Las muertes superan en la provincia de Cádiz a los nacimientos por primera vez
Tendencias demográficas
La falta de políticas de conciliación, las nuevas costumbres sociales y la precariedad laboral son algunas de las causas de un envejecimiento que se ceba con la capital y la sierra
La provincia de Cádiz envejece. Los síntomas son cada vez menos sutiles. Colegios que reducen las plazas disponibles y cierran líneas. El lento pero inexorable aumento del número de pensionistas. Y por primera vez en la historia reciente, la cifra de fallecimientos supera a la de nacimientos. Ha ocurrido en 2018, según el balance trimestral del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía.
En 2018 se registró en Cádiz un total de 10.080 nacimientos, un 5,8% menos que en 2017. Si se toma como referencia 2009, la caída es del 27%, o lo que es decir, casi 3.800 menos. El descenso es aún más espectacular al cotejar los datos de 2018 con los de 1975. En ese año se contabilizaron 21.971 nacimientos en la provincia, lo que implica una caída del 54%.
En cambio, la cifra de fallecimientos superó en 2018 la cota de los 10.000 por primera vez desde que se tienen registros. Concretamente, se contabilizaron 10.343 decesos, un 4% más que en 2018. En 1975 hubo casi 7.000 muertes, por lo que en las cuatro décadas los fallecimientos han aumentado casi un 47%.
El año 1976 fue el ejercicio en el que más nacimientos se registraron, con un total de 22.440, mientras que 2018 fue el que menos, bajando por segunda vez –tras 2017– de los 11.000 nacimientos.
“La provincia de Cádiz ha mantenido una estructura algo más joven que ha ayudado a que esta situación se haya atrasado respecto a la España del interior”, explica Manuel Arcila, doctor en Geografía y director del Departamento de Historia, Geografía y Filosofía de la Universidad de Cádiz (UCA), donde es profesor titular del área de Análisis Geográfico Regional.
“Tenemos una situación lógica de una población envejecida con una edad media superior a los 40 años en la mayoría de los municipios”, sostiene Manuel Arcila. Con una edad media de 41,2 años, Cádiz no llega al punto de Orense o Zamora, donde la población tiene de media más de 50 años.
Eso sí, sólo cinco municipios de la provincia se sitúan por debajo de los 40 años. Y destaca en el otro extremo Cádiz capital, que junto a Villaluenga tiene la edad media más alta de la provincia al filo de los 46 años. El envejecimiento de la ciudad de Cádiz se plasma también en que cinco localidades de la provincia –Jerez, Algeciras, El Puerto, Chiclana y San Fernando– la superan en número de jóvenes y Sanlúcar y La Línea se acercan peligrosamente.
La sierra, en declive poblacional
La provincia de Cádiz refleja en su demografía la diversidad que muestra en otros ámbitos como la economía o la geografía, con ciudades con gran dinamismo y comarcas como la sierra en declive poblacional.
“Hay que diferenciar la capital de municipios costeros como Chiclana que por su dinámica económica han tenido comportamientos más proclives a la natalidad”, subraya el profesor de la UCA, que apunta el contraste con la serranía, “con municipios como Villaluenga con un fuerte envejecimiento, acorde con las perspectivas económicas que han tenido”. En un punto intermedio se encontraría Jerez, con un gran núcleo urbano dinámico y unas pedanías con una tendencia similar a la de la sierra.
Falta de relevo generacional
Aumentan los fallecimientos al haber más habitantes con edades superiores a los 70 años. Y a la vez, no hay relevo generacional en la provincia, ya que la población joven que puede tener hijos es cada vez menor . “A eso se le añade que la edad media de tener el primer hijo supera ya los 30 años”, agrega el profesor de la UCA.
Es un fenómeno que viene de lejos y que no es exclusivo de Cádiz, donde ha llegado algo más tarde que al resto de España. Ya sucede en otras cuatro provincias andaluzas (Córdoba, Huelva, Granada y Jaén). En esta última, una de las más afectadas por el fenómeno de la España vaciadaEspaña vaciada, se han encadenado nueve años en los que muere más gente que la que nace. A nivel nacional, esta situación se da desde hace cuatro años y el descenso del número de nacimientos en la última década llega al 29%, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Precariedad y falta de conciliación
La situación es consecuencia de un cóctel de causas, desde el retraso de la natalidad por el cambio de las costumbres sociales a la falta de políticas de conciliación, la pérdida de oportunidades de progreso profesional, o la precariedad laboral.
El catedrático de Sociología de la Universidad de La Coruña Antonio Izquierdo considera que este último factor es fundamental. “No se está saliendo de la crisis. ¿Qué es salir de la crisis? Que la macroeconomía crece? No, eso no es salir de la crisis. La gente no tiene hijos por la macroeconomía. La gente tiene hijos porque su empleo no sea precario, no sea temporal, tenga seguridad en él y tenga una perspectiva de una carrera laboral”, explica Antonio Izquierdo en declaraciones a Europa Press.
Para calibrar si la caída de nacimientos desemboca en una merma de la población, falta un tercer elemento en la ecuación: el efecto migratorio. El último dato disponible apunta a una pérdida neta demográfica pero corresponde a 2017, por lo que hay que esperar aún para el balance de 2018.
El saldo migratorio comenzó a ser negativo en 2012, rompiendo una racha positiva que arrancaba en 1981. El estallido de la crisis económica provocó no sólo que la provincia dejara de atraer emigrantes, sino que centenares de gaditanos decidieran hacer las maletas en búsqueda de empleo.
No obstante, pese a que en los últimos cinco años ha resultado en una pérdida neta de población, la tendencia se ha ido corrigiendo conforme ha ido mejorando la situación económica.
“El saldo migratorio no sólo procede de la menor aportación de otros países de nuestro entorno más cercano. En el caso de la provincia de Cádiz, el desequilibrio se ha intensificado con la crisis ya que una parte de la población más joven se ha ido fuera a buscar unas mejores perspectivas económicas”, explica Manuel Arcila, que ve complicado revertir esta tendencia.
“Tiene que ver con dos tipos de políticas. Una relacionada con los procesos migratorios y otra con las ayudas a la natalidad y a la conciliación familiar. Si no luchamos para que tener hijos no sea un lastre económico y para la carrera profesional será difícil”, sostiene el profesor de la UCA.
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