Los corrales de Chipiona lanzan un SOS

Los mariscadores deportivos que cuidan todo el año de estas trampas ancestrales denuncian el escaso control sobre el marisqueo turista

Uno de los corrales de Chipiona ayer tarde en la bajamar. / Fito Carreto
Pedro Ingelmo

29 de julio 2019 - 21:34

En el año 2000 los corrales de la costa noroeste, una trampa pesquera con siglos de historia, estaban al borde de su desaparición. Sólo quedaban dos en pie. “Era un patrimonio que se estaba muriendo y fue el pueblo el que lo salvó”. Lo recuerda Rafael Ruiz, presidente de la asociación ecologista CANS (Club de Amigos de la Naturaleza “Scipionis”). Y lo recuerda porque los ecologistas, junto con la asociación de mariscadores Jarife, están dando la voz de alarma sobre un nuevo deterioro sin control de los corrales. “Figúrate que alguien se liara a martillazos contra las piedras del teatro romano. Pues esto es igual”.

Tras aquella iniciativa del año 2000, que tuvo el apoyo de la Junta, se consiguió rehabilitar diez corrales en Chipiona, más el que hay en Sanlúcar y otros seis en Rota. Además, la iniciativa hizo que se crearan círculos de colaboración entre localidades de Francia o Filipinas donde también se realiza esta práctica relacionada con las mareas.

También, durante el invierno, la asociación Jarife lleva a los colegios a los corrales y les enseñan las técnicas de marisqueo para perpetuar esta actividad y enseñarles al mismo tiempo a protegerlos.

Este grupo de mariscadores, que son más de 300, rescataron incluso la figura del catador, que es el encargado del cuidado de cada corral y el que, por ello, tiene el derecho a ser el primero en entrar a pescar. Durante bastantes años todo ha funcionado correctamente y el corral, ese monumento hecho por el hombre pero que ya se ha mezclado con la naturaleza, reverdeció. La Junta cedió al ayuntamiento el dominio marítimo terrestre para el uso de los corrales a los mariscadores locales y, a cambio, quedaba obligado a la remisión anual de un informe con datos estadísticos de capturas y personas autorizadas, que tenían expresamente prohibida la venta de lo que pescaban.

Sin embargo, Ruiz asegura que la Administración ya ha perdido el interés que en su día tuvo por la preservación de estos corrales. “Sólo se preocupan durante el invierno de controlar el marisqueo, pese a que el que se realiza en Chipiona es con las mismas artes antiguas de toda la vida, no se utilizan camaroneras y existe control sobre todo lo que se pesca”. Aún así, siempre están ahí hasta el punto que, por ejemplo, Ruiz ha dejado de mariscar porque el Seprona pone multas por pescar en la zona de abrasión de los corrrales, que nosotros entendemos que es legal y el Seprona piensa que no, mientras la dirección general de pesca de la Junta no termina de aclararlo. Sin embargo, en cuanto llega el verano y los veraneantes, los controles desaparecen.

“Centenares de personas,invaden los ancestrales de pesca de Chipiona, destrozando sus estructuras y masacrando cangrejos, muergos, camarones, almejas y todo tipo de alevines que en ellos se pueden encontrar. Sin embargo, increíblemente, durante el invierno, quienes los conocen, cuidan y mantienen son perseguidos como si de delincuentes se tratara”, se quejan desde Jarife.

"Hay gente que baja a los corrales a coger mejillones con un martillo y un cincel”

Ruiz dice que ha llegado a ver utilizar cincel y martillo para coger mejillones, golpeando directamente contra la piedra ostionera. Para mariscar, según la orden de la Junta,sólo se puede utilizar la fija, el cuchillo de marea, el francajo, el garabato, el pincho almejero, los reclamos de cangrejo, la camaronera, la morguera y tarralla. El martillo y el cincel, desde luego, no está entre ellos.“Y la Junta mira para otro lado”.

Todo ello a pesar de que en un estudio patrocinado por la propia Junta se puede leer: “Los Corrales de Pesca desempeñan un papel ecológico en el ciclo de vida de muchas especies. Por tanto, si cogemos una cría de un pez o cualquier otra especie eliminamos la base de la cadena alimentaria y contribuimos a la desaparición de un ecosistema y unas especies únicas.También causamos un grave riesgo para estos animales y para los propios corrales si retiramos, volvemos piedras, o arrancamos ostiones y otras especies de su pared, con las que pierden la fuerza estructural que les permite resistir el embate de las olas y temporales”.

Tanto desde Cans como desde Jarife se afirma que no pretenden que se prohíba el paso a los corrales a aquellas personas que no tenga el carné de mariscador deportivo, “al contrario, queremos que se conozca y disfrute, pero con respeto a la vida que hay en él. Y eso, por desgracia, solo se consigue con vigilancia y sanciones”.

Y mientras tanto, los que velan porque no se pierda esta tradición, los mariscadores, rogando porque se les permita usar, como siempre se ha hecho, los alrededores de los corrales para no verse obligados a limitar las bajadas a la playa por falta de espacio.

Encuentros para conocer la historia de un arte ancestral

Los mariscadores de Chipiona han sido objeto de numerosos estudios académicos por parte de las universidades de Huelva y Cádiz. Desde que se unieron como asociación en torno a Jarife en 1998 uno de sus objetivos ha sido dar a conocer el patrimonio y lo que han supuesto los corrales para la población de la Costa Noroeste, aunque el mayor número de corrales está concentrado en Chipiona. El detonante que llevó a crear la asociación tuvo que ver con el deterioro que sufrían los corrales, pero también contra la norma de la Junta que profesionalizaba el marisqueo y que, por tanto, prohibía una actividad deportiva a quienes la habían hecho durante toda la vida. La presión del pueblo (hubo casi 400 pre-inscripciones) permitió el regreso controlado a los corrales, pese a que en temporada veraniega ese control se convierte en absoluto descontrol.

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