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Chiclana, un agujero negro en la galaxia del PP

Historias de Cádiz-Herzegovina | Capítulo 29

En los últimos 28 años el Partido Popular ha sufrido unas 25 bajas entre sus concejales en el Ayuntamiento chiclanero, una cifra que confirma una crisis interna sin fin originada por el afán de protagonismo de sus líderes

Nueva crisis en el PP de Chiclana: el concejal Óscar López abandona el grupo municipal

La crisis del PP en Chiclana obliga a realizar nuevos cambios en la Corporación municipal

De izquierda a derecha, José María Ortega, Rosario Mateos y Juan Antonio Moreno, tres referentes del PP chiclanero que terminaron siendo expulsados del partido. / Lourdes de Vicente

GAIA BH 1. El nombre es feísimo, cierto es, pero qué le vamos a hacer. Así decidieron un buen día los científicos de la NASA que había que llamar al agujero negro que está más cercano a nuestro planeta. Dicen que está a 1.500 años luz de la Tierra –año luz arriba, año luz abajo, se supone– y está en algún punto de nuestra Vía Láctea, donde se calcula que puede haber entre diez millones y mil millones de estos fenómenos astrales, esta especie de pozos oscuros sin final y sin salida que se originan cuando muere una estrella gigante.

Los agujeros negros los descubrió Einstein y durante décadas han sido estudiados por un buen número de científicos de primer nivel, con Stephen Hawking como referente más conocido. Las aportaciones de unos y de otros vinieron a corroborar que el campo gravitatorio de los agujeros negros es tan fuerte que nada puede escapar de ellos, ni siquiera la luz. De ahí proviene precisamente su denominación de agujeros negros. Y también descubrieron que existe lo que llamaron un ‘horizonte de sucesos’, que es la frontera a partir de la cual se entra en un agujero negro y ya no hay posibilidad de retorno.

Chiclana también es de la Frontera, aunque ni el municipio ni su apellido tienen relación alguna con esos conocimientos de física y termodinámica que tantas horas de sueño le quitaron a Einstein, Hawking y compañía. Lo único que hay en Chiclana que se puede parecer a un agujero negro es el polígono de La Hoya, pero por el nombre nada más. Por lo demás, nada de nada. Bueno, salvo para el PP de Cádiz, un partido que supo crear su propia galaxia, que ha gobernado y sigue gobernando en muchos e importantes municipios de esta provincia pero que tiene en Chiclana su indiscutible agujero negro. Porque desde hace casi 30 años esta formación política parece no saber salir de una espiral de crisis y divisiones internas que aún hoy le siguen lastrando de manera evidente. Y hay un dato incuestionable que atestigua esta afirmación: en los últimos 28 años, en concreto desde diciembre de 1996, los diferentes grupos municipales que ha tenido el PP en el Ayuntamiento chiclanero han sumado un mínimo de 25 bajas. La gran mayoría de ellas, como las dos últimas registradas en los dos últimos meses, estuvieron protagonizadas por ediles que, disconformes con su partido, optaron por abandonar estas siglas pero quedándose con sus actas e integrándose en lo que antes se conocía como el Grupo Mixto y que ahora es el grupo de los concejales no adscritos.

Expulsiones, denuncias, acusaciones mutuas, protestas inusitadas y dos gestoras marcan una división sin paragón

Lo que le viene pasando en las tres últimas décadas al PP de Chiclana es algo que no ha vivido ninguna fuerza política en ninguna otra localidad de esta provincia. Si en algún municipio surgía alguna desavenencia interna, se terminaba solucionando bien de buenas maneras o bien cortando esa disputa de raíz. Pero en Chiclana, no. En el PP de Chiclana eso parece imposible. Por eso entre sus dirigentes locales, movidos por lo general por mucho afán de protagonismo, se han registrado en estas tres décadas tantos episodios de acusaciones mutuas, denuncias en los juzgados, insultos, descalificaciones, expulsiones y varias protestas insólitas. Hasta hubo que crear dos gestoras (en 1998 y en 2003) que tardaron una enormidad –entre dos y tres años en ambos casos– para poder pacificar algo la agrupación local.

Y ahí va otro dato que corrobora esta crisis interna perenne: en las últimas ocho elecciones municipales el PP ha tenido hasta seis candidatos diferentes a la Alcaldía de Chiclana. De todos ellos el único que logró mantener el tipo medianamente fue Ernesto Marín, que es el único regidor que ha tenido el Partido Popular en esta localidad.

La crisis en el PP chiclanero tiene una fecha de inicio: diciembre de 1996. Ahí tuvo lugar la primera baja, cuando José María Ortega decidía abandonar el Grupo Popular e integrarse en el Grupo Mixto mientras criticaba el excesivo protagonismo de su líder, Sebastián Ruiz Benítez. Apenas un año antes, en las elecciones municipales de 1995, el PP de Chiclana lograba con Ruiz Benítez una hazaña: pasaba de dos concejales a diez, empataba en ediles con el PSOE, que perdía la mayoría absoluta, y se quedaba apenas a 611 votos de la victoria. Sólo las reticencias de IU a cerrar un acuerdo con el PP salvó la Alcaldía del socialista Manuel Jiménez Barrios.

El PP gaditano se rindió ante Ruiz Benítez, que pasó a ser un referente en la provincia incluso con un escaño en la Diputación. Pero cometió el error de aceptar una liberación en el Ayuntamiento a cambio de favorecer con su abstención la aprobación de los presupuestos municipales elaborados por los socialistas. Y todo explotó. El PP gaditano creaba una gestora en marzo de 1998, destituía de todos sus cargos a Ruiz Benítez y éste se integraba en el Grupo Mixto acompañado por cinco ediles más. El PP se quedaba sólo con tres de sus diez concejales, con Juan Antonio Moreno al frente, aunque al final de ese mandato el partido optaba por repescar a Ortega, que regresaba del Grupo Mixto para ser el candidato a la Alcaldía en 1999.

Página de Diario de Cádiz del 7 de marzo de 1998. / D.C.

El daño interno había sido muy doloroso, con frases demoledoras como “a Ruiz Benítez sólo le falta pegarme” que dijo Moreno o “esto es un golpe de Estado y voy a acabar con Sanz” que le dedicó el propio Ruiz Benítez a quien era el presidente provincial del PP.

Este fortísimo cruce de espadas tuvo consecuencias en las urnas, que ese 1999 depararon un aplastante 19-6 a favor del PSOE. El PP tenía que empezar otra vez de cero... pero fue imposible. Casi desde el principio se crearon dos grupos entre los ediles populares, con Rosario Mateos y Rafael Manzorro alineados con la dirección provincial del partido y con Ortega, Moreno, Ana María Ruiz Serrano y Agustín Lucena en el bando de los díscolos. Fue cuando llovieron acusaciones de supuestas irregularidades contables por un lado y de tenencia de alguna vivienda ilegal por el otro. Y al cierre de ese mandato el PP de Cádiz tenía que sacar otra vez las tijeras de podar, expulsando a los díscolos –salvo a Lucena, que era independiente– y optando por un nuevo cambio de guion con Rosario Mateos, parlamentaria andaluza desde 2000, como alcaldable en 2003.

Pero el panorama se mantuvo inalterable tanto externamente –nueva mayoría absoluta del PSOE y el PP repitiendo sus seis concejales– como internamente, con el Grupo Popular rápidamente partido en dos nuevamente. Esos cuatro años fueron los de las denuncias cruzadas en los juzgados entre compañeros de partido, el de las expulsiones y readmisiones ordenadas por la Justicia, como sucedió en el caso de la propia Rosario Mateos, el de las acusaciones de “actitudes mafiosas”, el de las pintadas en la sede del partido y el de los cambios constantes de la cerradura del despacho del PP en el Ayuntamiento. Fue también el mandato de la segunda gestora, instaurada en octubre de 2003, y el de una de las protestas más singulares vividas en la política gaditana, con una concejala del PP, Beatriz Verdugo, rapándose la cabeza para reclamar que hubiera igualdad de condiciones en el congreso local que celebró su partido ya en 2005 y en el que su candidato, Rafael Manzorro, vio cómo el elegido para ocupar la presidencia local del PP terminaba siendo Nicolás Aragón entre acusaciones mutuas de irregularidades. Al final sólo dos de los seis concejales se mantuvieron fieles al partido, con Teresa Ruiz-Sillero erigida en primera espada. Los cuatro restantes terminaron como ediles no adscritos, incluida la propia Mateos, que tuvo que ser expulsada dos veces del PP y que luego fracasaría como candidata primero del Centro Democrático Liberal (CDL) y luego de UPyD.

Ernesto Marín y Nicolás Aragón en 2007 / D.C.

La única etapa de cierto alivio que vivió el PP en estas tres décadas se inició en 2007, cuando el tándem Ernesto Marín/Nicolás Aragón logró que el primero de ellos llegara a la Alcaldía. Lo hizo al principio de manera enrevesada, gracias al cuatripartito que el PP cerró con IU, PA y PSA en 2007 para destronar a José María Román, y luego de una manera más holgada, cuando los populares batían en 2011 su récord llegando a los 11 concejales y conseguían gobernar gracias a su pacto de gobierno con el PVRE, el partido que aglutinaba a propietarios de viviendas irregulares. Entre medias de esos ocho años (2007-2015), la moción de censura que en noviembre de 2008 posibilitó al PSOE recuperar el poder durante algo más de dos años y medio tras cambiarse de bando la única edil del PSA.

Casualidad o no, el hecho de tocar al fin poder trajo tranquilidad al PP chiclanero, tanto que en esos ocho años sólo hubo dos bajas entre sus concejales y en ambos casos por voluntad propia: Ruiz-Sillero dejaba su acta a finales de 2008 para centrarse en su actividad parlamentaria –primero en la Cámara andaluza y luego en el Senado, donde sigue a día de hoy– y en mayo de 2013 hacía lo propio María Luisa Guerra por motivos de salud.

Ernesto Marín se ganó el derecho a repetir por tercera vez como candidato a la Alcaldía en 2015, pero ahí el sueño se rompió. El PP veía no sólo cómo Román recuperaba una Alcaldía en la que a día de hoy se mantiene y además con holgura, sino que además descubría cómo volvían los enfrentamientos internos. Primero era Stefan Schauer quien se iba al grupo de los no adscritos en enero de 2016 tras rechazar el PP que se incorporara al gobierno municipal de Román como delegado de Turismo, y en marzo de 2018 hacía lo propio Nicolás Aragón, que había sido presidente local del PP y presidente de la Mancomunidad de la Bahía y que también rompía con el partido. Aragón terminaría en las filas de Ciudadanos, aunque no ha vuelto a ser concejal.

Llegaba 2019, el PP chiclanero intentaba recomponerse con una nueva dirección local con Andrés Núñez al frente, pero todo lo que pudo salir mal salió peor. Al poco de iniciarse ese mandato, a finales de 2019, Núñez abandonaba la política tras ser acusado de malos tratos por la familia de su pareja, aunque no por ella, que era la también concejala Ana Belén Panés y que también se fue del Ayuntamiento. Al poco tiempo tanto la Guardia Civil como la Justicia archivaban el caso por falta de pruebas.

Aquel mandato (2019-2023) no pudo ser más movido, con hasta cinco renuncias entre los seis primeros candidatos de la lista electoral del PP. Aquello dejó el camino expedito para que Ascen Hita se aupara a la portavocía municipal del PP en enero de 2020 y para que en las municipales de 2023, un año después de ser elegida parlamentaria andaluza, se erigiera en candidata a la Alcaldía de Chiclana, aunque tampoco pudo tumbar a Román. Y encima, en los dos últimos meses ya ha habido dos renuncias en el Grupo Popular, con Diego Rodríguez Frías y Óscar López recalando en ese grupo de los concejales no adscritos que, visto lo visto, parece ser la segunda residencia del PP en el Ayuntamiento chiclanero. Y ojo porque hay quien vaticina que pueden venir más renuncias en camino. A saber.

El principal aporte que hizo Stephen Hawking al mundo de los agujeros negros es que, contraviniendo la creencia general, él descubrió que sí hay un elemento que es capaz de escapar de ellos, y es la radiación. Así que ya sabe el PP: si quiere salir de este agujero negro en el que está sumido en Chiclana desde hace casi 30 años necesita un poco de partículas radiactivas entre sus filas. Afortunadamente Palomares está ahí al lado.

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