El narco endurece las reglas del juego por la presión policial
Sucesos
La Udyco de la Comisaría Provincial de la Policía Nacional combate en primera línea de batalla contra poderosas organizaciones que han emigrado desde el Campo de Gibraltar
Marlaska anuncia la ampliación del Plan Especial de Seguridad hasta 2023 y su expansión a otras provincias
Nunca les han esperado con pastas y té con leche, pero es que ahora los reciben a tiros. Son los nuevos tiempos del narcotráfico en la provincia donde imperan los tipos duros, el miedo a los vuelcos de otras bandas y los pocos escrúpulos. Es la ley de la frontera. Asuntos de vida o muerte. Es el día a día de la Udyco Bahía de Cádiz, la unidad de la Policía Nacional que se encarga de combatir un mal endémico en una zona castigada históricamente por el tráfico de hachís desde Marruecos. Los agentes saben a lo que se enfrentan. Son conscientes de que en cada operativo para impedir un alijo, en cada registro de una guardería de droga, van a silbar balas sobre sus cabezas. Pero es su trabajo. Un trabajo serio. Muy serio.
La cuestión de fondo es que el Plan Especial de Seguridad del Campo de Gibraltar ha provocado un efecto globo. Es decir, cuando el Estado aprieta en la comarca más meridional de la provincia, los clanes se mueven hacia la Desembocadura del Guadalquivir, una zona geográfica mucha más propicia, si cabe, con 80 kilómetros de río, y donde pueden desembarcar sus cargamentos prohibidos en poblaciones como Sanlúcar de Barrameda, Trebujena, Lebrija, Isla Mayor, Coria ….. El abanico de posibilidades es amplio y los recursos para hacerles frente limitado.
“El río es muy difícil para nosotros y muy fácil para ellos. Está rodeado de kilómetros de marismas en las que por la noche no hay una sola luz. Se amparan en la oscuridad y cualquier movimiento nuestro lo detectan rápido.”. Quien así habla es Ignacio Vega, inspector jefe de la Udyco de la Comisaría Provincial de la Policía Nacional, y el hombre que, junto a su equipo, más horas dedica a controlar los movimientos de los narcos.
Asegura que las embarcaciones entran sobre todo de noche y que es complicado detectarlas. “Ellos también son profesionales”, dice, “cuentan con muy buenos medios”. Y tanto. De hecho, en una de las últimas intervenciones la Policía intervino dos radares y cámaras muy potentes. “A veces son mejores que los nuestros”, relata Vega.
Pero, pese a los adelantos, la mecánica de los alijos no ha cambiado mucho en estas décadas. “Están situados fuera del río, esperando indicaciones de si entran o si no. Intentan controlar las embarcaciones de Vigilancia Aduanera y del Servicio Marítimo de la Guardia Civil. Te tiras toda la noche esperando que se decidan y si te han detectado no alijan. En mar abierto es complicado cogerlos, porque cuentan con lanchas muy potentes”, dice el inspector jefe.
Por eso la Udyco, la punta de lanza de la Policía en esta batalla eterna, suele centrarse en la ribera del Guadalquivir. “Las organizaciones siempre trabajan con gente de la zona, que conocen el terreno y detectan fácilmente a cualquier extraño, juegan en su campo y cuentan con esa ventaja, en casa se sienten más seguros. Aunque, tras muchos años de trabajo, también nosotros hemos llegado a conocer el terreno en el que nos movemos. Siempre tienen un plan A, un plan B y un plan C. Si no lo ven claro tienen otras opciones, desde que se vaya la goma y volver a intentarlo mañana hasta hacerlo cinco kilómetros río arriba”.
Cuenta la Policía que a veces la embarcación nodriza llega hasta el río, pero no es lo más habitual, otras se quedan fuera y pequeñas embarcaciones se amuran para recibir la carga y llevar a cabo alijos más pequeños.
Otra dificultad para la Policía radica en que el hachís pasa poco tiempo en “zona caliente”. “Alijan, lo enfrían horas o solo un rato y enseguida lo sacan hacia fuera en furgonetas. La droga quema y en cuanto lo ven claro, la mueven muy rápido para ocultarla y para evitar riesgos. El hachís cuanto más pronto se vaya lejos mejor. A veces es cuestión de minutos poder llegar a tiempo para incautar la carga”.
Para la Udyco, es sorprendente la cantidad de personas y vehículos que pueden llegar a participar en un alijo. “A veces son más y tienen más coches que nosotros, y es muy complicado poder llegar a controlar tanto movimiento y tantos vehículos para no perder la carga. En otras ocasiones se apañan entre cuatro o cinco, pero no es lo habitual. Las organizaciones de esta zona están muy curtidas y toman muchas medidas. Emplean motos, potentes todoterrenos, furgonetas, radares, cámaras térmicas, drones…”, cuenta.
Un punto –que vigila la llegada de la Policía para soltar un cucurrucú paloma salvador– lo pagan de 600 euros para arriba, según el riesgo y lo caliente de la zona donde se ubique, puede subir hasta los 1.000 o hasta 3.000 euros, dependiendo del peligro al que se enfrente. El papel más cotizado es el de los pilotos de los vehículos de carga. Hay auténticos expertos que se van moviendo trabajando para diferentes organizaciones. Evidentemente son los que más cobran porque asumen mayor riesgo de caer en manos de la Policía y se exponen a grandes condenas si les pillan “cargados”. “Nos hemos encontrado con auténticos kamikazes, conductores muy expertos a los que no les ha temblado el pulso y son un auténtico peligro para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y para cualquiera que tenga la desdicha de cruzarse en su camino”.
Las organizaciones de narcotraficantes emplean potentes todoterrenos y, por desgracia, es frecuente que arrollen a quien se les ponga por delante antes que dejarse coger. “Las embestidas están a la orden del día. Son minutos de mucha tensión en el que cualquier error puede costar muy caro. Intentamos por todos los medios evitar este tipo de situaciones tan extremas y peligrosas, un coche de carga es una bomba en movimiento, pero a veces nos las encontramos de frente”, asegura Vega.
Pero sin duda el gran problema al que se enfrentan los policías es la proliferación de armas. Ahora cualquier banda cuenta con un fusil de asalto y no duda en abrir fuego ante la más mínima amenaza. Vienen propiciadas por los vuelcos, por los robos entre clanes rivales. Y la Policía explica que existen organizaciones dedicadas a robar a las otras. “A veces parece que tienen más miedo al vuelco que a la propia Policía. Se arman. Directamente no se van a enfrentar a la Policía, pero todos los que van a robarles se hacen pasar por Policías, y ellos no preguntan, ellos disparan. Si ven que somos nosotros se van a quitar de en medio como puedan, pero los primeros disparos ya se han producido. Y eso nos preocupa. Son gente muy echada para adelante. En el tiroteo de Lebrija, como otras veces, dispararon pensando que se trataba de un vuelco. El tiro de escopeta ya lo han soltado y luego si se dan cuenta que somos nosotros huyen. Empezaron con escopetas, recortadas, pero ya utilizan armamento de guerra”. En la Operación Mosquito este pasado verano, la Policía incautó un auténtico arsenal en Chipiona, “con varios fusiles de asalto y munición abundante. Es una de nuestras grandes preocupaciones. Hay que evitar entrar en esta rueda y que vaya a más”, comenta Ignacio Vega.
Las bandas que se dedican a los vuelcos no tienen por qué venir de fuera, en la provincia ya hay gente así. Incluso narcos que alijan hoy con una organización y al día siguiente si pueden, les intentan robar un cargamento con otros dos o tres. Lo que ocurre es que aquello de ladrón que roba a un ladrón tiene cien años de perdón aquí no se da. De hecho, algunos de los crímenes más salvajes cometidos en Cádiz en los últimos años no han sido más que venganzas ejecutadas por sicarios contratados para castigar el robo de un alijo. Es la ley del talión en versión narcotráfico.
Aunque la Policía insiste en que el epicentro del narcotráfico en la provincia actualmente se ha trasladado al río Guadalquivir, nunca hay que dejar atrás la vigilancia del resto del litoral. Los narcos no excluyen ninguna playa ni ningún recoveco para alijar. Hay organizaciones implantadas a lo largo de todas las poblaciones costeras, “algunas más activas que otras, por épocas, esto va mucho por rachas y por como se mueven las alianzas entre las propias organizaciones”. Pero desde la Udyco se insiste en el hecho de que las organizaciones más potentes, las que cuentan con más armas, las que dan más vuelcos, se asientan en el entorno del Guadalquivir, en las inmediaciones de Sanlúcar. “Ya no nos llama la atención ver a conocidos narcos del Campo de Gibraltar frecuentando Sanlúcar y relacionándose con clanes locales, es algo más que habitual que dejó de sorprendernos”, comenta Vega.
El auge de la marihuana
Para terminar de complicar este cóctel de difícil digestión la Udyco se ha topado con el auge en el cultivo y el tráfico de marihuana.
Aquí existe un problema de base: las penas muy bajas en el sistema judicial. En otros países de la Unión Europea no ocurre lo mismo. La cuestión es que la diferencia de precio entre ambas sustancias es ínfima si se compara con los años a la sombra que te puedes comer de una a otra. “El precio del hachís ha subido un poco, pero la marihuana también”, cuenta la Policía. Además, ahora hay narcos que juegan a ser Walter White y diseñan genéticamente marihuana que multiplica su principio activo. Colocones a la carta. “Para que no sea delito no puede pasar del 0,2%, pero hemos cogido plantas hasta con el 15% de THC”. Un cigarrito aliñado con esta hierba tuneada es capaz de sacarle una sonrisa a Ursula von der Leyen.
No obstante, el inspector jefe advierte que no es cosa de risas y que el peligro de la marihuana es evidente. “Es fundamental aumentar las penas. Si seguimos siendo permisivos, costará mucho más poner freno a este lucrativo negocio del cultivo y tráfico ilegal de marihuana. Respecto a la legalización de la marihuana, nuestra opinión particular es que esto no ayudaría en absoluto a acabar con este tráfico ilegal. Si se legaliza la marihuana con un porcentaje de THC del 0,2%, traficarán con una que tenga un porcentaje del 10%, que, además, será mucho más dañina. Y probablemente organizaciones criminales de otros países intentarán asentarse en España tras los suculentos beneficios del negocio. Si un kilo de marihuana puede costar aquí 1.500 euros, en determinados países del Este se puede llegar a pagar más de 5.000. Son márgenes de beneficio enormes, y este dinero acaba financiando el Crimen Organizado, y eso nos preocupa”.
El problema añadido de Cádiz es que ya hay organizaciones criminales implantadas con el hachís de toda la vida y el dinero que están recaudando de la marihuana las convierte en más poderosas y más peligrosas. “En otras provincias igual hay más marihuana, pero no se relaciona con las bandas del hachís. Cualquier traficante de esta zona que se precie tiene también su plantación de marihuana. Incluso estamos detectando vuelcos de maría”.
Recuerdan los agentes de la Udyco que el pasado mes de Mayo, en la Operación Green Giant, desmantelaron la mayor plantación de la historia en la provincia en invernaderos en El Colorado. 21.000 plantas. Y el THC salió tan alto como nunca habíamos visto”.
El retorno del Rebujito
Pero la Udyco no sólo se enfrenta al cannabis. La cocaína también llega en cantidades importantes a la provincia, sobre todo a través del Puerto de Algeciras, si bien aclaran que no ha subido sus niveles de tráfico.
Todo lo contrario ha ocurrido con la heroína, que hace unos años volvió a las calles. El tráfico de rebujito se inició hace una década, coincidiendo con la salida de prisión de históricos del tráfico de la heroína tras cumplir largas condenas. La heroína ya no la quería nadie, pero estos empezaron a menear el rebujito, que mezcla la heroína con cocaína, y se extendió este nuevo consumo. Costó meterlos en prisión de nuevo. Cuando te engancha el rebujito cuesta mucho salir.
La Policía reconoce que en Cádiz hay consumo, pero no puntos negros de venta de rebujito. Suelen salir a comprarlo a otras localidades vecinas, donde hay clanes en barrios más conflictivos que llevan años surtiendo esta sustancia. En Cádiz puede haber algún bloque de vecinos más complicado, va por rachas, pero no hay barrios o zonas conflictivas. En este sentido, el Grupo de Pequeño Tráfico o menudeo recibe informaciones y colaboraciones de ciudadanos a diario y están al día de cuanto se mueve en la ciudad. El trabajo en incesante, pero son conscientes de que llevan acabo una labor muy importante y que no pueden parar. Entendemos la preocupación de cualquier ciudadano que tenga la desdicha de tener que convivir con algún vecino que este traficando con droga.
La labor cotidiana de la Policía en localidades tranquilas, como Cádiz, evita que algunos clanes se puedan afincar. “Nunca hemos tenido un clan afincado aquí. Una vez un conocido clan de El Puerto de Santa María intentó abrir una franquicia aquí en Cádiz. Lo detectamos pronto y actuamos rápido. Cuando entramos al registro estaban ya colocando las puertas de seguridad con los barras para reforzarlas. Les quitamos una buena cantidad y, de paso, las ganas de hacer negocios en Cádiz. Aquí llevamos el trabajo al día. No han intentado regresar”.
La incansable labor de unidades como la Udyco, en su lucha contra los narcos, se antoja esencial para el desarrollo de una provincia que, tras su cara amable, esconde otra más oscura. Porque por ese mismo mar por el que, desde que el mundo es mundo, le han llegado las riquezas, también desembarcan en Cádiz sus pesadillas más tenebrosas, esas con color rojo sangre y un zumbido de terror. Malos sueños de los que unos cuantos valientes nos quieren proteger.
Kalashnikov y armas largas, las estrellas de los arsenales
Durante la guerra de la antigua Yugoslavia los fabricantes rusos de los Kalashnikov les entregaron su patente para que ellos mismos construyeran herramientas con las que matarse. Ahora, esas armas de guerra son fáciles de encontrar entre los clanes del narcotráfico de la provincia, que las adquieren en el mercado negro a ex militares de aquel conflicto intestino en los Balcanes. Durante la Operación Mosquito, la Policía intervino armas largas como la variante yugoslava del Kalashnikov, pero también subfusiles Scorpion CZ con sus correspondientes silenciadores y que alcanzan una cadencia de disparo de 1.100 balas por minuto, o un rifle de caza Winchester con la culata cortada para ser transportado mejor. Auténticos arsenales que demuestran que son tiempos difíciles para la Policía.
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