Narcotráfico: Sangre en el Estrecho
El endurecimiento de las reglas del juego por parte de los clanes que controlan el negocio lo ha convertido en más peligroso que nunca, tanto para los agentes como para los propios traficantes
Narcolanchas en Cádiz: El peligro viene del mar

Desde que los clanes del narcotráfico endurecieran las reglas, el negocio, que nunca fue un juego de niños, se ha convertido en muy peligroso. Los datos de víctimas ofrecen cifras preocupantes en los últimos meses, en los que las aguas del Estrecho y sus inmediaciones se han teñido de rojo en demasiadas ocasiones. Porque en poco más de un año cinco narcos han perdido la vida en persecuciones con los cuerpos de seguridad del Estado. A los que hay que sumar los dos guardias civiles muertos en el puerto de Barbate el 9 de febrero de 2024 después de que la pequeña zódiac en la que navegaban fuera arrollada por la narcolancha pilotada por el marroquí Karim El Baqqali.
El pasado 9 de febrero, mientras familiares, amigos y compañeros de Miguel Ángel González y David Pérez se reunían en el puerto de Barbate en el primer aniversario de su muerte, a pocos metros, en el mismo pueblo, se despedía a un vecino de 39 años fallecido dos días antes cuando iba a bordo de una embarcación cargada de hachís.
Aquel accidente ocurrió el pasado 7 de febrero a unos 18,5 kilómetros de Tarifa, cuando uno de los dos ocupantes de la embarcación, una recreativa, al ver acercarse a la patrullera del Servicio Marítimo de la Guardia Civil, comenzó a tirar al agua fardos de hachís, mientras su compañero cambiaba el rumbo.
Tres meses antes, en la madrugada del pasado 14 de noviembre un accidente en otra persecución en la desembocadura del río Guadalquivir causó la muerte de uno de los cuatro ocupantes de una narcolancha y heridas a dos agentes.
El accidente se produjo cuando la patrullera Río Irati vio a cinco narcolanchas cargadas que se adentraban río Guadalquivir arriba.
La patrullera y una de las narcolanchas colisionaron, tras lo que esta última huyó hacia la orilla del Coto de Doñana. Allí dos de los tres ocupantes huyeron a pie, dejando herido en la embarcación a un compañero.
Cuando los agentes estaban tratando de salvar la vida al herido, que finalmente murió, los que habían huido regresaron a la embarcación y le prendieron fuego con todo el cargamento de droga en su interior.
Semanas antes, el 31 de agosto otro narcotraficante falleció y otros cuatro resultaron heridos cuando huían de una patrullera de la Guardia Civil en el Guadalquivir, que cruzaron de lado a lado a tal velocidad que la embarcación acabó volcando hacia abajo en uno de los lados del río. Los agentes intervinieron 121 fardos de hachís en aquella operación.
El 31 enero otro hombre que viajaba en una narcolancha falleció tras colisionar la embarcación con una patrullera de la Guardia Civil en la desembocadura del río Guadalquivir, en Sanlúcar. En aquella ocasión, la patrullera se acercó a la narcolancha, de unos 12 metros de eslora, y que estaba detenida al pairo, sin que aparentemente hubiera nadie en ella.
Cuando estaba a su lado, los ocupantes, que estaban tumbados en la lancha, al darse cuenta de la presencia de los agentes, arrancaron la embarcación para tratar de huir y colisionaron con la patrullera. En la embarcación se hallaron 90 garrafas de 25 litros de gasolina, de las que habitualmente se usan para surtir a las narcolanchas.
El Gobierno prohibió las narcolanchas en 2018, como una de las primeras medidas para luchar contra el narcotráfico que se contemplaron en el Plan Especial de Seguridad del Campo de Gibraltar. Sin embargo, la medida, lejos de acabar con el problema, ha desnivelado la balanza aún más y ha dado origen a un nuevo negocio:el petaqueo.
Los astilleros donde se construyen se han trasladado a Portugal, cuyo parlamento está a punto de aprobar una legislación para prohibirlas. Para evitar que las intercepten, las redes han urdido nuevos modos. Las narcolanchas evitan ahora tocar tierra y pasan hasta semanas seguidas en el mar. Toda una red de apoyo y logística ha crecido para llevar bidones de gasolina, ropa o alimentos a sus tripulaciones, para lo que usan más embarcaciones.
Es el día a día de los agentes de los cuerpos y seguridad del Estado que se juegan la vida en una batalla a la que no sólo no se le ve el final sino que está recrudeciéndose en los últimos tiempos.
También te puede interesar