El difícil encaje de la Armada en la lucha contra el narcotráfico

Tragedia en Barbate | El narcotráfico mata a dos guardias civiles

Ya colabora en operaciones a gran escala en alta mar, pero no cuenta con lanchas rápidas para perseguir a las planeadoras

Margarita Robles precisa que la Armada ya participa en operaciones antidroga de consideración

El buque ‘Castilla’ de la Armada española, atracado en el puerto de Cádiz.
El buque ‘Castilla’ de la Armada española, atracado en el puerto de Cádiz. / Julio González

La lucha antidroga necesita de una acción conjunta de todos los actores implicados. Policía Nacional, Guardia Civil y Vigilancia Aduanera se están viendo superados por los ingentes medios económicos y materiales de estructuras delictivas que cuentan con cheques en blanco para mejorar sus herramientas. En la otra orilla, los agentes reclaman más medios para poder seguir en una lucha que, cuando es tan desigual, acaba incluso por costarles la vida.

Esta semana la Fiscalía Antidroga ha reclamado el apoyo de la Armada para combatir a los narcos, a lo que la ministra de Defensa, Margarita Robles, ha contestado que eso ya se hace. Y es cierto, sólo que la Armada participa en determinadas operaciones, de gran calado, que habitualmente se llevan a cabo en alta mar y para la que sus buques son un apoyo magnífico al transportar a policías y guardias hasta el punto de abordaje.

De hecho, desde Defensa se guarda con celo el nombre de los navíos que participan en estas operaciones por temor a que el poderío económico de los narcos pueda tentar a alguien de la marinería y contar con infiltrados en los operativos. Es por este motivo por el que los barcos van cambiando y nunca se hace público sus nombres en las informaciones que llegan a los medios de comunicación. Pero el hecho de que no se cuenten más detalles de su implicación no quiere decir que esta no exista.

La cuestión es si la Armada puede arrimar el hombro en ese combate cotidiano que se libra en el litoral de La Janda, el Campo de Gibraltar o la desembocadura del Guadalquivir. Ahí el encaje es más complicado, básicamente porque los grandes barcos de la Armada poco pueden hacer contra las planeadoras de los narcos, inalcanzables con sus tres y cuatro motores fueraborda que les proporcionan hasta 900 cv y navegar a 60 nudos, unos 110 kilómetros por hora. A lo más a lo que pueden llegar es a fijar los objetivos con sus radares. Poco más.

Conviene recordar que hasta la creación del Servicio Marítimo de la Guardia Civil, allá por 1991, era la Armada quien se ocupaba de vigilar nuestras costas con lanchas rápidas, unas embarcaciones que paulatinamente han ido encaminándose al desguace, hasta el punto de que actualmente ya no queda ninguna en servicio.

Cuando en los 80 se empezó a barajar crear un nuevo servicio para encargarse de vigilar el contrabando y el incipiente negocio del narco que llegaba desde Marruecos a las costas de Cádiz y desde Colombia a Galicia, Defensa propuso que fuera la Armada quien se hiciera cargo de esa vigilancia, aunque ningún país de Europa lo tenía así. Sáenz de Santamaría, entonces director de la Guardia Civil, y José Barrionuevo, ministro de Interior, acordaron que fuera la Guardia Civil quien asumiera la tarea, y recordaron que ya en la década de los 40, cuando el cuerpo de Carabineros se refundió y se unió a la Benemérita, toda la costa y servicio fiscal dependía de sus competencias.

En 1942 el Instituto Armado ya tenía barcos propios para la vigilancia de puertos. Eran guardias civiles con gorra de plato y que vestían de azul. Tras la transición, el resto de ministerios propuso crear un cuerpo de guardacostas de carácter civil, algo parecido a lo que tienen americanos o italianos, sin embargo el ministro Barrionuevo, que estaba llevando a cabo la reforma de toda la administración policial, consideró que lo ideal es que fuera la Guardia Civil quien se hiciera cargo de esta tarea de vigilancia.

La Armada propuso que ellos pilotaban los barcos y los guardias civiles iban como policías del mar. Pero la Guardia Civil se negó aduciendo que quien entra en el cuerpo lo hace por vocación de servicio y que había que hacer marineros a los guardias civiles. El Gobierno apoyó esa propuesta. En 1991 se hizo el primer curso de patrón, mecánico y marinero en El Ferrol, en la Escuela de la Armada. Se entregaron las primeras patrulleras y se crearon cinco servicios marítimos provinciales, Coruña, Cartagena, Santander, Barcelona y Algeciras.

Actualmente el Servicio Marítimo cubre toda la franja del litoral español. Aunque el proceso de adaptación no fue fácil. Los primeros buques, de la Armada, podían navegar bien, pero no estaban preparados para perseguir, que era lo que hacían los guardias civiles, así que hubo que ir adaptándolos hasta las patrulleras actuales.

En estos días difíciles la Armada se ha mostrado dispuesta a aportar su material humano y técnico para hacerles más duros los días a los clanes de narcotraficantes. Toda ayuda es poca.

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