Una de espías en Jerez

Consecuencias locales de un conflicto internacional

El acuerdo entre Estados Unidos y Assange pone fin al ‘affaire’ Wikileaks y deja como víctima colateral una empresa de seguridad internacional gaditana

David Morales acudiendo a declarar a la Audiencia Nacional en 2019
David Morales acudiendo a declarar a la Audiencia Nacional en 2019
Pedro Ingelmo

30 de junio 2024 - 07:00

 Esta es la historia de cómo una modesta empresa española de mercenarios con sede en Jerez se asoció con la CIA para espiar al refugiado más célebre del planeta. O no. O quizá no pasó nada de eso. En el mundo paralelo de los secretos de Estado nada es los que parece.

Para darle la atmósfera de suspense que todo relato de espionaje merece vamos a trasladarnos al centro cronológico de los hechos con dos episodios aparentemente inconexos. En diciembre de 2017 un asesor del ministerio de Exteriores de Ecuador es asaltado por varios encapuchados en el aeropuerto de Quito cuando regresaba de un viaje oficial a Estados Unidos. Sólo le roban el ordenador y se dan a la fuga. Horas después otros encapuchados, según se ve en las cámaras de seguridad, entran en el despacho del ex juez y abogado Baltasar Garzón en Madrid. Intentan realizar una copia del servidor informático sin éxito. Salen por donde han venido y en un detalle chusco se llevan un jamón que había en el despacho. Era uno de esos regalos por las fiestas navideñas. La relación entre el asesor ecuatoriano y Garzón sólo puede ser una: Ecuador acoge en su embajada de Londres al activista Julian Assange, que había puesto patas arriba la política de inteligencia norteamericana en octubre de 2010 al filtrar miles de documentos secretos a través de su página wikileaks, entre ellos imágenes de las escalofriantes torturas practicadas por soldados norteamericanos contra los presos de la cárcel de Abu Ghraib durante la guerra de Iraq, y Garzón era uno de los abogados de Assange.

Ahora vamos al principio. David Morales (Jerez, 1972), un ex militar español, había tenido su bautizo de fuego en Bosnia, en la guerra de los Balcanes, a mediados de la década de los 90. Allí descubrió cómo funcionaban las llamadas agencias privadas de seguridad, en román paladino los mercenarios. Aquel avispero fue el paraíso de estas empresas de soldados sin bandera guerreando para el mejor postor.

Soldados de fortuna han existido siempre, pero el concepto que encendió la bombilla emprendedora de Morales lo fundaría en 1996 Erik Prince, un ex oficial del SEAL, la fuerza de operaciones especiales de Estados Unidos. Aquello se llamó Blackwater (hoy Academi) y tenía un concepto empresarial más amplio que el de una simple recluta de mercenarios. Aparte de hacer el trabajo sucio que no estaba bien que hicieran los soldados norteamericanos, sus operadores también se encargaban de trabajos de seguridad de todo tipo, desde guardaespaldas a asesorías o instrucción, incluso venta de merchandising con su marca. Blackwater saltó a la fama por sus operaciones en Iraq y Afganistán y su trabajo fue tan satisfactorio que la CIA externalizó en ellos el principal objetivo de la inteligencia norteamericana: la caza de Osama Bin Laden, el cerebro del atentado a las Torres Gemelas.

Un Blackwater chiquitito

Morales, como Erick Prince, también había sido miembro del equipo de operaciones especiales del ejército español como cabo primero de la Infantería de Marina. Allí conoció a muchos soldados españoles bragados como él y que habían estado en lugares de conflicto, principalmente Iraq, y que habían tenido que repeler ataques. Gente dura de verdad que sabían combatir y habían visto de todo, como cuando fueron enviados a Haití tras aquel devastador terremoto que arrasó uno de los países más violentos y caóticos del planeta.

Muchos de ellos se quedaron sin oficio cuando cumplieron sus contratos con el Ejército. Para ellos creó Morales en 2008 Undercover (clandestino) Global, un Blackwater en chiquitito. La de Morales no era una empresa de seguridad para vigilar los vagones de los cercanías ni las oficinas bancarias. Esa gente no estaba hecha para eso. Se trataba de un ambicioso proyecto internacional que tuvo su primera sede en una oficina de Puerto Real para después prosperar y trasladarse a una nave del Parque Empresarial Oeste de Jerez.

Morales se reveló como un magnífico comercial y en poco tiempo consiguió buenos clientes, principalmente en los países sudamericanos porque la idea de Morales era convertirse en la gran empresa paramilitar del mundo hispano. En España apenas trabajaba, aunque llegó a acuerdos con sindicatos policiales para formar a sus asociados en defensa personal en los campos de entrenamiento que la firma adquirió en el término de Trebujena o logró concesiones como el de rescate de playas para el Ayuntamiento de Barbate.

Pero no se quedaba ahí. Había demanda de ex soldados en muchos sitios. La protección de los atuneros de los ataques de los piratas somalíes en el Índico era uno de ellos -Segur Ibérica, del ex ministro de Defensa Pedro Morenés, se quedó con la mayor parte de esa tarta-. El otro punto caliente era el estrecho de Bab-el-Mandem, en la punta oriental de Yemen, un país en guerra civil desde 2014 y donde las milicias hutíes tienen como objetivo desde barcos mercantes hasta cruceros. UC Global enviaba a cada cliente un comando de cinco operarios de seguridad equipados con armas largas. Su presencia era disuasoria y se pagaba bien por el trabajo.

La eficacia de UC Global permitía encadenar un cliente con otro. El más famoso de todos ellos era el multimillonario Sheldon Adelson, propietario hasta su muerte de Sands Group, cuyo negocio son los casinos de Las Vegas. Adelson fue uno de los grandes contribuyentes en la campaña electoral que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca y se hizo famoso en España por su proyecto fallido de montar un Eurovegas en Madrid. Morales se encargaba de que no hubiera ningún contratiempo cada vez que Adelson cogía su yate, el Queen Miri, el mayor del mundo, valorado en 70 millones de dólares.

Según Morales, en los mejores momentos la empresa llegó a facturar ocho millones de euros, lo que ya era una cifra significativa. Sin embargo, algunos de sus ex empleados, a los que ellos llamaba “mis mosqueteros”, no tienen muy buena opinión de Morales, al que consideran un vendedor de humo que dirigía la empresa de manera errática.

Y entonces llega el encargo que va a suponer la cúspide y el fin de UC Global. En 2012 Julian Assange está en problemas. Durante una estancia en Suecia en 2010 para acudir a un seminario de una organización izquierdista se había acostado con dos de las seminaristas, dos aparentes grupies de Assange, Anna Ardin y Sofía Wilen. La primera, en realidad, era una cubana miembro del grupo anticastrista las Damas de Blanco y financiado por la inteligencia norteamericana. Ambas denunciaron a Assange no por violación, sino por haber realizado el acto sin condón. Suecia es uno de los países más estrictos en la legislación sobre abusos sexuales porque también es el país europeo donde se denuncian más violaciones por cada cien mil habitantes con una abismal diferencia sobre el segundo, que es Noruega.

Esas acusaciones pillaron a Assange en Inglaterra. Estaba en un brete porque Inglaterra tenía un acuerdo fluido de extradición con Suecia y, a su vez, Suecia lo tenía con Estados Unidos. Lo de las denuncias por abusos sexuales tenían una importancia relativa en comparación con la acusación de espionaje y traición de Estados Unidos, lo que podía conllevar la pena de muerte. El entonces presidente de Ecuador, el izquierdista Rafael Correa, le va a ofrecer una salida que es en realidad un callejón sin salida: su embajada en Londres.

El 19 de junio de 2012 Assange entra en la embajada de Ecuador y ya no saldrá de allí en siete años. La embajada ecuatoriana no es un gran edificio con bonitos jardines y vistas al Támesis. La embajada de Ecuador es un apartamento en el barrio de Knightsbridge de Londres a las espaldas de los grandes almacenes Harrods. A Assange le habilitaron un espacio de 30 metros cuadrados y allí Assange tuvo tiempo de recibir centenares de visitas, volverse medio loco y volver medio loco al personal de la embajada.

El caos

El embajador de Ecuador pide a su gobierno que ponga algo de orden en ese caos. Todos los días la embajada amanece rodeada de seguidores de Assange, periodistas, policías, manifestantes… Rafael Correa se va a encargar personalmente. Correa conoce a Morales, es uno de sus clientes. Tiene plena confianza en él al punto de que UC Global se encarga de la seguridad de su familia. Según Morales, el propio Correa le llamaba personalmente para saber dónde estaban sus hijas. Así es como los operarios de Morales llegan al apartamento donde se encuentra encerrado el “huésped”. Van a velar por su seguridad y la del personal de la embajada, muy incómodo con todo lo que está suponiendo la presencia de un visitante que se ha hecho el dueño de las dependencias. Monta en patinete, se pasea en calzoncillos, la gente entra y sale. Sin ir más lejos, han venido a verle Lady Gaga y Pamela Anderson. Al fin y al cabo, Assange es un perro enjaulado, pero no cualquier perro enjaulado.

Julian Assange saludando en 2012 a sus seguidores y a los periodistas desde el balcón de la embajada de Ecuador, en 2012
Julian Assange saludando en 2012 a sus seguidores y a los periodistas desde el balcón de la embajada de Ecuador, en 2012

Y aquí llegamos al enigma. El mayor interesado en conocer qué hacía y a quién recibía Assange era la CIA. ¿Proporcionó UC Global esa información a la CIA? ¿Quién entró en el despacho de Garzón, quién le robó el ordenador al asesor ecuatoriano en Quito? Es más, ¿UC Global fue contactada por Mike Pompeo, director por entonces de la CIA, para que participara en un proyecto de secuestro o envenenamiento de Assange, tal como declaró un ex empleado de UC Global como testigo protegido en la causa iniciada por una demanda de cuatro ciudadanos norteamericanos? En esta demanda estos cuatro ciudadanos acusaban a la CIA y a UC Global de haberse hecho con los datos de los móviles de todos los visitantes de Assange, que tenían que entregar a la entrada. La CIA, como era de suponer, no ha ayudado mucho en la investigación. En una declaración ante el tribunal el pasado mes de abril, el actual director de la central, William Burns, afirmó que cualquier dato sobre este tema “podría causar graves daños a la seguridad de los Estados Unidos”. Vamos, que ni sí ni no. De momento, un juzgado de Nueva York ha dicho que sí, que UC Global y la CIA violaron los derechos y la privacidad de los ciudadanos norteamericanos que visitaron a Assange.

En numerosas entrevistas Morales no ha salido de su asombro. “Es una película de Netflix”. En declaraciones a La Voz del Sur en 2020 Morales aseguraba que “en ningún momento se ha hecho ninguna labor que fuera orientada a espiar a este señor. Siempre hemos trabajado bajo las directrices del Gobierno ecuatoriano, teníamos un contrato completamente legal en el que estaban detalladas todas nuestras funciones. En los medios se habla de horas y horas de grabaciones, todo eso es completamente falso. No hay ni vídeos ni grabaciones que no fueran autorizadas”. En otras declaraciones a la CNN fue aún más tajante: “No trabajo para la CIA”

En 2018 el mundo empezó a desmoronarse sobre la cabeza de Morales. Correa, perseguido por denuncias por corrupción, se había trasladado a vivir a Bruselas y le había sucedido en el cargo el delfín que luego le traicionará, Lenin Moreno. Coincidiendo con ello, en un análisis rutinario, se le diagnostica un cáncer al fundador de UC Global. No le dieron más de siete meses de vida. Morales cedió a uno de sus socios el control de la empresa mientras él trataba su enfermedad. La predicción del médico no se cumplió. El tumor se controló y Morales volvió al trabajo. Lo primero que se encontró es que faltaba dinero de un contrato con Jordania y Morales despidió de manera fulminante a su socio. Sólo unos meses después empezaron a aparecer correos internos en el diario El País y los informes que cada día los operarios de UC Global enviaban a su central detallando las rutinas de Assange, incluyendo el romance que empieza con una de sus abogadas, Stella Morris, hoy su esposa.

De los correos, que son del año 2017, se deduce que han colocado micrófonos, aunque los operarios lamentan que “a Assange y a Morris se les escucha muy flojo”, a lo que se añade que Assange tenía colocado un distorsionador de voz oculto en una lámpara. Otras veces Assange, obsesionado con que estaba siendo espiado, recibía a sus invitados en el cuarto de baño de señoras, donde no había cámaras. En otro correo Morales dice “¿qué podemos hacer si una agencia de las barras y estrellas quiere vernos?”, a lo que contesta uno de sus operarios: “Ya me imaginaba que iría por ahí”. En otros habla de que “nos hemos pasado al lado oscuro” y en otro, en tono eufórico, “trabajamos en la liga de campeones”. Y en otro: “Yo aseguro el contacto con USA… en una semana tendré que ir a Washington”. ¿Prueba eso que la CIA estaba detrás? Morales ha afirmado que esos correos son recortes de correos más largos que se han utilizado como un puzle para construir el relato deseado. Y o la CIA paga muy mal o Morales es muy prudente, pero la investigación no ha podido acreditar un enriquecimiento desmedido del ex militar en aquellos años.

El principio del fin: las demandas

Lo cierto es que el ejecutivo de Lenin Moreno en 2018 no tiene en ellos la misma confianza que Correa. Se han frustrado un par de planes para sacar a Assange de la embajada por sospechar que se había filtrado la información. Morales también sospecha que el Senain, el servicio secreto de Ecuador, les vigila. Vigilan al vigilante. No paran de filtrarse imágenes y documentos sobre la estancia de Assange en el “hotel”. Lenin Moreno, que está harto de Assange y de todo lo que se refiere a la embajada en Londres, corta por lo sano. Rescinde el contrato con UC Global y disuelve el Senain para crear una nueva agencia de espionaje. Ya no se fía de nadie.

Ejercicios de instrucción en la sede de UC Global en 2016
Ejercicios de instrucción en la sede de UC Global en 2016

Paralelamente, Assange denuncia en España, a través de Baltasar Garzón, a UC Global por violación de su intimidad. El caso cae en una de las salas de la Audiencia Nacional. Se ordenan registros de la sede de la empresa en Jerez y Morales acude a declarar, a negarlo todo. Lo que los testigos protegidos, ex trabajadores de la empresa, consideran la principal prueba de cargo es un teléfono Samsung que ellos mismos le configuraron para comunicarse con la CIA. Pero ese teléfono no apareció nunca. Morales sale de los juzgados con las cuentas embargadas y la prohibición de cruzar las fronteras españolas. El negocio se ha ido al garete. Si él no puede salir de España no puede contactar con clientes porque todos sus clientes son internacionales. “Yo soy el principal activo de mi empresa. Si me atan las manos, no hay empresa”, ha declarado en alguna ocasión.

Esta semana se ha hecho público el acuerdo entre Estados Unidos y los abogados de Julian Assange. A cambio de que Assange reconociera sus delitos, Estados Unidos detendría su persecución. De este modo, Assange ha abandonado la prisión británica en la que estaba recluido y ya es un hombre libre que se ha podido reunir en su país natal, Australia, con Stella y sus dos hijos, concebidos en la embajada ecuatoriana.

Pero para Morales esta historia finalizada no ha finalizado. UC Global no funciona desde el año 2019 y difícilmente podrá volver a hacerlo porque no hay nada peor para quien trabaja en el mundo de los secretos que dejar de ser secreto. La causa judicial sigue su curso. Morales ha dicho a sus abogados que no quiere que se dé información sobre ello. Va para largo.

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