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"Lo que tienen los independentistas es un exilio de lujo"

De Cerca. Carmen Negrín, nieta del último presidente del Gobierno de la República

80 años del exilio republicano. La controvertida figura de su abuelo es el centro de unas jornadas que se celebran en Jerez organizadas por el Ayuntamiento y la Universidad de la Sorbona.

Carmen Negrín junto a la maleta, el gabán y el sombrero de su abuelo, que se exponen en la sala El Molino de El Alcázar de Jerez / Miguel Ángel González
R.Navas/P.Ingelmo

09 de febrero 2019 - 19:07

Carmen Negrín afirma que nunca percibió ser una exiliada, sin embargo durante buena parte de su infancia convivió con uno de los símbolos del exilio, Juan Negrín, el político, el científico, que asumió la derrota en la guerra civil, un calificativo que ella rechaza. “No fue una guerra civil, fue un tablero que anunciaba la guerra mundial. Fue la guerra de España”. Aún piensa que la Historia podría haber cambiado. “Había víveres para aguantar Barcelona seis meses más. En seis meses empezó la guerra mundial”. Eso era lo que esperaba su abuelo, “el español más calumniado del siglo XX”, para cambiar el rumbo de la guerra de España. No ganó Franco la guerra, según su visión, sino las fuerzas internacionales que le apoyaban. Pero no fue así y su abuelo pasó a ser el hombre de la derrota, el hombre que se llevó el oro de España a Moscú. Toda una leyenda negra contra la que ella combate desde la Fundación que contiene una documentación crucial para entender ese tiempo y que tiene la sede en Las Palmas, en un antiguo cuartel. A ella le hubiera gustado recuperar la casa familiar de los Negrín: “Estaba justo enfrente del cuartel donde Franco se levantó contra la República”. Este fin de semana ha participado en las jornadas que se desarrollan en Jerez para analizar el exilio.

–Usted nació en el exilio y en las imágenes que le grababa su abuelo parecía una niña feliz.

–Sí, absolutamente. Yo era americana y después francesa, por azar. Siempre he considerado que el exilio es un más, no un menos. Nunca me han tratado mal en ningún país, ni siquiera en Inglaterra, donde tuvimos problemas. No fui como muchos exiliados que eran cien por cien españoles y para ellos la ruptura fue muy difícil.

–De su abuelo se ha dicho de todo. Fue la persona más difamada de la Guerra, en ambos bandos.

—Afortunadamente, esa leyenda la conocí más tarde. Oía comentarios y pensaba “¿hablan de la misma persona?” Más bien fue porque perdimos la guerra. Yo me preguntaba cómo era posible que con un señor tan inteligente como mi abuelo podíamos haber perdido la guerra. Y por qué no podíamos ir a España a ver nuestra casa.

–¿Sentía añoranza de un país que no conocía?

—No era eso, pero es lógico. En casa se hablaba español y se hablaba de España y yo no podía ir a España, aunque tampoco tenía ningún interés en ir a un país donde gobernaba ese señor.

–¿Cree que en los últimos años se ha rehabilitado su figura política de su abuelo?

—Yo no voy mucho a ver su tumba. Una o dos veces al año. Durante años, cada vez que iba la tumba estaba como la había dejado. Pero ahora, cuando voy, siempre encuentro notas sobre su tumba. La última vez encontré dos muy bonitas recordando cómo había luchado y con la frase “resistir es vencer”. Ya no es un desconocido. Antes había que borrar la Historia. Ahora por lo menos existe. No hay que reescribir la Historia, sino escribirla y luego que la gente opine. Tampoco se trata de inventar un personaje que no era.

–A su abuelo se le acusa de haber llevado dinero a Francia antes del exilio y dejar tirados a muchos exiliados en ese país.

–Hubo que organizar la retirada. Se había sacado dinero de España para ayudar a los refugiados pero Francia se lo quedó y después se lo acabaría devolviendo a Franco. Por eso lo pasaron tan mal. Esa fue la primera traición. La segunda fue cuando se trató de organizar la salida por Alicante con el golpe dentro de la República del coronel Casado. Pero la verdad es que en casa se hablaba mucho de la guerra pero casi nunca del exilio. Luego, en las cartas de la compañera de mi abuelo se hablaba de que el exilio de París a Burdeos fue peor incluso que el terrible paso de la frontera. Tenemos muchas fotos de los campos en las que se ve aquel sufrimiento.

–Negrín está vinculado al episodio del oro de Moscú, aunque el tiempo y los historiadores han demostrado que no fue el único que decidió el traslado del tesoro español para sufragar los gastos de la guerra.

—Creo que todo lo relacionado con el oro de Moscú está hoy bastante claro. Mi abuelo lo guardaba todo, cada movimiento. Lo que pasó con el oro de Moscú es que se gastó todo, no quedó nada. Suponían un 10% de las reservas del país. Para un esfuerzo bélico como el que supuso la guerra de España fue una cantidad hasta reducida.

–Su abuelo vivió, casi todo el tiempo, holgadamente en el exilio. ¿De dónde sacó el dinero tantos años?

—Mi abuelo venía de una familia rica y, además, había hecho muchos negocios en Inglaterra y Francia, no tenía el dinero en un solo sitio. Era un hombre rico, efectivamente. Tenía hasta un laboratorio propio en esos tiempos. Era increíblemente meticuloso y generoso y le molestaba que dijesen esas cosas de él. Cuando le preguntaban por qué vivía bien decía “yo voy a vivir como siempre porque el día que deje de hacerlo, habrán vencido”. De hecho, el día que dejó de hacerlo, murió. Había vendido su casa de Inglaterra y recuerdo que mi padre me contaba las dificultades. Mi padre sí que pasó penalidades, pero mi abuelo le inculcó que nunca pidiese favores en ningún sitio. Pero mi padre vivía en México. Es difícil vivir en México sin pedir favores.

–Antes de meterse en política, Juan Negrín era un notable científico. Al final de sus días reconoció que tal vez se equivocó al dedicarse la política y por eso pidió ser enterrado en el anonimato sólo con sus siglas en la lápida.

—Creo que en sus últimos años debía estar pasando una depresión. De niña no me di cuenta de ello. En los archivos que existen cualquiera puede verlo. Resistió pero llegó un momento en el que no pudo más. Creo que en ese momento es cuando realmente se sintió un exiliado.

–Ha vivido en Francia e Inglaterra, los dos países que con su neutralidad precipitaron la derrota de la República. ¿Qué siente hacia ellos?

—Eran años muy convulsos. El socialista Leon Bloom hizo lo que pudo, pero no estuvo toda la guerra como jefe de gobierno. Cuando los refugiados llegaron a Francia, Bloom ya no estaba. Él trató de hacer pasar armas a España cuando estaba en el Gobierno. Inglaterra se portó mucho peor. Amenazó a Francia si no firmaba el acuerdo de no intervención. Y es cierto que mi abuelo escogió estar en Inglaterra, pensó que todo se decidiría allí; de hecho todos los gobiernos de la época se iban allí. Pero los ingleses no estaban cómodos con él. Le ofrecieron irse a Nueva Zelanda o a Australia.

–¿Por qué no quiere que los restos de su abuelo regresen a España?

—¿Qué sentido tendría? Pidió que su tumba fuera anónima, sólo con sus iniciales. Por lo tanto sería ir contra sus deseos. Pienso que haber muerto en el exilio es parte de la Historia y traerlo a España sería como cambiarla. Murió en el exilio, descansa en el exilio.

—Aunque estén en posiciones antagónicas, como descendiente de un personaje histórico, ¿entiende que los herederos de Franco se resistan a que sus restos salgan del Valle de los Caídos o al menos decidir dónde enterrarle?

—Como dice, son situaciones que tienen poco que ver, pero sí, entiendo que peleen por ello, aunque me parece que es incompatible que una democracia haga tantos honores a una persona que hizo morir a tanta gente. Ni Hitler ni Mussolini han sido tratados así. Eso no impide que pueda tener una tumba decente. Si ellos quieren que sea en una catedral, será problema de la catedral.

–Negrín combatió el afán separatista catalán en los años 30 y advirtió a los catalanes de que debían moverse dentro del estatuto. ¿Qué cree que diría Juan Negrín de lo que pasa hoy en Cataluña?

—Diría lo mismo. No ha cambiado mucho la situación. Ahora la diferencia es que Cataluña tiene más ventaja que otras regiones españolas porque Franco la trató muy bien.

–Y cuando oye decir a los independentistas prófugos de la Justicia y a quienes les apoyan que son “exiliados políticos”, usted que nació hija y nieta de exiliados políticos, ¿qué piensa?

—Me parece que ese es un exilio de lujo y ya sabemos quién lo paga y quién lo ha deseado. No es el mismo caso que el verdadero exilio porque el de ellos no entraña ningún riesgo. Dicho esto, creo que deberíamos haber llegado a un nivel de democracia en el que las cosas se hicieran de otra manera y se pudiera discutir de las cosas sin este nivel de crispación.

–En Francia se habla mucho de todo esto. El independentismo, el lío de la tumba de Franco..

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—No mucho, quizá algo más de lo de Franco, de eso siempre se habla. Es una tristeza que en países como Francia o Inglaterra se hable tan poco de España, que se conozca tan poco de lo que sucede aquí. Por ejemplo, con lo del Brexit sólo se habla de Irlanda, apenas se dice nada del problema de Gibraltar.

–Y usted, que es de tantos países y de ninguno, ¿cómo observa este auge nacionalista en Europa, este renacer de las banderas?

—Retrógrado. No entiendo la lógica del nacionalismo. En los textos que existen en la Fundación Negrín se puede ver. Los nacionalismos son el origen de muchos males. Estar en varios países me ha facilitado entender situaciones muy diferentes. He trabajado treinta años en la Unesco, en los gabinetes de tres directores generales, cinco años en Palestina tras los acuerdos de Oslo, en ministerios y encargada del patrimonio en América Latina y Caribe. Cuando no estoy en el mundo internacional me encuentro en un lugar estrecho. No veo la lógica a los nacionalismos. Uno puede tener raíces pero no veo por qué limitarse. A mí me asfixiaría.

–¿Ha tenido alguna vez una oferta para dedicarse a la política?

—Nunca he estado en un partido. Si trabajas en la Unesco hay que ser neutral, no se puede militar en unas siglas políticas, pero es que además no militar me hace sentirme más libre para decir lo que pienso. Eso sí, yo voto en Francia y en Estados Unidos y en Francia siempre voto a los socialistas y en Estados Unidos a los demócratas. Y si pudiera votar en España, votaría al PSOE.

–El partido del que fue expulsado su abuelo.

—Luego fue rehabilitado. Esas son las consecuencias de la derrota.

–¿Cree que en la actualidad nos estamos asomando de nuevo a los años de la intolerancia?

—Indudablemente. Viene todo de muy lejos. Desde el 47, con la Guerra Fría, cuando los americanos vieron cómo el capitalismo podía instalarse y hacer caer el Muro, creando institutos, e incluso universidades en la época de Reagan con el fin de formar a la gente para vender sus ideas. También pasó antes de la República cuando se crearon todos esos desórdenes. Hoy está pasando en Francia, los chalecos amarillos. La corriente está ahí y en países con mentalidades muy diferentes. Los mensajes radicales nos llevan a situaciones extremas. Y todo es cuestión de educación. Todo tiene que estar en los libros y ser parte de la Historia, que ahora no dicen mucho. Tenemos que explicarles a los jóvenes qué nos sucedió entonces, que lo comprendan para no caer en situaciones similares.

Una vida en dos continentes

Carmen Negrín Fetter (New Jersey, EEUU, 1947) es una de las dos hijas de Rómulo Negrín, segundo de los tres hijos varones del último presidente del Gobierno de la República. Nació en el exilio de sus padres en Estados Unidos pero a los pocos meses se fue a vivir a México y debido a la enfermedad de su madre fue criada entre los 3 y los 10 años por su abuelo Juan Negrín en Francia. De nuevo en México, estudió en la Universidad de las Américas y más tarde, en Berkeley (EEUU), se especializó en Lingüística y Literatura. En la Sorbona de París se licenció en Ciencias de la Educación. Trabajó 30 años en la Unesco y es la presidenta de honor de la Fundación Juan Negrín, con sede en Las Palmas. El Cabildo de Gran Canaria la nombró Hija Adoptiva en 2015. Casada con el arquitecto chileno Leo Orellana, tiene dos hijas y tres nietos. En su casa todos hablan español.

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