Las huellas de la descarbonización
energía | transición ecológica
En plena descarbonización, aumenta la demanda de energía "sucia" procedente de Marruecos
En el Ministerio para la Transición Ecológica ya han iniciado conversaciones tras el cierre de la térmica de Los Barrios
Un paso justo hacia la energía verde podría ser la clave en el desarrollo de la provincia
Aunque crónica de una muerte anunciada, el cierre de la térmica de Los Barrios el pasado mes de junio fue tan imprevisto que ni siquiera se contemplaba en el plan de cierre solicitado por empresas del sector. La renovación de más de 80 millones de euros llevada a cabo por Viesgo para cumplir con los límites legales en emisiones parecía ponerla momentáneamente a salvo de muchas de las clausuras en el sector que se han ido dando, a lo largo de los dos últimos años, en la geografía española. La planta, sin embargo, llevaba más de un año sin generar energía dados su altos costes. El carbón sale caro en más de un sentido.
El nombre de la térmica gaditana ni siquiera aparece en la convocatoria a los procesos de participación para elaborar protocolos de Transición Justa, abiertos a las otras dos centrales del sur que anunciaron sus cierres antes: Puente Nuevo (Córdoba) y Carboneras (Almería). En el Campo de Gibraltar, de hecho, son dos las empresas afectadas: la térmica –hasta ahora dependiente de Viesgo, aunque hace tan sólo unos días alcanzó un acuerdo de compra con EDP–, y la terminal portuaria de carbón, gestionada por Endesa.
“Del cierre nos enteramos como se suele decir, por los papeles, a partir del anuncio del alcalde Los Barrios –comenta Manuel Triano, de CC.OO–. A partir de ahí, nos hemos incorporado a la red sindical del Convenio de Transición. El primer paso es el proceso de presentación de proyectos, a partir de los estudios del tejido socioeconómico de la zona: cuántos empleos pierde, posibilidades, tejido auxiliar...”
El proceso que se dará en Los Barrios, apuntan desde el Ministerio para la Transición Ecológica, seguirá el camino seguido en los otros 13 procesos similares y que se basan en un proceso abierto a la participación de los distintos agentes implicados. Desde el gobierno central destacan, además, que ya se encuentran en conversaciones con la empresa, que se compromete a hacer un gestión de acompañamiento (reconversión verde) y que se están analizando las características y potencialidades de la central y de la zona: “Hay que tener en cuenta que la autorización del cierre por acuerdo tripartito entre gobierno, empresa y sindicatos es largo, lleva aproximadamente un año”, indican desde Transición Ecológica, señalando, sin embargo, que Los Barrios cuenta con la ventaja del rodaje adquirido en Puente Nuevo y Carboneras, y que se presupone mayor agilidad en la gestión: “Los trabajadores del Campo de Gibraltar pueden tener la absoluta seguridad de que el compromiso será el mismo que en otras comarcas afectadas por los cierres”.
“Uno no puede estar defendiendo una mejor política medioambiental cuando se levanta y cambiar de opinión a la hora del vermú, porque me viene bien –afirma Triano–. Dicho esto, los convenios de transición han de ser justos, y compatibilizar el cierre con el desarrollo del empleo. La compatibilidad entre desarrollo sostenible y empleo es posible, pero hay que trabajarla bien”.
Desde luego, si la transición energética pretende tener éxito lo primero que ha de ser es justa a nivel social. En papel, son 27 millones de euros los que el gobierno central tiene previstos para apoyar proyectos de empleo y desarrollo económico, por ejemplo, en las zonas mineras.
En números más humildes y cercanos, los sindicatos calculan que el cierre de Los Barrios afecta a algo más de 200 personas, entre puestos directos e indirectos: “Aunque hay una parte de la plantilla, que tiene que ver con la terminal portuaria, que se va a prejubilar o tienen convenios para terminar la vida laboral con salidas pactadas”, comenta Manuel Triano.
Durante 2019, el carbón sólo cubrió el 5% de la generación eléctrica en España. La estrategia de descarbonización prevé que el consumo de fósiles se reduzca de forma significativa para 2050, en gran medida gracias al despliegue de las energías renovables, el impulso de la economía circular y el cambio de hábitos. Esa proyección contempla también que haya un descenso de la importación de petróleo, gas y carbón (del 74% actual a un 13%), que serán sustituidos por energías renovables autóctonas.
Mientras, la realidad es un tanto más empecinada que el desiderátum: chupamos energía como garrapatas. En los pocos kilómetros del Estrecho de Gibraltar se da, de hecho, un resumen gráfico del asunto: a un lado, se cierra la térmica de Los Barrios, ya que el carbón es una fuente cara y sucia. Del otro, a través de los cables submarinos con los que exportábamos electricidad, llega ahora energía procedente de Marruecos, aún más sucia y más cara –para nosotros, ya que Marruecos no sufre las penalizaciones–. De hecho, el consumo de electricidad marroquí ha aumentado a la vez que las térmicas iban cerrando sus puertas.
En 2019, y según informe de Red Eléctrica Española, importamos de Marruecos 1208 gigavatios por hora y exportamos 435 –aunque para descarga buena, la que nos trajimos de Francia: más de 12.000 Gwh–. La tendencia de mayor importación que exportación energética con Marruecos continuó durante los dos primeros meses de este año para invertirse en el mes de marzo, justo al comienzo de la crisis del Covid-19, con la demanda energética minimizada, eso sí, en todo el territorio. En junio, el último registro, aún seguimos exportando más de lo que importábamos al país vecino (47 vs 26 gigavatios/hora).
Luz, más luz. Sólo en Andalucía, nos chupamos una media de 40.000 Gwh. Y a pesar de la apuesta y empuje por las renovables, apenas llegan a cubrir la mitad de demanda de consumo a nivel peninsular (49,3%), donde el 22% de la cobertura en la demanda pertenece a la energía nuclear. En Andalucía, la supuesta tierra de promisión de las energías renovables, 12.886 de los gigavatios producidos por hora corresponden a energías limpias, frente a los 21.125 correspondientes a las no renovables.
Y eso aunque –de nuevo, según REE– el “parque de generación eléctrica española es cada vez más renovable”. Sólo durante el año pasado, la potencia instalada no contaminante creció en un 10%.
El proyecto del que primero se ha escuchado hablar frente al cierre de la central térmica de Los Barrios es la construcción de un parque eólico: el plan de la empresa malagueña Torsa contempla la instalación de 24 aerogeneradores que producirán 111 MW. La nueva planta daría unos 50 puestos de trabajo en funcionamiento y Ornitour, se encargaría del estudio de incidencia en la avifauna.
Desde CC.OO., son prudentes ante esta perspectiva: la experiencia de Tarifa, por ejemplo, les dice que la mano de obra que necesita un parque eólico es muy poca, más allá de su puesta en marcha. El antropólogo David Hughes, que ha estudiado el impacto de la energía en distintas zonas del mundo, explicaba en su artículo La utopía del viento La utopía del vientohasta qué punto la energía eólica abundaba en la asfixia económica de una zona ya de por sí empobrecida: “Se crea empleo, sí, pero al principio, en el momento de la construcción. Después, el mantenimiento es mínimo”. Mínimo y, muchas veces, monitorizado.
“Por eso, creemos que lo realmente útil en casos como este sería promover, por ejemplo, la fabricación de aerogenadores –continúa Manuel Triano–. Ese es el tipo de inversión que querríamos: tecnológica, enfocada al bien de futuras generaciones, que cree empleo”.
El potencial de la energía verde es una de posibles oportunidades que apunta, por ejemplo, el Colegio de Economistas de Cádiz en su informe sobre el escenario económico actual en la provincia –una realidad que se presenta, por decir, complicada–. El informe destaca la “amplia reserva de renovables” con la que cuenta la provincia gaditana, así como la importancia de su internacionalización y explotación.
Un ejemplo de lo que podría ser la evolución hacia las nuevas energías fue la propuesta realizada desde la empresa Renovatec. La ingeniería presentó hace un par de semanas en la concejalía de Fomento de Cádiz un proyecto de construcción de un Centro de Investigación dedicado al I+D+i en el ámbito de las energías renovables: “La idea –explica desde Ecologistas en Acción, Daniel López– sería utilizar los terrenos de Delphi, que disponen de una superficie inmensa y totalmente aprovechable y que cuentan todavía con los transformadores, que podrían aprovecharse en parte”.
El proyecto es solvente pero “no incluye actividad productiva”, admite López. Y los terrenos aún pertenecen a Delphi, ahora en manos del administrador concursal. “Habría que conseguir dinero para parte de la instalación, al menos, y aunque hay agentes que parecen interesados en escuchar la propuesta, se echó de menos, por ejemplo, al ayuntamiento de Puerto Real”. La Bahía cuenta ya con demasiados proyectos en agua de borrajas. La industria verde lo tiene todo para ser nuestra oportunidad. Motivos para ser escépticos, también los tenemos todos.
El reto de volver a los 90 y el impacto del mundo digital
En ¿Qué hacer en caso de incendio? (Capitán Swing), Emilio Santiago y Héctor Tejero apuntaban que, frente a lo que muchos les parece proclamas dignas de una revolución ludita, conseguir llegar a los límites de emisiones propuestos desde el Panel de Cambio Climático supondrían, simplemente, volver a una realidad de consumo como la que teníamos en los años 90. Quienes lo recordamos, sabemos que no era tan distinto. Quizá se consumía menos. Indudablemente, se viajaba menos –el turismo desbocado empezó a rampar entonces–. La diferencia principal está, en efecto, en las pantallas: si Internet fuera un país, aseguraba el informe de Greenpeace Clicking Green, sería el sexto más contaminante del mundo: se calcula que la huella energética del sector de las tecnologías de la información equivale aproximadamente al 7% del consumo mundial de electricidad.
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