Modos y maneras de un alga invasora en Cádiz

ecosistema

No hay una relación directa entre la presencia de arribazones en Los Caños y el establecimiento de la ‘Rugulopteryx okamurae’ en la zona

El caso de la aparición de esta especie en el Estrecho es único por su adaptación, voracidad y velocidad de expansión

Una imagen de Bolonia obtenida por el servicio de drones SeaDron del ICMAN-CSIC, donde se aprecian los arribazones.
Una imagen de Bolonia obtenida por el servicio de drones SeaDron del ICMAN-CSIC, donde se aprecian los arribazones. / ICMAN-CSIC

La aparición de arribazones de alga asiática la semana pasada en la playa de Los Caños no tiene por qué significar que la especie se haya establecido en la zona, comenta José Carlos García Gómez, catedrático de Biología Marina de la Universidad de Sevilla. El año pasado, por ejemplo, no estaba: "Si el escenario es muy turbio y con salida de agua dulce, no es óptimo para el alga. Son zonas en las que se ve que su presencia es un querer y no poder", explica. Así, la llegada de arribazones a ese tramo podría deberse tanto a su implantación reciente, como a que los restos hayan aparecido arrastrados por las corrientes o el viento o, incluso, "que pueda tratarse de una especie afín: en la costa gaditana hay una especie nativa de alga parda que a veces se confunde, como ocurrió hace tres años", apunta. ¿La respuesta? Este mes de agosto, cuando se monitoree la zona.

José Carlos García Gómez es, por hablar en términos pandémicos, uno de los rastreadores de la Rugulopteryx okamurae, y coordina el proyecto de investigación en torno al alga asiática que se está llevando a cabo cofinanciado por la Fundación CEPSA, Red Eléctrica de España y la Diputación de Cádiz, entre otras instituciones.

El caso de la eclosión del alga asiática en el Estrecho es "fascinante" en lo que tiene de único, en su adaptación, en su voracidad, en su velocidad. Cuando apareció en Ceuta, en el año 2015, se llegaron a retirar 5.000 toneladas de las orillas. Al año siguiente, ya había cruzado el Estrecho. Ha llegado a un 85-96% de cobertura entre los 5 y 10 metros de profundidad y, según muestra el punto de vigilancia en Tarifa, mantiene una presencia de al menos el 10% durante todo el año en la zona. Los modelos predictivos evidencian su riesgo de expansión, y su avance ha sido especialmente significativo hacia el Este, en la costa de Málaga, Granada y Almería. Su aparición en aguas del Estrecho coincide con la disminución de otras macroalgas laminarias de la zona, como Laminaria ochroleuca o Saccorhiza polyschides; así como con la desaparición donde se establece de dos tipos de erizos marinos, Arbacia lixula y Aracentrotus lividus.

Nada parece imposible para Rugulopteryx okamurae en este radiante nuevo mundo, libre de depredadores. Una vez el alga asiática aparece en una zona, es muy difícil la vuelta atrás, ya que tiene una fase asexual casi microscópica. A nivel adaptativo, además, se las maravilla maravillosamente. Si hay que cambiar de forma, se cambia: el polimorfismo basal es una de sus características; en el mar de Japón, la especie presenta tres morfotipos diferentes –grueso, fino e intermedio–, pero aquí ya se han visto otros.

Algunas especies autóctonas han conseguido utilizar a R. okamurae como basibionte

Igualmente, si hay que viajar, R. okamurae. no hace ascos. Donde haya una superficie estable, el alga parda pone ojos golositos. Se hace fuerte en rocas, en bloques de cemento, en hierro, en redes y cuerdas de nylon, en cristal y – han comprobado los investigadores– en plástico, lo que le da un pasaporte excepcional, vía nuestra basura marina. Sí, son sinnúmero las bendiciones del antropoceno. Los plásticos, eso sí, han de estar ya en el fondo marino; no cuentan superficies flotantes, como una bolsa: "Lo que no quita que, cuando haya un temporal, el alga se suelte y puede estar mucho tiempo viva como material de arribazón", explica García Gómez, señalando que han localizado incluso un "morfotipo intraportuario, de la misma especie, que parece subsistir en fondo blando".

En la dinámica de poblaciones de algas, puede producirse lo que se conoce como un 'bloom-bust', una explosión descontrolada de una especie, que copa todo un territorio. La expansión es tal que el alga puede llegar a provocar su propio colapso, al consumir todos los recursos (oxígeno, alimentación) de la zona. Un escenario que podría ocurrir con la okamurae, aunque eso no implica necesariamente la recuperación de las macroalgas primigenias.

"En general, los sistemas terminan reaccionando –comenta el José Carlos García Gómez–. Pero, en lo que se refiere a la okamurae, llevamos ya muchos años en los que no se ha visto respuesta fuerte". Aunque sí hay algunos casos, comenta, en los que algas nativas parecen haberse aprovechado del descomunal crecimiento espacial de la invasora. Así, se ha observado que R. okamurae actúa como basibionte (base sobre la que crece otra alga, o epibionte) de seis especies de algas.

La pregunta evidente, desde luego, es por qué aquí. Por qué a nosotros. El origen más plausible parece estar en la evacuación de aguas de lastre de un carguero japonés en el Estrecho hace seis años. García Gómez señala que, en este tipo de fenómenos, siempre hay causas multifactoriales aunque una de ellas, en la que se está trabajando, es la de los nutrientes. Y otra, desde luego, es la temperatura. En los últimos veinte años, la temperatura superficial del mar en el litoral andaluz ha experimentado una subida continuada. "El pico más alto en Andalucía se dio, precisamente, en el mes de julio de 2015", comenta el especialista. Ese momento registró también el valor medio máximo de toda la serie 2000-2020, con una temperatura de 23,19 grados –una racha que parece no vamos a romper: en el último mes de agosto, la temperatura media del agua en la costa andaluza alcanzó los 23.07 grados centígrados, uno por encima de ese mismo periodo en 2019–.

Marcaje desde el cielo

Por tierra, mar y aire. A principios de este mes de julio, miembros del ICMAN-CSIC Puerto Real y de la Universidad de Nantes (Francia) acudieron a a playa de Bolonia a tomar datos in situ y hacer vuelos en drones (con la equipación del servicio SeaDron) para completar la información almacenada sobre el alga parda asiática. A estos datos, terminarán uniéndose los que se obtengan a nivel satélite, a partir de los parámetros proporcionados por Sentinel-2 bajo el proyecto ‘Generación de Herramientas Satélitales Para la Detección de Floraciones Algales: Macroalgas y Microalgas’. Una iniciativa que no nació, señala su investigador principal, Gabriel Navarro, con el objetivo específico de monitorear los avances del alga asiática, pero que ha resultado más que conveniente al respecto. "En su origen, el proyecto estaba enfocado para el tema de las microalgas y algas nocivas, en general, pero resulta que tenemos ante nosotros el problema más grande que puede tener Andalucía a nivel de gestión costera y medioambiental en los próximos lustros –explica–. El Sentinel2 tiene una capacidad de teledetección de diez metros, utilizando índices de vegetación para detectar la presencia de arribazones grandes. Podemos intentar detectar el alga en profundidades de hasta ocho o diez metros".

Esa misma tecnología, prosigue, la quieren aplicar en los drones, "empleando cámaras multiespectrales con diferente longitud de onda: así, monitorizamos dónde está el alga en superficie, cuál es su estado de degradación, etc., pero con una resolución mayor, de tan sólo ocho centímetros". Ambas técnicas, indica, son complementarias: “La gran ventaja de los drones es tanto la resolución como el obtener imagen donde quieras y cuando quieras. Si quieres hacer una muestra in situ, los drones son perfectos. Pero el satélite te da una visión global de toda la costa de Andalucía cada cinco días, de cómo se va moviendo y evolucionando y, sobre todo, te permite recurrir a archivo, ya que hay datos de 2015, de cómo llegó realmente la R. okamurae, y cuál ha sido su tasa de crecimiento y expansión".

stats