El naturalista de Ubrique que se entrega a los buitres leonados

Antonio García Pérez rescató el verano pasado 28 ejemplares de esta ave carroñera. Además, es uno de los mayores valedores de la raza autóctona del perro de agua español utilizado en catástrofes como el huracán Katrina o en terapias asistidas en colegios y geriátricos

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El ubriqueño que rescata buitres en la Sierra de Cádiz / Cedida por Antonio García.

Ubrique/Antonio García Pérez rescató su primer buitre leonado con 15 años y hoy, a sus 69, ha perdido la cuenta de los que ha salvado de una muerte segura tras caer al suelo malheridos por distintas causas en algún paraje de Ubrique, Benaocaz, Villaluenga… y otros entornos de la Sierra de Grazalema. La palma de rescates se la llevó el verano pasado cuando, desde el 12 de julio al 10 de septiembre, salvó de un destino fatal a nada menos que 28 buitres leonados jóvenes, que habían nacidos en el mismo año, y que terminaron en el suelo bien por haber abandonado el nido o por disgregarse de alguna colonia para buscar alimentos, y sobre todo, calmar la sed por las altas temperaturas que se registraron en ese periodo.

Antonio García es un amante de la naturaleza, que ya antes de la Democracia ‘militaba’ en un grupo de ubriqueños conservacionistas en defensa del medio natural, en todas sus acepciones. Este profesor, que es además el presidente de la Asociación Española del Perro de Agua Español y un especialista en terapias asistidas a niños con esta raza, se dedica de manera altruista a rescatar estos buitres que han llegado algunos de ellos a sitios tan dispares como la piscina de una comunidad de vecinos, tejados, interior de patios e incluso, a la misma Avenida de España de Ubrique. “Si se caen en el pueblo o en entornos donde la gente pueda verlos, avisan a la Policía local y ellos me llaman a mí. Los cogemos bien dentro de una casa, en tejados e incluso, a uno lo recogimos en un cuarto de baño. Con las altas temperaturas del verano he visto a algunos que han se tirado casi cinco minutos bebiendo. Es increíble”, cuenta este hombre.

De manera didáctica, Antonio García explica que la vida de un polluelo de buitre es lenta. Nacen en febrero y hasta mediados o últimos de julio no están en condiciones para poder volar de manera adecuada con lo que, si no son alimentados por los padres, estos se emancipan y se tiran del nido para buscar comida, coincidiendo con condiciones climáticas duras, con días de mucho calor. “Son muy gregarios, pero si van solos se pierden y terminan en el suelo”, apunta García, rememorando el último verano donde hubo un récord de rescates. “Recuperamos 28 buitres, una cifra destacada. Nunca habíamos pasado de los 15 ó 16 ejemplares”, añade Antonio.

El ubriqueño que rescata buitres en la Sierra de Cádiz

Y tras el rescate, este conservacionista lleva estas aves a su propia casa en el campo, en Ubrique, donde les dará cobijo y alimentos hasta que puedan ser trasladadas al Centro de Recuperación de Especies Amenazadas, CREA, de El Puerto de Santa María, donde recibirán los cuidados veterinarios para su posterior suelta. Una vez se recuperen serán trasladadas las carroñeras al comedero de El Picacho, en Alcalá de los Gazules, de titularidad autonómica. Toda esta labor altruista que realiza el ya jubilado profesor no cuenta con ayuda económica institucional. La comida que proporciona a estos animales sale de su propio bolsillo, de las aportaciones de carniceros locales o personas que quieren colaborar con la causa.

Explica con pedagogía cómo el pelaje del buche del buitre te puede indicar si se trata de un animal joven o adulto. “Aquí en la zona nuestra, concretamente lo que es Ubrique, Villaluenga y Benaocaz, nacen unos 200 pollos al año durante el mes de febrero. Ya en estas fechas tienen todos los nidos sus buitres. Es una especie que solo tiene una cría en la vida”, revela García Pérez.

La Sierra de Grazalema es, junto a Zaframagón, espacios de la comarca donde se pueden apreciar colonias de buitres leonados y como zona de referencia, el naturalista propone la creación de un nuevo comedero para carroñeras, que se sumaría al que hay en El Picacho, en Alcalá de los Gazules, para acortar distancias. Además, podría ser un revulsivo y un atractivo para ornitólogos y pajareros. “Pero habría que hacerlo muy bien. Si no hay fondos provinciales o autonómicos, se podría recurrir a fondos estructurales europeos. Pero repito, que ha de estar muy bien organizado”, añade.

Antonio García es también el hombre que ama a los perros. De hecho, es el presidente de la Asociación Española del Perro de Agua Español y es uno de los máximos valedores en la protección de esta raza tan genuinamente ligada al pastoreo en esta zona de la Sierra de Cádiz. Allá por 1983 se plantó en el Ministerio de Agricultura de la época para presentar el primer estándar de la raza del perro de agua español que él mismo elaboró, donde detallaba la morfología, anatomía, el pelaje rizado y lanoso, su carácter y su funcionalidad, entre otros.

Un perro de agua español entre un ganado de cabras, raza utilizada tradicionalmente para el pastoreo
Un perro de agua español entre un ganado de cabras, raza utilizada tradicionalmente para el pastoreo

“Como había perros también en Cantabria, les dijimos a los del Ministerio que era un perro de pastores y cobrador en agua, bien de aves o de peces, porque encontramos un escrito del año 1110 donde se decía que en la Península Ibérica, sobre todo en el Sur, había un perro en labores de caza y pastoreo. Perro del que después se han originado el de agua portugués, el irlandés, el americano, el caniche. ¿Y por qué el perro de agua español se ha conservado? Porque interesaba a los ganaderos, eran sus pies y sus manos. Los mandaban y les traían las cabras. Si alguna paría, el perro se quedaba allí hasta que fueran a recoger los chivitos. Esta raza le debe su existencia exclusivamente a su propia funcionalidad. Si no hubiera sido un perro de trabajo, no existiría hoy la raza”, afirma el presidente de esta asociación.

Licenciado en psicopedagogía, y con máster en terapias asistidas con perros y con estudios en distintas Universidades, García Pérez cuenta que fue de los primeros que metió, ya en 1987, a un perro de agua en una escuela para acompañar a un menor con discapacidad para mejorar su proceso educativo y su integración. Desde entonces, ha realizado terapias asistidas con perros de agua español en el hospital general de Mánchester, en los geriátricos de Arcos y Algodonales, con niños de necesidades educativas especiales en las provincias de Sevilla y Málaga y ha dado conferencias sobre el tema en Estados Unidos, Inglaterra, Suecia, Finlandia y Noruega, entre otros muchos sitios. “Los perros no hacen distinción de personas. Cuando llego a un aula con mis perros, estos lo mismo juegan con el líder de la clase, el que saca sobresalientes en todo, que con el niño o la niña que tiene una discapacidad o es autista y está en un rincón. El perro no hace distinciones, jugará con él o ella todo el tiempo, aunque esté en una silla de ruedas o sea paralítico cerebral”, añade.

García ha criado perros de agua que han ayudado al rescate de personas en catástrofes por ser buenos rastreadores como pasó tras el huracán Katrina, que fueron llevados por los bomberos de Huelva. Y también los han empleado policías y guardias civiles para hacer “una labor importantísima. Desgraciadamente el pastoreo, con eso de cercar las fincas, ya no es necesario, no hay trashumancia, no hay movimiento de ganado y entonces su funcionalidad, la del pastoreo, poco a poco, aquí en el sur, se ha ido perdiendo”, añade este hombre, que aspira, junto a ganaderos, a una escuela de pastoreo con el perro de agua para no perder este rico legado heredado de los más mayores. También la gran afición por el perro de agua ha dado paso a un encuentro anual de amantes de esta raza en Ubrique.

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