Los duros antiguos, otra historia del mar
EL SEXTANTE DEL COMANDANTE
Hallazgo histórico. Las monedas de curso legal de ocho reales que se encontraron en la playa Victoria de Cádiz en 1904 resultaron ser parte del tesoro del pirata gallego Benito Soto Aboal
Aquellos duros antiguos que tanto en Cádiz dieron que hablar, los encontraba la gente en la orillita del mar, fue la cosa más graciosa que en mi vida he visto yo…
El jueves 2 de junio de 1904, mientras la ciudad de Cádiz se recuperaba de un fuerte temporal, unos albañiles se ocupaban en restaurar la tapia de una almadraba en la zona que ocupa hoy el hotel Tryp La Caleta cuando uno de ellos, apodado Malos Pelos, tropezó su pala con unas monedas oxidadas y cubiertas de verdín. Aunque quiso mantener su hallazgo en secreto, sus compañeros supieron advertir sus nervios y poco después llenaban sus bolsillos con aquel inesperado tesoro.
Allí fue medio Cádiz con espiochas, y la pobre mi suegra y eso que estaba ya medio pocha, con las uñas a algunos vi yo escarbar, cuatro días seguíos sin descansar...
Aquel jueves la ciudad celebraba el Corpus en la calle y la noticia corrió como la pólvora arrastrando a los gaditanos a la almadraba donde escarbaban en la arena como locos en busca de la suerte, aunque los carabineros no tardaron en presentarse para echarlos y acordonar el lugar.
Estaba la playa igual que una feria, válgame San Cleto lo que es la miseria. Algunos pescaron más de ochenta duros, pero más de cuatro no vieron ni uno…
Cuando las autoridades establecieron el perímetro de la almadraba permitiendo a los gaditanos escarbar al otro lado, la locura se apoderó de la ciudad que empezó a recibir visitantes llegados de extramuros como en los mejores días de feria. Dependiendo del lugar en el que se escarbara se sacaban grandes puñados de monedas o enormes paladas de desilusión.
Mi suegra como ya dije, estuvo allí una semana, escarbando por la tarde, de noche y por la mañana. Perdió las uñas y el pelo, aunque bien poco tenía, y en vez de coger los duros lo que cogió fue una pulmonía y en el patio de las malvas está escarbando desde aquel día.
Las piezas resultaron ser monedas de curso legal de ocho reales acuñadas en México durante el reinado de Fernando VII. Como en una de sus caras se veían dos globos terráqueos entrelazados la gente se refería a ellas popularmente como monedas de ambos mundos, aunque a partir de aquel bendito día de Corpus pasaron a ser conocidas como los duros antiguos. Los cambistas instalados en la playa llegaron a ofrecer por ellas algo más del doble de su valor. Nadie se enriqueció pero hubo gaditanos que pudieron permitirse algunos lujos inesperados.
Como tantas cosas en Cádiz los duros antiguos llegaron del mar, aunque los historiadores tardaron en ponerse de acuerdo, pues al principio unos decían que eran los caudales de un buque francés hundido en Trafalgar mientras que otros se referían a uno de los galeones de la ruta de Indias. Finalmente unos y otros coincidieron en que gracias a un golpe de fortuna los gaditanos habían dado al fin con un tesoro que la ciudad comenzaba a tildar de legendario: el del pirata pontevedrés Benito Soto Aboal.
Benito Soto era un contramaestre curtido en todo tipo de barcos que en 1878 se amotinó junto a otros marineros y, después de abandonar en África al capitán de El Defensor de Pedro, se apoderó de su barco para dedicarse a la piratería. A lo largo y ancho del Atlántico abordó una docena de buques de todas las banderas a cuyas tripulaciones asesinó sin ningún tipo de escrúpulo, lo que puso precio a su cabeza, razón por la que una vez entrado en La Coruña para vender la mercancía robada, rebautizó la nave como La Burla Negra.
El sanguinario pirata decidió entonces poner proa al Estrecho pensando en que en una zona tan transitada podría obtener jugosos botines, pero un error de su piloto al confundir los faros en tierra llevó a La Burla Negra a encallar en la playa de Cortadura frente al actual ventorrillo del Chato. Temerosos de los carabineros, los piratas se refugiaron en una pensión de la capital localizada en la calle Chantre, conocida hoy como callejón de los Piratas, donde fueron reconocidos por un marino inglés que los denunció.
Presentadas las autoridades en la pensión, todos los tripulantes de La Burla Negra fueron detenidos, excepto su capitán, que consiguió huir para refugiarse en Gibraltar. El juicio de los marineros causó un enorme revuelo en la ciudad que asistió en Puertas de Tierra al ahorcamiento de los sanguinarios piratas, aunque ninguno reveló el lugar donde habían escondido el tesoro que todos sospechaban enterrado en la zona del naufragio de su buque. Y si grande fue el revuelo causado por el ajusticiamiento de los piratas, se hizo aún mayor cuando Gibraltar decidió extraditar a España a su capitán. Y aunque dicen que Benito Soto pidió confesión antes de ser ahorcado, tampoco se avino a descubrir el secreto del paradero del tesoro, una parte del cual arrastraron las corrientes hasta ponerlo a los pies del afortunado Malos Pelos, que, casi cien años después, consiguió levantar una expectación mayor que el ajusticiamiento de los piratas que habían traído los duros a Cádiz.
Un año después del suceso Antonio Rodríguez Martínez, afamado compositor del Carnaval gaditano más conocido como El tío de la Tiza, compuso un tanguillo que su coro Los Anticuarios cantó como "Los duros antiguos", convirtiéndose en la copla de Carnaval más cantada de todos los tiempos, hasta el punto de haberse erigido como el más genuino himno del Carnaval de Cádiz. Por su parte, Benito Soto y sus marineros fueron también inmortalizados, en este caso por la brillante pluma de José de Espronceda, que, según dicen, se basó en estos piratas y su buque para componer diez años después de su ajusticiamiento otro clásico inmortal: la Canción del Pirata.
Queda la leyenda de que los duros antiguos pudieran haber sido una parte menor del tesoro de Soto y que el resto de la fortuna espera otro golpe de suerte para salir a flote. Lástima que el día que suceda no tengamos entre nosotros al Tío de la Tiza para hacer del suceso otro acontecimiento inolvidable.
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