Los humedales de Doñana podrían desaparecer en un plazo de 42 años

El año pasado, el número de aves que invernaron en las marismas descendió un 42% respecto a 2022. / Alberto Domínguez

Hasta finales del XIX, las marismas de Doñana cubrían un total de 140.000 hectáreas. Desde entonces, y a causa de intensas y distintas intervenciones humanas (agricultura, acuicultura y turismo, además de otras relacionadas con cambio climático), se han visto reducidas a unas 33.000 hectáreas de marismas semivírgenes. 

El apunte sirve para ilustrar el estudio realizado desde la Universidad de Sevilla –en colaboración con el Laboratorio de Teledetección de la Universidad Tecnológica de Perú– sobre el efecto del cambio climático y la actividad antrópica en las marismas de Doñana. Los resultados se basan en los datos obtenidos a través de técnicas geométricas –combinando información de radar, óptica y geográfica, así como modelos de regresión y procesos interactivos– y un total de 792 imágenes por satélite para comprobar la profundidad y evolución del área inundada en las marismas de Doñana, en el periodo comprendido entre 2009 y 2020.  

La conclusión no sorprende a nadie: después de examinar todos los datos disponibles –señala el estudio coordinado por José Lázaro Amaro y Emilio Ramírez– se observa una progresiva disminución del agua en superficie. De hecho, aplicando la progresión de los últimos años a los distintos escenarios de cambio climático (favorable, neutral y desfavorable), los investigadores lanzan un abanico de fechas que oscila entre los 42 y los 188 años hasta la seca completa de las marismas de Doñana. Es decir: entre el 2066 y el 2212, dependiendo de si tomamos un mal escenario climático y unos datos muy negativos respecto a profundidad del agua en el sistema de marismas, como el que presentaba el año 2020; o si tomamos un escenario más positivo de adaptación y respuesta climática y un mejor registro procedente de las marismas, como ocurrió durante el año 2009. 

La actual disminución del agua en el sistema de marismas se debe no sólo a la existencia de un periodo seco –señalan en el informe– sino al hecho de que haya aumentado la explotación del acuífero de Doñana: “Un acuífero que presenta un uso excesivo para suministro agrícola y consumo humano. La extracción de agua ilegal ha aumentado este problema: más específicamente, la extracción ilegal para usos agrícolas, especialmente para la producción de fresa y arándano, ha mermado las reservas de agua de una forma en la que no hace posible su recuperación incluso en años con abundante registro de lluvias”, relata el texto.  

Tabla con las proyecciones realizadas en el estudio. / D.S.

“La disminución de reservas hídricas en Doñana en las últimas décadas afecta tanto al nivel superficial como al freático –continúan los especialistas–. Este estudio pretende discernir cuánto de este proceso puede atribuirse al cambio climático y a las alteraciones resultantes del uso y explotación del recurso por los habitantes del lugar, incluyendo deforestación, cultivos tradicionales y cambios de cultivos en zonas de marismas, el manejo hidráulico de los canales y cursos fluviales, las extensas modificaciones del territorio de marisma y la excesiva extracción de aguas subterráneas en ciertas áreas”.  

“Todo esto ha causado que el acuífero se deteriore, pasando de nueve sectores estables y siete en malas condiciones en 1994, a sólo cinco sectores estables y once en malas condiciones a finales de 2018”, añaden. Según los datos que maneja la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, del acuífero de Doñana se extraen anualmente 105 hm³ de agua sólo para riego, “una acción que no haría más que acentuar los efectos del cambio climático de continuar en el tiempo, provocando la obstrucción total de las marismas”. 

El informe –que responde al título de Uso de técnica geométrica para determinar la influencia del cambio climático en la evolución de la zona inundable de las marismas de Doñana entre 2009 Y 2020– recuerda que el espacio es uno de los más importantes humedales de Europa, fue declarado Parque Nacional en 1960 y Reserva de la Biosfera de la UNESCO en 1980.

Las conclusiones del estudio aportan también que, dado que la zona inundable de Doñana ha descendido significativamente, provocando una menor tasa de renovación del sedimento en las marismas, esto ha repercutido en varias comunidades de animales y plantas. De hecho, ya el último censo de aves invernales (en diciembre del año pasado) contabilizaba 120.000 aves de 97 especies, lo que supone un 42% menos que en 2022, y sólo el 18% respecto a su máximo histórico, alcanzado en 2017. El mal estado del humedal hacía que, por las mismas fechas, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) sacará a Doñana de su lista verde. 

Dado el estado del área estudiada –continúan los investigadores–, “lo aconsejable sería implementar políticas destinadas a erradicar las extracciones ilegales del acuífero, así como la puesta en marcha de planes de recuperación que evitaran la obstrucción completa de las marismas”. 

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