Una factoría de solidaridad para atender a los más vulnerables
Coronavirus en Cádiz
El movimiento de Los Invisibles, surgido en El Puerto, trabaja para ofrecer comida y productos de higiene a personas sin techo y familias afectadas por la crisis del coronavirus
Tienen su centro de distribución en la sede del PCE, al estar en un lugar céntrico, cercano a los usuarios y bien comunicado
El Puerto/Los invisibles son personas que a ojos de la sociedad apenas existen. No tienen trabajo ni casa y son los últimos a quienes se dirigen las instituciones. Hay invisibles sin techo, que están en la calle, viven en casas derruidas, duermen en el portal de un negocio cerrado o en una bodega abandonada, sin luz ni agua, como las que abundan en el centro de El Puerto.
Pero también hay familias vulnerables, que con la crisis del coronavirus han perdido sus empleos y de un día para otro han quedado en una situación muy precaria.
Los Invisibles de El Puerto es también el nombre de un grupo de voluntarios surgido poco después de la declaración del estado de alarma. No surgió de la nada, ya que algunos de sus miembros estaban integrados en organizaciones comprometidas en el ámbito social, como 'Calor en la noche' u otros grupos que repartían alimentos a los sin techo, pero han ido creciendo como una gran red de solidaridad en las últimas semanas.
Cuando sobrevino el confinamiento, asociaciones y entidades que atendían a personas en situación de marginalidad tuvieron que adaptarse a las nuevas circunstancias. El cierre del comedor de Sol y Vida se hizo notar, aunque semanas después se abrió el del Centro de Emergencia Social de La Florida, donde el Ayuntamiento habilitó también un albergue provisional.
Los Invisibles han evolucionado en este tiempo de excepcionalidad. Tuvieron que cambiar su sistema de trabajo asistencial con las personas que están en la calle, al no poder hacer el reparto de alimentos como antes, debido a las nuevas normas. Ahora, el reparto lo han centralizado en la sede del PCE e IU, un edificio situado en la calle Larga transformado en el centro neurálgico de esta red de ayuda, donde retratos de la Pasionaria, carteles de Alberti y fotos de militantes comunistas, comparten espacio con guisos humeantes, kits de comida listos para llevar, alimentos y bienes de consumo e higiene de primera necesidad. Es constante el movimiento de voluntarios que de forma rotatoria y protegidos con máscarillas y guantes mantienen en marcha esta factoría de solidaridad, preparando los paquetes para las donaciones en un ambiente familiar y cercano.
"El reparto se hace desde esta sede porque la red ha crecido, el espacio es céntrico, estaba disponible y nos hemos instalado en él, ya que la mayor parte de las personas sin hogar están en el centro, es menor riesgo por la distancia que tienen que recorrer y reúne las condiciones. Se lo pedimos al PCE y sus estatutos permitían que la sede sea un espacio colaborativo”, explican Los Invisibles del Puerto.
Los voluntarios de Los Invisibles son de todos los colores del arco político.“El grupo de Whatsapp va creciendo y hay una solidaridad horizontal, gente de organizaciones y ONGs, vecinos, maestros, red de inmigrantes, derechos humanos, hay de todo. Ahora somos unos 70 voluntarios que atendemos a más de 35 personas sin hogar, a las que se han sumado unas 40 familias", cuyos progenitores trabajaban por horas y se han quedado sin empleo, en un limbo económico, y tienen que buscar recursos para subsistir. “Algunos al principio venían a por un café o magdalenas para sus hijos, pero pronto nos dimos cuenta de que había que hacer algo y poner en marcha recursos que dieran cobertura a estas personas”, señala una de las promotoras del colectivo. Muchos conocieron la red solidaria a través de los contactos losinvisiblesdelpuerto@gmail.com y los teléfonos 656 58 29 24, 669 924 294 o 666 71 91 44.
Cada petición que les llega se analiza y con esa información "una vez en semana se les cita con un cuarto de hora de margen entre familia y familia”, para evitar cualquier aglomeración y mantener las medidas preventivas de distanciamiento. Las familias usuarias depositan el carro de la compra vacío en la casapuerta de la sede y los voluntarios los llenan con productos frescos, fruta, verdura, carne, no perecederos e higiene y limpieza. "Personalizamos la ayuda hablando con cada familia y entregamos los kits básicos dos veces por semana”. En cuanto al abastecimiento de la red solidaria, Los Invisibles tienen contactos con empresas y comercios: "Los productos los proporcionan ciudadanos, donaciones de empresas, comercios que han tenido que cerrar, hoteles que nos ceden lo que quedaba en sus cocinas, y además donantes anónimos que encargan compras que nuestros voluntarios se acercan a recoger. Está habiendo muchas donaciones, ciudadanos que hacen esfuerzos para que entre todos salgamos adelante sin dejar a nadie atrás y que nadie se sienta abandonado”.
Todos los días alguno de los miembros de la red de ayuda hace la comida que reparten a los sin techo a través del cierro de una ventana de lunes a domingo. Fernando Cifuentes es uno de esos voluntarios, a la vez que usuario de este recurso. Fue jefe de cocina hasta que se declaró el estado de alarma y se quedó sin empleo. Sus ingresos bajaron a 430 euros de ayuda familiar, ya que tiene dos jóvenes acogidos de la Red de Inmigrantes. “Viendo lo que tenía encima, tuve que hacer uso de Cruz Roja y del grupo Invisibles y ahora vengo todas las tardes a colaborar", explica.
Por la mañana, se desplaza para recoger las donaciones, "y como cocinero profesional cocino dos días por semana en mi domicilio, para hacer el reparto de los 40 táper y bocadillos para los sin techo y los que viven de ocupas”. Este colaborador y usuario declara estar "muy agradecido" por haber gozado de la asistencia cuando la ha necesitado y poder colaborar ahora en esta cadena de solidaridad. “Esto es como una gran familia de gente muy diversa y con mucha humanidad. Te ayuda a desahogarte de la preocupación por el coronavirus y cuando sales de aquí sales nuevo”.
Otra colaboradora es Mariló Guerrero, directora del Hogar del Pensionista y trabajadora social. “Desde que empezó el confinamiento yo tenía claro que tenía que colaborar. Me movía la solidaridad y la conciencia de que podía hacer mucho más". De esta forma, el lunes 16 de marzo comenzó a trabajar con Los Invisibles repartiendo alimentos. “Para mí esto supone algo muy gratificante y muy enriquecedor, estamos haciendo más llevadera la situación de muchas personas”.
Reconoce no obstante que la solidaridad debería venir de los organismos oficiales "pero estamos en una situación excepcional y hay que arrimar el hombro, ya que incluso la oficina de emergencia social creada por el Ayuntamiento tampoco puede atender toda la demanda de El Puerto". Observa además que el grupo de Invisibles está creciendo a través de la cadena de solidaridad y que la necesidad "es mucha, y cada vez más".
"Hace dos semanas atendíamos a pocas familias y ahora no damos abasto, esto nos está desbordando en cuanto a demanda. Pero debemos tener claro que no podemos llegar a todo el mundo. Hay veces que me he hartado de llorar, porque hay gente que está desesperada, pero no tiramos la toalla. La cadena de solidaridad no puede abarcar todas las necesidades que existen, ya que además están las limitaciones propias del distanciamiento al que obliga el estado de alarma. Esta es una labor solidaria y bonita; es imposible atender todas las necesidades, pero estamos haciendo algo importante, conscientes y con sensatez", concluye.
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