Galería del crimen | Capítulo 22
Por el honor de nuestra vecina
estudio
En tan sólo 5 años, entre 2015 a 2020, el alga asiática ha protagonizado una invasión sin precedentes en Cádiz: de no haber nada en 2015 pasó a extenderse a los largo de decenas de kilómetros de costa. Esta especie invasora, que ya ha dado algún que otro quebradero de cabeza en el Campo de Gibraltar, se instaló de manera definitiva ya en el verano de 2022 en playas de los Caños de Meca (Barbate), Varadero (Chiclana de la Frontera), Tarifa y El Puerto de Santa María. La UCA incluso llegó a dar la voz de alerta al avistar por primera vez este especie en la playa de La Caleta el pasado verano de 2023 en una salida de campo de sus alumnos.
Desde 2020, la 'Rugulopterix okamurae' está incluida en el catálogo de Especies Invasoras ya que por sus compuestos tóxicos y la magnitud de su extensión, su presencia supone un riesgo para la flora y la fauna local. En 2022, el presidente de la Federación Andaluza de Asociaciones de Pesca Artesanal (FENAPA), que pertenece a la flota artesanal del caladero de Barbate, ya advertía que más que especie invasora, ya se podía catalogar como "autóctona porque es la única que está quedando". Denunciaba asimismo que sus efectos estaban siendo devastadores, "a la altura del Prestige aunque no tenga tanta difusión en los medios".
"Nuestros fondos se están convirtiendo en un desierto. Las especies se están desplazando y el pescaíto que venía a alimentarse ya no viene. En nuestra zona apenas existe el erizo, la ortiguilla o la lapa de la que se alimentan los peces más pequeños y todo es una cadena", apuntaba.
Ahora, un grupo del Instituto de Investigación y Formación Agraria, Pesquera y Alimentaria (IFAPA) investiga hasta qué punto el casi desaparecido erizo sería capaz de paliar la invasión si se lograra recuperar su población.
Los investigadores trabajan en esta línea desde 2021, primero en unos estanques donde comprobaron que los erizos sobrevivían a una dieta de alga asiática. Y después recogiendo muestras en el litoral de Sotogrande (Cádiz), donde el alga vive desde 2016; de La Herradura (2019) y Almería (2022).
"Tras diseccionar los estómagos y con herramientas genéticas comprobamos que consumen ese alga en el medio natural, sin tener preferencias, comen de las que haya y en la misma proporción", apunta Ismael Hachero, del IFAPA en declaraciones a EFE, y que se ha aliado con investigadores del Instituto de Ciencias Marinas y las universidades de Cádiz y Almería.
Otra línea de investigación que desarrollarán este año consiste en averiguar si un pez herbívoro, la salema (Sarpa salpa), está comiendo también el alga asiática, y a partir de ahí evaluar acciones.
El erizo de mar es comestible y fácilmente capturable, pues vive a muy poca profundidad, dos factores que le han llevado a una depredación excesiva por los humanos, con picos máximos antes de la fiesta gaditana conocida como la Erizada, previa al carnaval de Cádiz.
La "situación crítica" del erizo, según la Consejería de Agricultura y Pesca, motivó el cierre del caladero, situado muy cerca del límite de la marea baja.
En ese momento existían 14 licencias en Andalucía para la captura de erizos –y también de la anémona conocida como ortiguilla-, en concreto 6 en Granada, 4 en Málaga y 4 en Cádiz, cada una de las cuales permitía pescar hasta 30 kilos al día de erizos (Paracentrotus lívidus) entre noviembre y abril.
Según explica la orden de la Junta, el consumo de erizos de mar es una práctica tradicional en poblaciones de Cádiz, pero "se ha ido extendiendo a las demás provincias y otras regiones de España, como Galicia", lo que ha causado un aumento progresivo de las capturas, en casi todos los casos de manera ilegal.
A la sobrepesca se unen otros dos factores: la continua elevación de la temperatura del agua del mar, que ha afectado a numerosas especies de invertebrados, y la llegada del alga asiática, la ya famosa Rugulopteryx okamurae.
Este vegetal ha ocupado las rocas donde las larvas del erizo podrían colocarse, pero al desaparecer el erizo el alga ocupa su espacio, explica a Efe José Carlos García Gómez, catedrático de Ecología Marina de la Universidad de Sevilla.
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