El parqué
Jaime Sicilia
Quinta sesión en verde
Historias de Cádiz-Herzegovina (Capítulo 10)
José María Maguregui (1934-2013) fue un vizcaíno que triunfó en el mundo del fútbol tanto en su faceta de centrocampista en el Athletic de Bilbao en la década de los cincuenta –llegó a ser internacional– como posteriormente en su carrera como entrenador. En esta etapa llegó a ser considerado el inventor de la 'táctica del autobús', ya que no tenía reparos en montar una estructura ultradefensiva en sus equipos –por ejemplo en el Racing de Santander– protegiendo a su guardameta con una especie de muro conformado por sus futbolistas, como si aparcara un autocar delante de su portería. Curiosamente esa ‘táctica del autobús’ también fue usada en esa misma época en la política gaditana. Es verdad que se aplicó de manera diferente, aunque si en unos casos servía para ganar un partido de fútbol, en lo político posibilitó que se ganara un congreso provincial.
Pocas cosas hay más aburridas que cubrir informativamente un congreso provincial del PP. A diferencia de las cuchilladas por la espalda habituales entre compañeros en los cónclaves del PSOE –al menos antes, porque con Pedro Sánchez ya nadie puede discrepar– en las filas del PP eso ha sido impensable prácticamente desde el nacimiento de estas siglas hace 35 años. En esos congresos sus afiliados se limitan a asentir y a aplaudir a sus líderes y a su dirección elegidos previamente a dedo.
Pero eso es, efectivamente, con el PP. Porque el germen de este partido estuvo en la extinta Alianza Popular (AP), que en la provincia de Cádiz vivió enfrentamientos internos de una dureza inusitada, como por ejemplo en el VII congreso provincial celebrado en Jerez el sábado 27 de septiembre de 1986.
Alianza Popular fue una federación de siete asociaciones políticas que se fundó en 1976 y que celebró su congreso constituyente en marzo de 1977, siendo Federico Silva su primer presidente y Manuel Fraga Iribarne su primer secretario general. Con varios ex ministros de Franco en su dirección, AP surgía con la idea de aglutinar el voto de centro-derecha en la nueva etapa democrática pero alejándose de los posicionamientos más extremistas de Fuerza Nueva, el partido de Blas Piñar.
Pero AP nunca logró sus objetivos, primero porque la sociedad española prefirió decantarse en la Transición por la moderación centrista de la UCD de Adolfo Suárez y porque después irrumpió, y para muchos lustros además, el omnipotente PSOE de Felipe González.
Acabando el verano de 1986 AP abría el proceso para un relevo de su cúpula en la provincia de Cádiz. José Ramón del Río, un prestigioso abogado del Estado natural de Cádiz y que eligió la capital gaditana como su primer destino profesional, anunciaba que dejaba la presidencia provincial de AP, una responsabilidad a la que había llegado cuatro años antes y que le llevó incluso a aparcar su carrera profesional y también la presidencia de la Caja de Ahorros de Cádiz que ostentaba.
Del Río se enfrentó en esos cuatro años a una tarea titánica y nada sencilla como era asentar a AP en la provincia. Logró constituir cerca de una treintena de agrupaciones locales en las diferentes comarcas gaditanas, aunque no pudo frenar las discrepancias internas en un partido en el que, tanto en esta provincia como en el resto de España, cada vez eran más fuertes las voces que reclamaban una modernización en la estructura, en los líderes, en las actitudes y en los mensajes del partido.
A mediados de 1986 AP vivía una situación interna muy compleja, sobre todo después de que Fraga, que llegó a la presidencia del partido en 1979, cesara como secretario general a Jorge Verstrynge, sustituyéndole por un jovencísimo Alberto Ruiz-Gallardón. En la provincia de Cádiz AP contaba entonces con muy pocas alcaldías (Rota, Benaocaz y Villaluenga), y tenía apenas dos diputados nacionales (Rodrigo Rato y Álvaro Molina), un senador (Javier Cámara) y tres parlamentarios andaluces (el propio José Ramón del Río, Carlos Rosado y Juan Diego López Bonillo). Además, su coalición electoral con el Partido Demócrata Popular (PDP) de, entre otros, Javier Arenas, saltaba por los aires en varias instituciones, por ejemplo en el Ayuntamiento de Cádiz.
Nada más abrirse el proceso interno que iba a desembocar en el congreso provincial a celebrar a finales de septiembre en Jerez, ya se levantó la primera mano para tomar las riendas del partido. Ese valiente tenía 44 años, era un extremeño de nacimiento licenciado en Derecho que ejercía como secretario judicial, que ya era presidente local de AP en la capital gaditana y que respondía al nombre de Jesús Mancha Cadenas.
Al frente de una candidatura que tenía el respaldo sobre todo de Rodrigo Rato pero también de dirigentes que apuntaban alto como Teófila Martínez o Aurelio Sánchez Ramos, Mancha irrumpió en este proceso precongresual como un ciclón. Y es que en sus primeras declaraciones como candidato no dejó títere con cabeza. Así, dijo con total claridad que AP de Cádiz llevaba años "siendo mandada por ocho personas dentro de una campana de cristal" y se cebó sobre todo con Del Río, al que acusó de dirigir el partido con actitudes "dictatoriales, amenazantes y neonazis", de ser "un cadáver político", de haberse "apropiado del partido" y de haber hecho de AP en Cádiz una organización "elitista".
La dureza de tales declaraciones causó estupor en el partido. Del Río no quiso responderle, aduciendo que la unidad interna era lo primordial, pero no todos en el partido se quedaron callados. El presidente de AP en Andalucía, Antonio Hernández Mancha, anunciaba la apertura de un expediente disciplinario a Jesús Mancha una vez que concluyera el congreso en Jerez, algunos cargos de Nuevas Generaciones salían en defensa de Del Río diciendo que el único neonazi era Jesús Mancha, e incluso el portavoz de AP en el Ayuntamiento de Cádiz, José Antonio Gutiérrez Trueba, lamentó las "actitudes chulescas propias de su chabacanería" del candidato a liderar el partido en Cádiz.
Tal fue la reacción contraria que Mancha se vio obligado a rectificar algunos días después. Pero lo hizo de una forma muy sui generis, afirmando que había hablado con el corazón antes que con el cerebro y que sus palabras las hizo "tras pasar una mala noche con 40 grados de fiebre".
Esa rectificación no es que calmara mucho los ánimos. El mejor ejemplo es que en la presentación de Miguel Arias Cañete como candidato alternativo a presidir AP éste llegó a afirmar que el trato con Mancha era nulo. "No lo metería en mi lista para jugar al mus", afirmó con su sarcasmo de siempre.
Arias, un madrileño de 36 años afincado en Jerez, se presentaba a estas elecciones internas con el respaldo del presidente saliente, José Ramón del Río, con quien compartía tanto su amistad como su profesión como abogado del Estado.
En este ambiente casi guerracivilista se llegó al congreso provincial celebrado en las antiguas instalaciones deportivas de Chapín, en Jerez, y al que asistieron más de mil militantes. Las dos candidaturas fletaron decenas de autobuses para sumar votos e incluso el equipo de Mancha organizó un macroalmuerzo ese mismo día en Jerez con centenares de simpatizantes y sus parejas. Hasta hubo un enfrentamiento en la entrada al congreso, donde Arias intentó quitar sin éxito una pancarta a favor de Mancha colocada por algunos chavales de Nuevas Generaciones.
En un clima de tensión total el congreso duró cinco horas y las votaciones se llevaron a cabo en las siete urnas habilitadas en medio de una vigilancia absoluta entre las dos candidaturas. Fraga mandó a este congreso al que era vicepresidente nacional de AP, José María Ruiz Gallardón. Y testigos presenciales aseguran que, a la vista de los enfrentamientos de ese día en Jerez, incluso con llamadas al orden a voz en grito, el padre de Alberto Ruiz-Gallardón llegó a afirmar que ese era "el mayor disgusto de mi vida". Curiosamente, apenas dos meses después, en noviembre de 1986, José María Ruiz Gallardón fallecía de un derrame cerebral con apenas 59 años de edad.
El escrutinio fue tremendamente ajustado ya que la candidatura de Arias logró 598 votos, sólo 40 más que los 558 obtenidos por Mancha. Y la balanza se decantó hacia el lado de Arias gracias a la 'táctica del autobús' aplicada a la política. Y es que a ultimísima hora llegaba a Jerez un autocar proveniente de La Línea, fletado por el histórico y recordado dirigente linense Eloy García Moreno, que traía a varias decenas de partidarios de Arias y que se demoró debido a una avería sufrida en carretera.
Mancha asumía su derrota y Arias Cañete tomaba las riendas del partido prometiendo una gestión "dialogante, de puertas abiertas, pero también enérgica". Pero ni logró recortar distancias con el PSOE ni pudo pacificar el partido. Todo lo contrario, los enfrentamientos internos eran cada vez más cruentos. Hasta que en 1989, y ya con la refundación del partido consumada y con las siglas del PP de estreno, llegó la catarsis. Tras una tensísima reunión de la dirección provincial del partido celebrada en El Puerto, la dirección nacional decidió poner pie en pared. Miguel Arias era cesado fulminantemente como presidente del PP de Cádiz y el nuevo secretario general del partido, Francisco Álvarez-Cascos, citaba en Madrid a Teófila Martínez y al propio Arias para constituir una gestora. Y al frente de la misma se elegía a dos dirigentes que contaron con el respaldo de ambos bandos: el arcense Juan Manuel Armario como presidente y el portuense Aurelio Sánchez Ramos como secretario general.
Y ahí se acabó todo. Aquella gestora fue un bálsamo que posibilitó que en el PP de Cádiz se fuera instalando una paz interna que, pese a algunas diferencias puntuales, aún perdura a día de hoy. Y entre los protagonistas de aquel histórico congreso de 1986 también se aparcaron las rencillas. Miguel Arias, posiblemente unas de las mentes más lúcidas que haya habido en el PP gaditano, acumuló una larguísima trayectoria política de casi 40 años en la que llegó a ser ministro e incluso comisario europeo de Energía. Y Jesús Mancha, fallecido hace un año, fue parlamentario andaluz, senador y diputado nacional, siendo considerado un padre político para toda una generación de dirigentes del PP. Es más, Arias y Mancha hasta llegaron a compartir la cabecera de una candidatura al Congreso de este partido en Cádiz, en las elecciones de 2004. Y ambos lograron escaño junto con Aurelio Sánchez.
Todo lo sucedido vino a constatar que, al menos en política, los ganchos de derecha, aunque pueden hacer daño, no terminan dejando marca.
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