'Maradona' y los suecos
Galería del crimen. Capítulo 28
De Escandinavia llegaron los sicarios para matar por encargo al dueño de un gimnasio de San Pedro de Alcántara y luego deshacerse del que les encargó liquidarlo
Suecia, ahí donde la ven tan formal con su inversión del 7,7% del PIB en educación y su cuarto puesto en el índice mundial de felicidad, es un sitio verdaderamente peligroso. Que se lo pregunten a Stieg Larsson (bueno, ya no, que se murió de un infarto subiendo unas escaleras), que basó su serie Millenium, con la que llevó a la cumbre a la novela negra escandinava, en sus investigaciones sobre la extrema derecha sueca y su obsesión por saber quién mató a Olof Palme. El pacífico y socialdemócrata Olof Palme, el Kennedy sueco, ese primer ministro que se paseaba por Estocolmo sin escolta porque Suecia era Suecia y una mala tarde de 1986, a la salida del cine, después de ver Los hermanos Mozart, una película sueca aburridísima, bang bang. Sí, sí, en Suecia, como les cuento.
Pero ni en sus más audaces elucubraciones podría llegar a soñar Larsson que de esa profunda Suecia en la que él husmeaba iba a emerger una violencia mucho más palpable que no estaba relacionada con la política y ha dejado medio centenar de atentados con bomba y dos centenares de asesinatos en plena calle en los últimos cinco años. Como el de Olof Palme. Bang bang. Aunque bien pensado, no son tantos si se cuenta que por cada persona a la que matan en Suecia se suicidan once, que muchos suicidios me parecen a mí para tanto índice de felicidad.
Miren, a cien kilómetros al Oeste de Estocolmo hay un pueblecito que no es tan pueblecito, que ya tiene 60.000 habitantes. Se llama Eskilstuna y da nombre a un sofá de tres plazas del Ikea. De allí salen los coches Volvo y su vecina más insigne es la que era castaña de las dos chicas de Abba. No la rubia; la otra. Pues bien, en este lugar idílico en el que se juntan dos lagos y que durante la revolución industrial era conocida como la ciudad de hierro, la policía ha admitido que ha perdido el control. Aquí todos los años se producen una veintena de tiroteos. Los chavales se trasladan armados en patinete de un lugar a otro y esconden armas automáticas en los parques públicos. Las pandillas gobiernan en los barrios y ya operan a unos niveles sólo superados en Europa por la mocromafia de los Países Bajos. Lo que digo, hay que andarse con cuidado con los suecos.
Si no se sabe todo esto, es posible que cuando al propietario de un gimnasio y de un chiringuito en la Costa del Sol le avisaron de que tuviera cuidado, que había noticias de que rondaba por la zona el clan de los suecos, él no se mostrara impresionado. ¿Qué daño puede hacerte un sueco? Pero es que la Costa del Sol no dista mucho de convertirse en una Suecia en pequeñito o una Eskilstuna en grande. No hay año que las estadísticas se libren de al menos dos docenas de tiroteos y un buen puñado de muertos.
Maradona
Igual que en el mundillo del narcotráfico hay un Messi del hachís, que hace tiempo huyó a Marruecos y hoy es uno de los hombres más buscados por la Europol, también había un Maradona, pero éste era de la cocaína. O eso se decía. Su nombre verdadero era David Ávila, contaba con 37 años y sí, tenía un gimnasio, el Marbella Fight School, que no estaba en Marbella Marbella, sino en San Pedro de Alcántara. Se lo quemaron. Empotraron un todoterreno robado hasta arriba de gasolina contra la puerta del local. Además se creía que el chiringuito Heaven, en la playa de Estepona de Guadalmansa, que también lo quemaron, era de su propiedad, aunque él decía que no y eso que pasaba allí mucho tiempo con compañías sospechosas, en concreto con el que figuraba como dueño del establecimiento, un tal Naoufal Almanzor Merabet, de nacionalidad marroquí y que había desaparecido sospechosamente en un viaje a Dubai del que nunca volvió.
La cuestión es que por aquellos días -estamos en la primavera de 2018- había unos marroquíes que andaban como locos buscando 400 kilos de cocaína que les habían mandado unos colombianos y que se habían perdido en algún punto entre Buenos Aires y Algeciras. Estos colombianos habían contratado a un porteño al que se conocía como Dolarín, pero que la policía tenía fichado como Diego Xavier Guastini y que, con el tiempo, acabaría siendo un ‘arrepentido’ del narcotráfico internacional. Dolarín dijo a los colombianos que él había metido la coca por la Terminal 4 del puerto de Buenos Aires, que había reclutado para el trabajo al Coco, el Rubio y al Ramón, que eran gente de fiar, que no era gente de vuelcos ni de robar, y que en la otra punta del Atlántico estaba esperando el cargamento el Maradona, que a lo mejor ese no era tan de fiar. En el mundillo se rumoreaba que el Maradona y su grupo de trabajo, Los Gordos, ya habían hecho alguna jugada sospechosa en el pasado.Maradona había sido en el año 2014 valijero del Dolarín en un negocio que no salió bien. Perdió casi un millón de dólares. Eso le contaron los colombianos a los marroquíes que les había contado Dolarín y ya, de paso, aprovecharon para reclamarles la segunda parte del pago del envío si querían volver a ver cocaína de Colombia por allí, que lo de dónde estuviera la droga ya no era asunto suyo.
El Maradona negó la mayor a un tal Sofian Ahmed Barrak, más conocido como el Zocato, un ceutí al que los marroquíes habían comisionado como señor Lobo para que solucionara el asunto. Maradona le aseguró que la coca no llegó nunca a Algeciras, así que tenía que haberse quedado en Buenos Aires. El Zocato no debió creerle mucho porque del Marbella Fight School sólo quedaron las cenizas. Era una forma de comunicarle su decisión: o entregaba la coca o el dinero. Fue cuando la poli se acercó a ver al Maradona, más que nada para advertirle de lo de los suecos.
-¿Quién te quemó el gimnasio?
-Ni idea.
-¿No tendrá nada que ver con tus antecedentes de drogas?
-Yo ya no estoy metido en eso.
-Pues ándate con cuidado que por ahí se habla de unos suecos a los que han encargado partirte las piernas.
-¿Y qué pintan aquí unos suecos?
Maradona sí sabía una cosa por las cámaras de seguridad: los que habían quemado el Heaven eran los mismos que habían quemado el Marbella Fight School. Esos debían ser esos malditos suecos, aunque, desde luego, no tenían ninguna pinta de lo que uno entiende por sueco. El 25 de marzo había ardido el gimnasio, el 8 de abril se quemó el Heaven. Ya no quedaban más cosas que quemar y Maradona se seguía haciendo el tonto con el pago de los 400 kilos de cocaína. Nunca mejor dicho, y sin pretender hacer un chiste fácil, Maradona había estado jugando con fuego.
El 12 de mayo era un día grande para Maradona. Su hijo iba a recibir la primera comunión y había montado un fiestón a lo grande para celebrarlo. La ceremonia en la iglesia de la Virgen del Rocío de San Pedro de Alcántara había sido bien bonita con su salve rociera y todo. Y con la Virgen del Rocío -la de San Pedro de Alcántara, no la de verdad- de testigo, que bien rocieros que eran en la familia. Al salir de la iglesia, cuando se dirigía a su Audi para recoger a su mujer y su hijo un tipo en moto se le cruzó. Lo único que pudo ver Maradona de su asesino fue un casco y la boca de una parabellum de nueve milimetros de la que salieron cinco balas, tres en dirección a la cabeza y dos al pecho. Ya no vio más. Y como llegó, el motorista se fue, ante la mirada estupefacta de los invitados a la comunión.
Resolver el asesinato del Maradona no parecía una tarea fácil. Y mira que lo estaban anunciando con neones. Sin duda, había sido un encargo y otra cosa no habrá en Marbella, pero sicarios… Sí estaba el hilo del que tirar porque lo de los 400 kilos de cocaína desaparecidos estaba en el radar de la policía y el motivo del ajusticiamiento no podía haber sido otro que ése. Pero cómo dar con la mano ejecutora era otro cantar en lo que algún gracioso había definido en la prensa como las Naciones Unidas del Crimen Organizado. Seguramente tendría que ver con ese clan de los suecos de los que habían oído hablar. Pero ¿quiénes eran el clan de los suecos? Y a saber dónde estarían ya. Un sicario viene, hace su trabajo y se larga. Pero un hecho iba a permitir unir la línea de puntos.
El 20 de agosto se cargan al Zocato, el ceutí que estaba detrás de la cocaína que Maradona decía no tener. Estaba durmiendo en su casoplón de Estepona, la Villa del Campanario, cuando recibió un mensaje por Encrochat, una especie de red social de narcotraficantes que se utiliza por todo el crimen organizado europeo, y salió confiado en batín a recibir a su invitada que resultó no ser otra que la misma parabellum que fue la última visión del Maradona tres meses antes. Con el Zocato fueron más generosos. En vez de cinco balas, le dispensaron el cargador entero: nueve balas. En esta ocasión, según algún testigo, el asesino llegó y se marchó en bicicleta. Tranquilamente.
¿Y por qué iban a matar al Zocato? Los investigadores trazaron una hipótesis que durante la instrucción resultó ser la más plausible. El Zocato habría contratado a los sicarios para acabar con Maradona, pero no pagó el encargo y no hay nada que le moleste más a un sicario que no cobrar los encargos. Se lo cobraron en plomo. ¿Y quiénes eran esos sicarios? Con la colaboración de la policía sueca cerraron el círculo y señalaron que no podían ser otros que los hermanos Mekky. Las fechas y las localizaciones coincidían y los Mekky eran capaces de eso y de mucho más.
Los hermanos
¿Y quiénes son estos angelitos?, preguntaron los policías españoles en la red Enfast (European Network of Fugitive Search Teams). Amir Fatten Mekky y Fakhry Mekky tienen origen iraní, aunque ambos nacieron en Copenhague a mediados de los 90 y son daneses. Pero se criaron en Malmö (Suecia), que total entre Malmö y Dinamarca sólo hay que cruzar un puente. Esa situación geográfica convirtió a Malmö en la primera gran cabeza de puente para la entrada del hachís marroquí en Suecia. Y en Suecia, dado su índice de felicidad, se fuma mucho hachís. Entonces estos hermanitos criados en Malmö cuando en Malmö se estaba organizando lo más grande con el tráfico de drogas se integran en las pandillas y, como son despiertos, van creciendo en las organizaciones juveniles. Allí conocen a un tercero, ya inseparable del clan, Ahmad Abdul Karim, nacido en Bagdad en 1994. Había llegado a Suecia como niño refugiado de guerra. Y como viene de Iraq y de sus guerras pues tampoco es que haga asco a las armas. Fue lo primero que escuchó según nació: tiros.
El más listo de los tres, Amir Mekky, gran jugador de ajedrez y de un buen nivel en el kickboxing, fue el que tuvo la idea de dedicarse, aparte de al tráfico de drogas y al lavado de dinero, donde no se manejaba mal con sus veinte años recién cumplidos, al negocio paralelo de matar por dinero. Amir tenía los contactos para conseguir los clientes gracias a sus buenas relaciones con una banda holandesa de moteros llamados (naturalmente) Los Ángeles de la Muerte, Fakhry Mekky se encargaba de la logística y Ahmad Abdul Karim se dedicaba a lo que mejor se le daba, darle a la parabellum. Cuando los contrató Zocato no sabía con quién se estaba jugando los cuarto. En Suecia se relaciona a la empresa de asesinos a sueldo de los Mekky con diecisiete crímenes. Uno de los hermanos, narraron los policías suecos a los españoles, sobrevivió a un ajuste de cuentas en una cafetería en pleno centro de Malmö de milagro. Se llevó un tiro en la pierna y con el tiro en la pierna huyó y se vino a refugiar a Marbella. Lo malo de aquello fue que una pareja que estaba tomando tranquilamente algo en aquella cafetería de Malmö fue alcanzada mortalmente por los disparos. Esas cosas pasan en Malmö.
Con todo el puzzle encajado ya sólo quedaba encontrarlos. Fakhry y Ahmad cayeron pronto, en noviembre, junto a otros siete miembros de la banda. Lo de Amir fue más complicado. Consiguió escabullirse. Las órdenes de busca y captura llegaron a las policías de medio mundo. La pista de Amir Mekky, que llegó a utilizar hasta ocho identidades diferentes, se siguió por Marruecos, Tailandia, Turquía, Dinamarca, Suecia y Qatar hasta que, finalmente, le pudieron echar el guante en junio de 2020 en Dubai.
El juicio se celebró en la Audiencia de Málaga en mayo de 2023. Económicamente el negocio de la Costa del Sol fue ruinoso para los hermanos Mekky. No habían cobrado el encargo y fueron condenados a indemnizar a las familias de los dos asesinados con 200.000 euros. Penalmente les fue bastante mejor. La Fiscalía, que no las tenía todas consigo de poder demostrar su culpabilidad al no haberse encontrado la parabellum ni haber ningún tipo de rastros de ADN, llegó a un acuerdo con las defensas, que tampoco se fiaban de la decisión del jurado popular. El pacto era que reconocieran su participación en los hechos a cambio de que las penas no fueran severas. Al pistolero, que ya tenía una condena anterior, y a Fakhry le cayeron doce años y a Amir, que sólo confesó una colaboración indirecta, cinco. Pero no cumplirían en España. Serían expulsados a Suecia. Posiblemente, a día de hoy, los hermanos Mekky campen hoy a sus anchas por las calles de Malmö.
Tras conocerse la sentencia sucedió algo que sorprendió a los investigadores. Las dos viudas, la de Maradona y la de Zocato, se fundieron entre lágrimas en un abrazo. No parecía la reacción lógica entre la viuda del primer asesinado y la viuda del que había ordenado matarle. Por un instante surgió la duda de si el relato que habían construido era el correcto.
En cualquier caso, la policía española quiere a los suecos lejos. “El temor es que se terminen asentando aquí. Entonces, se lo traerán todo: homicidios, extorsiones, explosivos”. Pero la tentación de operar aquí es alta. Si se ahorran intermediarios, el beneficio es inmenso. En Málaga se obtiene un kilo de marihuana por 1.500 euros. En Suecia se paga 9.000.
En cuanto a Maradona, la historia se cierra en círculo.Encripdata, la publicación argentina especializada en narcotráfico internacional y que cuenta con excelentes fuentes entre los investigadores de su país, publicó que el sábado en que Maradona fue asesinado por los suecos tenía concertada una cita para después de la comunión de su hijo con José Gonzalo Loza, quizá, supone esta publicación, para ofrecerle parte de la mercancía que reclamaba el Zocato y culminar así el presunto vuelco. Los Loza -y aquí viene el círculo- son una de las grandes organizaciones de lavado de dinero del narcotráfico en Argentina que mueven, principalmente, los cabecillas de las barras bravas, los hooligans del fútbol. Los Loza no eran famosos por eso, sino porque en una de esas operaciones de lavado de dinero de la cocaína adquirieron el Ferrari Rojo F355 que se había traído de Italia Maradona cuando regresó al Boca. Pero el Maradona de verdad, Diego Armando, el dios del fútbol, el cocainómano más famoso del mundo.
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