Jubilación flexible: Elastigirl se retira
El último acuerdo de pensiones introduce el concepto de “jubilación activa”, que aúna empleo y cotización. La medida se contempla en un país con una de las retribuciones más bajas y sometido a gran tensión demográfica
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Un chascarrillo –ya bastante sobado– dice que Farala, la chica divina de la oficina de los años ochenta, se jubila mañana. Lo que no cuenta, por supuesto, es que Farala podría darse con un canto en los dientes. Como hubiera ido de precariaeje en precariaje, o hubiera tenido ingresos justitos, en su sobrevenida jubilación, Farala iba a tener que transformarse en Elastigirl.
Esta semana salía a la luz de boca del Gobierno el concepto de "jubilación activa": una forma de paliar el descacharre de aquellas pensiones que arrojarían a la miseria. Por año de más sobre la jubilación oficial, habría un complemento que pondría una tirita a la prestación final. Una medida –añadían– que sería voluntaria, pues todos conocemos el ejemplo del catedrático que puede y quiere seguir trabajando. Excepto que los sueldos que más necesitarían una compensación no son, precisamente, los de los catedráticos.
“El concepto de flexibilización se implementó a principios de este siglo desde la Unión Europea –comenta al respecto el abogado laboralista Raúl Martínez–. La idea era, justo, flexibilizar a los trabajadores con garantías más sólidas para dar una mayor seguridad a los trabajadores más precarios. En España, por ejemplo, esto se ha ido consiguiendo abaratando la indemnización por despido en los indefinidos y fijos, reforma tras reforma, y subiendo mínimamente la compensación a los temporales. La realidad –añade– es que se consigue presionar a la baja los derechos de la mayoría, que es algo que los laboralistas llevamos viendo desde hace 22 años”.
Flexible es una de esas palabras bonitas –como libertad, como transversalidad- que hemos aprendido a temer. Para Martínez, hablar de “jubilación activa” forma parte de las estrategias de perversión del lenguaje, “como tenemos con los fijos discontinuos o con lo último que han dicho de las bajas flexibles, en las que puedas incorporarte. Lo siguiente que estoy seguro que va a ocurrir será lo de las vacaciones trabajando pero ya, como figura –indica–. Además, asociar lo activo, que es un concepto positivo, meramente a lo laboral es muy insidioso”.
Bajo el resbaladizo paraguas de la voluntad y el consentimiento, “se pretende separar el concepto de libertad de la necesidad de la clase trabajadora, que al final es lo que sucede, porque la realidad –continúa el laboralista– es que estamos en uno de los países con pensiones más bajas de toda la Unión Europea: la pensión media no da para vivir”.
“Con el anteproyecto de Ley de Reforma de Seguridad Social, que es como se llama –explica–, lo que hacen es mantener la edad legal de jubilación en 67, cuando veníamos de 65 con numerosos supuestos. Al mismo tiempo que nos imponen esos 67 años progresivos, penalizando lo contrario, ya nos van situando en distintos análisis que lo ideal serían los 71 años”.
En las conclusiones que realiza el decano del Colegio Profesional de Economistas de Cádiz, Javier Cabeza de Vaca, el sistema actual de pensiones es insostenible a largo plazo sin reformas: unas reformas que pasan por la asunción de cambios estructurales –algo que incluye debate sobre la edad de jubilación, cálculo de pensiones y periodos de cotización–; fomento de la natalidad y de las políticas migratorias; promoción de planes de pensiones complementarios y adaptación del mercado laboral, con una mejora en la calidad del empleo y los salarios para aumentar las cotizaciones.
El Colegio de Economistas destaca el significativo envejecimiento poblacional, con una tasa de dependencia de alrededor de 3,3 trabajadores por pensionista, aunque se proyecta que para 2050, esta proporción se reduzca a 1,7 trabajadores. Además, “el nivel salarial y la tasa de empleo afectan las cotizaciones sociales –desarrollan los economistas–. Los sueldos bajos y la alta tasa de desempleo reducen los ingresos al sistema, dificultando la financiación de las pensiones”.
En 2023, apuntan, el déficit contributivo del sistema alcanzó alrededor del 2% del PIB, y “a pesar de los esfuerzos del gobierno para reducir este desajuste, el desequilibrio persiste”. También se da un agotamiento del Fondo de Reserva: “Desde su pico de 66.000 millones de euros en 2011, el fondo fue casi agotado para cubrir los déficits crecientes del sistema. A finales de 2023, la hucha apenas alcanzaba los 7.000 millones de euros, aunque se espera que aumente ligeramente con las aportaciones del MEI”.
Países que también cuentan con un sistema de pensiones distributivo, como es el caso de Francia y Alemania, han tenido que acometer distintas reformas –aumento de la edad de jubilación, incentivos fiscales para el ahorro privado, etc–. En el caso español, falta saber, en efecto, en qué se traducirá esa flexibilización de las pensiones en principio concebida para unos pocos, pero que parece terminará afectando a muchos.
Aun así, especifica Raúl Martínez, lo que tenemos es un anteproyecto: toda la propuesta está aún pendiente de tramitación parlamentaria. Mientras no salga escrito en el BOE, hay bastante de fantasía: “Pero nosotros siempre decimos que una cosa es lo que dice el Gobierno; otra, el BOE; otra, los tribunales y otra, la realidad. Y cuanta más distancia veas entre lo que te dicen los políticos y la vida, más pérdida de derechos tienes y más te están engañando”.
Para Raúl Martínez, la propuesta de jubilación flexible entra dentro de la dirección de una política económica “en la que se desincentivan las jubilaciones anticipadas, penalizando al trabajador, y se incentiva el trabajar más para cobrar más en la futura pensión –comenta–. ¿Cuántas veces habremos escuchado eso de ‘tú ya no te jubilas’?Abundan en una especie de determinismo de creer que no se pueden cambiar las cosas”.
Aunque la figura está pensada para completar jubilaciones insuficientes a su cumplimiento, “lo cierto es que hoy, un trabajo medio no da para vivir: no se puede ahorrar e incluso puedes verte obligado a tener dos o tres pagadores, en negro o no. Todo empuja a una dinámica determinada. Excepto –añade Martínez– para quien tenga un plan de pensiones, ahorros y propiedad de cinco o seis pisos en alquiler. Pero la precariedad se va extendiendo”.
En esa línea, opina, “intentan precarizar hasta el extremo a la parte más joven y a la más veterana y, desde esos dos polos, presionar al sector intermedio que es el que en general cuenta con más derechos laborales. Así que –resume– tenemos a los jóvenes, en unas condiciones laborales lamentables, a los que tratan de enfrentar a los mayores, que están viendo que van a tener que trabajar hasta los 71 años”.
En este escenario, la ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz –refrendada por la ministra de Sanidad, Mónica García– , hablaba estos días de la “baja flexible”, que introduciría el factor de voluntariedad en el sistema de salud. Una actuación que, a juicio de Raúl Martínez, no podría llevarse a cabo sin un mayor protagonismo de las mutuas, “que quieren el gran pastel de las bajas por contingencias comunes”. “Aunque pudiera no ser más que un globo sonda, ya siembran la posibilidad, y el miedo”.
¿Quiénes somos nosotros para impedir que se incorpore al trabajo alguien que quiera hacerlo en mitad de un tratamiento para el cáncer, por ejemplo? El caso lo explicaba, para ilustrar la posibilidad, la propia Saiz. Y sí, en efecto, la ventana de Overton está tan abierta que ya hay corriente.
“Y al final –añade Martínez–, terminamos discutiendo a la baja, hablando de las 37,5 horas en cómputo anual a cambio de rebajar el control horario y flexibilizar horas extraordinarias; cuando a finales de los noventa se consideraba la jornada de 35 horas. O las trabajaciones, cuando en la misma época se hablaba de ampliar el marco a cinco semanas”.
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