Odile Rodríguez de la Fuente: "Si mi padre no hubiera fallecido, hoy estaríamos en un lugar muy diferente"
La divulgadora científica llegó el viernes a Chiclana dentro de un encuentro organizado por la Fundación Sustenta
Gran parte de la crisis que afronta el ser humano, afirma, reside en su desconexión con las dinámicas de la naturaleza
–Llega a Chiclana al acto organizado por Fundación Sustenta, ¿qué papel tienen las organizaciones locales en una cuestión como el cambio climático, de ámbito global?
–Pues yo creo que fundamental, porque realizan una labor de cercanía. Si hay algún tipo de cambio, tiene que ser de abajo hacia arriba, y la conciencia ciudadana en todo esto es absolutamente clave. Para generar ese despertar colectivo hay que acercar el mensaje y hacerlo asequible.
–Pero ese “desde abajo” corre el riesgo de convertirse en una carga de responsabilidad injusta, lo que se llama “ecología caviar”.
–Creo que, realmente, los que tienen que implementar cambios paradigmáticos radicales son la esfera pública y la esfera privada. Pero es la presión ciudadana la que impulsa estos cambios.
–¿Pasan esos cambios paradigmáticos por el decrecimiento?
–Claro, ocurre que la palabra decrecimiento nos da mucho miedo, parece que te van a quitar algo, por eso yo lo llamo revitalización. Yo creo que vamos a ganar en muchísimos sentidos, pero pasa en gran medida por repensar la economía. Cosa que también asusta porque cómo vas a tocar la economía:pero es que vivimos en un sistema que nos pide un crecimiento continuo en un planeta de recursos limitados, en algún momento iban a chocar. La economía marca unas reglas del juego que se están quedando encorsetadas:hay que adecuarlas a los retos presentes. El consumo ha de bajar, sí, pero hemos también de controlar fenómenos como la obsolescencia programada, y otras perversiones inherentes del sistema económico deberían estar fuera del tablero. Todo eso hay que revertirlo, como la asunción de endeudarnos, personalmente y como países, de forma gigantesca:estás jugando con proyecciones.
–Desgraciadamente, hemos tenido un ejemplo de ese cambio de pantalla, con otras reglas, con los efectos de esta DANA en Valencia. ¿Cree que supondrá un antes y un después?
–No creo que haya un punto de inflexión. Creímos que el covid iba a ser también una llamada de atención, y no. Pienso más bien que el tomar consciencia de dónde estamos es un proceso gradual, aunque este tipo de evidencias invitan a dar pasos en la dirección correcta, en cambiar las cosas que hacemos, en términos de reacción, en términos de urbanismo e ingeniería... Generar un cambio de perspectiva al que yo llamo, también para jugar con las palabras, clima de cambio. Que cuesta mucho que ocurra algo lo vemos con el ejemplo de Trump, que acaba de salir elegido.
–Al respecto, ¿qué mensaje trataría de transmitir a los negacionistas sin ser condescendiente?
–Lo primero:es evidente que si cada vez hay más gente que vota a partidos negacionistas o que cree versiones conspiranoicas, es que estamos haciendo las cosas mal. La condescendencia que decías, la falta de transparencia, las decisiones de arriba a abajo, el sentir que esto va en detrimento de tu vida, el cargar sobre las espaldas de la ciudadanía el peso de lo que pasa con restricciones... Se percibe como algo que va en contra de tus intereses, y eso alimenta el negacionismo y la conspiranoia, el agarrarnos a un clavo ardiendo. Para mí, todo eso son más bien síntomas y trato de encontrar la fuente, y la fuente es que no se hacen las cosas bien. En plena transición ecológica, vemos que la gente del campo piensa que esto va contras sus intereses, por ejemplo.
–Pero luego, son ellos los primeros que alertan de lo perverso y del sinsentido de la globalización, de que hay cosas que están cambiando, que las cosechas se dan antes, que el ritmo del agua es distinto...
–Claro, es que cómo no vas a entenderlos. Imagina un agricultor de, digamos, sesenta años, que tenía una hectárea y en los tiempos de empezar a meterle de todo vio que su producción se multiplicaba por cuatro. Pero luego se empezaron a estancar los precios de venta, saltó la competencia de terceros países, cada vez tienes que poner más fertilizantes porque ya el cultivo se ha hecho a eso, seguros por fenómenos meteorológicos extremos... Y de puntilla, te dicen que tienes que dedicar una parte a setos verdes, porque el carbono.
–Magnífico panorama.
–Son un ejemplo de que la transición ecológica tienes que venderla como un lugar atractivo al que ir. Diles, no vas a gastar tanto en plaguicidas porque vamos a ir introduciendo una serie de métodos alternativos, y tendrás un tipo de producto que será más competitivo en el mercado. Porque otro tema es que lo ecológico vende menos porque es más caro. Es fundamental, en definitiva, la escucha activa, el entender de dónde vienen esas inquietudes:nos aprietan por todos lados y hay mucha incertidumbre.
–Tantos años después, el mensaje de su padre, Félix Rodríguez de la Fuente, sorprende por lo moderno y valiente. ¿Qué haría él ahora?
–Si él no hubiese fallecido, estaríamos en un lugar muy diferente al actual. Era un comunicador nato, muy humanista:sabía entrar en el inconsciente colectivo, seducir, arrastrar a la gente. Hizo que empezáramos a hablar de ecología en una época en la que ni existía esa palabra. Probablemente, hubiera saltado a Naciones Unidas y estaría liderando algún frente de divulgación. Estaría arremangado, trabajando por la conexión entre la ciencia y la ciudadanía. Hay pocos ejemplos de verdadero liderazgo, y creo que él lo tenía, tenía una autoridad increíble porque empatizaba, entendía:a la gente se la va la cabeza cuando ostenta posiciones de poder, hay una inmensa desconexión.
Hay que revertir conceptos perversos en la economía, como el de obsolescencia programada"
–Hablando de desconexión: la demografía nos dice que vamos hacia megaurbes. La naturaleza cada vez como algo más exótico.
–Yo pienso que un gran tema, todavía mayor que el de la economía, es el de la crisis global que vivimos:una profunda crisis existencial, porque el ser humano está enfermo. Nos hemos desnaturalizado enormemente, nos hemos vuelto neuróticos, estamos muy perdidos en muchos sentidos. La naturaleza es un espejo en el que mirarnos, y en el que ver que vamos muy mal.
–El cambio climático es sólo uno de los retos que afrontamos: están también la pérdida de diversidad, los microplásticos, el agua, la contaminación del aire... Ante todo esto, ¿cuáles serían las jugadas más sabias?
–Una de las cosas que hemos aprendido al ir entendiendo el clima es la increíble interconexión que hay en nuestro planeta, todo suma o todo resta. Creo que la clave es tratar estos frentes en paralelo, aunque lo principal sean los gases de efecto invernadero. Aun así, yo diría que la auténtica prioridad es la divulgación, por la necesidad de desmontar todo el ruido.
–Su último libro, ‘La historia más fascinante del mundo’ está pensado para un público familiar.
–Sabemos que lo que nos hace humanos en última instancia es el lenguaje, el contarnos historias:las historias han vertebrado nuestra identidad. Pero, en esta etapa, parece que el relato no hace más que separarnos de lo que somos, de nuestra toma a tierra, de una realidad que, encima, es fascinante. Los niños, que están más cerca de ese sentido del asombro, ven la naturaleza como lo que es: mágica, asombrosa, alucinante. Hay que hacer llegar el relato de la maravilla que nos rodea, y de que llevamos cuatro segundos sobre el planeta: a ellos, y a cualquier otra persona, hay que hacer lelgar este mensaje con un espíritu infantil; es decir, despertando la curiosidad.
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