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"Yo jugué al tenis con Christian Bale"

Paul Picardo cuenta desde la casa en la que se alojó Spielberg el día a día del director en Jerez

Pedro Ingelmo

28 de mayo 2017 - 02:02

Jerez/"He estado estos días en mi casa de Jerez con Steven Spielberg". Y jajaja y risas. Vaya invenciones la de Paul. "Que sí, que Spielberg utiliza m i cuarto de baño". Y jajajaja. "No conseguía que nadie me creyera". Hace 30 años Paul Picardo tenía 12 años y estudiaba en un internado de Londres. Era el hijo pequeño de un inglés dedicado a la distribución de vinos y de Mercedes Dauthieu, que a principios del año 87 había recibido una oferta irrenunciable: alojar en su chalé de La Cartuja a un director de cine americano y su familia. ¿Qué director? Steven Spielberg. Midas le llamaban.

El negocio les había llegado de rebote, ya que los ojeadores de preproducción de la Warner para la segunda película dramática del director de Tiburón habían pensado primero en el Palacio Domecq, por el que estaban dispuestos a pagar 16 millones de pesetas al mes. Tras algunas cortas conversaciones, lo rechazaron. No era lo que Spielberg quería. Luego se fijaron en una mansión en la zona norte de Jerez propiedad de la familia Zarraluqui, por entonces al frente de la bodega Croft. Los Zarraluqui se mostraron de acuerdo siempre y cuando Spielberg entregara un certificado médico en el que se garantizara que no padecía el sida, que entonces en España era considerada una especie de plaga bíblica llegada de Estados Unidos. Aquello, contaron, ofendió tanto a Spielberg - algo que el propio Spielberg desmintió- que rechazó la mansión y es cuando el chalé San Bruno, en la carretera de Los Albarizones, entra en juego, con la mediación de Marita Domecq, que era la asesora inmobiliaria de la productora.

Con una amplia parcela de césped, piscina y campo de tenis, además de contar con otro chalé adyacente para realizar allí trabajos de montaje de los técnicos e instalar una sala de proyección, la casa convenció a la Warner y al propio Spielberg. "No tuvimos que hacer cambios en la casa. Lo único es que se quitaron las vírgenes y los cristos de las paredes por aquello de que Spielberg era judio. Todo el perímetro se valló para evitar paparazzis, aunque por entonces no había muchos paparazzis". La casa estuvo permanente mente rodeada de un ejército de guardias de seguridad, nunca menos de veinte, pertenececientes a una empresa privada israelí. El prec io del alquiler nunca se reveló, aunque la prensa hablaba de una cifra "astrronómica", lo que Paul rebaja un tanto. "Era una buena cantidad, sin duda, pero no tanto como se decía".

Paul recuerda tanto a Spielberg como a su mujer como dos personas "sumamente amables y cercanas. Yo era un pirado del cine y mi cuarto estaba lleno de carteles de los Goonies y de los Gremlins y él me contó que estaba preparando la nueva entrega de Indiana Jones y Regreso al futuro 2. Y yo le preguntaba que cómo era Michael J. Fox, un ídolo para mí, y él me contestó que su único problema es que era un fumador empedernido. Yo no me podía figurar a Michael J. Fox fumando. Y le preguntaba si conocía a Michael Jackson y él me decía con una sonrisa que claro que conocía a Michael Jackson. Nos llevaba al rodaje a mi hermano y a mí y podíamos pasearnos por lugares que todo el mundo, excepto lo extras, tenían vedado".

La historia de El imperio del sol es conocida, la de un joven inglés acomodado en el Shangai de la II Guerra Mundial que pierde a sus padres y acaba en un campo de concentración. El campo de concentración era Trebujena y aquel chiquillo era Christian Bale, posteriormente archifamoso por encarnar a Batman, pero también por su complejísima interpretación del protagonista de El maquinista. "Por entonces Christian Bale y yo teníamos la misma edad, por lo que Steven Spielberg lo traía de vez en cuando al chalé y jugábamos al tenis y, sobre todo al ping pong . Así que puedo decir que yo he jugado al tenis con Christian Jale, aunque no me acuerdo de quién ganaba. Al resto de los actores, como John Malkovich, no los recuerdo. No venían por aquí. Se alojaban en el hotel Jerez"

La cordial relación de Spielberg con sus caseros le llevó a la primera comunión de un primo de Paul, a la que fue invitado. "Se presentó allí y regaló un montón de gorras de El imperio del sol y todo tipo de merchandising". Los meses de Spielberg en Jerez dejaron además alguna huella en el chalé de San Bruno. Cuando se marchó, bajo una promesa de volver que luego no cumplió, aunque sí envió una carta de agradecimiento muy cariñosa a la madre de Paul que aún conserva, dejaron en la casa de los técnicos "mogollón de rollos de celuloide de la película, lo que se había desechado. Todos teníamos nuestra colección de descartes, aunque aquello se fue perdiendo con el tiempo. En esta casa también se quedó una inmensa parabólica verde cuando apenas existían parabólicas. La familia Spielberg la utilizaba para ver los canales americanos, así que en esta casa , después de que se fueran, se podían ver programas extranjeros que no se podían ver en ninguna parte. Y muchísimos juguetes de pisicna hinchables del pequeño Spielberg. Y una cinta de gimnasio de correr, que era otra rareza, y que los chicos durante un tiempo usábamos para cualquier cosa menos para correr".

Aquel tiempo de alquiler fue una excepción de la que quedan algunas fotos del paso de Spielberg por la casa. Pero la casa no está en alquiler ni nunca más lo ha estado. Un tiempo después volvieron a tener una oferta para alquilarle la casa al cantante Eros Ramazzoti, pero mis padres pensaron que "aquello era ya un cachondeo. Y que Eros Ramazzoti no es Steven Spielberg, claro", dice sonriendo.

También aquel inquilino dejó en Paul el gusanillo del cine. De hecho, con el tiempo, Paul estudió cine en Londres, pero no halló en el cine lo que esperaba y, aunque participó en un corto como montador que fue seleccionado para los oscar, los trabajos de técnico para programas de televisión británica de cocina con los que se ganó la vida durante un tiempo no tenían ni el glamour ni la grandiosidad de aquel falso campo de concentración en el que él pasó tan buenos ratos. Se cansó de montar programas explicativos de cómo hacer pasteles y pudding y Paul volvió a España, durante diez años a Madrid y ahora, de vuelta a las raíces, a El Puerto de Santa María, donde vive, aunque cada poco tiempo se da una vuelta por este chalé de Jerez, donde él jugaba al tenis con Christian Bale.

"En Inglaterra este lugar tendría una placa que pusiera que Spielberg estuvo aquí, pero ya sabes que aquí no somos muy de placas", afirma mientras nos despedimos en el jardín. Y se sonríe: "Por fin alguien se cree mi historia".

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