El agua de abril salva a los parques naturales de Cádiz de un alto riesgo de incendio
medio ambiente
Desde la Administración, se llegó a contemplar adelantar este año la fecha de inicio de la temporada de fuegos, que comienza el 1 de junio
Salvados por la campana. O por las lluvias de abril. Y de marzo. La abundancia de precipitaciones en la primera mitad de esta primavera no sólo ha recuperado los registros de los pantanos y el ciclo agrícola, sino que ha supuesto un escudo para los cinco parques naturales de la provincia. A principios de año, con el Campo de Gibraltar considerando restringir el consumo de agua para uso humano y los pantanos gaditanos a un tercio de su capacidad tercio de su capacidad, se llegó a considerar incluso adelantar la temporada de incendios, afirma el delegado de Desarrollo Sostenible de la Junta en la provincia, Daniel Sánchez.
Los últimos registros han supuesto que, actualmente, ni se considere llevar a cabo “medidas especiales como efecto de la sequía –prosigue el delegado–, ya que los embalses se han situado a un nivel cercano a la normalidad y el estrés hídrico que sufría la zona se ha aliviado. Esto va a atrasar el riesgo altísimo de incendio que manejábamos el primer trimestre del año”.
Así, el inicio de la temporada alta de incendios lo marcará el próximo 1 de junio, como viene siendo habitual. “Al final, ha crecido muchísimo la vegetación, cosa que luego complica las perspectivas cuando va terminando la temporada y se seca”, apunta Daniel Sánchez, que también señala que los parques naturales más complicados respecto a riesgo de incendio son el de Grazalema y el de Los Alcornocales, “por su importante masa forestal –indica–. Estos parques son también los que tienen las zonas más importantes desde el punto de vista de protección a las reservas”.
Desde Ecologistas en Acción, Juan Clavero también destaca que las últimas lluvias han salvado al campo, permitiendo que crezca “abundantemente el pasto y la comida silvestre”. “El asunto –señala– es la falta de agua y el recurso hídrico de pantanos y acuíferos”.
“Ha llovido muy oportunamente para el momento de floración. Si no hubiera caído agua en marzo, habría sido un desastre absoluto: antes de esto, la hierba estaba raquítica. Ahora tenemos a los acebuches y encinas todos en flor”. Para algarrobos y madroños, hay que esperar al otoño. “El verano aguantará –pronostica Clavero– pero, como venga un otoño seco, veremos que estamos ya en un problema estructural, no coyuntural”.
Al estrés hídrico son especialmente sensibles, precisamente, las joyas de la corona: los pinsapos y los canutos de laurisilva, ambos propios del Parque Natural Sierra de Grazalema y del Parque de Los Alcornocales. Frente a acebuches y sabinas, especies propiamente mediterráneas y muy adaptables, los emblemas de la provincia responden a sendos microclimas que les han permitido sobrevivir en una geografía hoy día extraña.
Las zonas boscosas llevan ya “varios años con déficit y lluvias a destiempo –comenta Juan Clavero–. Hemos perdido el ciclo normal de lluvias en otoño y se van acumulando los años con anomalías hídricas. Esto puede terminar pasando factura incluso a los alcornoques y a los pinsapos”.
Y, desde hace décadas, el bosque que da nombre a Los Alcornocales ha perdido más de la mitad de su masa forestal.Los Alcornocales ha perdido más de la mitad de su masa forestal. Hoy día, luce un sustrato empobrecido por la presencia de grandes rumiantes –más llamativos para la caza– y los árboles, ejemplares con bastantes años, viven bajo la amenaza de la fitóftora (Phytophthora cinnamomi).
“El pino, las coníferas y el acebuche suelen aguantar bastante, a no ser que sean situaciones excepcionales –continúa Clavero–, pero el quejigo, por ejemplo, se da en zonas de umbría. El pinsapar ahora mismo está bastante sano –insiste– pero si sigue esta situación, ya veremos qué va a pasar. El pinsapo aguanta perfectamente la sequía de verano, lo que probablemente no aguante sea otoños e inviernos sin agua”.
La laurisilva del Campo de Gibraltar pervive gracias a la humedad permanente característica de la zona, similar a la de los bosques subtropicales. Clavero recuerda el caso de la laurisilva de Monchique, en el Algarve portugués, que se quemó entera hace unos años:“Hay también otras masas similares en el norte de Marruecos y el Cáucaso –explica–, pero lo que todas ellas tienen en común es que están asociadas a cursos de agua. Hasta ahora, los arroyos de los Alcornocales y Grazalema han seguido subiendo caudal, pero si disminuye o se seca, la laurisilva típica puede terminar desapareciendo”.
El ecologista también menciona la enorme diversidad de helechos que tienen estos parques, con endemismos únicos: una especie que necesita especialmente la humedad del suelo para poder reproducirse.
“Si disminuye la humedad, todas las zonas encharcadas de Los Alcornocales y los registros de alta humedad que se dan en el Campo de Gibraltar, todo esto se compromete –desarrolla–. Ten en cuenta que todas las previsiones climáticas que se van dando dan ya por hecho de que vamos a alcanzar una subida de 1.5 grados de media y, a partir de ahí, la situación es irreversible si no nos tomamos en serio el consumo de energías fósiles. Todo lo que estamos viviendo ahora no son más que avisos”.
Los registros históricos de la provincia también señalan los cambios que supone nuestro acelerón climático. “La ordenanza de bosques de 1.575 en las Cuatro Villas de Grazalema –aporta Clavero– recoge que estaba prohibido encender fuego desde el día de San Juan hasta finales de agosto o septiembre, cuando llegaban ya las primeras lluvias y el otoño”.
Incluso con los parámetros de algo tan moderno como el turismo esto ha cambiado:antes, la temporada turística se limitaba a julio y agosto, mientras que ahora se ha ampliado, casi en los mimos términos que en la temporada alta de incendios. “Antes –indica Juan Clavero–, los meses peligrosos eran julio y agosto, y ahora suele ser mucho más peligroso septiembre, cuando todo está extremadamente seco”.
Juan Clavero fue el primer director del Parque Nacional de la Sierra de Grazalema, en los ochenta. Por entonces, recuerda, aún se terminaba en septiembre la recolección. “Hoy día, hay veces que ya se está cosechando a finales de abril, pero lo que es seguro es que antes de San Juan está ya todo listo. El mes de mayo termina lleno de rastrojos y hasta octubre o noviembre no empieza a llover. Es decir, está claro que la época de sequía se está ampliando e, igualmente, los grandes incendios se van desplazando estacionalmente”.
“Por ahora, el verano no se ha adelantado, a finales de mayo tendremos ya el pasto seco, pero eso es lo normal –prosigue Juan Clavero–. Ahora, si no hay mucho pastoreo, el pasto es un riesgo”.
Para Clavero, una medida lógica dentro del plan de cortafuegos sea que se extienda el acceso gratis a la población rural a partir de esta época: "Se suele hacer en torno a las carreteras o de los caminos públicos, bordeándolos: el fuego llega hasta esa doble barrera y se ralentiza. Por eso mismo todas las crestas alrededor del pinsapar están hechas cortafuegos”.
Frente a los buenos trabajos que se han realizado este año en la carretera de El Bosque a Grazalema al respecto, la organización ecologista señala (para mal) el desbroce realizado en la Dehesa de Cortegana, en Paterna, “donde se ha eliminado la práctica totalidad del matorral –lentiscos, coscojas, palmitos, sanguinos…–, y buena parte del arbolado, formado mayoritariamente por acebuches. Así mismo, se ha eliminado toda la vegetación herbácea en plena floración primaveral”.
Respecto al Parque Natural de La Breña, desde Ecologistas en Acción se señala el problema que pueden suponer la densidad de árboles en algunos parajes costeros: “En Barbate sí que hay algunos cortafuegos, pero hay otros pinares, en La Breña o en Albarracín, en los que se plantaron los ejemplares a tres metros y luego se olvidaros de ellos”. Y es que, si en lo que se refiere al fuego, los pinares son material nitroglicerina, con las piñas actuando como proyectiles; “en áreas de encinas, algarrobos, acebuches y pinsapos, el problema lo producen la cercanía de unas copas con otras”, afirma Clavero.
Cuatro itinerarios del Parque de Grazalema aumentan el control de acceso
Morir de éxito es otro de los riesgos que se arriesgan a sufrir los espacios naturales de la provincia. El delegado de Desarrollo Sostenible en Cádiz, Daniel Sánchez, recuerda la “locura” de afluencia de público en los meses tras el confinamiento. Paseos como el del río Majaceite, entre El Bosque y Benamahoma; el arroyo de Bocaleones, en Zahara de la Sierra; o el Arroyo de la Miel y la Garganta del Capitán en el área de Algeciras; o el de Los Lances, en el Estrecho, presentaron escenas de saturación que hicieron plantear establecer ciertas medidas de control. Así, a partir del 1 de junio de este año, se volverá a limitar el acceso a cuatro itinerarios situados en el Parque Natural Sierra de Grazalema: El Pinsapar, La Garganta Verde, El Torreón y Los Llanos del Rabel. Desde ese día al 15 de octubre al sendero de El Pinsapar solo estará permitido acudir acompañados por empresas de turismo activo y solo se autoriza el recorrido desde su entrada por Grazalema hasta el inicio del bosque de los pinsapos. El Torreón permanecerá cerrado durante esas fechas; en la Garganta Verde, algunas modalidades se suspenderán por posible riesgo de incendio y el sendero de los Llanos del Rabel no continuará hasta el camino de los pinsapos. También por precaución, indicó el delegado, se contará de nuevo con la figura de informadores entre El Bosque y Zahara.
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