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En el limbo animal

La mayoría de animales decomisados e incautados en la provincia van a parar al zoo de Castellar, un centro en el punto de mira de los ecologistas La administración pública carece de lugares preparados para acogerlos

Un par de monos capuchinos en el zoo de Castellar.
Pilar Vera Cádiz

20 de junio 2016 - 05:01

Todo parecía nuevo y era, ciertamente, salvaje.

Hace 40 años, por la finca de La Alcaidesa paseaban rinocerontes, jirafas y elefantes. Un compendio de fauna africana que alimentaba al llamado Autosafari Andaluz. El proyecto, sin duda ambicioso para la época, terminaría cerrando sus puertas en 1982. Todos los animales fueron distribuidos en distintos zoológicos. Todos excepto un par de avestruces que deambulaban por la zona junto a las vacas y unos cuantos babuinos que prosperaron hasta constituirse en dos grupos de unos 40 individuos. Por la misma época, llegaría a los alrededores un investigador sueco, Claus Linden. Traía consigo a un grupo de chimpancés que consideraba amenazados en su entorno natural y se las ingenió para crear a su alrededor un trasunto de jardín tropical. Los chimpancés fueron muriendo uno tras otro. Uno de ellos apareció ahorcado. Otros dos, abatidos a tiros. Linden culpó siempre del asunto a traficantes locales.

Ahí es donde la historia deja de ser nueva para ser como ha sido siempre: antigua y salvaje.

A mediados de los noventa, se procedió a la captura de babuinos, que habían pasado a ser una "amenaza" para el medio. "Yo estuve ahí -cuenta Ricardo Gistas, que por entonces ya había iniciado en La Línea lo que después sería el zoo de Castellar-. De ellos, unos nueve no sobrevivieron a la anestesia. Además, uno de los machos mató a las hembras para quedarse con las crías: una de ellas es ahora el macho dominante en el zoo". Cuatro hembras consiguieron escapar, aunque fueron muriendo poco a poco. Tampoco parece el mejor de los finales.

Avestruces y babuinos camparon durante un tiempo por el Campo de Gibraltar y, más allá de la anécdota, uno imagina que la provincia gaditana, puerta entre Europa y África, no debe ser ajena al tránsito de especies exóticas. Que es algo que ha de formar parte de esa historia antigua y salvaje. Dos de las últimas operaciones de la Guardia Civil al respecto -Shamrock, en 2014, y Quagga, el pasado febrero- tenían en Cádiz distribuidores y compradores. Tras una semana de consultas a Guardia Civil, Seprona, Aduanas y Soivre, no hay, sin embargo, datos de corte provincial.

"Si tuviera que ser por mi experiencia, yo diría que el tráfico ilegal de especies no existe. La legislación marroquí se ha endurecido y donde antes entraban 40 monos, ahora entra sólo uno", comenta Ricardo Gistas, que pone el foco en el comercio particular. "Hoy día, el que tiene un guacamayo jacinto es por que lo cría en cautividad" .

Sea como sea, el río suena y agua, desde luego, lleva. En la memoria de 2015, la Guardia Civil realizó 286 actuaciones en aplicación del CITES (Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas) a nivel nacional y el tráfico ilegal de animales es el segundo en volumen en nuestro país, tras la droga. Un reciente informe de la UNODC situaba a España y Portugal, además, en los primeros puestos del comercio de aves exóticas.

Para Pedro Pozas, presidente de la asociación Gran Simio, el comercio de animales tiene carencias desde su propio concepto. Empezando porque la legislación que lo regula es de naturaleza crematística: "En general, a no ser que superen los 18.000 euros y pase a ser contrabando, el tráfico de animales lo único que te puede generar es una multa: su condición de posesión va por delante. No se les tiene respeto como seres vivos, son sólo cosas: maltratar a un animal salvaje, no domesticado, sigue sin ser delito -explica-. Luego tenemos incongruencias como la del Real Decreto 1333, que regula el tráfico de especies protegidas". Una ley que contempla poder eutanasiar al animal en caso de que sea "imposible o inadecuada su reintroducción, su cesión para su mantenimiento en cautividad o su donación para investigación".

Sobre papel, existe también la figura de la devolución "en caliente" de los especímenes decomisados. Pedro Pozas se ríe: "¿De verdad crees que eso puede cumplirse? Muchos serían recuperables, pero no se hace".

Esta situación de vacío y poca implicación a nivel administrativo exigiría, según Pozas, la "derogación inmediata" del Real Decreto 1333, así como una "responsabilidad plena del Estado en los centros de estancia de estos animales, con una red de rescate para animales autóctonos y cuatro o cinco para especies en peligro de extinción. El servicio público no cuenta con lugares específicos para colocar a los animales que encuentra y los va repartiendo donde puede, concertando. El problema es cómo vas a denunciar luego a ese zoo si colabora contigo. Me consta que el Seprona se encuentra a menudo con ese problema".

En la provincia, el zoo de Castellar es el centro que recoge a la mayoría de especímenes interceptados por el Seprona o en las aduanas de Tarifa y Algeciras. Decomisos y abandonos constituyen, de hecho, el 70% de las especies presentes en el centro. Tortugas moras y camaleones constituyen las principales especies requisadas en frontera, así como lagartos, loros, monos de Gibraltar y alguna rapaz -uno de los últimos requisamientos fue de más de 600 canarios en los bajos de una furgoneta, más de la mitad, muertos-. Algunos animales fueron recogidos en el campo (entre ellos, un par de buitres heridos). Uno de los linces presentes en Castellar llegó procedente del tráfico ilegal en 2005; dos de los tigres vienen del circo y otro, de un decomiso particular. Los guacamayos se reparten entre aduanas y particulares, y no son pocos los animales que pasaron alguna vez por una tienda de especies exóticas: los erizos pigmeos, que se popularizaron hace unos años; o serpientes que superan cualquier concepto razonable de mascota (entre ellas, una pitón reticulada); o zorritos del desierto (fénec), que están ahora de moda. "Y también rapaces, cuyo mantenimiento incluye llevarlos a voladeros o a cazar, algo que muchos no pueden ya permitirse", explican.

El zoo de Castellar es también el farolillo rojo en las listas de los animalistas. Tan asumido tienen el palo mediático que Gistas comenta "no lo tendré en cuenta si nos pones mal". El que desde luego tiene sus reservas es Alberto Díez. El director de la Asociación para la Defensa de los Animales comparte la opinión de Pedro Pozas respecto a una desvinculación de los centros privados: "En el caso de Castellar, tenemos una situación geográfica muy concreta y un centro que aplica una política comercial muy agresiva, como tocar a los animales, darles de comer, sacarlos para fotos, cría para venta... -desarrolla-. ¿Qué pediríamos? Que la administración regulara claramente este tipo de comportamientos. Para nosotros, este caso en concreto debería quedar fuera por parte de las autoridades CITES".

"Los animalistas quieren que cerremos los zoos -replica Ricardo Gistas-. Pero entonces, ¿qué hacemos con los animales? A mí me gustaría que dieran una solución, otra cosa es negarnos a ganar dinero. Nosotros sacamos a algún cachorro de ocelote, que es muy atractivo. O monos que la madre rechaza. Es utilizar, entre comillas, a seis o siete animales por el bien de 600. Hemos tenido siempre una competencia brutal entre Selwo, el zoo de Fuengirola y el de Jerez -continúa Gistas, que contempla abrir un nuevo espacio de 20 hectáreas en Málaga-, y siempre trabajando en las instalaciones, desde un inicio precario, para cumplir los estándares de la Junta. El dinero sale de taquilla, y trabajamos con animales a los que nadie quiere recoger".

Ricardo Gistas estuvo relacionado con un caso de tráfico de primates en 2011 -un capuchino vendido con documentación falsa-. El tema se saldó con una multa y Gistas sostiene que fue una venta legítima: "Antes de 2009, se permitía la venta de primates", indica, aun cuando la normativa de Sanidad limitaba fuertemente, desde el 94, el intercambio de simios. "Aun así -continúa-, el Soivre, por ejemplo, autorizaba tener primates. Aquí cualquiera puede tener lo que quiera. De hecho, las mejores colecciones de animales las tienen particulares. En su tiempo, llegué a vender tres monos a Valencia, uno de ellos, a un médico con dinero. Le requisaron el animal y cuando lo recuperó me dijo: 'Ya sé qué contacto tocar para el permiso'. Cualquiera puede buscarse la trampa. Hace tiempo que me dije que nunca más iba a hacer algo así, y si te lo cuento es porque ya ha prescrito. Pero entonces tenía que subsistir de alguna forma y una de esas ventas aseguraba el verano".

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