“Con una radiografía y un análisis, la niña se habría recuperado en una semana”

Negligencia médica

Luis, un ingeniero gaditano afincado en Canadá, narra su periplo judicial tras la muerte de su hija de ocho años en un hospital de Arabia Saudí, al que acudió hasta en cuatro ocasiones en tres días

A la izquierda, Marta. A la derecha, un extracto de la sentencia condenatoria en árabe. / D.C.

Cádiz/Marta tenía ocho años. Era una niña gaditana que residía en la ciudad de Riyadh, capital de Arabia Saudí, a la que se trasladó su familia por motivos laborales. El 14 de febrero de 2018 acudió al Arryan Hospital (centro del DR Sulaiman Al Habib Group) con tos y dificultad respiratoria. El diagnóstico no fue grave, laringitis, y la mandaron a casa. Pero al día siguiente la menor volvió al hospital. Se encontraba peor, ya tenía 38 de fiebre y no podía respirar; pese a ello, no le realizaron ninguna prueba y le dieron de nuevo el alta. Pasadas unas horas, la pequeña regresó a Urgencias con un evidente empeoramiento de los síntomas y de su estado en general. La fiebre había subido hasta 39,9 y, aún así, siguieron sin hacerle pruebas y la enviaron otra vez a casa. El 17 de febrero, Marta retornó por cuarta vez al Arryan Hospital, donde ingresó prácticamente de inmediato en la UCI. Entonces sí le hicieron pruebas, "pero ya era tarde", dice Luis, su padre. Marta murió por una infección bacteriana por streptococo invasivo que se complicó con una neumonía y una sepsis. Tenía 8 años.

A raíz de tan fatal desenlace, la familia de la menor consideró que la atención médica recibida no fue la correcta, razón por la que decidió presentar una queja en el centro hospitalario en la que formularon tres peticiones: que el hospital redactase un escrito en el que, además de asumir su error, pidiesen disculpas a la familia y creasen un protocolo para impedir que estos hechos se repitiesen; la inmediata inhabilitación del doctor Shadi Kamel Mohammad por su asistencia negligente en el Servicio de Urgencias Pediátricas del hospital; y, por último, una indemnización económica. "De esas tres peticiones, les dije que solo me interesaban las dos primeras. Ninguna cantidad de dinero podría resarcir ni compensar el dolor y el sufrimiento por la pérdida de nuestra hija", señala el padre. La respuesta del hospital fue "una amenaza, me advirtieron que tuviera mucho cuidado con denunciar el caso o hacerlo público en los medios".

Luis no se achantó. Su esposa y él presentaron la misma queja ante el Ministerio de Salud de Arabia Saudí. El Ministerio concluyó que se trataba de un caso de negligencia médica y remitió el asunto a lo que en el país asiático se conoce como Juzgado de Forenses. "Cuando nuestro escrito llegó a ese juzgado, el juez preguntó cómo era posible que apareciese la firma de una mujer en el documento", relata Luis sin que en su voz se atisbe excesiva sorpresa. Ante este nuevo obstáculo, solo encontraron una forma de seguir adelante con el procedimiento. La mujer de Luis le otorgó un poder para que obtuviese competencias plenas sobre ella.

El juicio se hizo esperar. Se señaló una primera vez, si bien se suspendió porque se ausentó uno de los cuatros médicos denunciados. La segunda vez también faltó otro especialista, aunque en esta ocasión el juez decidió seguir adelante con la vista. El magistrado interrogó a Luis en inglés y en inglés contestó él a sus preguntas. "Los médicos, sin embargo, prestaron declaración en árabe. No entendí nada de lo que decían".

"Yo no quiero dinero, ni el doble, ni el triple. Quiero que retiren a ese médico de la profesión”

Hace tan solo tres semanas, el 20 de abril, los familiares de Marta conocieron la sentencia que condenaba al doctor Shadi Kamel Mohammad por negligencia médica al pago de una indemnización de 75.000 sares, unos 15.000 euros al cambio, más las costas. Los otros tres médicos han quedado absueltos. La sentencia no es firme pero la familia no va a recurrir. "Yo no quiero dinero, ni el doble, ni el triple. Quiero que retiren a ese médico de la profesión", dice Luis desde Canadá, donde trabaja actualmente como ingeniero en Airbus.

Desde que Marta falleció, su familia ha vivido en Madrid, en Francia y ahora en Canadá. "Cada cierto tiempo cambiamos de aires. Lo necesitamos". Tras un silencio al otro lado del teléfono, Luis prosigue. "Hace tres años que no duermo como una persona normal. Mi mujer tampoco está bien".

El padre de la pequeña recuerda las cuatro veces que acudió al hospital en esos tres días de febrero con una nitidez extrema. "Hay cosas que se te quedan grabadas ahí". "Nosotros veíamos que la niña no iba bien pero los médicos nos decían que no era nada. Confiamos en ellos, un error. En la tercera visita, se negaron a hacerle una radiografía a pesar de nuestra insistencia; y en la cuarta, sin embargo, no dio tiempo ni a que pasara por triaje, ingresó en la Unidad de Cuidados Intensivos porque llegó con el pulmón derecho colapsado". A pesar de las reticencias de los médicos, Luis permaneció dentro de la UCI con su hija. Se quedó hasta el final.

En sus largas noches de insomnio, el padre de Marta ha repasado el historial clínico de la niña así como los informes que solicitó a diferentes especialistas a partir de lo sucedido. "Otros pacientes con el mismo cuadro de Marta han salido adelante con un tratamiento adecuado. Pero a mi hija solo le prescribieron antitérmicos y un nebulizador. No le administraron antibióticos ni le hicieron pruebas. Con una radiografía y un análisis de sangre, la niña se habría recuperado en una semana. Era una niña sana".

En las situaciones tan difíciles, hay momentos de luz. Esta familia los vivió gracias al apoyo que le prestaron la embajada española, la empresa Airbus y la comunidad de españoles en Riyadh para volver a España cuando Marta falleció. En esas fechas, el virus del Ébola y la fiebre del camello (o síndrome respiratorio de Oriente Medio, una infección respiratoria viral causada por el coronavirus MERS-CoV) impidieron que Luis, su esposa y su otra hija pudieran regresar a Cádiz de inmediato. Tardaron una semana en arreglarlo todo. Siete días después de su muerte, la familia enterró a Marta en el cementerio de Puerto Real.

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