A juicio un sacerdote acusado de violar y abusar sexualmente de la mujer de su amigo

Tribunales Cádiz

"Dios nos ha hecho para ser felices, no para ser perfectos. Dios lo perdona todo", le decía el cura a la supuesta víctima cuando se propasaba con ella, según la Fiscalía.

La acusación pública solicita para el religioso la pena total de 11 años de prisión

La Audiencia de Cádiz, donde está previsto que se celebre el juicio a finales de este mes. / Julio González.

Cádiz/El próximo 23 de junio está previsto que se celebre en la Audiencia Provincial de Cádiz el juicio a un sacerdote acusado de violar y abusar sexualmente y de manera continuada de la mujer de su amigo íntimo. La Fiscalía solicita para el religioso la pena total de 11 años de prisión y una indemnización a favor de la supuesta víctima de 10.000 euros mientras que la acusación particular plantea 12 años de cárcel y una indemnización de 12.000 euros.

Este sacerdote, que en aquella fecha era capellán de las Fuerzas Armadas en la provincia, dejó de pertencer al prebisterio castrense, hace años, y tuvo que volver a su diócesis de Alcalá de Henares.

Tal y como recoge el escrito de acusación fiscal, en el año 2013 el religioso entabló una fuerte amistad con un hombre, quien llegó a presentarle a su familia, compuesta por su pareja y su hija menor de edad.

Con el paso del tiempo, la confianza fue creciendo, de manera que el sacerdote acudía “casi a diario” al domicilio de la pareja. Además, le hacía regalos a ella y la intentaba a ayudar a conseguir un trabajo como maestra en un colegio privado. “Llegó a ser considerado un miembro más de la familia”, subraya el fiscal.

En esta situación, sobre el mes de abril de 2015, el entonces capellán comenzó “a piropear” a la mujer de su amigo, “a llamarla por teléfono con una asiduidad superior a la acostumbrada” y “a intentar buscar excusas para quedarse a solas con ella”. “Empezó a sobrepasarse en los abrazos que le daba como muestra de cariño”, un gesto que terminaba “con una palmada en el trasero”. Esta actitud molestaba e incomodaba a la mujer, “que no supo cómo reaccionar”.

Durante la agresión, “ella le repitió que parase, que eso no se hacía a alguien a quien se quería”

El comportamiento descrito, afirma el fiscal del caso, fue en aumento hasta el punto que “el acusado exigía a la mujer de su amigo que le besara en la boca, le tocaba las nalgas y le decía que se había convertido en una persona muy importante para él”, si bien en todas las ocasiones, la perjudicada le refería que no quería nada con él más allá de una amistad, a lo que el capellán respondía: “Dios nos ha hecho para ser felices, no para ser perfectos. Dios lo perdona todo”.

En el mes de julio de 2015, prosigue el escrito de acusación, el procesado fue destinado a otra ciudad, hecho que aumentó la presión ejercida sobre la denunciante, ya que le repetía constantemente que era una persona muy importante y que tenía que apoyarlo en esos momentos. Asimismo, la llamaba prácticamente a diario y se enfadaba cuando no le cogía el teléfono.

El 30 de agosto de 2015, la pareja quedó con el sacerdote para ir a misa y después comer juntos en su domicilio. En un momento dado, el religioso le pidió a la mujer que lo acompañase a su habitación para entregarle un libro. La hija pequeña de la pareja fue con ellos, pero salió corriendo para jugar con otros niños, una circunstancia de la que se valió el procesado para agarrar por la cintura a la supuesta víctima y besarla. “Ella cayó al suelo de espaldas sin mayores consecuencias, le recriminó sus actos y se marchó de la habitación. La perjudicada no se atrevió a contar los hechos recién ocurridos a su pareja”, precisa la calificación fiscal.

Entre la última semana de septiembre y primeros de octubre de 2015, el acusado se desplazó hasta el domicilio de la pareja para cenar y se quedó allí a dormir, algo que ya se había repetido en otras ocasiones habida cuenta la estrecha relación de amistad que mantenían. A la mañana siguiente, el sacerdote aprovechó que su amigo se había ido a trabajar y que la hija menor se había quedado a dormir en casa de una amiga para entrar en la habitación de matrimonio donde aún dormía la mujer.

Al verlo allí, la perjudicada le pidió que se marchara. Él se negó, razón por la que ella salió corriendo y se encerró en el cuarto de baño al mismo tiempo le rogaba que se fuese de allí. El ex capellán le respondió que “se quedara tranquila, que no iba a pasar nada”, apunta la Fiscalía en su escrito.

La mujer decidió confiar en el religioso y le abrió la puerta. Entonces él se abalanzó, comenzó a darle besos en la boca, la abrazó fuerte para impedir sus movimientos y la arrastró hacia el dormitorio mientras ella intentaba resistirse agarrándose a los muebles sin éxito. Finalmente, la tiró sobre la cama y la agredió sexualmente.

Según la acusación pública, “durante el transcurso de los hechos descritos, la damnificada le repitió al procesado que, por favor, parase, que le estaba haciendo daño, que si la quería de verdad, la dejara tranquila y que eso no se hacía a alguien a quien se quería”. Además, la mujer empezó a respirar con dificultad debido a la presión del cuerpo del acusado así como por la situación que soportaba. En tales circunstancias, él se marchó y ella huyó de nuevo al cuarto de baño.

A pesar de ser consciente de la gravedad de los hechos perpetrados contra su persona, la denunciante no comunicó esta situación a su pareja “por miedo al rechazo de éste y porque el acusado le pedía perdón en reiteradas ocasiones a la vez que le decía que era una persona muy importante y le recordaba que la estaba ayudando a encontrar trabajo”.

Después de todos estos episodios, expone el fiscal en su calificación, el 1 de enero de 2016 la pareja decidió ir a visitar al sacerdote a su casa. En un momento dado, el procesado quiso llevarlos a ambos a una habitación para enseñarles unas fotografías. Como quiera que su amigo no tenía interés en el asunto, se marchó. El encausado aprovechó entonces para intentar abrazar a la mujer y tocarle las nalgas. Ella lo apartó y, en esta ocasión, su pareja sí se percató de lo que estaba sucediendo con el cura, que intentó disimular al verse sorprendido e hizo caer a la mujer sobre unas maletas. A partir de ahí, la damnificada le contó someramente lo ocurrido a su pareja y ambos abandonaron el lugar. Los días 7 y 13 de enero, el sacerdote llamó por teléfono a la denunciante para pedirle perdón.

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