Juicio en Cádiz por secuestro, torturas y asesinato: “Le clavé el cuchillo en el pecho pero no pensé que iba a matarlo”
Crimen en Chipiona
Cuatro de los seis acusados admiten los hechos mientras que los otros dos aseguran que son víctimas. "Me metieron una pistola en la boca", dice uno de los procesados
El fiscal pide 87 años de prisión para seis procesados por secuestro, asesinato y torturas tras la desaparición de un alijo
Cádiz/Este lunes arrancó, bajo estrictas medidas de seguridad en un despliegue conjunto de la Policía Nacional y la Guardia Civil, un juicio con jurado a seis hombres, un español, un marroquí y cuatro franceses, acusados de secuestrar a cinco personas y propinarles brutales palizas hasta causar la muerte de una de ellas por el supuesto robo de un alijo de droga.
Los cuatro procesados franceses mantuvieron prácticamente idéntica versión de los hechos ante el tribunal popular en la primera sesión de la vista oral celebrada en la Audiencia de Cádiz. Todos manifestaron que el 21 de septiembre de 2019 se desplazaron en coche desde el país galo hasta Chipiona por un ajuste de cuentas tras un ‘vuelco’ de droga entre traficantes.
Admitieron que tanto la noche de ese 21 de septiembre como la mañana del 22 participaron en la detención ilegal de cinco hombres en una casa de campo en Chipiona. Los maniataron y les taparon los ojos antes de agredirlos con cuchillos, palos, escopetas y bates de béisbol al tiempo que portaban pasamontañas y guantes para no ser reconocidos.
A preguntas tanto del fiscal como de su defensa, señalaron que el dueño de la vivienda, el español encausado en este asunto, estuvo presente en todo momento mientras ellos agredían a las víctimas y no hizo nada por evitarlo. Es más, subrayaron que el propietario de la finca los jaleó con el propósito de que los secuestrados confesaran dónde estaba la droga supuestamente robada.
En un momento dado, continuaron su declaración, dos de ellos se montaron en una furgoneta conducida por el encausado marroquí e introdujeron dentro a tres heridos; mientras, los otros dos franceses se marcharon en un coche.
Cuando la furgoneta circulaba por la carretera A-480 entre Chipiona y Sanlúcar, los tres secuestrados intentaron escapar del vehículo pese a estar maniatados y malheridos. “Entonces cogí un cuchillo y se lo clavé a uno de ellos en el pecho, pero no pensé que iba a matarlo”, testificó uno de los franceses, que en ese momento se dio la vuelta hacia el público y pidió perdón a la familia del fallecido, presente en la sala.
En contra del criterio del fiscal, el mismo autor confeso del crimen explicó que no arrojaron a las tres víctimas de la furgoneta en marcha a una cuneta, si no que las puertas del vehículo se abrieron y ellos saltaron.
Por último, aseguraron que se dieron encuentro con sus compatriotas, se montaron en el mismo coche y huyeron los cuatro dirección Sevilla capital, donde fueron interceptados por la Policía, que halló en el interior del vehículo el arma homicida.
"Me encañonaron"
En la primera sesión del juicio con jurado celebrada este lunes en el Palacio de Justicia gaditano también prestó declaración el dueño de la vivienda de Chipiona, procesado por los mismos delitos que el resto de los encausados. El propietario de la casa aseveró que un traficante con el que ya había trabajado antes, Abdelá, se puso en contacto con él para descargar un alijo. Para llevarlo a cabo, indicó, llamó a varios de sus “amigos”, los que después resultaron ser las víctimas de las torturas y palizas.
“La descarga no se pudo hacer y Abdelá me llamó para pedirme explicaciones, pues culpó a mi gente de la desaparición de la droga. Nos vimos en Jerez, si bien acabamos en mi finca de Chipiona, una casa aislada, sin vecinos y con muros muy altos, de unos tres metros. Abdalá me ordenó que apagara las cámaras de seguridad, pues iban a venir los dueños de la droga. Ahí sentí miedo, tanto que ni se me pasó por la cabeza huir ni llamar a la Policía, si lo hacía me mataría”, señaló el acusado para dar a entender que el miedo venció su voluntad.
Este procesado relató que tanto la noche del 21 de septiembre como la mañana del 22 avisó, por orden de Abdalá, a varios de sus amigos para que acudiesen a su casa de campo. “Me vi obligado a mentirles, les tuve que decir que me encontraba mal para que vinieran a mi finca”, dijo el dueño.
Junto a estas personas que supuestamente participaron en el alijo frustrado acudieron también el resto de acusados más un nutrido grupo de personas que no han podido ser identificadas durante la instrucción de esta causa. Todos ellos agredieron con objetos contundentes a las víctimas maniatadas y con los ojos vendados. “Les preguntaban por el paradero de la mercancía mientras les pegaban. Yo les pedía que, por favor, hablásemos, pero me mandaban callar”, narró el propietario.
Asimismo, señaló que a él también lo torturaron. “Me pincharon el pecho con un cuchillo, me encañonaron y me metieron una pistola dorada en la boca. Cogieron un cuadro con una foto de mi hija y me lo partieron en la cara. En ese momento pensé que nunca más vería a mi niña”, declaró llorando.
Por último, testificó que después de lo ocurrido estuvo cuatro días escondido en el domicilio de un familiar de su esposa. Pasado ese tiempo, llamó a su abogado para acudir junto a él a la Guardia Civil y denunciar los hechos.
Cuestionado por el letrado de las víctimas, el dueño de la vivienda negó que acusará a sus compañeros del robo de la droga ante el traficante, del mismo modo que lo rechazó el último procesado en declarar, el de nacionalidad marroquí.
Este acusado afincado en Madrid señaló que, en principio, él era el encargado de transportar el alijo en una furgoneta. Toda vez que el alijo no se llevó a cabo, él se convirtió en el principal sospechoso del robo. “Bajé a Chipiona para dar la cara, pues me amenazaron con quemar mi casa y matar a mi mujer”.
El encausado indicó que él no pegó nadie y que tampoco estuvo presente en ninguna de las palizas, aunque grabó un pequeño vídeo y tomó una fotografía de una de las víctimas. También refirió que lo obligaron a conducir la furgoneta en la que introdujeron a tres de los secuestrados pero que él no vio nada de lo sucedido en la parte trasera. Una vez que se quedó solo en la furgoneta, concluyó, huyó hasta la capital hispalense, donde fue detenido tras una persecución temeraria que negó igualmente.
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