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Cocaína: Conexión Cádiz

La Ruta Africana gana protagonismo y la provincia abre otro frente en su lucha contra el narcotráfico

Cárteles colombianos y mexicanos estrechan vínculos con clanes del Estrecho

Ya en la década de los 90 Pablo Escobar trató de meter su droga a través de Marruecos

Narcolanchas en Cádiz: El peligro viene del mar

Agentes de Policía y Guardia Civil cargando los 900 kilos de cocaína que traía el buque ‘Fulmar’ a bordo tras interceptar a una narcolancha / Lourdes de Vicente

Cádiz/A principios de la década de los 90 Pablo Escobar inició conversaciones con los grandes señores del hachís de Marruecos para introducir la cocaína colombiana en Europa a través de las costas de Cádiz. El líder del cártel de Medellín ya mantenía sólidos vínculos empresariales con el narcotráfico gallego. Unos años antes Sito Miñanco había tenido la ambición y las agallas suficientes para dar el gran salto del contrabando de tabaco a la cocaína y clanes como el de los Charlines habían seguido su estela. José Manuel Caamaño, policía jubilado de extensa trayectoria y que estuvo destinado como comisario jefe de operaciones en la Comisaría Provincial de Cádiz, llegó a estar infiltrado durante siete años con los Charlines y fue testigo destacado en la Operación Nécora montada por el juez Baltasar Garzón, entonces destinado en la Audiencia Nacional, que supuso un torpedo a la línea de flotación de las redes del narcotráfico gallego. Caamaño nos cuenta que llegó a conocer en persona a Escobar, al que se lo presentaron como don Emilio. “En un primer momento no le reconocí”, dice. Lo que el jefe del cártel de Medellín quería era asentarse en Marruecos, comprar voluntades y tener un punto cercano desde el que inundar Europa con su cocaína como ya hacía con EEUU. Pero Caamaño le quitó las ganas. Fue el nacimiento de la conocida como Ruta Africana de la cocaína, que en los últimos tiempos gana peso como entrada de la droga al viejo continente. “Le dije a Escobar que iba a resultarle más fácil y rentable tratar con Guinea o Mauritania, donde podría hacer lo mismo por la mitad de la plata que le iba a costar en Marruecos. Además, le expliqué que en Marruecos era imposible tener armas sin llamar la atención, porque eso es algo que está muy perseguido y que no se consiente. Una cosa es el narcotráfico, el hachís, otra muy distinta permitir a grupos armados hasta los dientes en su reino. Y don Emilio quería traer muchas armas para proteger su cocaína”.

Lo que Caamaño pretendía era que Pablo Escobar siguiera haciendo tratos con los gallegos y se olvidara del Estrecho. “Yo sabía que iba a ser imposible infiltrarme entre los colombianos”. De hecho, este policía español nacido en Tánger en 1954, y que ha pasado varias largas temporadas en su país de nacimiento realizando diversas funciones (la última de comisario en Ceuta hasta que fue destinado a Fuengirola en su último destino), recibió el ofrecimiento de Escobar de ser su asesor para cuestiones europeas. “Me llamaba españolito”, recuerda. “Me mandó llamar y me preguntó si sabía quién era. Don Emilio, le respondí. Entonces me miró muy serio y me dijo: yo soy Pablo Emilio Escobar Gaviria. Me ofreció trabajar para él como asesor y yo le dije que tenía que pensarlo. Era muy peligroso”.

Confiesa Caamaño que la Policía española estuvo a punto de detener al hombre más buscado del planeta, al creador de un estado narcoterrorista que acumulaba centenares de víctimas, que hizo explotar 250 bombas cuando se rechazó su propuesta de volver a la cárcel a cambio de cumplir una pequeña pena y que se disolviera la unidad especial denominada Bloque de Búsqueda, formada por policías, militares y agentes de la DEA, creada expresamente para darle caza. Fue durante un viaje relámpago a la provincia de Cádiz, a la finca de un rejoneador de Jerez. “Nos dieron un soplo. Nos dijeron que estaba con gente importante, pero cuando llegaron los GEO se había largado en una avioneta privada. Creo que después de fugarse de aquella prisión que le hicieron a su medida (La Catedral), donde montaba partidos de fútbol con sus hombres y jugadores de la primera división colombiana, se refugió en Marruecos porque allí no existía acuerdo de extradición con EEUU”. Caamaño piensa que si aquella noche le hubieran atrapado en Jerez, posiblemente Escobar habría acabado sus días encerrado en una prisión federal estadounidense en vez de ser acribillado el 2 de diciembre de 1993 cuando huía por los tejados de Medellín de los agentes del Bloque de Búsqueda, que llevaban más de un año levantando hasta las piedras para dar con su paradero. Seis llamadas a su hijo, rastreadas gracias a la tecnología facilitada por la DEA, fueron su perdición. Escobar echaba de menos a su familia.

Pero esa vieja aspiración del narco más famoso del mundo de introducir toneladas de cocaína por las costas de Cádiz se está haciendo realidad dos décadas después. La Ruta Africana es cada vez más utilizada por los cárteles colombianos y mexicanos y sus vínculos empresariales con los clanes del Estrecho están cada vez más probadas. Fuentes de la lucha antidroga reconocen a este medio que en las embarcaciones incluso empiezan a detectarse a miembros de estas organizaciones criminales que actúan como notarios para confirmar que todo sale según lo previsto. No es la primera vez que narcos mexicanos cruzan el charco. La Guardia Civil lleva años alertando de la presencia de miembros del temible cártel de Sinaloa entre los pilotos que se ponen al frente de avionetas para cruzar el Estrecho con hachís. Incluso se descubrieron aeródromos ilegales en pueblos como Trebujena o en recónditos valles de la Sierra de Cádiz y la campiña de Jerez. “Desde allí les resulta más fácil sacar la mercancía por carretera hacia el norte”, dice un agente del instituto armado.

Por tierra, mar y aire

La preocupación entre quienes intentan frenar esta marea de droga que sube anegando las orillas gaditanas desde el Atlántico crece por momentos. Sobre todo cuando asisten a operaciones que evidencian la cada vez mayor relevancia de esa Ruta Africana que discurre por las costas de Senegal o Mauritania. África Occidental se ha convertido en pieza clave en el tablero del narcotráfico a escala global. De hecho, el Informe 2023 de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) difundido en Viena alertó de un récord histórico en las incautaciones de esta droga en todo el continente africano durante 2021. Según señala dicho informe, las incautaciones en el continente alcanzaron niveles sin precedentes tanto en cantidad de droga como en el número de operaciones, llegando a 18 toneladas en 2021. Todavía son cifras lejanas a las que se mueven por los puertos de Amberes, Rotterdam, Valencia o Algeciras, pero el peligro de que vayan en una línea ascendente es manifiesto.

La gravedad del problema, indica el informe, también se refleja en cómo cada vez se producen incautaciones mayores en diversos países africanos y, por ejemplo, destaca que en abril de 2023 la Armada de Guinea interceptó más de 1,5 toneladas de cocaína en un buque. El informe indica también, citando datos de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (ONUDD), que el consumo de cocaína aumentó en el continente. Nigeria, el país más poblado de África, continúa siendo un centro importante para el tráfico de cocaína y heroína, desempeñando un papel crucial en las redes delictivas que operan en el continente y más allá. Y todo eso se traduce en que los clanes sudamericanos ven un importante nicho de negocio. Sus alianzas con las redes del narcotráfico africanas las hacen más osadas a la hora de enviar su cocaína hacia el Estrecho y las playas gaditanas.

Narcosubmarino interceptado por el buque 'Fulmar' cuando traía cocaína hacia Cádiz desde el Atlantico.

Y si el problema más serio parecía tener su epicentro sobre las aguas del Atlántico, la mala noticia es que el asunto toma profundidad si es necesario. Y es que los narcos también se atreven a navegar bajo el mar en narcosubmarinos con capacidad para muchos kilos de cocaína. El pasado 25 de junio agentes de la Guardia Civil, en una operación conjunta con Policía Nacional y Agencia Tributaria, interceptaron un semisumergible que se dirigía a las costas de la Península. La operación, llevada a cabo por el buque Fulmar de Vigilancia Aduanera, concluyó con la detención de sus cuatro tripulantes colombianos, que tuvieron que ser rescatados tras hundir la embarcación a 280 millas al oeste de la costa de Cádiz, ante el acercamiento del Fulmar.

Los investigadores apuntan que la nave presentaba unas características similares a las de otras narcoembarcaciones localizadas en operaciones anteriores, y por el lugar de la intervención, así como el modo de actuar de la tripulación detenida, se presume que transportaba cocaína.

No fue la única alegría que se llevaron los tripulantes del Fulmar esos días. El buque de Vigilancia Aduanera ya iba cargado con droga incautada, cerca de 900 kilos de cocaína, en el momento de la intervención del semisumergible, puesto que tres días antes había sido capaz de interceptar una goma cargada con esta droga y a la que persiguió durante muchas millas. Para este tipo de operaciones es imprescindible la colaboración de la DEA norteamericana y otros organismos europeos.

Todos los agentes implicados sitúan uno de los puntos más calientes para el tráfico de droga en la desembocadura del Guadalquivir. Desde que en 2018 el Gobierno puso en marcha el Plan Especial de Seguridad del Campo de Gibraltar las mafias que operan en el Estrecho han trasladado sus operaciones. Muchas de ellas mantienen estrechos vínculos en la Costa del Sol, donde, según informes de Interior, conviven más de un centenar de grupos criminales llegados desde Sudamérica pero también desde Irlanda, Italia o los países del Este. Fuentes de la Guardia Civil hablan de bandas criminales de hasta 15 nacionalidades diferentes. Por ello, los tiroteos y los ajustes de cuentas entre clanes rivales están a la orden del día en localidades como Marbella.

Los narcos son capaces de meter su mercancía hasta en semisumergibles

El tráfico de armas es otra arista del problema. Los guardias civiles y policías que deben hacer frente a estos grupos acuden a los operativos con armas cortas, mientras que son recibidos con ráfagas de fusiles de guerra. Y ya no sólo los clásicos AK-47. También hay armamento del espectro OTAN comprado en el mercado negro que se surte de conflictos bélicos. Así lo han certificado en más de una ocasión diferentes miembros del desaparecido OCON-Sur, clave en la lucha contra el narcotráfico hasta su disolución.

Agentes del instituto armado atestiguan el cambio de tendencia. Y ofrecen ejemplos claros. En mayo de 2023 una narcolancha cargada con 772 kilos de cocaína fue interceptada por sus agentes cuando alijaba entre los acantilados del Parque Natural de La Breña, en Barbate.

Recientemente, la Policía ha detenido a sicarios de ascendencia franco-argelina instalados en Sanlúcar que habían secuestrado a un ciudadano marroquí al que torturaron durante horas, cortaron una oreja y dispararon en piernas y manos. Según los investigadores que han llevado el caso, buscaban un dinero que esta persona les debería de un alijo de cocaína que se esfumó. “Le dijeron que llevaba hachís, pero era coca. Meter cocaína se paga más caro, pero últimamente estamos viendo que empaquetan los fardos del mismo modo. Es difícil de detectar. Incluso intercalan cocaína entre fardos de hachís. Sólo los dueños del alijo saben cuáles son. Y a los que se encargan de su traslado hasta Cádiz les pagan lo mismo que si fuera chocolate. Es un juego entre pillos”, comenta un agente.

Otro problema con el que se topan quienes batallan contra el narcotráfico es la superproducción de cocaína, que abarata el producto. Los clanes afincados en el Estrecho, sobre todo en La Línea, que hace décadas se pasaron del contrabando de tabaco al hachís, entienden que es el momento de dar el salto al polvo blanco para aumentar sus beneficios. Hasta no hace tanto la cocaína que llegaba al Mediterráneo lo hacía mediante contenedores que entraban al puerto de Algeciras, pero ahora hay mercantes que provienen de América y trasvasan la cocaína a potentes narcolanchas que hacen de lanzadera final del producto. De usar la ruta africana. De traer la cocaína a Cádiz. La provincia a la que históricamente llegaban las riquezas del nuevo mundo y que ahora también recibe su droga.

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