Un coladero en el paraíso

Los narcos se están adueñando de las viviendas de una idílica urbanización en el río Guadarranque, en Los Barrios Lanchas hacen entre dos y tres portes de hachís al día

Embarcaderos en las traseras de las viviendas de la calle Golondrina, que dan directamente al río.
Embarcaderos en las traseras de las viviendas de la calle Golondrina, que dan directamente al río.
Pedro Ingelmo Los Barrios

19 de abril 2015 - 05:01

"Bruuuum. Suena como un ferrari a la puerta de tu casa. Es la lancha de las doce. Luego hay otra, un poco más tarde. No falla. Y, a veces, a otras horas, en pleno día, también. Es un tráfico continuo, una autopista acuática de la droga". Habla uno de los vecinos de la larga calle Golondrina, en Guadacorte, término municipal de Los Barrios. Sonaría raro decir que éste es un sitio idílico cuando estamos hablando de un lugar rodeado de industria pesada. Al fondo, la torre de Acerinox, al otro la refinería de Cepsa... El horizonte está señalado por el peñón de Gibraltar a la izquierda y las inmensas grúas del puerto de Algeciras a la derecha. África al fondo, no muy al fondo. El contrabando en el ADN.

Sin embargo, aparentemente ajeno a este cóctel, en la calle Golondrina entras por una puerta del chalé, pisas el cuidado césped y, en la trasera de casa, está el río Guadarranque, limpio, con nutrias, lubinas saltando alegremente. Desde tu casa te puedes zambullir en el río, puedes montarte un pequeño muelle, los niños pueden tener una piragua. En la otra orilla hay una isla de espesa vegetación, como un bosque encantado. Se respira serenidad... hasta que llegan las lanchas ferrari. Cargadas hasta los topes de hachís. En cada lancha caben no menos de 1.200 kilos. "Mejor que los niños no jueguen por el río, puede ser peligroso", advirtió a un vecino uno de los habitantes de uno de los búnkers que se han ido adueñando de la calle. Hace mucho tiempo que los niños no se aventuran con las piraguas en el río. Lo tienen prohibido.

Los narcos están asentados están asentados asentados en la calle Golondrina desde hace más de veinte años. Estratégicamente es un lugar magnífico para el desembarco de la mercancía, muy cómodo para el negocio. Si nadie les importuna -y nadie suele importunarles-, la lancha entra por la estrecha desembocadura del río y atraca en un pequeño muelle construido al efecto. Se descarga el fardo del río, se carga la furgoneta y, en cuestión de minutos, visto y no visto, la droga toma rumbo al cliente final. Para que todo funcione es necesario hacer alguna obra en la casa. Se construye un muro alto y una gran puerta para sacar la mercancía. No es muy difícil saber cuáles son las casas utilizadas para el contrabando porque suelen ser aquellas que no tienen una pequeña cancela, son aquellas en las que, desde fuera, no se ve el jardín. Desde fuera no se ve nada de lo que ocurre dentro. Antes eran unas pocas casas, ahora son muchas. Una de cada tres, calculan los vecinos.

Su presencia ha ido creciendo pese a que en mayo la Guardia Civil llevó a cabo una gran operación en la que se incautó un gran alijo de tres toneladas de hachís. Se intervinieron 29 lanchas y 50 motores, lo que fue una gran noticia para los vendedores de lanchas. En el Campo de Gibraltar es donde se venden más motores de gran potencia de toda España. Se dijo entonces que, tras esa operación, se había acabado con este punto de entrada de droga y se callaban bocas, como la de la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC), que había denunciado "la dejadez y el desinterés de los mandos de este Cuerpo, que han permitido que durante diez años el narcotráfico utilizase como fortín la orilla de este río con total impunidad, sin necesidad de ocultar la actividad delictiva que allí desarrollan". Aquella operación fue realizada por agentes de la Udyco de Madrid, y del grupo Greco, con sede en Málaga. Se hizo desde fuera. Algunos piensan que por eso fue un éxito.

Elegir este lugar para meter droga puerta a puerta puede parecer suicida para un contrabandista. La Bahía, que tiene un densísimo tránsito de barcos, es muy fácil de controlar. Y la desembocadura del río es muy estrecha. No es un lugar oculto, todo lo contrario. Meten la droga a la vista de quien quiera verlo. El guardia jurado del pequeño puerto de Los Barrios, que tiene la garita justamente enfrente de los poco más de tres metros de desembocadura con marea baja reconoce que ve las lanchas pasar río arriba cada cierto tiempo: "Es uno de los pasatiempos. No sé lo que llevan, pero no es muy difícil suponerlo". Justo delante de esa garita hay un cartel bien grande que advierte que el río no es navegable.

Por tanto, se puede hacer algo, pero no se hace. Los vecinos no lo entienden. Después de la operación de mayo las casas que, presuntamente, se dedican a esta actividad han pasado de cuatro a doce, según creen los vecinos. "Pagan muy bien. Lo último que han hecho ha sido alquilar una casa por 80.000 euros al año. Es un dinero para quien tenga dificultades económicas. Nada más alquilarla, han empezado a levantar el muro, como hacen siempre. En otras casas pagan 5.000 euros al mes por alquiler. Otra de las fórmulas es pagarte por dejar la casa durante una noche. Hacen el trabajo y se van".

Otro vecino alerta de la llegada de italianos: "Hasta ahora eran todo españoles. Dentro de lo que cabe trataban de no buscarse problemas. Si alguna vez te cruzabas con ellos eran amables, no armaban ruido más allá del bramido de las lanchas cuando llegan . Los italianos van de otra cosa, van de los dueños del lugar. Y sí, hacen mucho ruido". Ha habido denuncias, pero, según el vecindario, los dueños del negocio conocen la forma de convencer al denunciante para que no vuelva a hacerlo. El temor en el vecindario es grande y los carteles de Se Vende en las puertas se han ido multiplicando, "aunque el valor de estas casas se ha ido devaluando en el mercado normal. Otra cosa, claro, es que te la compre un narco..."

Miguel Alconchel, responsable de Urbanismo del Ayuntamiento de Los Barrios, es consciente de las quejas porque lo que allí sucede viene de antiguo. Sabe que han levantado "muros descomunales", pero no parece tener la fortaleza para derribarlos, aunque algunos de ellos, como él sabe, se han levantado sin licencia de obras, sin un solo papel. "Hemos trasladado a Interior y a Costas la preocupación porque el problema está en el río, que no es competencia nuestra. Allí se han construido pequeños puertos y es Costas quien tiene que actuar para eliminarlos. Se puso una barrera móvil en su día para que no pasaran las lanchas y a los pocos días la destrozaron. Está claro que esa no es la solución. Habría que hacer algo permanente, pero eso tiene que tener la aprobación de Medio Ambiente, ya que habría que ver el impacto en caso de avenidas... no sé, no es tan sencillo. En cualquier caso, nosotros, recientemente, no hemos tenido que abrir ningún expediente".

Los vecinos dicen que sí denuncian, pero que el Ayuntamiento, no saben por qué, nunca actúa. También conocen el proyecto de colocar unos pilotes a la entrada del río. Les llevan hablando de ello desde tiempo inmemorial. Incluso existe un presupuesto, dicen, de 850.000 euros, pero los pilotes no se ponen, tampoco saben por qué ni saben a cuento de qué habría que gastar tanto dinero en controlar un tramo de río tan pequeño.

El otro negocio grande de la urbanización Guadacorte se encuentra al otro lado de la calle Golondrina, donde se han instalado tres puticlubs, señal de que hay dinero. "Guadacorte se ha convertido en algo parecido a Tijuana -se lamentan-. Tenemos de todo: sexo y drogas. Sólo nos falta el rock and roll".

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