Integración de Mujeres Sordas del Sur denuncia la ausencia de mascarillas especiales
tras un año de pandemia
Además, durante estos meses, la plataforma ha adoptado la aplicación VIOSOR para víctimas de violencia de género
Ana Quirós tenía 18 años y los papeles preparados para empezar a estudiar. Un mes antes de iniciar el curso de Enfermería, tuvo un accidente de moto y pasó mes y medio en coma. Cuando abrió los ojos, el mundo era una burbuja insonorizada. A un lado, tras aquel paréntesis, habían quedado “los oyentes” y el mundo que conocía; al otro lado, descolgada, ella.
“Cuando fui recuperándome del accidente –recuerda– no quería ni salir: ¿y si me encuentro con alguien, cómo lo entiendo? Entonces no era como ahora, no conocía a nadie sordo. Fue como volver a nacer, pero con una discapacidad: y en aquel tiempo era mucho más difícil. Por no tener, no tuve ni tratamiento psicológico. Pero me dije: o me quedo por siempre en casa, o continúo”.
Y continuó. Tardaron en mejorar las cosas, pero las nuevas tecnologías supusieron una inesperada, y sideral, reintroducción en la vida real: “Qué cambio cuando comenzaron a generalizarse los subtítulos en las películas, incluso en el cine...” Por no hablar de lo que ha supuesto para el colectivo la generalización de las redes sociales: de repente, uno más. “Porque ante un sordo, no sabemos por qué, uno piensa que está ante un tonto”, comenta. Claro. Alguien que no se entera – “No tienes ni idea de lo inteligente que soy en español”, que diría Sofía Vergara.
Es uno de los muchos prejuicios contra los que luchan asociaciones como Integración de Mujeres Sordas del Sur, formada por quince mujeres con diferentes grados de discapacidad. A pesar de este año inusual, la plataforma sigue recibiendo ayudas y poniendo en marcha, en la medida de lo posible, talleres –coordinados por Sonia Arnáiz del Bosque– y herramientas como VIOSOR, una aplicación desarrollada para ayudar a mujeres sordas víctimas de violencia de género:“La aplicación –explica Ana Quirós, presidenta de la iniciativa– está diseñada de manera que permite valorar la situación de violencia de género ya que, de otra manera, la barrera es doble para una mujer en este caso cuando necesita pedir auxilio. La app conecta directamente con el 112. Ten en cuenta que, en algunos casos, hablamos de personas que no saben ni escribir... Ahora lo que queremos es que se amplíe el nivel de cobertura a ámbito europeo”.
Asociaciones como la que preside trabajan la autoestima y la sororidad, con el objetivo principal de conseguir la mayor autonomía posible. Algo difícil, con una tasa de desempleo de más del 50% en el colectivo: “Psicológicamente, terminas con la autoestima muy dañada y, probablemente, un concepto erróneo de tus propias capacidades, al tener que depender tanto de los demás –afirma–. Queremos integrarnos, que no nos miren como a un bicho raro, sino como a parte de la sociedad”.
En gran medida, Quirós opina que se trata de un problema de educación: “En la televisión, por ejemplo, se ha ido entendiendo... Pero quizá no costaría mucho que en los colegios se enseñara la lengua de signos. Es muy fácil y rápida de aprender, sobre todo si hablamos de niños a los que puedes acercarte a través del juego”.
La administración publica es responsable de la integración del colectivo, subraya, porque los derechos básicos lo son para todas las personas: “Tenemos derecho a que nos informen de las cosas y a ser atendidos en igualdad”, comenta, y lamenta que ni siquiera entre el funcionariado se contemple la formación en lengua de signos como algo necesario:“Imagina ahora, con la mascarilla y las mamparas –añade–. Todo se complica en oficinas, bancos, médico, donde no puedes acudir acompañado... Siempre terminas pidiendo que lo escriban. Y hay mujeres que ni siquiera pueden hablar porque no han sido educadas con la voz”.
Y ahí entramos en el gran problema de la pandemia para las personas sordas: las mascarillas. Aunque distintas iniciativas, incluso desde el CSIC, habían desarrollado mascarillas transparentes para personas con problemas de audición, tras un año de virus, aún permanecen en el limbo, perdidas –suponen– en algún proceso de homologación. Mientras, sigue sin haber ni rastro de ellas ni a traves de Sanidad ni en compra habitual en farmacia: “Es un problema de primera magnitud para nosotros y me parece increíble que no se haya solucionado. Es como si no existiéramos”.
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