"Cuando hay fallos serios de memoria es por una enfermedad, no por la edad"
Miguel Ángel Moya Molina | Neurólogo y director médico del hospital Puerta del Mar de Cádiz
"Tras la pandemia estamos viendo un repunte de ictus en jóvenes sin factores de riesgo, aunque aún no tenemos datos para relacionarlo con el Covid"
"La ELA es la enfermedad más terrible que hay"
Ictus, Alzheimer, ELA, Parkinson... Muchas son las familias que se han topado de frente con algunas de estas enfermedades neurodegenerativas que lamentablemente están cada vez más en boga. Y son males que en muchos casos originan unas secuelas terribles en esos pacientes. Una persona que sabe mucho de estas dolencias es el médico Miguel Ángel Moya Molina (Vitoria, 1971), que está considerado uno de los neurólogos más prestigiosos que hay en Andalucía. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra, se incorporó al servicio de Neurología del hospital Puerta del Mar de Cádiz en 2008, llegando a ser jefe de servicio entre 2014 y 2019. Desde esta última fecha es el director médico del principal hospital de la capital gaditana. También ha sido presidente de la Sociedad Andaluza de Neurología entre 2019 y 2021.
–¿Cómo llega hasta Cádiz un vitoriano que estudió la carrera de Medicina en Pamplona?
–Sí, nací en Vitoria pero me considero un vasco prestado porque las dos ramas de mi familia son andaluzas, de Alhama de Granada. En Pamplona hice la carrera y después fui a Oviedo a preparar el MIR. Allí conocí a una gaditana de San Fernando que hoy es mi mujer. Y antes de casarnos hicimos un pacto según el cual los dos estudiaríamos la especialidad en Pamplona y luego nos vendríamos a vivir a Cádiz. Y eso fue lo que hicimos. Ahora residimos en San Fernando con nuestras tres hijas.
–Suma usted más de tres años como director médico del Puerta del Mar. ¿Cuál es en concreto su función?
–Cuando a Sebastián Quintero le nombraron director gerente del hospital, y de acuerdo con el protocolo que hay que seguir en estos casos, la junta facultativa del centro le propuso tres candidatos para director médico, y de esa terna me eligió a mí. Aparte hay también una dirección de enfermería y una dirección económica. Mi labor consiste en coordinar todos los actos médicos que se producen en el hospital como, por ejemplo, qué quirófanos van para cirugía o neurocirugía o cardiaca, o estar pendiente de las listas de espera y de las consultas. Y tengo dos subdirectoras que me ayudan, una en temas quirúrgicos y otra en temas médicos.
–¿Ya se ha olvidado el terremoto que supuso el Covid en este hospital?
–Estamos volviendo poco a poco a la normalidad. La pandemia fue una cosa imprevista, sin antecedentes previos. Yo creo que hicimos una cosa bien y fue crear una comisión Covid de todos los profesionales que estaban implicados en el complejo hospitalario. Esa comisión asesoraba mucho porque había gente de enfermedades infecciosas, de enfermería, de medicina preventiva, de microbiología... Teníamos reuniones semanales e íbamos actuando conforme a las necesidades. Hicimos un plan de contingencia cuando ya se conocieron los primeros casos en Italia, en Madrid, y teníamos previsto qué hacer cuando llegara el primer contagiado, el segundo, el primero en UCI... Eso nos sirvió de hoja de ruta para ir actuando. Creo que salimos medianamente airosos, aunque tuvimos momentos de agobio, sobre todo a primeros de 2021. En el confinamiento tuvimos nuestros apuros pero después del verano de 2020 aumentó el número de ingresos y lo peor vino entre diciembre de 2020 y enero de 2021. Llegamos a tener 260 ingresos por Covid entre los dos hospitales (Puerta del Mar y San Carlos) y más de 30 en la UCI. Fue un tiempo además en el que surgieron brotes en varias residencias de la provincia y se decidió que esos casos ingresaran en San Carlos. Y en febrero llegó además el incendio en el Puerta del Mar. Nos pasó de todo en poco tiempo.
–Aparte del uso obligatorio de la mascarilla, ¿qué queda del Covid en el Puerta del Mar?
–Pues muy poco, la verdad. Hoy (por el pasado jueves día 29) sólo tenemos un ingreso por Covid. Lo que sí queda en todo caso son las pruebas de antígenos que hacemos por seguridad a cada nuevo ingreso y antes de las cirugías. Y poco más. Bueno, y la planta Covid que es realmente la planta de infecciosos.
–¿Por qué se decidió usted por la especialidad de Neurología? ¿Le atrajo quizás algún caso cercano?
–No, tuve un caso en la familia pero fue posterior. Mi madre enfermó de ELA, terminó falleciendo pero yo ya era neurólogo. Es decir, que viví esa enfermedad como médico y como familiar de paciente. Pues mire, yo creo que la Neurología me atrajo desde que de pequeño vi en Televisión Española la serie de Ramón y Cajal que protagonizaba Adolfo Marsillach. Me impactó mucho la vida de Ramón y Cajal. Es más, yo me considero cajalista porque siempre me llamó la atención lo que fue capaz de hacer ese hombre con los pocos medios que tenía. Viendo esa serie me quedé con lo de las neuronas, la sinapsis... Al estudiar Medicina yo me incliné inicialmente por la Psiquiatría, pero el espaldarazo fue en quinto, donde tenía ya la asignatura de Neurología. Ahí me decidí por esta especialidad, posiblemente porque influyó la persona que me dio la asignatura. Se trataba de José Manuel Martínez Lage, una eminencia en la materia y que aún vive. La pasión que transmitía por la Neurología me llegó.
–¿Y los nuevos médicos se decantan por la Neurología o se consideran ustedes el patito feo de la Medicina?
–No, no, ya no nos consideramos así. Lo que pasa es que la Neurología es una especialidad que da cierto reparo si no la conoces. Para conocerla hay que tener medios para que te la cuenten y tú ser capaz de acceder a esa información. Pero en los últimos años está aumentando el número de neurólogos y de hecho este año tenemos por primera vez dos residentes por año en el Puerta del Mar. Así que de aquí a cuatro años vamos a tener ocho residentes en formación.
–Sin ser un especialista en la materia, creo que la Neurología es uno de los apartados de la Medicina en los que queda más por campo por descubrir. ¿Es así?
–En todas las especialidades se aprende siempre algo, porque la Medicina es muy dinámica. Pero efectivamente en la Neurología hay muchísimo campo de desarrollo porque, por ejemplo, no se sabe por qué se producen las enfermedades neurodegenerativas. Se sabe que se producen pero ¿por qué? ¿Por qué de repente en una persona empiezan a morirse las neuronas en una parte del cerebro? Eso no se sabe. Hay un mundo ahí desconocido. ¿En qué momento empieza la neurodegeneración? ¿Cuál es la causa? ¿La causa es un mal funcionamiento de la conexión entre neuronas, de la sinapsis, y eso acaba produciendo la muerte neuronal? ¿Hay determinados tóxicos que atacan a la neurona y eso hace que la transmisión no sea la correcta? Todo eso es un mundo por descubrir y eso hace que para las enfermedades neurogenerativas no tengamos un tratamiento curativo. Tenemos un tratamiento sintomático en el mejor de los casos o no tenemos tratamiento, porque no sabemos cuál es la causa última. Cuando hay un tumor en el hígado, te quitan esa parte y el hígado se regenera. Pero en el cerebro, no.
–Tiene que ser muy frustrante decirle en esos casos a un paciente que no hay tratamiento para su enfermedad, ¿no?
–La Neurología es una especialidad muy bonita y si yo volviera a hacer Medicina, volvería a elegir esta especialidad. Y cuando digo que es 'bonita' entiéndase que lo que es bonito para un médico jamás es bueno para un enfermo, lógicamente. La Neurología es muy bonita en el diagnóstico pero muy frustrante en el tratamiento. En la parte del diagnóstico es una especialidad muy rica en síntomas, en semiología, porque en el cerebro cada parte tiene una función y dependiendo de los síntomas que tú ves puedes orientar tu diagnóstico y ratificarlo luego mediante una resonancia o mediante lo que sea. Toda esa parte es bonita para un médico. Pero muchas veces es frustrante en el tratamiento. Hoy al menos tenemos algunos tratamientos que pueden mejorar ciertos aspectos o la calidad de vida del paciente, pero hay muchísimas cosas que todavía no somos capaces de tratar.
–Es decir, que un neurólogo aprende todos los días.
–Cierto, porque es una especialidad muy variada. Hombre, también tratamos enfermedades mucho más comunes como las cefaleas, los dolores de cabeza, las migrañas... Pero raro es el día en el que no llega una persona con unos síntomas que te despiertan interés por llegar al fondo del diagnóstico.
–¿Cuándo surgen términos como ictus, Alzheimer, ELA, Parkinson...? Porque durante muchas décadas siempre se generalizaba todo como demencia senil.
–Pues mire, Alzheimer describió la enfermedad que lleva su nombre en 1906, que la describió en una enferma pre-senil de cincuenta y pocos años que tuvo un delirio de celos. Hasta entonces se pensaba que toda demencial era vascular. Se decía que uno perdía la cabeza y punto. Excepcionalmente también se decía que en personas jóvenes podía haber algunos problemas cerebrales. Fue en 1970 cuando se empieza a descubrir que no, que estas enfermedades vienen por un cúmulo anómalo de proteínas en el cerebro. Y ha habido que esperar hasta que todo esto se introdujera en la sociedad. La demencia senil puedes ser una enfermedad de Alzheimer, una demencia vascular, una demencia mixta... Aún se usa lo de la demencia senil y, aunque no está mal dicho, hay que apurar y decir qué tipo de enfermedad es. Esto ha existido siempre pero lo que ha cambiado es la manera de referirnos a ella.
–Creo que el número de pacientes con enfermedades neurodegenerativas no para de crecer. ¿A qué se debe?
–El hecho de que haya más diagnósticos se debe sobre todo a dos factores. El primero es que la gente vive ahora más años, gracias a Dios, y la enfermedad neurodegenerativa está muy en relación con el envejecimiento de la población. Y aumenta también porque tenemos ahora más criterios y más exploraciones para diagnosticarlas con más precisión. Y yo pondría además un tercer factor y es que las familias están ahora más concienciadas de que ante cualquier síntoma hay que acudir al médico, al neurólogo. Yo recuerdo que mi abuela materna jamás fue al médico y mi madre decía que como tenía 87 años ya había perdido la cabeza. Ahora sé que tuvo una enfermedad de Alzheimer y no recibió tratamiento.
–¿A una persona mayor se le pueden ir cosas de la cabeza y no tener una enfermedad neurodegenerativa?
–Es raro. Es cierto que con la edad puedes tener ciertos problemillas de memoria, al igual que se pierde agilidad, o se tiene artrosis, o se tiene dificultad para andar. Pero cuando hay un problema importante de memoria, es porque hay una enfermedad asociada. Se comete el error de atribuir los fallos de memoria a la edad. Es cuando se dice eso de que alguien "está chocheando". Eso es un error porque la edad por sí no es causa de problemas de memoria. Puede haber ciertos despistes, eso es normal, porque es inherente al deterioro físico. Pero si hay síntomas claros, no deben ser atribuidos a la edad.
–¿Y cuáles serían, a su juicio, esos síntomas claros?
–Por ejemplo, dejar de hacer cosas que uno hacía antes. Como quien antes leía mucho y ahora no lo hace y dice que es porque no le apetece. Eso es un síntoma de que igual no está entendiendo lo que lee o de que no recuerda lo que ha leído antes y le resulta desagradable. O personas que cocinaban de maravilla y ahora tienen que preguntar los ingredientes. O quien sale, compra un kilo de patatas y al poco sale otra vez a comprar lo mismo porque no se acuerda de que ya lo había comprado antes. Puede haber despistes, como dejar el fuego encendido. Eso nos puede pasar a cualquiera. Pero si después no te acuerdas de que ese fuego lo has puesto tú o incluso discutes quién lo puso, ahí puede haber algo. Y yo soy partidario de que ante cualquier duda, hay que consultar al especialista.
–¿Qué valoración hace de la Unidad del Ictus que se puso en marcha en el hospital Puerta del Mar no hace muchos años? ¿Se ha logrado implantar también en los hospitales de Jerez y del Campo de Gibraltar?
–El de Jerez sí funciona ya y el del Campo de Gibraltar está en proyecto. Yo creo que ha habido un antes y un después en el tratamiento de esa enfermedad en Cádiz gracias a esa Unidad del Ictus porque se ha demostrado que salva vidas y salva discapacidades. A veces lo terrible no es que uno se muera, lo terrible es que con 60 ó 70 años te quedes incapaz, encamado y hemipléjico para los restos. Y el código ictus permite a veces que no haya secuelas o que esas secuelas sean menores. Para eso es clave que cuanto antes se venga al hospital porque si llegas en las tres primeras horas del ictus, la posibilidad de recuperarte es mucho mayor que si llegas pasadas las seis horas. Por cada hora que tardes en instaurar el tratamiento, menos posibilidad tienes de recuperarte o de quedarte con una secuela menor. Hace falta mucha rapidez y de hecho ahora ha cambiado el pronóstico de los enfermos con ictus. Porque el ictus ha existido siempre. Se decía “le ha dado una aplopejía” y como no había nada que hacer, los enfermos llegaban a Urgencias, quedaban ingresados para cuatro cuidados y a su casa o a una residencia. Lo que pasa ahora es que hay tratamientos intravenosos y, sobre todo, cateterismos para extraer el trombo, que permiten abrir una arteria que está cerrada para que pase la sangre y el cerebro vuelva a funcionar. Y eso hay que hacerlo cuanto antes porque en el cerebro no se muere a la vez toda la parte que está sin sangre. Hay una parte que se va muriendo en el centro y luego hay un área alrededor que se llama área de penumbra y que es recuperable. Pero para eso es necesario que vuelva a entrar el riego sanguíneo. Si no entra, se hace infarto y viene una secuela enorme. Si tú eres capaz de extraer el trombo para que entre la sangre, aunque haya una pequeñita área de infarto en el centro, esa zona se recupera y es cerebro que vuelve a funcionar.
–¿Existen recomendaciones para prevenir un ictus?
–Hay una serie de factores de riesgo vascular que son los mismos que para el corazón y que dependen de nosotros como el tabaco, el alcohol, el colesterol, la diabetes, la hipertensión... Eso está en nuestra mano y eso sí es prevención secundaria. También hay una serie de factores que no podemos controlar como la edad. Y aparte hay otros factores que son inherentes a cada uno y en los que no podemos hacer nada como la parte genética, por ejemplo. Esto es como una tómbola y dependes de las papeletas que tengas. Si tienes muchas, malo, pero si te vas desprendiendo de papeletas, hombre, te puede tocar, pero las probabilidades bajan.
–¿El virus del Covid ha potenciado las enfermedades neurodegenerativas?
–Están descritos casos de ictus asociados al Covid pero no son datos significativos. Lo que sí está apareciendo ahora es que después de la pandemia estamos teniendo un número no despreciable de ictus en gente joven y sin factores de riesgo vascular. Gente de 18, 20, 30 años... No tengo datos para relacionar esto con el Covid. Pero que haya muchos ictus sin una causa explicable en gente joven, eso no se veía antes del Covid, salvo que fueran jóvenes con una cardiopatía.
–¿Pero son jóvenes que han pasado el Covid? ¿Y esto sucede sólo en Cádiz?
–Estamos empezando a investigarlo. Queremos saber si han pasado el virus o no, si se han vacunado o no... queremos ver si hay algo que pudiera explicarlo. Pero la realidad es esa, que ha habido un repunte de ictus en gente joven sin factores de riesgo. Tampoco he tratado aún este tema con compañeros de otros hospitales. Hablo sólo del Puerta del Mar. Me imagino que en el congreso anual de la Sociedad Andaluza de Neurología, que se celebra este mes de octubre, abordaremos este asunto.
–¿Qué valoración realizan los neurólogos de las asociaciones que existen en la provincia y que tratan a enfermos de Parkinson o de Alzheimer?
–Su labor es fundamental porque ofrecen cosas que el sistema publico sanitario no puede ofrecer. Por ejemplo, la fisioterapia diaria en las asociaciones de Parkinson. Eso no es viable en la sanidad pública porque la rehabilitación está concebida para ganar función. Pasa por ejemplo cuando se pone una prótesis de cadera y la rehabilitación se emplea luego para volver a andar. Pero el sistema no puede dar fisioterapia a mucha gente durante muchos años. Eso lo dan las asociaciones. O la logopedia, o la estimulación cognitiva para los enfermos de Alzheimer. Aparte está el cariño y el trato que le dan a las familias y el tiempo que le pueden dedicar, porque a veces nosotros en la consulta no podemos hacerlo.
–¿Y colaboran ustedes con esas asociaciones?
–Es verdad que la pandemia ha frenado un poco nuestra colaboración con ellos, pero con frecuencia hemos ido a ayudar y existe una buena relación. De hecho, el Plan Andaluz de Alzheimer tiene un especial interés en relacionar a los clínicos con estas asociaciones.
–¿Cuál es la enfermedad neurodegenerativa más peligrosa?
–La ELA, sin duda. Es más, yo creo que la ELA es la peor enfermedad que hay, ya sean neurológicas o no neurológicas. Además de ser una enfermedad que no tiene tratamiento, es imparable porque avanza con rapidez. Además es una enfermedad en la que la mente se queda clara hasta el final. Y ver cómo tu cuerpo se va paralizando, cómo no puedes tragar, ni hablar, ni andar, y ser consciente de eso... uf, tela.
–Hay una reivindicación ciudadana de siempre en la que se pide a las administraciones que invierta más dinero en investigar la cura contra el cáncer pero, por lo que usted está diciendo, veo que en la Neurología también hay mucha investigación pendiente.
–Hombre, es que el cáncer es más frecuente, más prevalente, y tiene hoy tratamientos muy buenos. Hoy las perspectivas del cáncer han cambiado. Hoy se puede curar un gran número de tumores. Y estas enfermedades neurodegenerativas son menos frecuentes y es más difícil encontrar un tratamiento porque se desconocen las causas. Y luego, claro, quien más invierte en investigación, en tratamiento, es la industria farmacéutica, que hace una labor magnífica, sin duda, pero lógicamente es un sector con ánimo de lucro que invierte allí donde tiene más posibilidades de recuperar ese dinero invertido.
–¿Cuál es ese medicamento milagroso con que usted sueña?
–Un fármaco que cure la ELA y otro que cure el Alzheimer. Si eso se creara, yo me podría morir satisfecho.
–¿Algún día se conocerá el funcionamiento del cerebro al cien por cien?
–Probablemente, sí. Bueno, al cien por cien no lo sé, pero con todos los avances que hay hoy con temas como la inteligencia artificial o los megadatos, seguro que iremos avanzando. De hecho, la Neurología avanza mucho de un año para otro y hoy se conoce mucho más del cerebro de lo que que sabíamos hace diez años.
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