Las marismas de Trebujena renacen: un modelo de restauración ecológica y desarrollo sostenible

La recuperación del ecosistema permite su restauración ambiental, devolviendo la funcionalidad ecológica a los humedales

La Junta destaca el impacto socioeconómico de la actuación, desarrollando el ecoturismo, la pesca y los usos tradicionales como motores de desarrollo sostenible en la comarca

Una alianza que reabre la vida en las marismas del Guadalquivir

Marismas de Trebujena.
Marismas de Trebujena. / Junta de Andalucía
Manuel Reina

17 de febrero 2025 - 18:18

Trebujena/Dentro del Bajo Guadalquivir, las marismas de Trebujena han sido sometidas durante dos años a un ambicioso proyecto de restauración ambiental. La intervención, realizada entre el 2022 y el 2024, ha permitido recuperar la funcionalidad ecológica de un ecosistema que el ser humano había alterado, dañado y degradado durante décadas. De esta forma, tras la intervención, se ha pretendido devolver la estructura natural de lagunas, islas y caños que poseía interconectados. Este lunes, la consejera de Sostenibilidad y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, Catalina García, visitó el enclave para conocer de primera mano los resultados de esta actuación, financiada con fondos europeos FEDER dentro de la Inversión Territorial Integrada (ITI) de Cádiz. Durante su recorrido, García destacó la importancia del proyecto no solo en términos medioambientales, sino también como motor de desarrollo socioeconómico para la comarca.

La inversión en esta área es cercana a los dos millones -1.953.899 euros- , contando con la participación de expertos en restauración de humedales. La iniciativa en cuestión ha podido transformar el paisaje, generando nuevas oportunidades de conservación de la biodiversidad que allí se encuentra, apostando por el turismo de naturaleza y teniendo en cuenta la mitigación del cambio climático e impactando de forma positiva en sectores clave de la zona como la pesca y la economía local.

Las marismas de Trebujena forman parte del antiguo estuario del río Guadalquivir, un área de gran valor ecológico situada en las proximidades del Espacio Natural de Doñana y la Zona de Especial Conservación (ZEC) Bajo Guadalquivir. Este ecosistema húmedo, caracterizado por sus lagunas estacionales, caños y llanuras mareales, ha sido históricamente un refugio para numerosas especies de aves acuáticas y un punto clave en la red de humedales del sur de España. Hasta mediados del siglo XX, la zona aún conservaba dos grandes “lucios” o lagunas de agua dulce pero el desarrollo agrícola y las intervenciones humanas modificaron drásticamente su hidrología natural. Durante las décadas de los 50 y 60, se llevaron a cabo intentos de desecación para convertir estos terrenos en áreas cultivables, mediante la construcción de canales y diques que buscaban evitar la acumulación de agua.

Estos esfuerzos fracasaron debido a las características del suelo, compuesto por arcillas con alta salinidad, lo que impedía un aprovechamiento agrícola rentable. A pesar de ello, las alteraciones realizadas dejaron un impacto significativo en el ecosistema que, con el paso del tiempo, transformaron las marismas en un estado de degradación progresiva, perdiendo su estructura original y su capacidad para albergar especies clave. Ante esta situación, la necesidad de recuperar el equilibrio ecológico de la zona se convirtió en una prioridad para la conservación del Bajo Guadalquivir. La restauración de estos humedales no solo buscaba devolver su funcionalidad ambiental, sino también generar oportunidades de desarrollo sostenible para la comunidad.

En cuestión, la intervención entre el 2022 y el 2024, se intervinieron 260 hectáreas en dos fincas clave: Gabela Honda y Espinete. Los trabajos incluyeron el movimiento de 600.000 metros cúbicos de tierra, lo que permitió recrear lagunas, islas y caños interconectados. Además, se implementó un sistema de gestión hídrica regulada mediante compuertas, que combina el aporte de agua dulce de las lluvias con la entrada de agua salobre procedente del Guadalquivir durante las mareas vivas.

El proceso de restauración requirió una compleja planificación técnica y el uso de maquinaria especializada, con picos de actividad en los que llegaron a operar hasta 33 vehículos simultáneamente. La intervención no solo recuperó la topografía original de la marisma, sino que también optimizó su capacidad para albergar una amplia variedad de hábitats. Según la consejera Catalina García, este diseño garantiza la creación de diversos ambientes acuáticos que benefician a numerosas especies, incluidas algunas en peligro crítico. La combinación de estrategias de ingeniería ecológica y gestión adaptativa ha sido clave para asegurar que las marismas recuperen su dinámica natural y mantengan un equilibrio sostenible a largo plazo.

Beneficios ambientales: un refugio para la biodiversidad y la sostenibilidad ecológica

De esa restauración de las marismas de Trebujena ha supuesto una recuperación integral de su funcionalidad ecológica, convirtiéndolas en un espacio clave para la biodiversidad del Bajo Guadalquivir. La intervención ha permitido la regeneración de hábitats acuáticos y terrestres, lo que ha favorecido la presencia de numerosas especies, incluidas algunas en peligro crítico de extinción. Entre las más beneficiadas se encuentra la cerceta pardilla (Marmaronetta angustirostris), cuya población ha experimentado un alarmante descenso en los últimos años, la focha moruna (Fulica cristata) y la malvasía cabeciblanca (Oxyura leucocephala).

Además de su impacto en la avifauna, la restauración ha reestablecido la conexión natural entre las marismas y el río Guadalquivir, permitiendo que especies marinas como boquerones, anguilas y langostinos utilicen estos humedales como áreas de cría y reproducción. Esta mejora en la funcionalidad del ecosistema no solo aumenta la riqueza biológica del área, sino que también refuerza su papel como sumidero de carbono y nitrógeno, ayudando a reducir la contaminación y la eutrofización del estuario.

La consejera Catalina García suelta a un ave en su visita a las marismas de Trebujena.
La consejera Catalina García suelta a un ave en su visita a las marismas de Trebujena. / Junta de Andalucía

Más allá de su impacto ambiental, la restauración ha generado nuevas oportunidades de desarrollo sostenible para la comarca. La intervención ha impulsado el turismo de naturaleza, promoviendo actividades como el avistamiento de aves y el ecoturismo. Para ello, se han habilitado infraestructuras como senderos peatonales, observatorios y miradores, que permiten a los visitantes disfrutar del entorno sin comprometer su conservación. Además, el diseño del proyecto ha respetado y promovido la compatibilidad con los usos tradicionales de la marisma, como la ganadería extensiva y la recolección de recursos naturales.

Actividades como la extracción de camarones y la cosecha de salicornia, una planta comestible de alto valor gastronómico, continúan desarrollándose en la zona, contribuyendo a la diversificación económica de la comarca. Asimismo, la mejora en la conectividad de los humedales con el río Guadalquivir beneficia al sector pesquero del Golfo de Cádiz, al proporcionar áreas de cría para especies de interés comercial.

Uno de los efectos más relevantes del proyecto ha sido la reducción del riesgo de inundaciones en la desembocadura del Guadalquivir. Gracias a la restauración de las lagunas y caños interconectados, los humedales ahora funcionan como sistemas naturales de laminación, absorbiendo el exceso de agua durante las crecidas del río en invierno. Este mecanismo contribuye a minimizar los riesgos de desbordamiento y protege a las poblaciones cercanas de posibles daños por inundaciones. Asimismo, la recuperación del humedal ha reforzado su papel en la mitigación del cambio climático. Las marismas actúan como un sumidero natural de carbono y nitrógeno, reduciendo la presencia de estos elementos en el ambiente y ayudando a disminuir la contaminación del estuario.

Colaboración público-privada

El éxito del proyecto ha sido posible gracias a un modelo de colaboración entre la Junta de Andalucía y los antiguos propietarios de los terrenos, quienes han mantenido derechos de explotación sobre estas áreas. Este acuerdo ha permitido garantizar la compatibilidad entre la conservación de los humedales y los usos tradicionales del territorio, fomentando un equilibrio entre el desarrollo socioeconómico y la protección ambiental.

El alcalde Trebujena, Ramón Galán, junto a la consejera paseando por una de las pasarelas de las marismas.
El alcalde Trebujena, Ramón Galán, junto a la consejera paseando por una de las pasarelas de las marismas. / Junta de Andalucía

Según la consejera Catalina García, la implicación de los actores locales ha sido fundamental para la viabilidad y sostenibilidad de la restauración. La cooperación entre administraciones, propietarios y comunidades ha generado un clima de confianza que facilita la gestión a largo plazo de estos espacios. Este modelo de gobernanza participativa podría servir de referencia para futuras iniciativas de restauración ecológica en otras zonas de España, promoviendo estrategias de conservación basadas en el consenso y la corresponsabilidad.

En conclusión, la restauración de las marismas de Trebujena representa un hito en la recuperación de ecosistemas degradados en Andalucía. Gracias a una inversión bien planificada y a la colaboración entre distintos sectores, este enclave ha recuperado su papel como refugio de biodiversidad, motor económico y regulador natural de fenómenos ambientales como las inundaciones y el cambio climático. El éxito del proyecto demuestra que la conservación de la naturaleza y el desarrollo socioeconómico pueden ir de la mano cuando se aplican estrategias sostenibles y de gestión integrada.

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