Hachís y kalashnikovs en Cádiz, una mezcla peligrosa
La Guardia Civil vuelve a interceptar un arma de guerra en su última operación, que la pasada madrugada se saldó en el Bajo Guadalquivir con siete detenidos y 60 fardos de hachís incautados
Narcotráfico en Cádiz: Hachís a precio de costo
Cádiz/Cualquier rastro de romanticismo que pudiera quedar en el contrabando de tabaco y en el narcotráfico del chocolate del moro se hace añicos cuando entran en escenas los AK-47, los temidos kalashnikov de fabricación rusa que han sido actores principales en los más destacados conflictos bélicos del siglo pasado y, todavía hoy día, siguen atronando con su repiqueteo de muerte y su clásico cargador curvo. La presencia del popular rifle automático es habitual en los alijos que llevan a cabo los cuerpos de seguridad del Estado. El último ha tenido lugar esta pasada noche en la zona más caliente del planeta para el tráfico de hachís: el Bajo Guadalquivir.
Si hasta hace unos años los españoles controlaban la distribución del producto casi en solitario, ahora los marroquíes también se mojan en un negocio que controlan cada día más. En este último operativo, llevado a cabo por la Guardia Civil, hay siete personas detenidas, de nacionalidad española, marroquí y francesa, dando una idea de hasta dónde llegan las ramificaciones de unas organizaciones cada vez más poderosas.
La intervención ha finalizado con la intervención de más de 60 fardos de hachís que todavía está pendiente de pesaje. Además, los agentes han incautado cinco vehículos, tres armas cortas y un AK47, todas ellas municionadas y listas para hacer fuego contra los guardias.
Es la última moda. Defender el producto a balazo limpio. Da igual que se trate de hachís, cocaína o hasta tabaco ilegal. De hecho, en las últimas redadas contra este último tipo de negocio también se han encontrado kalashnikovs preparados para ser utilizados en naves perfectamente estructuradas donde se fabrican miles de cajetillas de tabaco al día. Según comentaron agentes implicados en esta batalla, hasta tabaco por valor de medio millón de euros pueden generarse en algunas de estas naves donde trabajadores, habitualmente inmigrantes, viven hacinados con jornadas de 12 horas diarias en unas condiciones infrahumanas.
Es la nueva normalidad de un negocio cada vez más violento y que tiene en Cádiz su epicentro.
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