La codicia por la angula asfixia el Guadalquivir

Golpe a la pesca ilegal

La Guardia Civil desmantela una pesquería en el río por cuyo kilo se paga hasta 7.000 euros en Hong Kong. Técnicos de pesca de la Junta desmontan las artes de 54 anguleras ilegales entre Coria y Trebujena

Un Guardia Civil durante la operación Ave Fénix / Román Ríos
Pedro Ingelmo

05 de febrero 2020 - 19:32

“Hace unos meses hubo un accidente en el río. Perseguíamos una goma de traficantes de hachís de noche a la velocidad que son esas persecuciones, a unos 50 nudos (92 kilómetros por hora) cuando la goma, de la nada, fue derribada. Tuvimos que rescatar a los traficantes del agua, dos resultaron malheridos. Habían chocado contra los brazos de una angulera que no tenía señalización alguna. Esa que ves ahí al menos tiene un chisporrito de luz (se trata de una bombilla), pero la mayoría no tienen nada y en ocasiones invaden el canal de navegación. Son un peligro”.

Me señala el piloto de la lancha rápida de la Guardia Civil en la que subimos el río la rudimentaria barcaza en la que se trabaja para quitar los brazos de los que, con cada marea que sube, cuelgan los riacheros las mallas que atrapan a las angulas y a todas las demás larvas y alevines de pescado que deberían haber acabado en su madurez en el caladero del Golfo de Cádiz. Proyectos de boquerones, langostinos, acedías... En el último tramo del Guadalquivir se concentran 150 especies y 200 si contamos las ocasionales. Todo se cría aquí y una parte muere aquí antes de ser adultos. Por cada kilo de angulas que un riachero ilegal pesca, desaparecen 150 kilos de alevines que hubieran supuesto de adultos un peso total de 23.000 kilos. Por cada kilo de angula que se pesca (un kilo de angulas contiene unos 3.300 individuos) hay que sacrificar 1.700.000 alevines. “Es una amenaza ecológica a la biodiversidad del río”, explica el subdelegado del Gobierno, José Pacheco.

Por cada kilo de angula capturado quedan atrapados y mueren 150 kilos de alevines de otras especies

Carlos Fernández, catedrático de Biología de la Universidad de Córdoba que lleva 25 años estudiando cómo se debilita la vida marina en el estuario, se ha unido a la expedición por la que, bajo el mando de la Guardia Civil, se van a desmontar en los próximos días los 'brazos' de las 54 anguleras ilegales, sin ningún tipo de registro ni matriculación, que se han identificado entre Coria y la desembocadura. Esto va a llevar un tiempo. Desmontar los brazos de cada una de estas barcazas necesita de cuatro hombres y le lleva una hora a los técnicos de inspección de pesca de la Junta. De estas 54 embarcaciones se calcula que viven unas 150 familias a lo largo del río, a los que habría que sumar una segunda línea que se dedica a la distribución y a los contactos en el mercado negro.

Fernández explica la situación: “Los últimos 40 kilómetros del río son zona de cría y engorde por todos los nutrientes que aquí se encuentran. Son los alevines de todo lo que se pesca en el Golfo de Cádiz. Es la etapa más delicada. Las artes que se utilizan en esta zona tienen una luz de malla de un milímetro. No se pescan, se filtran”.

Pero la mayoría de lo que se captura no le sirve de nada al riachero. Esta pesquería de persiana consiste en dejar estas artesanales plataformas en el río. Cada vez que va a subir la marea el riachero se acerca con una patera y cuelga de los brazos las mallas. Regresará a las seis horas. Todo lo que suba por el río de pequeño tamaño caerá en ellas. Cuando vuelve el riachero, recoge la malla y pasa por un tamiz el resultado. No habrá muchas angulas. Lo que no sea angula, al río. Muerto.

Esto supone una repercusión en la pesca de arrastre. José Carlos Macías, el patrón de las cofradías de Sanlúcar, afirma una evidencia: “Lo que pescamos fuera, se cría ahí dentro”. Pero su pensamiento no es una eliminación drástica, aunque en esa zona del Guadalquivir, sencillamente, está prohibido pescar angulas. “Estamos por que se regule esa actividad igual que está regulada la nuestra y si da para vivir a unas pocas familias pues que sea así. Pero si no hay control ni en el tiempo, ni en los métodos, el efecto es directo sobre nosotros”. Incluso el profesor Fernández reconoce la tradición que hay en la marisma de esta pesca tiene su sentido. Pero se ha llegado a un punto de no retorno.

Cada vez se necesitan más mareas para conseguir un kilo de angulas, la cría de lo que será anguila europea, una especie en colapso ecológico. Se considera que sólo existe un 2% de la población que existía en los años 70. Por entonces se calcula que esta pesquería podría generar cada temporada 40.000 kilos. Hoy eso es impensable. La producción difícilmente alcanzará los mil kilos. “Se extinguirá en veinte años”, aventura Fernández.

Pero si se hace, deduce Jesús Núñez, coronel de la comandancia de la Guardia Civil de Cádiz, es porque hay negocio, aunque sabe que los riacheros, en alguna medida, tienen el apoyo en el pueblo. Es la conocida como la teoría de las 'pobres criaturas. “No habría 54 embarcaciones ilegales en el río si esto fuera a pérdidas”. Y no lo es. El negocio no está necesariamente en la hostelería de los alrededores, contra la que se ha combatido en los últimos años y donde se paga 400 euros por cada kilo de angulas de tapadillo. La parte del león, explica Fernández, se encuentra en el negocio internacional. El asiático. En Hong Kong se paga entre 6.000 y 7.000 euros por el kilo de angulas, que llegan allí, vivas, vía Madagascar. Porque lo que allí harán será engordarlas y exportar angulas adultas ahumadas a China, pero también a Europa. Están bien pagados esos seis mil euros porque la protegida anguila europea que se compró de niña en 6.000 euros va a ser vendida por 20.000 y en algún lugar extravagante de algún punto de España se puede estar comiendo anguila ahumada importada de China cuyo origen es el último tramo del Guadalquivir.

Cuando los dos riacheros que se encontraban ayer a las seis de la mañana en la última angulera del río vieron llegar a la lancha de la Guardia Civil pudieron pensar que iban en busca de narcos o que, como mucho, les pedirían la documentación y les abrirían un expediente de infracción. La luz de sus redes, los copos, eran algo superior al milímetro, por lo que la cosa no sería muy grave. Pero sí lo fue cuando les dijeron que abandonaran la embarcación porque iban a arrancarle los brazos. Trataron de evitarlo, de preguntar que por qué, hicieron una leve resistencia dialéctica. No sabían lo que se les venía encima. 120 agentes de distintas administraciones estatales y autonómicas, 15 embarcaciones, un helicóptero, drones y medios terrestres. Un despliegue nunca visto acabó con la pesca de la angula en el Guadalquivir. “Volverán a hacerlo, pero después de esto tardarán un tiempo. Y saben que volveremos a actuar”, advirtió el coronel Jesús Núñez.

Guarderías de droga

El coronel Jesús Núñez no quiere criminalizar a toda una actividad por lo que puedan hacer unos pocos, pero reconoce que hay evidencias de que algunas (sólo algunas) de estas anguleras tienen una segunda función y está relacionada con sus conexiones con el tráfico de hachís que circula río arriba por el Guadalquivir. Considera Núñez que no habría datos para decir que la generalidad colabora en esta actividad, pero sí una minoría. Agentes que conocen bien el Guadalquivir no dudan en afirmar que las pequeñas casetas que tienen estas barcazas, algunas construidas con cemento y con ventanas de aluminio, pueden utilizarse por los contrabandistas como escondite, guarderías, del hachís que sube hasta Isla Mayor. Un punto intermedio. “Pueden parecer pequeñas, pero ahí caben 1.500 kilos”.

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