La tenaza de la costa noroeste
erosión del litoral
Las presas del Guadalquivir y el puerto de Chipiona han contribuido a acelerar la erosión
Los vecinos piden la colaboración de Demarcación de Costas para evitar mayor desgaste
Playa de Valdeconejos, playa de la Grajuela. Tiene la punta de Montijo a una mano, Doñana a la otra y, si el día está despejado –lo está– se distingue Huelva. En los años setenta, la zona de playa cubría la red rocosa que ahora se extiende por toda la orilla. El retroceso de la línea de costa ha sido, afirman los vecinos, un proceso gradual que se ha acelerado en los últimos años.
“Yo me he criado aquí. Donde ahora se hacen las carreras de caballos, era todo playa, y en las Piletas había que esperar a que bajara la marea para entrar”, cuenta José Ahumada, presidente de la Asociación de Vecinos de Campo de Valdeconejos, la Jara y Montijo. “Todo esta zona ha sido siempre una zona de playas familiares, que creemos tiene un gran valor por el paisaje, por la curiosidad de los corrales marinos. Nunca han sido playas enfocadas al gran turismo, pero tenemos el mismo derecho que otras playas”.
La costa noroeste de la provincia es el farolillo rojo de la constatación y proyecciones de retroceso en línea de costa. Un proceso de erosión que afecta a todo el litoral entre Chipiona y Sanlúcar –con zonas especialmente degradadas, como Montijo–, que es endémico pero no, apuntan sus vecinos, inevitable. Para apoyar su demanda, la asociación aportó a finales del año pasado un informe realizado por los profesores Giorgio Anfuso y Theocharis Plomaritis, del departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Cádiz. “Todo esta zona litoral –repasa Giorgio Anfuso– vive un proceso de erosión constante, perdiendo superficie de cultivo y otros terrenos, con casas amenazadas por la erosión: la gran mayoría, levantadas con escolleras de emergencia. La situación de Montijo es especialmente preocupante, con obras en las últimas décadas que han empeorado la situación”. En el desarrollo de la investigación, Anfuso y Plomaritis se han valido de fotos tomadas desde satélite para estudiar la evolución del litoral en línea de costa, a pie de duna o de acantilado. Según el informe, los principales aceleradores de la erosión en este tramo de la costa noroeste han sido la construcción de presas en el Guadalquivir; la construcción del puerto de Chipiona y, por último, las obras en los corrales de Montijo.
“Las presas –explica Anfuso– han disminuido el principal aporte de sedimentos en la costa: a nivel global, este es el elemento más importante. Luego, se construye el puerto de Chipiona, que interrumpe el transporte de sedimentos de oeste a este. No en grandes cantidades, pero influye. De hecho, en la zona del puerto se ha generado una playa de arena bastante grande que, al final, no usa la gente: la gran extensión de playa de arena seca se aprovecha más bien para chiringuitos y demás”.
“En esa playa, nosotros mariscábamos de pequeños”, recuerda José Ahumada, que apunta que el espigón del puerto estaba en un principio planificado en semicírculo, pero se construyó en vertical: “Además, la APA tiene la obligación de dragar ese puerto y verter la arena en las playas colindantes, y lleva casi una década sin hacerlo”. “La respuesta de Costas –continúa Ahumada–, ha sido que no puede interferir con la Junta ni poner un escrito a la directora general de Costas porque no se la puede molestar”.
Y luego están, por supuesto, las obras en los corrales. Los trabajos principales modificaron la estructura original de los mismos, aumentando su altura. Una construcción que se llevó a cabo, además –como prueban fotos y testimonios– “recogiendo arena de las dunas, guijarros de la parte alta de la playa y restos de hormigón del búnquer”.
“No puedo retroceder en el tiempo, no tengo los perfiles de playa de aquel momento que pide Demarcación, pero creo que hemos hecho una aproximación bastante razonable”, explica el especialista. Entre 2005 y 2006, cuando estaban acabando las obras, se da un retroceso muy fuerte y se prolonga la escollera de protección, uniendo el muro del corral con un espigón para pararlo. El ancho de playa a los dos lados apenas es diferente pero, ante distintas protestas, se procede a quitar la extensión sin devolver al corral su altura original, con lo que la corriente terminó haciendo un efecto embudo. El mar socavó la escollera y la arena se deslizó hasta la parte baja del corral, cubriendo la roca y ahogando el corral.
“Costas recurre a un informe del Cedex para realizar la apertura en el corral –indica la abogada–, pero se trataban más bien de recomendaciones que de un estudio realizado en profundidad”.
Además, la escollera –denuncia José Ahumada– no la hicieron como deberían “y, con el temporal (la tormenta Emma) se fue abajo. Los vecinos han ido recogiendo y amontonando las piedras que quedaban porque no les dieron permiso para hacer otra cosa”. En una de las fincas, presente en la zona desde hace medio siglo, se llevó media piscina. Los restos los han cerrado los propietarios con un cañizo y los restos de la escollera que Emma se llevó por delante.
“Discrepamos con las actuaciones de Demarcación de Costas –resume Anfuso–. Una de las excusas que se pone siempre para justificar la inacción respecto a este litoral es que no hay dinero, pero las obras de recuperación del corral costaron seis millones de euros: cuando se quiere, sí que hay dinero”.
“La erosión es algo que afecta a todo el litoral entre Chipiona y Sanlúcar, y lo que me molesta es que nunca se ha hecho nada para mitigar los efectos del desbroce”, desarrolla Giorgio Anfuso. A lo largo del tramo, nunca se han llevado a cabo proyectos de regeneración de playa y las actuaciones se han limitado a la construcción de estructuras protegiendo puntos puntuales, que “actualmente presentan problemas de erosión al pie”. Para Anfuso, hay que considerar el litoral entre Chipiona y Sanlúcar como una unidad en la que realizar actuaciones para paliar el déficit sedimentario: “Dejando un mínimo de playa para la gente y para proteger lo que hay detrás. Cuando llega un oleaje fuerte, el agua entra entre los orificios de las plataformas rocosas y se produce un sifonamiento del terreno. Varios propietarios han tenido que rellenar la escollera porque el el agua se iba llevando el acantilado”.
La reacción de las distintas administraciones –comentan desde la asociación de vecinos– no ha sido igual. “Desde Medio Ambiente, al menos se han mostrado dispuestos a colaborar. Tanto la Junta como los Ayuntamientos acudieron a la presentación del estudio. Pero los permisos los tiene que dar Costas, que también ha de elaborar un informe y, si es desfavorable, estamos como al principio”.
La asociación de vecinos de Valdeconejos-Jara-Montijo representa a más de mil familias (y sus casas). La mayor parte de las construcciones son ilegales “pero pagamos, eso sí, nuestro IBI, nuestros impuestos, gestionamos nuestro propio suministro del agua, y hay muchas casas ya acogidas al procedimiento de regularización (AFO). Parte de esta urbanización, por ejemplo, forma parte del Plan Parcial Sector 11 de Chipiona”, puntualiza José Ahumada. “La Ley de Costas, además –añade la abogada de la asociación–, contempla el derecho a defender y proteger tu terreno”.
Al final, el resumen de estos conflictos se concreta en dos palabras: quién paga. “Nuestras demandas ya no van tanto por el dinero sino por la colaboración. Que nos dejen actuar. Para realizar cualquier obra, necesitamos el consentimiento de Costas. Nos da igual: si nos dicen que no hay presupuesto, no hay presupuesto, pero que nos dejen asegurar nuestras propiedades”.
“Si desde Costas o desde cualquier administración quieren hacer estudios que aporten a todo esto, estamos encantados de ponerlos en común y colaborar para dar soluciones a corto, medio y largo plazo”, insiste Ahumada.
¿Soluciones? Sí. “Desde la administración, se ha propuesto realizar un paseo marítimo desde Chipiona a Sanlúcar, que supondría el retranqueo de muchas propiedades”. “También –continúa la abogada–, en alguna reunión, se ha apuntado que aún quedaban pendientes servidumbres o nuevos deslindes, y que a ver quién se quedaba fuera".
“Es ridículo que los vecinos tengan que pagar de su bolsillo un estudio para determinar qué pasa –comenta Anfuso–. Decir que es una costa afectada por el retroceso podría aplicarse a tramos de todo el litoral gaditano. ¿Qué pasaría con Camposoto sin regeneración? ¿O con la playa de Santa María en Cádiz?”.
Entre las soluciones –indica el informe– podría contemplarse la construcción de diques semisumergidos, que paliarían un tanto el efecto del oleaje, o regenerar con playas de cantos gruesos, “como se ha hecho en algunas zonas de la costa de Italia”, añade Anfuso. “Son menos atractivas, pero más estables: en verano se podrían cubrir de arena. No se trata de hacer una playa turística brutal, sino de mantener lo que tenemos”.
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