras llegaba la policía. Pues encima el tipo este ha denunciado al vecino por agresión y él se irá de rositas a pesar de que era un allanamiento de morada porque este sitio es mi residencia, es donde vivo”.

Cualquiera puede ser depositario judicial. La escasez de espacio hace que la justicia no sea selectiva. Los incidentes en ellos no son extraños. En el depósito de Conil seis encapuchados robaron hace unos años a plena luz del día una narcolancha. En uno de los principales depósitos judiciales de Málaga han contabilizado este año 16 robos en apenas dos meses para sustraer material que pudiera ser probatorio. La Junta ha planteado que los guardias civiles se encarguen de la vigilancia de los depósitos judiciales igual que lo hacen de las dependencias judiciales, pero de momento todo ha quedado en eso, en una idea.

El destino de todos los vehículos acumulados aquí es la devolución, la subasta o el desguace. Pues ninguno de esos tres se suele cumplir. “De los 500 artículos que tengo aquí, el año pasado se subastó un solo coche y este año no ha salido ni una sola subasta. Todo lo que ves lleva años aquí y nada de lo que hay aquí funciona”.

Sin duda, el ejemplar más impactante del depósito es el helicóptero, ya comido por el óxido. Se incautó en 2011 en San José del Valle. Lo interceptaron cuando una banda de narcos se lo estaba robando a otra banda. Desde entonces está aquí y no hay visos de que nadie se lo vaya a llevar. “Tuve durante mucho tiempo otro helicóptero, pero ese sí se subastó, aunque ya ni volaba ni tenía pinta de que fuera a volar nunca más. Pujó por él un tipo que lo quería como decoración para el jardín de su mansión, como una pieza artística, tú sabes. Porque esto es lo que son estas cosas, reliquias”.

Tuve un helicóptero muchos años. Lo subastaron y se lo llevó un tipo como decoración para el jardín de su mansión"

Otra de las joyas de este festival de la chatarra es un yate muy aparente. Fue incautado en 2013 en el puerto deportivo de Sotogrande. En su interior había un cajón de acero inoxidable oculto en la obra viva de la embarcación (la parte sumergida. dentro encontraron 900 kilos de hachís. Porque el hachís entra por todas partes. Óscar sabe de eso y lo explica bien: “Aquí tenemos el Guadalquivir, que es la autopista, la AP 4. Puedes ponerte a vigilar la autopista y no podrás detener todo el tránsito que circula por allí, pero es que, además de esa autopista, hay otras carreteras comarcales y no puedes viglarlas todas. Esas carreteras comarcales son el río Guadalete, el Barbate, el Palmones… Hay decenas de lugares por donde entrar”. En una reciente imagen tomada por la guardia civil con drones pudieron observarse una formación de una docena de narcolanchas enfilando a toda velocidad el Guadalquivir río arriba. No hay patrullera que pueda detener eso.

Una carísima batalla

Cada operación antidroga tiene un coste económico muy alto para la administración de Justicia. Óscar es uno de los que se encarga del traslado de las narcolanchas a la dársena que tiene la Autoridad Portuaria en El Puerto. Allí se acumulan decenas. Cada una de ellas cuesta 400.000 euros, sin contar con el coste de los potentes motores, que van aparte. Es todo mercado negro, ya que su uso en España es ilegal, por lo que se suelen fabricar en astilleros portugueses. Y es que estas embarcaciones sirven para lo que sirven, no tienen otra utilidad.

“Luchar contra todo esto es carísimo para el Estado –reflexiona Óscar- y además es un gasto inútil porque por cada kilo que saques del mercado han entrado mil. El contrabando de hachís está controlado por empresas muy grandes y muy bien organizadas y tiene, además, una vertiente social porque hay muchas personas y muchos pequeños negocios que indirectamente viven de ello. Si desapareciera el contrabando de hachís lo mismo te encontrabas con otro problema mayor”.

Pero el plan de Óscar es quitarse de esto poco a poco y centrarse exclusivamente en el cine, que es lo que le da de comer. Pero quién se lleva todo esto de aquí. Sigue haciendo traslados, sacando narcolanchas de los ríos, transportando coches de un lugar a otro, pero ya no a su depósito porque aquí ya no cabe nada más. “Con el auge de las plantaciones de marihuana también me llamaron para desmontarlas cuando las desmantelaban, que por eso hay aquí tantos aclimatadores y lámparas, pero lo dejé”. “¿Y eso?”. “Porque te miran mal sin que tú tengas nada que ver, que no dejas de ser un mandao. Y, al fin y al cabo, a los de la marihuana no les cae ninguna condena grave, así que no vaya a ser que un día alguien te diga mira, ese es el que me desmontó la plantación y me hagan cualquier estropicio. En una de las operaciones a la que me llamaron me encontré con que la plantación era de un amigo mío y yo no quiero intervenir en fastidiarle la vida a un amigo. Que cada uno se gane la vida como considere conveniente. Así que he decidido que lo de la marihuana ya no lo hago”.

De modo que la finca de Óscar es de Óscar pero como si no lo fuera. Tenía planeado montar algo cuco para alquilar en verano con su piscinita y su bungalow, pero no tiene espacio para hacerlo ni la chatarra acumulada invita al turismo. “De algún modo me gustaría recuperar mi finca, aunque fuera para plantar papas, que seguro que le sacaba más que a esto”, dice abriendo mucho los brazos para abarcar su inmenso muestrario de óxido.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último