El parqué
Retroceso del Íbex
Galería del crimen | Capítulo 22
Oficina de Prensa.
Nota de prensa - 3 mayo/88
Muerte violenta.
Sobre las 0,8’00 horas de hoy, fue hallado el cuerpo sinvida en la conocida por “carretera Moravita”, a la altura de km.1 -junto a las bodegas Mérito, en Jeréz- de una mujer que presentaba evidentes signos de violencia en diversas partes del cuerpo.
La finada se encontraba de cúbito supino, desprovista de prendas de vestir de cintura para abajo y con un trozo de madera introducido en sus genitales.
Por componentes del Cuerpo nacional de Policía fue identificada como Francisca Pérez Rodríguez, natural y vecina de Jérez, de 39 años, soltera y, según primeras gestiones realizadas, la víctima solía dedicarse al ejercicio de la prostitución.
Diligencias instruidas.”
Paco Flores es un histórico dirigente vecinal de Jerez. En 1988 lideró la protesta de la barriada de La Constancia contra el gobernador civil de Cádiz, Mariano Baquedano, que había difundido que su vecina, Francisca Pérez, salvajemente asesinada, se dedicaba al ejercicio de la prostitución:
“La barriada de La Constancia era un conjunto de viviendas que se construyeron sobre el año 1956 por la Junta de Fomento Local a iniciativa del que entonces era el alcalde de Jerez, Álvaro Domecq. En esos años se construyeron muchas barriadas de este tipo para los trabajadores de bodegas que hasta entonces vivían en el centro en condiciones de infravivienda. Eran viviendas sociales a las que se accedía con alquileres muy bajos.
Mi familia vivía en un bajo de la calle Caracuel y nos trasladamos aquí en 1957, así que todos los chiquillos de aquel tiempo, como Francisca, nos criamos juntos en la calle y hacíamos todas las cosas juntos. Los vecinos eran como tu familia. Aquí había un cura, el cura Buenaventura, que potenciaba mucho esa vida de barrio. Todo el mundo salía, por ejemplo, a rezar el rosario de la aurora y cosas así que hacían mucha piña.
Mi padre era Manuel Flores Chica, pero todos le llamaban el Gordo Chica. Trabajaba como conductor de camiones de la bodega Domecq y era muy habilidoso al volante. Por eso José Domecq de la Riva, uno de los señoritos de la bodega al que apodaban el Pantera, le eligió como su chófer personal. El Pantera era muy aficionado a los coches y a la velocidad. De hecho, además de El Pantera también tenía el mote de Pepe el Rápido. En una ocasión, eso es muy recordado en Jerez, realizó el trayecto de Madrid a Jerez en sólo seis horas. Con las carreteras de entonces eso se consideró toda una hazaña. Lo que nadie contó es que fue mi padre el que condujo el Ferrari de Madrid a Sevilla. En Sevilla ya cogió el Pantera el volante para llegar a la ciudad y ser recibido como un héroe. Recuerdo que a la altura de El Altillo, el Pantera nos subió a mi hermano y a mí en el coche y nos llevó a su palacio, el palacio de San Blas, y mi hermano se asustó mucho porque este hombre tenía en el jardín como mascota un león. Mi hermano se volvió a casa llorando, pero a mí, la verdad, el león me gustó mucho.
El Pantera iba mucho a Madrid con mi padre a los tablaos y a sus juergas. En una ocasión se llevaron al Baena, que era un vecino de aquí del que la gente se reía y en la fiestas esas de ringo rango de la capital lo disfrazaron y lo presentaron como el conde de no sé qué. Al Pantera le gustaba hacer esas cosas. En otra ocasión cogió el Land Rover y se fue al parque Hontoria para poner los focos del coche a las parejas que iban allí a folletear en la oscuridad y ahuyentarlas.
En otro viaje de esos que hacía el Pantera mi padre se mató. Era el día de Nochebuena de 1957 y estábamos esperándolo en casa porque era nuestra primera Navidad en la nueva casa. Iba conduciendo el coche, que era un Rover descapotable, y un camión de pescado se saltó un stop y se empotraron contra él. Murió mi padre y un sargento que les acompañaba. ElPantera salió ileso, fíjate tú. La bodega se ocupó de todo para que mi madre no tuviera que hacer toda esa burocracia y le buscaron un trabajo a mi hermano para que pudiera mantener a la familia.
Yo, con el tiempo, me fui a trabajar a Amsterdam. Para mí fue descubir otro mundo. Figúrate ese barrio rojo con las mujeres exponiéndose en los escaparates. Y el LSD y el kifi. Yo iba por entonces con el pelo así de largo. Si no llego a volverme, me muero. Que quién me ha visto y quién me ve, que ahora para la ansiedad me tomo una valeriana porque me da cosa tomar ansiolíticos...
La cosa es que cuando volví a Jerez vine hecho un ácrata porque aquel Jerez en comparación con Europa era atrasar el reloj un siglo. En Jerez también había mucha prostitución, pero no como la de Amsterdam. Era más chusco. Estaban por un lado los señoritos, que se cogían a quien se le antojara, pero luego la ciudad estaba llena de lugares donde había chicas. Estaba por supuesto Rompechapines, que era como el barrio chino, donde venían los americanos de la Base, pero luego estaba Peña Alta o la Ronda Muleros. Había ventas que decían que eran de cante, pero también eran de lo otro. Y luego los sitios de tapadillo. Era el entretenimiento de los trabajadores de entonces porque ya existía un potente movimiento obrero en el sector de la Vid, pero era un movimiento obrero, también hay que decirlo, muy machista.
Yo tenía la conciencia de que teníamos que organizarnos. Lo hacíamos en la barriada y en la bodega, cuando fueron todos aquellos despidos, que a mí me despidieron por ser de la CNT. Lo dijo el propio Pacheco, que entonces llevaba de alcalde poco tiempo y defendía a la gente del pueblo, que aquello fue un despido ideológico. Yo le puse al Pantera una pintada en el palacio, el palacio al que nos había llevado de niños para enseñarnos el león. Escribí: “Pantera, cabrón, ya no eres ni gatito”.
Por aquel año, que sería el 82, también montamos la asociación de vecinos porque las viviendas eran de muy mala calidad y empezaban a salir los vicios ocultos. Tantos vicios tenía que a mí en el año 2009 se me cayó la casa encima y casi me mata.
La asociación se convirtió en el punto de encuentro y por allí, claro, también estaba Francisca. Francisca era muy amiga mía. Eramos casi de la misma edad y nos habíamos criado juntos. No te exagero ni lo digo por que luego pasara lo que pasó, pero Francisca era un encanto, una mujer super alegre. Acababa de tener una niña a la que bautizaron en la iglesia de Fátima con un capote de Rafael de Paula.
En 1988 Francisca era una mujer de su tiempo a la que le gustaba ir de baile, salir. Su padre era tonelero de la bodega Williams. Una vez vino de visita Urtain, el boxeador ese, y se quedó pasmado cuando vio a este hombre levantar una bota de cien kilos como quien levanta piedras vascas, que era a lo que se había dedicado en un principio Urtain.
Los padres de Francisca vivían separados porque entonces no existía el divorcio. Eso demuestra que la madre de Francisca era una mujer de armas tomar porque por entonces las mujeres se aguantaban lo que les hicieran los hombres, pero ella no. Y en ese sentido pues Francisca era igual, una mujer feminista antes de que hubiera feminismo y que pensaba que su cuerpo era suyo y que con él podía hacer lo que considerara conveniente.
Y entonces cuando pasó lo que pasó la barriada se quedó horrorizada. Porque Francisca era una más de nosotros, una más de la familia que era esta barriada. El asesino era un tipo de otra barriada, de San Juan de Dios. Creo que trabajaba de comercial o algo así. Tenía antecedentes. Al parecer, llevaba un tiempo saliendo con Francisca. Algunos decían que le habían visto con ella por aquí, pero yo la verdad es que no le ponía cara.
Pues al dolor de la pérdida de Francisca de esa manera tan horrible, porque fue un crimen horrible, hubo ensañamiento, algo espantoso, salió la nota esa de la policía y del gobierno civil llamando prostituta a Francisca. Que no lo era. Y aunque lo hubiera sido. Pero no lo era. Parecía que decían pues mira, eso le ha pasado por lo que le ha pasado.
La barriada entera se echó a la calle sin apoyo de los políticos, de nadie. El gobernador civil no nos quiso recibir. Era un tipo del PSOE, pero de los del PSOE de aquella manera. De hecho, venía de estructuras del franquismo. Era de esos gobernadores civiles que se creían por encima de todo. Hay que situarse en la época para saber lo que suponía en aquellos años enfrentarse a un gobernador civil.
Pero íbamos a por todas. Iniciamos acciones legales. La madre de Francisca estaba dispuesta a llegar hasta el final, quería que el gobernador fuera a la cárcel, y nosotros estábamos con ella. Porque ahora tenía que sacar adelante a su nieta con una pensión de poco más de 15.000 pesetas. Nosotros, además de la rectificación, pedíamos una indemnización por injurias.
La presión realizada por los vecinos hizo que el gobernador torciera el brazo, pero sólo a medias. De hecho, aquello casi calentó más los ánimos. El gobernador dijo que no estaba probado que Francisca se dedicara a la prostitución, pero que se deducía que era una persona cuyo estilo de vida podría calificarse de liberal. ¿Qué quería decir con que tenía un estilo de vida liberal? Todos sabíamos lo que quería decir.
Pero te digo una cosa, aquí no hubo ningún movimiento feminista que nos apoyara y que dijera de qué va este hombre. Aquí todas las que iban de feministas y que luego dan los premios Racimo en el apoyo del feminismo se callaron. Nadie nos dio un premio Racimo a los vecinos y vecinas de la barriada de La Constancia por la defensa de una mujer que había sufrido un crimen de violencia de género. Piensa en aquellos años. No existía aquello de violencia de género. Aquí se mataba a una mujer y te venían a decir sin decirlo lo de que algo habrá hecho.
Aquella querella contra el gobernador acabó archivándose. Porque también los jueces... Pero lo conseguimos. La policía acabó emitiendo un comunicado en el que reconocían que, tras las investigaciones llevadas a cabo, no se podía deducir que Francisca ejerciera la prostitución. Los vecinos habíamos limpiado el honor de Francisca”.
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