Dinamita Montilla, el asesino tiktoker
Galería del Crimen | Capítulo 30 y último
![Ilustración del capítulo sobre Dinamita Montilla.](https://static.grupojoly.com/clip/a579b266-41e1-4574-80cb-a2c84db1177d_source-aspect-ratio_1600w_0.jpg)
Las cárceles están llenas de inocentes. Yo no lo hice, fue un accidentes, se trató de una conspiración... repiten consternados. Muchos reclusos crean una especie de laberinto de espejos donde, a la larga, ni ellos mismos son capaces de discernir la realidad de la fábula. José Jurado Montilla, uno de los más fríos asesinos en serie de España de las últimas décadas, es un experto en este juego macabro. Lo malo es que cuando uno llega a conocer decenas de presidios a lo largo de su vida y se le considera responsable de matar a seis personas, su inocencia queda, admitámoslo, seriamente comprometida.
José nació en 1961 en Campanillas, un distrito de Málaga capital donde, en el siglo pasado, proliferaban cortijos con temporeros que se buscaban la vida. En ese ambiente rural se cría junto a su madre, una de las pocas personas que siempre creyó sus trolas. A los meses de nacer, José estrena su colección de apodos y pasa a ser El Titi, porque fue esta la primera palabra que pronunció tras ver como su madre llamaba de esta forma a las gallinas a las que daba de comer. Muchos años después, en Lugo, se ganaría el alias que le acompañaría el resto de su vida tras ofrecer su ayuda para construir un castillo de fuegos artificiales y casi volar por los aires el pueblo con sus habitantes dentro. A partir de ese momento José pasó a ser conocido como Dinamita Montilla. A José siempre le gustó la pólvora.
Antes de emigrar a Galicia el pequeño José ya da muestras de su personalidad complicada. Con nueve añitos inicia su carrera delictiva de la manera más inocente: distrayendo una moneda de veinte duros que habían dejado en la barra de un bar para pagar un café. Desde entonces todos los males que ocurrían en el barrio parecían llevar su firma. “Una conspiración contra mí oiga”, llegó a quejarse años después relatando su desventurada infancia. El caso es que, cansado de ser el sospechoso de todas las desgracias, el Titi decide darles la razón y empieza a delinquir.
Su primera fechoría seria la comete con 18 años, cuando roba a un feriante. Aquella gracia le vale una condena de ocho meses de cárcel. A esta le sigue otra más grave: cuatro años y un día por la acusación de un primo con el que mantuvo una disputa de la que no se conocen muchos más datos. Cumple condena en Lugo y sale de prisión siendo pura dinamita. Regresa hasta Campanillas caminando de norte a sur durante 29 días. Pero no se ha convertido en un angelito.
El Miércoles Santo de 1985 una mujer de la zona le dice que unos zorros le han matado unas gallinas. Dinamita, según contó años después en una entrevista, coge una escopeta y sale a darles caza. Dice que sigue su rastro 20 kilómetros, hasta llegar a Almogía, a una zona conocida como Llano Persona, pero de pronto se desata una tormenta y busca refugio en un cortijo que cree abandonado. Se cuela, atranca la puerta con una silla y se echa a descansar sobre unos sacos de algarrobas. Duerme hasta las siete de la mañana del día siguiente, cuando el dueño del cortijo, Francisco González, un vecino de Puerto de la Torre de 57 años, lo despierta a punta de escopeta y le pide que le acompañe al cuartelillo de la Guardia Civil. Dinamita Montilla se agacha a coger su escopeta y le descerraja un tiro que lo mata en el acto. Acaba de firmar su primer crimen.
Tras este asesinato Dinamita Montilla se convierte en una especie de bandolero moderno. Realiza trabajos temporales y sobrevive gracias a pequeños robos de ropa, herramientas o comida. Es detenido tras entrar a robar en una casa, pero en aquel momento nadie lo relaciona con el asesinato de Almogía. Ingresa en prisión pero aprovecha un permiso para fugarse y volver a su vagabundeo.
Dinamita va siempre armado con una escopeta que dice utilizar para cazar. Pero los conejos no son los únicos seres que prueban el sabor del plomo que escupe su arma.
Sigue con su vida nómada hasta el 4 de mayo de 1987, cuando es detenido en la estación de tren de Álora, en Málaga. Lo acusan del asesinato de dos turistas, un inglés, de 30 años, y un alemán, de 22, cuyos cuerpos habían aparecido una semana antes de su arresto muertos por disparos de escopeta en El Chorro, una zona de campo donde habían estado acampados y donde tuvieron la mala fortuna de toparse con Dinamita. Uno de ellos, además, estaba cosido a navajazos. Cuando la Guardia Civil procesó el contenido de la mochila que llevaba encima José se le vinculó con las muertes de estos dos campistas pero también con el crimen de Almogía y con un cuarto asesinato, el de Antonio Paniagua, de 46 años, que había sido conductor del célebre cantante Juanito Valderrama. Este último pasaba tiempo en el Puerto de los Randos, en Campanillas, y allí apareció su cuerpo casi calcinado el 15 de marzo de 1987. También lo habían matado disparándole con una escopeta.
El asesino había firmado cada uno de estos crímenes tapando el rostro de sus víctimas. Otra de las costumbres de Dinamita cuando asaltaba un domicilio era que liberaba de su confinamiento a los animales domésticos que encontraba.
Ante la jueza de instrucción de Antequera José Jurado Montilla confesó los cuatro crímenes, aunque posteriormente se deshizo y acusó a los responsables de la investigación de drogarle, torturarle y manipular su declaración. Yo no he sido, yo no he sido, yo no he sido…
Hasta el día de hoy, Dinamita solo reconoce ser autor de la muerte de Francisco González, y se excusa diciendo que estaba enganchado a las drogas. De los otros tres asegura no ser responsable, aunque admite que estuvo con los dos turistas extranjeros pocas horas antes de dejar de respirar. Las evidencias policiales le contradicen, por lo que fue enviado de vuelta a la trena con una sentencia de 123 años. José tendría que haber cumplido 30, pero salió el 13 de diciembre de 2013 cuando llevaba 28, dos años después de que el Tribunal de Estrasburgo tumbara la doctrina Parot.
Tiktoker y asesino
Tras abandonar la prisión con 52 años, Dinamita Montilla vuelve a Málaga, donde ya no le espera su madre, que había muerto seis años antes. En su tierra insiste en que no es un asesino, aunque reconoce ser un delincuente por culpa de las drogas. Promete no volver a caer y dedicar el resto de su vida a reparar el daño que ha causado a la sociedad. Obviamente, estamos ante una nueva mentira de un tipo narcisista y con rasgos psicopáticos, un asesino oportunista e impulsivo que no planifica sus crímenes. Durante nueve años se dedica a ir de acá para allá por toda España, aunque algo siempre le hace regresar a Málaga. Hasta que vuelve a matar.
La tarde del 29 de agosto de 2022, David, un buen chico de 21 años, formal, responsable, estudiante de Ingeniería Informática y amante del senderismo, se desplaza hasta la finca de sus padres, en Los Ciegos, en la parte baja de Guadalmedina, para coger algarrobas con las que sacar algo de dinero. Allí, en la caseta de los aperos, se encuentra con “un viejo con pintas de estar hecho mierda”. Así lo describe David en los mensajes que envía tanto a su padre como a un grupo de whatssapp que comparte con algunos amigos para avisarles de ese extraño encuentro que le está dando miedo. Porque aquel viejo con pintas de estar hecho mierda va armado.
David le da agua y algo de conversación. El viejo le dice que lleva una escopeta porque ha salido a cazar unos zorros que se estaban comiendo a sus gallinas. David le explica que es el dueño del terreno y que viene a vigilarlo porque le roban las algarrobas. Eso explica en sus mensajes a sus padres y a sus colegas. Hasta que a las ocho de la tarde su teléfono dejó de dar señal.
Sus padres se preocupan. Se desplazan a la parcela pero no le encuentran. Esa noche David no vuelve a casa y sus padres denuncian la desaparición. Emprenden su propia búsqueda. Sobre las ocho de la mañana dan con su coche y poco después un tío suyo halla su cuerpo en un talud. Le han disparado dos veces. Una en la cabeza y otra en el cuello. No hay ni rastro del viejo hecho mierda.
Durante la investigación, la Policía llega a la conclusión de que pudo haber una pelea que terminó con la muerte de David. Entre las numerosas pruebas que llegan a acumular, hasta 60, los forenses encuentran una mezcla de ADN de dos personas en la hebilla de la mochila de David. Una de él, otra de un varón desconocido que habría manipulado la bolsa para robarle, entre otras cosas el móvil, que ha desaparecido.
La Policía introduce el perfil en la base de datos pero no obtiene ningún resultado. El principal sospechoso no aparece en la base de datos.
Pero si hay ADN sólo es cuestión de esperar un tiempo. En este caso, solo un año. Porque el laboratorio forense había individualizado y amplificado el cromosoma Y del perfil genético desconocido y al volver a pasarlo por la base de datos en septiembre de 2023 sí se obtiene una coincidencia, sólo que no se trata de la persona a la que están buscando sino de un pariente por vía paterna.
Sin embargo hay un nuevo escollo. A la persona que hizo aparecer esa coincidencia le habían cambiado el nombre y los apellidos de pequeño, probablemente porque fue dado en adopción, y la Policía tiene que averiguar el nombre original de la familia biológica. El del padre. Y ese nombre era Jurado.
Una vez obtenido ese dato, los agentes de la Policía Nacional de Málaga reconstruyen el árbol genealógico del dueño del ADN que sí estaba en la base de datos policial. Acuden al Registro Civil de Málaga y van anotando todos los varones de apellido Jurado emparentados por vía paterna con él. Llegan hasta 1949, pero, para no dejar ninguna hoja suelta, continúan viajando hacia el pasado buscando las partidas bautismales que se guardan en el Obispado, y así se remontan hasta 1871.
De entre todos hay un nombre que les salta a los ojos con letras luminosas por sus antecedentes de asesinatos motivados por el robo o porque la víctima lo había pillado cometiendo uno. Su nombre era José Jurado Montilla. Boom.
La Policía empieza a buscarlo y se topa con varias pistas muy significativas. La primera, la entrevista en el diario Sur que le hace Juan Cano. La segunda, su gran actividad en TikTok desde febrero de 2023, donde acumula unos 3.000 seguidores. En esta red social va contando paso a paso sus viajes, lo que permite a la Policía tenerlo controlado. Los agentes necesitan tener pruebas que lo incriminen en un tribunal.
Dinamita recorre España y Portugal en tren, autobús y hasta andando. Se siente seguro. Cuelga vídeos dando parte de sus viajes. Hace el Camino de Santiago y luego baja a Sevilla, Jerez, San Fernando, Conil, Barbate, La Línea, Algeciras, Estepona, Marbella y Málaga. Su idea es subir hacia Barcelona por toda la costa levantina.
Se aloja en albergues para personas sin techo o pensiones baratas y vive de la solidaridad de la gente. No tiene ingresos. En uno de sus vídeos, emitido en un fantástico podcast titulado Alicia en el País de los Horrores, cuenta que ha hecho amistades en el albergue de Alicante. Una de estas resulta ser Ester Estepa Pérez, de 42 años, sevillana y acogida en el mismo centro. Ester no ha tenido suerte en la vida ni buen ojo para sus parejas.
Ester habla por teléfono cada día con su madre. El 31 de julio de 2023 tiene previsto coger un bus que la lleve de regreso a Sevilla, pero esa misma tarde le comunica a su madre que ha cambiado de planes. La última vez que hablaron por whatssapp fue el 23 de agosto, el mismo día en que se le da por desaparecida. Pepa, su madre, asegura no conocer a Ester en esa conversación.
A principios de septiembre Pepa recibe una videollamada de un desconocido. Cuelga pero le hace rellamada por si sabe algo de Ester. La imagen que le muestra la pantalla es la de José Jurado. El tipo ya sabía que Ester había desaparecido. Le cuenta a Pepa que se conocieron en el albergue, que hicieron buenas migas. Dinamita le dice que el 20 de agosto se despidió de ella en la estación de Valencia y que estaba viva.
Pepa se lo contó a su hermana y esta, al buscar en internet el nombre de José Jurado, se topó con la escalofriante historia de Dinamita. Lo pone en conocimiento de la Policía, que le aconseja que corte la comunicación con él. Mientras, Dinamita sigue colgando vídeos en TikTok en los que pide ayuda para encontrar a su amiga Ester. En uno de ellos se monta una película mala en la que asegura que se ha ligado en un bar a una chavalita de 27 años, “un bombón”. Él, que es un viejo hecho mierda. Para rizar más el rizo, Dinamita le habla a la chica de Ester. Le enseña una foto y, ¡qué coincidencia!, la joven dice que vio a su amiga vivita y coleando en Gandía. Hasta recuerda la ropa que llevaba puesta.
Dinamita sigue desplazándose por España y Ester no aparece. La Policía lo tiene monitorizado en todo momento. Más aún cuando en febrero de 2024 unos senderistas se topan con un cráneo humano en las faldas del Castillo de Bailén, en Gandía.
La Policía busca el resto del cuerpo sin resultado. Extraen muestras óseas y obtienen el perfil genético de la calavera. Han encontrado a Ester. Sin embargo, la confirmación no trasciende hasta junio, cuando es hallado el resto del esqueleto oculto bajo un denso cañaveral de cuatro centímetros de espesor. Cerca de allí, oculto también, su ropa, su documentación y su saco de dormir. Esto hace pensar que la muerte no ha sido accidental ni natural. Pero cuando los restos de Ester aparecen, José Jurado Montilla ya está detenido. La Policía lo apresa el 16 de mayo tras comprobar que subía vídeos a TikTok desde el bar Benito, ubicado en una pequeña pedanía de Badajoz llamada Valdebótoa, a escasos cinco kilómetros de la frontera portuguesa. En ese momento deciden intervenir ante el riesgo de que se fugue por el país vecino y lo acusan del asesinato de David.
Los agentes del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional de Málaga, liderados por la inspectora jefa, Rafaela Polo, no tienen ninguna duda que Ester fue la sexta víctima de Dinamita Montilla. Escucharlo en sus vídeos de TikTok o verlo posando junto a Ester en una imagen tomada poco antes de su asesinato hiela la sangre y hace preguntarse si verdaderamente un psicópata asesino es capaz de reinsertarse en la sociedad.
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