La otra lucha de las camareras de piso

Salud laboral

Tras haber conseguido acabar con la subcontratación de sus servicios en los hoteles, ahora reivindican el reconocimiento de las enfermedades profesionales que se derivan de su trabajo

María del Carmen Toro, Charo Martínez, Pepi Pan y Begoña López. / Jesús Marín

Reniegan del apodo de las Kellys (las que limpian). Son camareras de piso, una categoría profesional que les ha costado mucho esfuerzo conseguir y que reivindican con orgullo. A pesar de ser un trabajo duro, ingrato e invisible, María del Carmen, Charo y Pepi confiesan que les apasiona, quizá por eso defienden de forma tan vehemente la mejora de su salud laboral.

Porque la lucha de las camareras de piso en Cádiz ha cambiado. Tras hacer su aparición de la mano del sindicato Comisiones Obreras en el año 2016 y conseguir acabar con la externalización de sus servicios en los hoteles de la provincia, ahora su objetivo es el reconocimiento de las enfermedades que se derivan de su labor diaria.

De copar titulares en los medios de comunicación en los que la sociedad se escandalizaba por los sueldos ridículos que cobraban las camareras subcontratadas por los establecimientos hoteleros, que apenas llegaban a los 2,5 euros la hora, han pasado a batallar por su salud.

María del Carmen Toro, delegada de CCOO, trabaja en el Hipotels Barrosa Garden desde el año 2001. Pepi Pan, delegada de Prevención de CCOO, es camarera de piso en el Barceló Montecastillo desde 1994. Charo Martínez, delegada de Prevención de CCOO, desarrolla su profesión en el Gran Meliá Sancti Petri desde 1999. Begoña López, secretaria general de Servicios de Comisiones Obreras en la provincia de Cádiz, es uno de los pilares de estas mujeres en su lucha por la defensa de sus derechos laborales.

Begoña López, secretaria general de Servicios de CCOO en la provincia de Cádiz. / Jesús Marín
"Su trabajo tiene mucha exigencia física, pero la psicológica es la que imprimen las empresas”

“En nuestra profesión hay muy poca gente que llegue a la edad de jubilación, se van con sus dolores sin llevarse nada. Llega un momento en que simplemente se rinden”, relata Charo, quien añade que su intención es jubilarse “pero este año he cumplido los 60 y me cuesta mucho recuperarme de mi jornada de trabajo. Cuando llego a casa estoy fuera de juego mínimo una hora: por el ritmo, por la responsabilidad. Si estiran tanto la cuerda al final se va a romper”. Pepi dice que quieren visibilizar sus condiciones laborales, la sobrecarga de trabajo y las enfermedades que sufren. “Nosotras mismas vamos viendo cómo nos estamos deteriorando. Todos los días cuando nos encontramos las compañeras lo primero que hacemos es preguntarnos: ¿Tú cómo estás de esto? ¿Te ha visto ya el especialista?”

Otra de las situaciones comunes entre las camareras de piso es sacar un “montoncito de pastillas” cada día en el desayuno. “Nos automedicamos para poder soportar las dolencias en el trabajo”, continúa Charo.

“Una de las grandes dificultades que nos estamos encontrando es el reconocimiento de las enfermedades profesionales”, apunta Begoña, quien cree que es fundamental que las trabajadoras “dejen rastro” en las mutuas para que se conozcan qué dolencias se derivan del ejercicio de su labor. “Es muy frecuente que por ser mujer y llegadas a cierta edad, les digan que lo que tienen es menopausia. Si va un hombre con un tema de carga es un accidente laboral, pero si es mujer es la menopausia”.

Charo Martínez, camarera de piso y delegada de Prevención de CCOO. / Jesús Marín
“Nos automedicamos para poder soportar las dolencias en el trabajo”

Hasta ahora las mutuas solo reconocen tres enfermedades a las camareras de piso: túnel carpiano, bursitis y epicondilitis, una cifra que, a su juicio, se queda bastante alejada de la realidad. “Yo tengo que dormir encogida en la cama porque no puedo estar recta dos minutos ni darme la vuelta. A mí la mano se me queda completamente dormida aunque no esté operada del túnel carpiano”, cuenta Pepi.

“Es que luego vas a la mutua y te sientes como si quisieras engañar. Mira mi mano, toca, me duele, no la puedo doblar más, apenas la puedo mover. Me caí en el trabajo y en la radiografía no sale nada porque no es de huesos. Me pongo una muñequera durante el trabajo porque me alivia y me tomo un relajante muy fuerte. Por eso muchas compañeras no quieren ir cuando les pasa algo. Yo les digo: ve, que quede constancia de que te ha pasado en el trabajo. Pero a no ser que tengas un brazo roto o algo muy evidente, no te hacen caso”, señala Charo.

Pepi Pan, camarera de piso y delegada de Prevención de CCOO. / Jesús Marín
“Si queremos pelear por un turismo de calidad, debemos empezar desde abajo”

“También es muy común que nos digan que tenemos fibromialgia”, subraya Pepi, quien añade que si no es una de las tres enfermedades reconocidas, les derivan a la Seguridad Social y les diagnostican una enfermedad común. “Es que vas porque te has dado un golpe y te dicen: eso es es artrosis y, sí, puedo tener artrosis, pero es que me he dado un golpe trabajando”.

Y es que si las empresas no han tenido más remedio que contratar según convenio a las camareras de piso, no han cedido a la hora de mejorar las condiciones laborales. Camas más grandes, varias capas de ropa de cama, muchos más muebles de los necesarios en una habitación que se supone de paso, espejos gigantes, bañeras en posiciones difíciles para su limpieza, presión para acabar a tiempo las habitaciones asignadas, transporte y organización de los carros de limpieza, traslado de cunas, aspiradoras, etc... “El ritmo de trabajo es excesivo”, mantiene Pepi, que defiende que el tiempo para hacer una habitación depende del estado en que se encuentre y que no responde a una regla de tres como sostienen las direcciones de los hoteles.

María del Carmen Toro, camarera de piso y delegada de CCOO. / Jesús Marín
"Trabajar tantos años como camareras de piso nos ha condicionado la vida a todas”

“Yo estoy consiguiendo que las compañeras no terminen las habitaciones que no son de salida para que la empresa se dé cuenta de que es imposible. Ellas las acabarían fuera de su jornada, pero quiero que vean que no da tiempo”, afirma Charo. “Es calidad o cantidad”, interviene Mari Carmen. “El día que hay más trabajo pues damos más bayetazos. Las gobernantas saben el trabajo que llevamos y si nos dan más del que podemos hacer, no podremos ofrecer calidad al cliente”.

Tanto Charo como Pepi dicen que en sus hoteles no tienen estipulado un tiempo determinado por habitación, sin embargo Mari Carmen indica que “nosotros tenemos estipulado 15 minutos por habitación doble y 20 por las familiares, pero en las dobles puede haber cuatro o cinco personas, arena de la playa, muebles por todos lados. El año pasado cuatriplicamos los accidentes laborales”.

Insuficiente

De momento solo se admiten tres enfermedades profesionales relacionadas con su trabajo: bursitis, túnel carpiano y epicondilitis

“Yo me levanto a las 5.15 de la mañana porque a las 6 nos recogen para llevarnos al hotel. Yo me levanto rígida, no me puedo ni mover, necesito mi tiempo. Luego el camino de ida, de vuelta... Yo no sé cómo lo hacen las compañeras que tienen niños chicos, porque yo no voy ni a una Semana Santa, ni a unos Reyes, ni a unos Carnavales... No tengo vida social, es que no puedo hacer nada”, denuncia Mari Carmen.

“Yo parada no puedo estar, tengo que estar moviéndome todo el rato. Salgo a andar por la tarde porque es la única manera que tengo de relajar las piernas. Tengo una compañera que llega en tal estado de nervios a casa que no duerme y el médico le ha recetado unas pastillas que la han dejado zombie. Es otra persona”, narra Charo.

Reivindicativas

La aparición de estas mujeres en los comités de empresa ha servido para que se oiga su voz

“Trabajar tantos años como camareras de piso nos ha condicionado la vida. Yo esta noche, aunque hoy no he ido a trabajar, estaba en planta a las 4 de la mañana. Pierdes el sueño y lo pierdes todo, vas a perder hasta el marido. Nuestro trabajo tiene un desgaste físico y psicológico brutal”, recalca Mari Carmen. “Su trabajo tiene mucha exigencia física, pero la psicológica es la que imprimen las empresas. Tú sabes cómo hacer una cama o limpiar un baño, la presión psicológica proviene de los ritmos que les pone la empresa”, explica Begoña. “Tú estás trabajando y pensando en lo que te queda, que no llego, escuchas los pasos de la gobernanta, sabes que el cliente está esperando ya... Esa es la presión nuestra, pero imagínate de una eventual o de una trabajadora de ETT que sabe que si no saca todo el trabajo no la llaman más”, critica Pepi.

“Si queremos un turismo de calidad, como motor del desarrollo económico de la provincia, debemos luchar desde abajo, desde los trabajadores para que tengan unas condiciones dignas”, reivindica Pepi, quien considera que aún queda mucho por hacer.

Rutina

Pocas son las camareras de piso que llegan a la edad de jubilación. La mayoría se van antes sin nada

“Es un sector que no se sabe si es feminizado porque es invisibilizado o si es invisibilizado porque es feminizado, al final lo que pasa es que son invisibles y si no son ellas mismas quienes dan un golpe en la mesa, nadie va a reconocer su trabajo”, prosigue Begoña.

Por ello, el de las camareras de piso es un colectivo en lucha constante. “No es solo que estemos en lucha, es que tenemos que estarlo, sobre todo las que llevamos muchos años en esto”, considera Charo.

Una de las medidas en las que se está movilizando CCOO a nivel estatal es en la jubilación anticipada, su principal demanda en estos momentos. “Yo quiero jubilarme con calidad de vida, no quiero estar postrada en una silla”, expone Pepi, mientras que Begoña defiende que “tengan calidad de vida durante la jornada laboral para que tengan calidad de vida una vez que se jubilen”.

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