Desencuentros hasta en la tercera fase
Historias de Cádiz-Herzegovina | Capítulo 15
El PSOE de Cádiz protagonizó toda una película de ciencia ficción en la Diputación en 2012 con tres portavoces en un año, críticas mutuas sin piedad e incluso un amago de expulsión de varios alcaldes
Los 'griñanistas' fueron primero contra Cabaña y luego le tocó el turno a José María Román
La pasión según Cabaña
Román: "No soy un pelele"
Cuatro largos años estuvo enfrascado Steven Spielberg con la preparación, el rodaje y la producción de su segunda película, Encuentros en la Tercera Fase, desde que firmó el acuerdo con Columbia Pictures a finales de 1973 hasta que pudo estrenarla –con éxito de taquilla, por cierto– en los cines de Estados Unidos en noviembre de 1977. Mucho menos tiempo, unos siete meses, necesitó el PSOE de Cádiz en el año 2012 para rodar su particular película de ciencia ficción en la Diputación gaditana, una película que fácilmente podría titularse Desencuentros en la primera, en la segunda y hasta en la tercera fase, porque se vivieron unos fenómenos políticos paranormales que ni se habían visto antes ni se han vuelto a ver, al menos hasta ahora.
Porque no es muy normal que en un perido tan corto de tiempo hubiera hasta tres portavoces diferentes al frente del Grupo Socialista en la Corporación provincial, una ristra enorme de descalificaciones a cual más fuerte entre compañeros de partido, escritos presentados en el Registro de esta institución exigiendo la destitución como portavoz de quien ocupaba en ese momento la secretaría general del PSOE en la provincia, negativas en público y en privado a respaldar las órdenes del partido y hasta la apertura de expedientes de expulsión de cargos orgánicos de renombre, incluidos varios alcaldes.
Porque si Encuentros en la Tercera Fase ganó un Oscar a la mejor fotografía –además de un premio especial a la mejor edición del sonido– aquella película protagonizada por el PSOE gaditano hace ahora 12 años se merecía sin duda el Oscar al mejor guion. Y eso como mínimo, porque algunos dirigentes se metieron en su papel con tal maestría que fácilmente podrían haber recibido al menos una nominación por parte de la Academia de Hollywood.
Cuando se estrenó Encuentros en la Tercera Fase a finales de 1977 –a las salas de cine de España llegaría en marzo de 1978– Spielberg no había cumplido aún los 31 años de edad. Pero pese a su juventud tenía ya en sus alforjas el éxito de Tiburón, una cinta que vio la luz en 1975. Y si su segunda película apenas logró un Oscar pese a sumar ocho nominaciones fue porque tuvo la mala suerte de coincidir ese mismo año con un rival de envergadura, el también afamado director de cine George Lucas, que acababa de tocar el cielo con La Guerra de las Galaxias. Al PSOE le pasaba algo parecido en 2012 porque tenía delante un hueso bastante duro de roer, un PP que había obtenido mayoría absoluta en las generales de noviembre de 2011 y que meses antes había ganado con claridad en las elecciones municipales celebradas en Cádiz, lo que le llevó a gobernar en muchas de las ciudades más importantes de la provincia e incluso a presidir por primera vez la Diputación. Eso sí, los populares se quedaron con la miel en los labios en las elecciones andaluzas de marzo de 2012, con aquella victoria histórica pero estéril de Javier Arenas. Y aquel milagro que permitió la continuidad de José Antonio Griñán al frente del Gobierno andaluz fue precisamente el arranque de la película que el PSOE estaba a punto de grabar en la Diputación.
Spielberg asentó su segunda película sobre tres actores esenciales y, curiosamente, también fueron tres los protagonistas principales del papelón que los socialistas protagonizaron hace 12 años en la Corporación provincial gaditana. El afamado director de Cincinnati recurrió por un lado a Richard Dreyfuss, con quien ya había trabajado en Tiburón y que en Encuentros en la Tercera Fase daba vida a un trabajador de una compañía eléctrica que tras presenciar el avistamiento de un platillo volante vería como su vida daba un giro de 180 grados tras obsesionarse con ese acontecimiento. Un tiburón de la política era en 2012 Francisco González Cabaña, que aunque no trabajaba en una compañía eléctrica parecía el fontanero de la Diputación porque se conocía a la perfección esa casa tras 17 años en la misma, ocho como vicepresidente, ocho como presidente y uno más como líder de la oposición. Y también estaba dando un giro total a su vida política tras tener que dejar a la fuerza la Alcaldía de Benalup-Casas Viejas y cuando estaba a un paso de dejar también su acta de diputado provincial y la secretaría general del PSOE de Cádiz para centrarse en su nueva responsabilidad como diputado nacional.
En la primera película de ciencia ficción de Spielberg, Melinda Dillon asumió un papel secundario pero crucial como Jillian, una mujer que presenciaba también en primera persona otro fenómeno paranormal. Y algo parecido tuvo que contemplar en ese 2012 la dirigente socialista Irene García, a la que le costó lo indecible hacerse primero con los mandos del PSOE de Cádiz –lo logró en julio de ese año– y luego con la portavocía del Grupo Socialista en la Diputación.
La tercera piedra angular sobre la que se asentó esta cinta de Spielberg fue el actor y director de cine galo Francois Truffaut, que era el responsable del equipo de científicos que tenía como misión contactar con los visitantes llegados a la Tierra. Y un papel similar tuvo que protagonizar hace 12 años en las filas socialistas el hoy alcalde de Chiclana, José María Román, que entonces había sido apartado de la Alcaldía pero que era el nexo que podía unir o desequilibrar la balanza entre las dos familias que pujaban por controlar el Grupo Socialista en la Diputación y también el PSOE provincial: los cabañistas o pizarristas por un lado y los griñanistas o irenistas por el otro.
La primera fase de los desencuentros socialistas en la Corporación provincial gaditana se desarrolló entre los meses de abril y mayo de ese 2012. El bálsamo que les supuso ver que, aunque con angustias, Griñán lograba mantenerse al frente de la Junta de Andalucía, dio un nuevo vigor a sus incondicionales en la provincia de Cádiz, que empezaron a urdir su estrategia para hacerse con las riendas del partido. Y la clave estaba en arrinconar cuanto antes a Cabaña, que aún era el portavoz socialista en la Diputación y que en julio de ese mismo año, y por razones estatutarias, tenía que dejar la secretaría general del partido tras 12 años.
Griñán ya había logrado cinco meses atrás echar a Cabaña de su Alcaldía benalupense y ahora tocaba apartarlo de la portavocía del PSOE en la Diputación, y su gente se puso manos a la obra. Lo primero era hacerse con el control del Grupo Socialista en esta institución, y cuando lo lograron orquestaron un motín que incluía un escrito presentado oficialmente en el Registro de la Diputación y firmado por siete de los 12 diputados socialistas en el que se informaba que, al tener esta mayoría en el grupo, y de acuerdo con el Reglamento de esta institución, Cabaña no podía seguir de portavoz y que esa responsabilidad pasaba a asumirla la entonces alcaldesa de Sanlúcar, Irene García. La excusa era que al trabajo del grupo había que darle un “nuevo impulso”.
El que era aún secretario general del PSOE de Cádiz estalló, acusando a sus compañetos de dar un “golpe de estado” que, añadía, “no puede quedar impune”. Y ese mismo día mandaba un escrito dirigido al presidente de la Diputación, José Loaiza (PP), pidiéndole que declarara nulo ese acuerdo porque no había sido aprobado antes por la ejecutiva provincial del partido. Y Loaiza, que siempre mantuvo una relación muy cordial con Cabaña y que sabía que los irenistas tenían razón, retrasó la resolución pidiendo primero un informe al secretario de la Diputación y haciendo luego coincidir el relevo en la portavocía con el pleno que ya estaba convocado para el 21 de mayo y en el que Cabaña se despediría de su acta de diputado provincial.
Pero una vez que Cabaña estaba ya fuera, los griñanistas sorprendieron al aupar a la portavocía a José María Román, en una maniobra dirigida claramente a atraer a los romanistas de cara al congreso provincial del PSOE de julio de 2012. Se iniciaba así una segunda fase de esta película de ciencia ficción en la que Irene García se quedaba solamente como presidenta del Grupo Socialista en la Diputación y en la que, efectivamente, terminaría logrando el apoyo del romanismo para convertirse en la secretaria provincial, una docena de votos que fueron esenciales para que la alcaldesa de Sanlúcar superara por un estrecho margen a su homólogo de Barbate, Rafael Quirós.
Los desencuentros socialistas siguieron haciéndose patentes, sobre todo cuando Irene García conformó una dirección provincial monocolor, sin presencia de sus críticos, lo que enerbó a estos. Mientras tanto, Román asumía la portavocía de la Diputación con entusiasmo, recorriendo todos los pueblos de la provincia, proponiendo iniciativas, haciendo un marcaje estrecho al gobierno de Loaiza... en definitiva, asumiendo un protagonismo que encendió las alarmas en el irenismo.
Por eso en octubre de 2012, en el inicio de la tercera fase de esta película de ciencia ficción socialista, la nueva dirección provincial del partido decidió que, ahora sí, la portavocía del grupo en la Diputación tenía que recaer en Irene García. Y eso lo hicieron arrinconando a un José María Román al que ordenaron que relevara al personal de confianza del Grupo Socialista para incluir a miembros de la ejecutiva provincial del PSOE, que informara previamente al partido de todas sus gestiones como portavoz e incluso que cediera a la dirección provincial socialista la gestión de la consignación que recibía el Grupo Socialista en la Diputación. Porque si Encuentros en la Tercera Fase le costó a Columbia Pictures 20 millones de dólares, en la disputa socialista en la Corporación provincial gaditana estaban en juego una consignación al grupo de 28.800 euros al mes y un sueldo para el portavoz de 3.300 euros limpios mensuales.
Román rechazó todas estas injerencias y, tras conocer que su partido pasaba a exigirle que le cediera la portavocía a Irene García, explotó: “No soy un pelele”, “mi partido me ha tratado de forma indigna”, “estoy defraudado de haber votado a Irene García en el congreso provincial” o “en mi partido mandan ahora unos trileros”, fueron sólo algunas de las perlas que en esos meses salió por la boca del hoy regidor chiclanero.
Pero Román no estaba solo. Curiosamente, a su lado se pusieron los cinco diputados provinciales que habían sido fieles a Cabaña hasta el final, que veían una opción para horadar la supuesta fragilidad de Irene García como lideresa y que eran Federico Pérez Peralta, Olga González, Javier Pizarro (que había relevado a Cabaña en la Diputación) y los alcaldes respectivos de La Línea y Villaluenga, Gemma Araujo y Alfonso Moscoso. Los seis –incluido Román– se negaron a firmar el documento que el partido les puso por delante para forzar el nombramiento de Irene García. Curiosamente a los griñanistas/irenistas se les volvía como un bumerán el mismo artículo del Reglamento de la Diputación que usaron para intentar destituir a Cabaña: como no tenían mayoría en el Grupo Socialista, al haber empate a seis, no podían forzar ahora el relevo de Román.
Y ahí apareció la dirección regional del PSOE andaluz en apoyo a la ejecutiva provincial. Y ambos organismos convocaron a una reunión a los seis diputados díscolos en la sede de la plaza de San Antonio de Cáidz. Y uno a uno les fueron ordenando que firmaran a favor de Irene García. Y tras el rechazo de todos llegó el órdago: el PSOE le abría a los seis un expediente sancionador que podía acabar con la expulsión como militantes, lo que afectaba a los dos alcaldes antes referidos, a un ex regidor (el propio Román), a un ex vicepresidente de la Diputación (Pérez Peralta) y al hijo del histórico dirigente socialista Luis Pizarro.
La presión fue brutal, el pulso se mantuvo durante varias semanas, se nombraron a los instructores de los seis expedientes, la amenaza de expulsión cada vez era más grande... hasta que a finales de noviembre cinco de los seis diputados díscolos se rindieron, firmaron el documento que hacía portavoz a Irene García y sacaron la bandera blanca. Todos menos José María Román, que se negó a firmar mientras criticaba en público la estrategia de su partido afirmando que en el PSOE “nadie me va a callar”. De su expediente sancionador, por cierto, nada se supo. Los otros cinco fueron clausurados pero el suyo quizás navega ahora por una lejana constelación.
El éxito de Encuentros en la Tercera Fase llevó a Spielberg a profundizar en el género de la ciencia ficción con películas de renombre como E.T., el extraterrestre (1982). El PSOE no se quedó atrás y para la eternidad queda ya por ejemplo el enfrentamiento entte pedristas y susanistas que tuvo su momento álgido en Cádiz en la purga que hizo la dirección federal a las candidaturas presentadas al Congreso y al Senado de cara a las elecciones generales de abril de 2019 y que fueron tumbadas casi en su totalidad.
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