“La droga era mía y para mi consumo. La compré con una vaquita de amigos”
Tribunales
Los acusados de colocar cocaína en el coche del ecologista Juan Clavero dan por primera vez su versión de los hechos siete años después. Las defensas logran descafeinar el juicio en las cuestiones previas
Juan Clavero en Jerez : "Fue una jugada sucia, fueron días duros"
Siete años después de que el histórico ecologista Juan Clavero pasara una noche en los calabozos de Ubrique por supuesto narcotráfico, los cuatro acusados de tenderle una trampa y colocarle 47 gramos de cocaína en su coche dieron su versión de los hechos, contestando sólo a sus defensas, en la primera jornada del juicio celebrado en la sección de la Audiencia Provincial de Jerez.
El primero en declarar fue el sujeto que físicamente dejó la droga en la furgoneta de Clavero, Manuel Alcaide, un jerezano en paro y, según él, ex toxicómano. Alcaide admitió los hechos: él puso la cocaína. Según su declaración, “la droga era mía y para mi consumo, para una fiesta después. La había comprado haciendo una ‘vaquita’ con unos amigos”. Que acabara en el coche no fue premeditado, dijo. Él había sido contratado gracias a su amistad con el capataz de la finca Breña del Agua, Óscar González, también encausado, para realizar allí algunos trabajos. Y uno de esos trabajos, ordenado por el apoderado, José Miguel Herrera, fue espiar desde dentro los movimientos de tres defensores de los caminos públicos que querían comprobar si se cumplía una sentencia acerca de los vallados. Uno de ellos era Clavero.
Alcaide asegura que Herrera no tuvo nada que ver con lo de la droga. Obedeció e hizo la caminata a pesar de asfixiarse cada cuatro pasos de la ruta. “Iba rojo como un tomate”, describió Clavero. En algún momento escuchó hablar de que la guardia civil podía presentarse por allí y por eso se deshizo de la droga. Y ya, aprovechando, “para quedar bien”, llamó a Herrera para decirle que había visto en el coche de Clavero una bolsa sospechosa, “pero no le dije que fuera droga”, aunque él sí sabía lo que era.
Según Herrera, Alcaide sí le dijo “estos tipos llevan droga”. Coincidió con él en que había sido idea suya infiltrarle “porque a veces hacen excursiones muy tumultuosas y había habido enfrentamientos con los guardias de seguridad. Cuando me enteré que iban a hacer esa excursión, que en un principio iba a ser por un terreno privado, alerté a la empresa de seguridad, al cabo del Seprona de Ubrique y le dije a Manuel que fuera con ellos y nos indicara por dónde iban marchando”.
En la crónica que le iba haciendo de la caminata, Alcaide le refirió que en su conversación los ecologistas iban diciendo que la compra de la finca por parte de un belga millonario era para blanquear dinero del narcotráfico. De este modo, relató Herrera, él puso en conocimiento del cabo del Seprona la información que le había dado Alcaide y reconoce que le fue cantando el recorrido que hacían para que los agentes pudieran intervenir.
El tercer acusado, el capataz Óscar González, supuestamente el hombre que hizo la llamada para alertar de por dónde iba Clavero desde una cabina, alegó que difícilmente él podía haber participado en trama alguna cuando Herrera le había despedido semanas antes y las relaciones con él eran pésimas. Fue tajante: “Yo no hice ninguna llamada”.
El último acusado es Juan Luis Pérez, el capataz que sustituyó a Óscar en su puesto y que sólo llevaba allí trabajando algo más de un mes. Según él, la única tarea que tuvo encomendada ese día era que no le ocurriera nada ni a los animales ni a los excursionistas “porque hay ganado bravo que es peligroso”. Dijo no sentir ninguna animadversión hacia los ecologistas. Como José Miguel Herrera, fue despedido tras los hechos de aquella jornada.
Sólo denuncia falsa
Las defensas consiguieron en las cuestiones previas eliminar buena parte de los cargos que las acusaciones particulares habían incorporado sobre los cuatro hombres sentados en el banquillo. El razonamiento era que la acusación inicial era de denuncia falsa y simulación de delito, lo que debería haber pasado como delitos menores que tendrían que haber sido juzgados por lo penal, y no en la Audiencia, pero en la calificación se habían encontrado con el añadido de organización criminal y conspiración para la detención ilegal. Sus patrocinados se encontraban, y así lo admitió la sala, en una situación de indefensión al desconocer estas acusaciones, por lo que sobre lo único que podría versar el juicio es sobre lo primero, que es lo expuesto desde el primer momento por la Fiscalía, lo que supone una petición de año y medio de cárcel y 12.000 euros de indemnización más otros 20.000 solidarios por daños morales.
Por su parte, Clavero, al que se le quebró la voz en su declaración al rememorar aquella noche, afirmó que “sólo pensé que tras una vida dedicada a la educación y a los derechos públicos podía quedar etiquetado como un traficante de drogas”. También relató la agresividad verbal de los agentes durante la detención: "No hacía ni doscientos metros que había dejado a Alcaide, al que yo no había visto hasta ese día en toda mi vida, cuando me pararon los guardias civiles. Me dijeron bájate del coche y se pusieron a registrar. Yo intentaba que me dijeran qué buscaban, pero lo único que decían es aléjate. Buscaron hasta en un saco de pinochas que llevaba detrás. No entendía nada. Uno de ellos cogió el teléfono y ya se fueron debajo del asiento y sacaron una bolsa. Yo pregunté que qué era eso, que eso no era mío, y uno de ellos me dijo que era cocaína sin siquiera abrir la bolsa".
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