Jugando al solitario en la Alcaldía de Villaluenga

Historias de Cádiz-Herzegovina | Capítulo 26

Sólo una vez en 45 años las urnas no permitieron que hubiera oposición en un ayuntamiento de la provincia. Fue en las elecciones de 2003 en la localidad payoya, cuando el PSOE de Alfonso Moscoso consiguió un histórico 7-0

El PSOE tuvo 256 votos y el PP, el único partido que presentó una lista alternativa, apenas 15

Pese a la gesta, Moscoso no guarda un buen recuerdo de ese mandato “porque la oposición siempre es necesaria”

25 años de Moscoso

Villaluenga, el primer pueblo empoderado de Cádiz

Alfonso Moscoso, los seis concejales restantes del PSOE y la secretaria general del Ayuntamiento villalonguense, en un pleno al inicio del mandato 2003-2007.
Alfonso Moscoso, los seis concejales restantes del PSOE y la secretaria general del Ayuntamiento villalonguense, en un pleno al inicio del mandato 2003-2007. / D.C.

Era un becario, un simple y jovencísimo becario. Pero pese a ello, pese a la poca edad que tenía, logró crear algo novedoso que ha entretenido a gran parte de la Humanidad y que sigue vigente hoy, 34 años después de que viera la luz.

Su nombre era –y es– Wes Cherry y en el verano de 1988 era uno de los becarios o pasantes de Microsoft. En una entrevista que concedió años después dijo que se le hacía muy duro ponerse a estudiar para los exámenes finales de la universidad y, buscando una vía de escape, le dio por programar y hacer su propia versión para ordenador del mítico juego del solitario. Y menos de dos años después, en mayo de 1990, aquel invento tan novedoso se estrenaba en la nueva versión de Windows que Microsoft sacaba al mercado.

A su estilo Cherry dio forma en el ordenador al tradicional juego de cartas de origen alemán o escandinavo que se creara a finales del siglo XVIII o principios del XIX y en el que un único jugador tenía que conseguir ordenar los naipes por palos de acuerdo con un criterio previamente establecido. Y con el diseño de las cartas que realizara su compañera Susan Kaere y con ese fondo verde y el característico sonido de la cartas cayendo a la zona inferior de la pantalla del ordenador cuando se completa uno de los palos, aquel moderno juego del solitario que nació de la cabeza privilegiada de Wes Cherry fue llegando a los ordenadores de todo el planeta.

Microsoft validó este juego porque entendió que era bueno para que, gracias a él, los usuarios se fueran familiarizando con el uso del ratón que se estaba empezando a extender a todas las terminales y también para que aprendiesen a arrastrar elementos por la pantalla, en este caso las cartas. Pero con los años, y según llegó a confirmar un día la propia compañía, el solitario se convirtió en la aplicación más usada de Windows e incluso en el juego de ordenador más utilizado de la historia.

Lo que no reconoce Microsoft –posiblemente porque no le interesa– es que este juego partió desde sus orígenes con muchas opciones de convertirse en adictivo e incluso de ser un problema para quienes lo utilizaran en sus puestos de trabajo quitándole horas a sus labores diarias. Y eso, comprobado está, trajo consigo en estos 34 años de implantación del solitario más de un despido tras el chivatazo de algún jefe con clara vocación de espía.

En cualquier caso, pocas imágenes simbolizan mejor qué es el aburrimiento que el de una persona jugando al solitario, bien en el ordenador o bien con una baraja de cartas. Es una señal inequívoca de que esa persona no tiene cosa mejor que hacer, que quiere que pase el tiempo o que no tiene nadie que le controle.

En la política gaditana el mejor ejemplo de aburrimiento de las últimas décadas se visualizó quizás en Villaluenga del Rosario allá por el año 2003. Ojo, no es que el alcalde y los concejales de esta población serrana no tuvieran nada que hacer en aquella época, porque la lista de tareas pendientes se supone que siempre es interminable en una ciudad y también en un pueblo. Pero gestionar una localidad sin que haya absolutamente nadie en la oposición tiene que ser eso, muy aburrido. Y eso sólo se vivió allí, en Villaluenga del Rosario y en esos cuatro años, entre 2003 y 2007. Ni antes ni después ha vuelto a vivirse algo igual en ningún otro municipio de la provincia.

Las elecciones municipales de Villaluenga del Rosario se concentran en un solo colegio electoral y en una única urna. Cerradas las votaciones toca hacer recuento. Y a última hora del domingo 25 de mayo de 2003 al lado de esa urna estaba un joven Alfonso Moscoso que a sus 30 años de edad se aprestaba a vivir su primera reválida como alcalde del municipio menos habitado y más elevado de toda la provincia de Cádiz.

Nacido en la propia localidad villalonguense y graduado social de formación, en ese 2003 Moscoso apenas llevaba cuatro años en política. Antes de las elecciones municipales de 1999, y siendo empleado en la sucursal de la Caja San Fernando en Grazalema, conoció al alcalde de entonces en esta población, Antonio Mateos, y este veterano socialista, junto con el recordado Alfonso Perales lograron convencerle para que liderara la lista del PSOE a la Alcaldía de Villaluenga, pese a que jamás había militado en partido alguno y pese a que la política no estaba entre sus planes de futuro.

Pero dio el paso, se presentó a esos comicios y gracias a una victoria sobre el PP de apenas 19 votos (141 para unos y 122 para otros), el 3 de julio de ese 1999 se convertía con 27 años recién cumplidos en alcalde de Villaluenga. Sus objetivos estaban claros: intentar mejorar la vida de sus vecinos y sacar a su pueblo del anonimato. Y cuatro años llegaba la reválida, otras elecciones municipales y la hora en la que sus vecinos tenían que ponerle nota a su gestión.

De un censo electoral de 375 personas, en esos comicios locales votaron 290 vecinos, con una participación nada desdeñable del 77,3%. Y empezó el conteo, y ello desembocó en unas cifras tremendamente elocuentes: de los 284 votos válidos emitidos, porque hubo que descartar seis papeletas nulas, el PSOE de Moscoso lograba 256, un 90,14%, mientras que los votos restantes fueron 13 en blanco (el 4,57%) y apenas 15 para el PP, que tuvo que conformarse con un raquítico 5,28%. Otras formaciones con cierto predominio en la Sierra como IU o el PA ni siquiera habían sido capaces en ese 2003 de conformar una candidatura en esta población payoya.

La conclusión tras aplicarse la Ley D’Hondt para repartir los siete escaños que conforman la Corporación municipal de Villaluenga era abrumadora: mayoría absolutísima para un PSOE que ganaba 7-0 y que dejaba al PP sin representación en el salón de plenos. Es más, ni duplicando esos 15 votos la candidatura de los populares habría logrado arrebatarle un acta de concejal a un PSOE claramente hegemónico.

Moscoso recuerda que vivió aquel escrutinio de 2003 “con sorpresa, emoción y mucha satisfacción”

Han pasado 21 años y medio después de aquella gesta y Moscoso recuerda que vivió aquel escrutinio “con sorpresa y emoción por un lado pero sobre todo con mucha satisfacción, porque esos resultados venían a corroborar que los vecinos estaban satisfechos con la gestión que se hizo en esos primeros cuatro años y que desarrollamos con la inseguridad y el desconocimiento propios de quienes llegábamos de nuevo a esto”. “Y esa sensación, ese espaldarazo por parte de la gente de tu pueblo, es tremendamente gratificante”, apostilla.

Y el 14 de junio de 2003 llegaba la constitución de los ayuntamientos y la sesión de apertura de la nueva legislatura. Y se iniciaba un nuevo mandato en el que los siete concejales de Villaluenga eran del PSOE: Alfonso Moscoso González, Antonio Sellez Pérez, Rosario Pérez Roldán, Cándido González Ruiz, Vicente Gutiérrez Sellez, José Antonio Sellez Blanco y Rafael Barea Gutiérrez fueron los artífices de esa gesta.

Sin nadie en las sillas de la oposición aquel tenía que ser forzosamente un mandato diferente en esa Corporación, y así lo terminó siendo. Pero Moscoso se quedó con un mal sabor de boca de aquella época. “Hombre, al principio disfrutamos planteando el trabajo que queríamos hacer en esos cuatro años, porque es evidente que a nadie le gusta tener enfrente una oposición que te corrija. Pero no fue todo tan fácil. Es más, después de tantos años en el cargo tengo la sensación de que aquel 7-0 nos generó muchos problemas, porque mis concejales creían que se podía hacer todo y de cualquier manera y no era así. Yo era quien tenía que controlarlos, quien tenía que hacerles ver que había unas normas, unos plazos y unos procedimientos que cumplir. Vamos, que parecía a veces que yo era el de la oposición”, aclara el aún alcalde de Villaluenga.

Esos sinsabores llevan a Moscoso a afirmar que la oposición es positiva en cualquier administración pública “porque te fiscaliza, te controla, le da más tranquilidad a tu gestión y porque, en definitiva, la oposición es buena por salud democrática”. Y apostilla incluso que antes de unas elecciones municipales “firmo ganar por 6-1 antes que por 7-0”. Y en cierto modo eso fue lo que pasó en las citas electorales posteriores, porque no pudo repetir ese 7-0 pero sí logró cuatro 6-1 y un 5-1-1 en 2015, convirtiéndose en todas esas citas electorales en uno de los regidores con mayor respaldo porcentual en las urnas, con apoyos situados por lo general en torno al 75% de los votos. Para él la clave sigue estando en no alejarse del día a día de lo que le sucede a su pueblo y a sus vecinos y sobre todo en no confiarse cuando llegan unas elecciones municipales “porque he visto a muchos compañeros perder alcaldías en la comarca de la Sierra pese a haber hecho una gestión magnífica”.

Dicen que la versión del solitario que creó Wes Cherry precisó del visto bueno del mismísimo Bill Gates antes de su inclusión en Windows, y que éste lo hizo aunque planteando una queja. Y es que para él se trataba de un juego en el que era “demasiado difícil ganar”. Algo parecido tienen que pensar los adversarios políticos de Alfonso Moscoso, porque desde aquel histórico 7-0 de 2003 sólo ha conocido a tres inquilinos en las sillas de la oposición municipal: el periodista jerezano Daniel Barea, del PP, (2007-2011), la que fuera concejala del Partido Popular en Cádiz Adela Fernández (de 2011 a 2019) y el también jerezano Ángel Fernández, que es concejal en Villaluenga por IU desde 2015.

Precisamente por su condición de becario Wes Cherry no cobró nada por su versión del solitario, ni siquiera los derechos de autor. El PSOE, por el contrario, sí premió a Alfonso Moscoso por su gesta del 7-0, ya que ese mismo 2003 le aupó a la Presidencia de la Mancomunidad de la Sierra de Cádiz, donde estuvo hasta el año 2011. Posteriormente llegarían la Diputación de Cádiz, primero cuatro años como diputado provincial y luego otros cuatro como asesor, y finalmente el Senado, donde ocupa un escaño por la provincia de Cádiz desde el año 2019. Además, es vicesecretario general del PSOE gaditano.

Wes Cherry dejó Microsoft, pasando a ganarse la vida produciendo sidra en una isla al oeste de Seattle. Quien sí sigue en Villaluenga es Alfonso Moscoso, que hoy es el alcalde más veterano de toda la provincia tras 25 años y medio en el cargo. En su mochila lleva ya siete victorias electorales consecutivas, todas con mayorías absolutas. Y entre ellas está aquel histórico 7-0 al PP de 2003, una hazaña que nadie ha podido igualar aún.

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