Los gaditanos que votan a Trump
Los 'paisanos' de las barras y estrellas
Una explicación de los resultados de las elecciones presidenciales norteamericanas a través de un recorrido por las cinco poblaciones de Estados Unidos que llevan el nombre de Cádiz
En Estados Unidos, a lo largo de todo el país, viven aproximadamente unos 6.000 gaditanos de raza abrumadoramente blanca que difícilmente podrían poner Cádiz en el mapa. Son todos muy cristianos pero ninguno es cofrade, el único carnaval del que han oído hablar es el del Mardi Gras y el mar les pilla muy lejos. También tienen otra cosa en común: son muy de Donald Trump, a juzgar por los resultados de las últimas elecciones presidenciales norteamericanas.
Son los gaditanos de los cinco Cadiz, sin tilde en la a, que habitan en lo que conocemos como la América profunda. Este mismo análisis lo podríamos hacer con las tres Seville, las seis Cordovas o las seis Malaga, todas ellas poblaciones rurales que se han rendido al mensaje del millonario neoyorquino. Pero con los Cadiz nos da para abarcar buena parte del espectro de motivos que han llevado a una sonora derrota a la candidatura demócrata de Kamala Harris.
Ohio
El más conocido de los Cadiz americanos es, sin duda, el Cadiz de Ohio, sede del pequeño condado de Harrison (algo más de 15.000 habitantes), que debe el nombre al titular de la presidencia más corta de Estados Unidos. William Henry Harrison se murió en 1841 de una neumonía un mes después de haber tomado posesión del cargo. No es la única anécdota presidencial de Cadiz. El 14 de febrero de 1861 Abraham Lincoln hacía el recorrido inaugural de la línea férrea entre uno de los miles de Spriengfield que jalonan la geografía estadounidense y Washington y decidió hacer parada en Cadiz, donde fue obsequiado con una comilona de tal magnitud que le impidió dirigirse a los gaditanos de Ohio: “Estoy demasiado lleno para hablar”, fue lo único que Lincoln dijo en Cadiz.
En cuanto al nombre de Cadiz, según cuentan en el documental Sin acento de Cadiz, producido por el servicio de vídeo de Diputación en el año 2000 y cuya realización supuso que los de Cadiz de Estados Unidos vieran por primera vez a unos gaditanos de verdad, se debe a que “en 1804, cuando se fundó el pueblo, había que escoger un nombre que lo distinguiera para que pudiera llegar el correo. El Cádiz de España era un nombre muy conocido por las relaciones por mar que tenía con América y entonces se escogió ese, pero la verdad es que aquí nunca hubo españoles”. Eso al menos contaba el cronista local del poblado, Charles Wallace, a la expedición audiovisual gaditana.
La población de Cadiz, un cruce de caminos como tantos de la conquista del Oeste, apenas supera los 3.000 habitantes, pero tiene un reclamo imbatible: allí nació Clark Gable. De hecho, la casa museo del que fue el Rhett Butler de Lo que el viento se llevó es su principal, y único, señuelo turístico. El padre de Gable llegó a Cadiz atraído por la prosperidad que prometía la minería del carbón. Se acabó el carbón y el padre de Gable se largó. Desde aquellos lejanos tiempos, en Cadiz todo lo que huela a fósil es venerado.
Ahora Cadiz languidece a la espera de que se haga realidad una noticia aparecida en la sección de negocios del Chicago Tribune, en la que se informaba que la compañía de hidrocarburos Utica Shale consideraba la zona como prometedora para la extracción de petróleo compacto a través de del fracking. El fracking es una técnica basada en inyectar agua y arena con aditivos químicos a gran profundidad para fracturar la roca y obtener gas de esquisto. Diez países europeos, entre ellos España, tienen prohibida su aplicación, sin embargo casi todo el gas que importa Europa de Estados Unidos proviene del fracking.
Por eso, el estado de Ohio, considerado como uno de los llamados swing, que unas veces votan demócrata y otras republicano, tuvo claro hacia dónde decantarse, contradiciendo a la urbana capital del estado, Columbus, que votó a Harris. En Cadiz, en realidad, hace tiempo que se habían decantado. Los republicanos llevan ganando desde que el segundo George Bush se enfrentó al ecologista Al Gore en el año 2000. Y en Cadiz no quieren ni oír hablar de ecologismo. Quieren sacar el petróleo que hay bajo sus pies de la manera que sea. En esta ocasión más contundentes no han podido ser. Un 77% votó las promesas de Trump de hacer renacer la industria de lo fósil.
Kentucky
Se especula con que el nombre del segundo Cadiz más poblado de Estados Unidos pudiera venir dado por algún aventurero proveniente del Cádiz español que llegó a estas tierras en la segunda década del siglo XIX y que se hizo muy popular entre la población. Este Cadiz se encuentra en la carretera que lleva a Nashville, la Meca mundial del country, que está a unas 90 millas. Pero mientras Nashville es la capital del estado de Tennessee, Cadiz se encuentra en Kentucky, en el condado de Trigg, uno de tantos dedicados al cultivo de tabaco y en el que la mano de obra esclava fue el origen de grandes fortunas. En las tiendas de Cadiz se venden todavía como souvenir las muñecas negras que hacían artesanalmente los esclavos para sus hijos. Mejicanos y nicaragüenses, inmigrantes ilegales todos, son hoy los nuevos esclavos de las plantaciones de Kentucky.
En el Cadiz de Kentucky se unen el río Ohio con el Mississippi, lo que ha creado un lago que se ha convertido en un enclave turístico que se ha potenciado con la construcción de dos parques de atracciones.
Trigg fue un condado seco (libre de alcohol) y en Cadiz no pudo uno echarse legalmente un trago hasta el año 2009, en el que por un estrecho margen un referéndum admitió que se pudiera beber al menos en los domicilios. Esto podría parecer un hecho insólito en lo que es la gran destilería de las barras y las estrellas. El bourbon de Kentucky es un producto tan conocido en todo el mundo como su pollo frito. Pero tiene su explicación.
Kentucky es uno de los estados más puritanos del país. Cerca de un 35% de sus habitantes son protestantes evangélicos y en el apoyo de los evangélicos Trump ha cimentado buena parte de su rotundo triunfo. La alianza entre un pecador y los fundamentalistas del evangelio, lo que el teólogo Juan José Tamayo ha bautizado como cristoneofascismo, se basa en un doble pacto: no al aborto y cancha política a los pastores del rifle y la Biblia. Durante su campaña Trump se promocionó en estados como Kentucky o Oklahoma vendiendo biblias, las biblias de Trump, por 60 dólares, que habían sido adquiridas en China por tres dólares.
En Trigg pervive el periódico semanal del condado, el The Cadiz Record, fundado en 1880, que ha defendido la causa de Trump para sus cinco mil suscriptores. Ha dado resultado, como no podía ser de otra manera. En el condado de Trigg, donde Cadiz, con sus dos mil y picos habitantes es una de las mayores localidades, Trump ha arrasado a su rival con un 75,5% del voto, que hubiera sido mayor si no fuera por un 17% de la población negra que ha votado mayoritariamente a la candidata demócrata.
Indiana
El siguiente Cadiz de Estados Unidos se encuentra en el condado de Henry, en Indiana, y el origen de su nombre se debe a que sus fundadores fueron un matrimonio de colonos del Cadiz de Ohio que se trasladaron allí, al estado de al lado, más hacia al oeste, en 1834. Se instalaron en el lugar y no se complicaron. Le pusieron el mismo nombre que el lugar del que habían venido.
Aquí, en política, tienen pocas dudas. En el condado de Henry no ganan los demócratas desde el año 1964, cuando votaron al muy rudo y tejano Lyndon B. Johnson tras el asesinato de Kennedy. En el Cadiz de Indiana el cien por cien de su pequeña población de poco más de 200 personas son blancos. Esta vez no fue muy distinto. En el condado de Henry ganó Trump con el 70% de los votos y en Cadiz directamente nadie votó a Kamala Harris.
El Cadiz de Indiana es un pueblecito de jubilados y camioneros. La media de ingresos por hogar es de poco más de 42.000 dólares, la mitad de la media de ingresos de Estados Unidos, que se encuentra en 82.000. No hay industria, aunque en sus días de esplendor llegó a contar con una fábrica de muebles, dos hoteles y una casa de citas. Nada de eso existe ya. Por no haber, no hay ni crímenes. Se puede sospechar que en pueblos tan aburridos y pobres como éste, tan cerca y tan lejos de la muy demócrata capital del Estado, Indianapolis, se tiene que dar buen abono para celebrar los disparatados discursos del que será, de nuevo, su presidente.
Texas
Más pequeño aún que el Cadiz de Indiana es el Cadiz de Texas, enclavado en el condado de Bee, fundado a mediados del siglo XIX por una colonia de inmigrantes irlandeses a los que se les unieron posteriormente otros colonos europeos llegados de Louisiana y Mississippi con la política de asentamientos del presidente Andrew Jackson, el fundador del partido demócrata, que en sus orígenes abanderaba la defensa del esclavismo en el sur. El origen del actual Cadiz texano es el poblado que se formó en torno a una desmotadora y dos iglesias, de la que ya sólo queda una, la baptista.
Es un lugar de guerras de fronteras donde todavía es posible encontrar hoy restos de algunas misiones españolas. Ahora la población del condado donde se enclava este Cadiz es mayoritariamente de origen hispano, casi un 70% frente al poco más del 20% de los que fueron aquellos primeros blancos, y un castellano tex-mex es el idioma que predomina.
En estas elecciones Trump ha conseguido barrer con lo que se llama voto latino, que ya es algo muy difuso, ya que los sociólogos siguen llamando voto latino a estadounidenses de origen latino con más de dos generaciones. Y los latinos de Texas compran el discurso antiinmigración de Trump. En el condado tejano de Cameron, en el extremo sur del valle de Río Grande, donde un 90% de la población es hispana, Trump ganó con un 53%. En el condado de Cadiz obtuvo algo más, el 69%.
California
California es un estado gigantesco en el que caben cinco portugales y que podría funcionar como un país. De hecho, si fuera independiente sería la quinta economía del mundo. En este bastión demócrata Kamala Harris ganó por diecisiete puntos a Trump. Nada que no se supiese.
En la California interior, al sur, se encuentra el condado de mayor extensión no sólo de este estado, sino de todos los estados, el de San Bernardino, con 1.700.000 habitantes, de los cuales más de la mitad son de origen hispano y más de un 15% están por debajo del umbral de la pobreza. Este Cadiz prefirió a Trump por un 49% frente a un 41% de la demócrata.
San Bernardino era territorio de los indios mojave y el nombre de Cadiz viene de los misioneros franciscanos que llegaron a evangelizar a los nativos a principios del siglo XIX, en 1810. Por entonces, el Cádiz español era símbolo de la heroica resistencia contra los franceses y los franciscanos quisieron homenajear tanto coraje. Pero este Cadiz duró poco como asentamiento español porque en 1820 pasó a formar parte del México recién independizado y, a finales del XIX, tras refriegas que forman parte de la épica nacional como El Álamo, cuyo asedio se produjo a no mucha distancia de este Cadiz, se integró en Estados Unidos.
El Cadiz californiano, poco más que un rancho, es un nudo de comunicaciones que tiene estación propia en la línea ferroviaria que une Los Ángeles con Chicago. Ahora se han montado un tren turístico enre Cadiz y Parker con una locomotora a vapor y van a instalar allí un museo del ferrocarril. Al sur de las vías del tren tiene hasta una pista de aterrizaje, al que quizá sea excesivo llamar aeropuerto, pero ya es más de lo que tiene su hermana mayor de España.
Este Cadiz ha sido noticia en toda California. Tiene que ver con unas tantas guerras del agua, que en California siempre han existido y son la columna del guion con el que Roman Polanski construyó una de sus grandes películas, Chinatown. Situado en el desierto del Mojave, debajo de Cadiz hay un acuífero que una compañía privada, que tomó el nombre de la localidad, Cadiz Inc, quiso explotar construyendo una gran tubería que le permitiera vender el agua del desierto a las secas zonas urbanas del sur de California, según se explicaba en un extenso artículo de Los Ángeles Times.
Cadiz Inc aprovechaba que el acuífero se encontraba bajo los terrenos privados del ferrocarril para no tener que rendir cuentas a nadie que no fuera la compañía del tren. La administración de Obama paralizó el proyecto argumentando que sería necesario un estudio medioambiental de supervisión federal. Los hidrólogos sospechaban que la explotación del acuífero podría desecar manantiales indispensables para la vida silvestre en tierras adyacentes de otros estados y que no eran propiedad del ferrocarril. En su primer mandato Trump ya allanó el camino para el polémico proyecto que prometía mucho trabajo a corto plazo. La administración Biden lo volvió a detener. Ahora Trump ha prometido que se retomará y Cadiz bombeará agua subterránea del desierto a precio de oro. ¿Qué pasará en el futuro con esos manantiales que alimentan la vida del desierto del Mojave? No se sabe. Y por eso Cadiz y San Bernardino, que prefieren dólares en mano a vida silvestre, votaron por Trump.
Y así, a través de los Cadiz de Estados Unidos, se puede comprender algunas de las causas que han llevado a un delincuente convicto, evasor de impuestos, inculto, homófobo, racista, negacionista y machista a la Casa Blanca por segunda vez. En ese sentido, parece que hay cinco Cadiz, ese nombre que evoca la palabra liberalismo, sea lo que sea eso, que son muy Estados Unidos.
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