Elude la cárcel tras permitir que su nieta de 13 años fuese víctima de los abusos de un anciano
Tribunales Cádiz
La abuela, que también recibió dinero a raíz de los encuentros sexuales entre la menor y el hombre de 77 años, ha sido condenada a un año de prisión
La Audiencia de Cádiz impone al pederasta ocho años de cárcel
Cádiz/El nuevo caso de pederastia ha sido juzgado en la Audiencia Provincial de Cádiz. En esta ocasión, el pedófilo era un hombre de 77 años y la víctima, una menor de 13. Se da la circunstancia de que en esta causa había una tercera persona implicada, la abuela de la niña, que no sólo permitió que su nieta sufriese abusos sexuales continuados por parte del anciano, sino que además los presenció y llegó a recibir parte del dinero que el pederasta entregaba a la menor después de los encuentros sexuales que mantenían.
Tanto la abuela, que ostentaba la guarda de su nieta, como el hombre de 77 años evitaron el pasado mes de diciembre la celebración del juicio en el Palacio de Justicia de Cádiz tras admitir ser los autores de los hechos por los que venían siendo acusados, una confesión que les valió una rebaja en la pena de prisión finalmente impuesta por el tribunal de la Sección Cuarta.
Él ha sido condenado a ocho años de cárcel por un delito de abusos sexuales continuados. Ella ha sido condenada por un delito de corrupción de menores a un año de prisión, una pena privativa de libertad que le ha sido suspendida y, por lo tanto, no entrará en prisión.
Abusos en público y en la intimidad
La sentencia, que es firme, da por probado que desde febrero de 2017 y hasta febrero de 2018, el ahora condenado, “con la intención de satisfacer sus más reprobables instintos sexuales”, abusó de una niña de 13 años, “aprovechando la relación personal que tenía con sus familiares”.
El anciano comenzó a concertar “con frecuencia” encuentros con la víctima, en ocasiones espontáneos, y otras, a través de llamadas a su teléfono móvil.
Dichos encuentros consistían en invitar a comer a la niña en los bares situados en las proximidades de su domicilio para posteriormente ofrecerle subir a su casa y, una vez allí, en la intimidad, “proceder a desnudarla y a tocarla de forma libidinosa a cambio de alguna cantidad de dinero que oscilaba entre los 10 y los 50 euros por día”.
Tal y como recoge la resolución judicial, el hombre de 77 años llegó incluso a realizar tocamientos a la menor en público, en concreto, en los establecimientos hosteleros en los que se citaban a menudo.
Además, el 11 de febrero de 2018, el pederasta iba paseando por la calle con la niña de la mano cuando la cogió por el hombro, le tocó un pecho y después la besó. Entonces la chica reaccionó, le quitó la mano y le dijo “quita asqueroso”.
La abuela lo sabía y no lo evitó
También ha quedado acreditado para el tribunal de la Sección Cuarta que la abuela de la víctima, con quien la niña convivía desde 2011 pues ostentaba su guarda, “tuvo conocimiento de estos hechos y nada hizo por evitarlos o ponerles fin, salvo acudir en una ocasión simplemente a hablar con el acusado para que depusiera en su actitud, sin conseguirlo”.
“Al contrario”, prosigue la sentencia, “la abuela estuvo presente” durante uno de los encuentros que mantuvo el anciano con su nieta en un bar y “pudo presenciar directamente” los abusos sexuales a los que la niña se veía sometida.
Es más, el tribunal ve probado que la abuela llegó a recibir “algo de dinero” de su nieta “procedente de esas citas, cuando el pago era de 50 euros”.
Como consecuencia de los episodios de abusos sexuales relatados, la víctima ha entrado en un estado de retraimiento, tristeza y preocupación, además de tener sentimiento de culpa. El pederasta ya la ha indemnizado en la cantidad de 10.000 euros por los daños ocasionados, lo que también le ha valido una rebaja en su pena de cárcel.
El caso de la madre que consintió abusos a su hija
Éste no es el primer caso que llega a la Audiencia de Cádiz en el que el consentimiento de un familiar cercano es clave para la consecución de los abusos sexuales contra un menor. En diciembre de 2018, el tribunal de la Sección Tercera condenó a un padre a 13 años y medio de prisión por violar a su hija desde que ésta tenía cinco años y hasta que cumplió los nueve, y a la madre a ocho años de cárcel por permitir que su marido cometiese todo tipo de “aberraciones sexuales” contra la menor.
En esta ocasión, el tribunal dio por probado que entre 2004 y 2008, la niña fue obligada por su padre a mantener relaciones sexuales completas con él en repetidas ocasiones: penetraciones vaginales, anales, orales, masturbaciones, besos y tocamientos por todo el cuerpo. El progenitor seguía siempre el mismo protocolo: cuando regresaba del trabajo al domicilio familiar, con frecuencia bajo los efectos del alcohol, cogía a la menor y la llevaba hasta el dormitorio conyugal para encerrarse allí con ella.
La madre, “pese a ser consciente de lo que ocurría en el interior del dormitorio”, no hizo nada por impedirlo, “al contrario, abandonaba la vivienda, a la que no regresaba hasta que calculaba que su marido había terminado de someter a la hija en común a toda serie de aberraciones sexuales”.
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