El 'Odón de Buen' en Cádiz: paseo por el mayor buque oceanográfico del CSIC
El nuevo BOMAG, con puerto en la capital gaditana pero construido en Galicia, saldrá a la Antártida desde Vigo el próximo 8 de enero
El mayor buque oceanográfico del país se bautiza en Cádiz
Lo primero que notas al entrar en el Odón es que no tienes que vigilar la cabeza, apenas los pies. Es una importante novedad en los barcos de tipo mercante: esas cosas que parecen medianamente grandes por fuera, y que por dentro son pura ortopedia.
Manuel Portabales es ingeniero naval y tiene el mapa del buque en grabado en el cerebro. Ha estado siguiendo la construcción del Odón de Buen desde su primera chapa, en los Astilleros Armon, en Vigo: una labor que requirió 30 meses, a un mínimo de 150 personas diarias y que tuvo –este dato es el diferencial– a gente de la Unidad de Tecnología Marina del CSIC asesorando en el proceso.
El recién estrenado BOMAG de la flota española tiene una autonomía total de 50 días, pudiendo albergar hasta 58 pasajeros (39 de ellos, científicos). El Odón de Buen no era –cuenta Portabales–el único oceanográfico que se levantaba en los astilleros vigueses: a su lado, se trabajaba en otros barcos especializados para Holanda, para Islandia, para Irlanda del Norte, para Nueva Zelanda. Al verlo, todos los señalaban y decían:“Quiero uno así”.
Se trata de una nave pensada y diseñada para que la vivan los científicos: cuenta con 500 m2 de laboratorios –termorregulados y especializados– y 360 metros de cubierta de trabajo, capaces de abarcar 16 escenarios distintos de investigación. Está equipado con sistemas de muestreo, dragas, parque de pesca, laboratorio húmedo. Es un espacio completamente monitorizado: puedes saber qué está haciendo el barco incluso cuando estás inclinado sobre el microscopio. El parque de pesca, además de montacargas,tiene una salita propia con cocina y zona de duchas y vestuario.
“Cuando se menciona el Odón de Buen, se habla siempre del gasto, de los 85 millones de euros que ha costado –indica Manuel Portabales–. Pero lo cierto es que ves todo esto y parece que ha sido hasta barato. Y lo ha sido: un buque así, levantado en Holanda, por ejemplo, te cuesta el doble”.
“Los científicos van de crucero”, es una expresión habitual cuando uno llega a la sala común, la de los ventanales con lámparas como medusas, con una pequeña biblioteca, sofás y comedor. La verdad es que la tentación es preguntar dónde está el órgano: parece el sueño de Nemo. “Hay gente a la que le parece una frivolidad tener un ascensor o un gimnasio –desarrolla Portabales–.Pero aquí embarca gente que no está acostumbrada a embarcar: por muy estupendo que te parezca todo, al final, es duro”.
La épica al límite, para las películas. No todo el mundo ha experimentado una galerna en alta mar, o una noche en mitad del océano. El Odón, por ejemplo, está equipado con un sistema de compensación en caso de que el barco escore; el sistema de iluminación está pensado para que la vista no se fatigue frente al ordenador, en caso de oscuridad exterior. “¿Qué más te da –continúa el ingeniero– que las ventanas en la zona común sean más grandes, o que haya un futbolín?”. O que, ya puestos, el gimnasio sea más grande que un armario empotrado. “Aquí viene gente que, por un lado, está muy ilusionada por llevar a cabo la parte principal de un proyecto pero que, por otro, lo que quiere sobre todo es volver a casa”, añade el responsable de informática, Xoan Romero. En el Gran Hermano que es un barco, cualquiera agradecería una saca de boxeo. Y esto es así aun cuando las telecomunicaciones han avanzado un siglo en quince años: la cercanía la red de satélites permite un nivel de conexión como no podía soñarse. “En 2007 –recuerdan desde el departamento de informática–, cuando estabas embarcado, sólo podías hacer una llamada de cinco minutos a la semana, y costaba un pastizal”. Ahora, la profusión de satélites a baja altura ha dado una cobertura tremenda a nivel mundial.
También ha aumentado la velocidad de procesamiento de datos, algo fundamental en batimetría, por ejemplo –una de las funciones principales del Odón será el estudio de los fondos marinos–. La sonda multihaz con la que trabaja el Odón de Buen puede alcanzar una profundidad de 15.000 metros –la llamada zona abisal llega hasta los 6.000 metros–. En la sala de acústica del barco, Manuel Portabales explica que el sistema de estudio de fondos se autocalibra:se queda en posición para compensar las olas y que no haya accidentes a la hora de alargar la sonda.
Las ondas levantan el fondo marino y, también, lo que hay en la corteza superficial: un adelanto que se usa dentro de la industria energética para detectar ecos, puntos en blanco que indican, por ejemplo, la presencia de gas.
Un fallo informático se traduce en retrasos, es decir, en coste. Si se pierde un día de navegación, calcula Xoan Romero, se evaporan 140.000 euros. Hay equipos con tarjetas que pueden costar 40.000 euros y, si se rompe una pieza, no tienes dónde sustituirla. “No puedes tener una réplica de todo, pero has de procurar siempre un plan B”, indica el jefe de comunicaciones, el que ha de ser el hombre tranquilo por definición de un barco:“Te aseguro que lo mejor es no verme estresado”.
El Odón de Buen puede navegar propulsado tanto por fuel como por Gas Natural Licuado. El nuevo oceanográfico cuenta con cuatro motores, dos de ellos, a gas:si hay una anomalía, el sistema cambia directamente a fuel. Desde la sala de motores, el cuadro eléctrico controla la distribución de la energía. Otro detalle inusual en un barco: puedes estar en la sala de máquinas sin cascos. Y puedes oír lo que te dicen: de fondo, lo que se escucha es, sobre todo, el sistema de ventilación. Todos hemos estado en bares más ruidosos.
En la base del buque, que cuenta con siete niveles, el gas se conserva en tanques a -180 grados. “No, no es como una bombona de butano”, aclara Manuel Portabales. En caso de fuga, una membrana permite la emisión de gas a la atmósfera; el barco tiene, además, doble casco y hay una distancia de metro y medio con el exterior.
El Odón de Buen llegará a la Antártida, de hecho, navegando con GNL: saldrá de Vigo hacia el continente blanco el próximo 8 de enero, con apenas un puñado de científicos, en un acercamiento que será básicamente exploratorio, para comprobar cómo se desenvuelve el buque. El barco está dotado para operar entre hielo joven, de hasta un metro de espesor.
AUV HUGIN: EL CUERVO DE ODÍN
Uno de los motivos por los que el Odón saldrá del puerto vigués en este primer viaje de calado se debe a la visita de los operarios de la firma noruega Kongsberg, que llegarán para calibrar el funcionamiento del Hugin, la Unidad Móvil Teledirigida (AUV) que se va a operar desde el buque. La AUV lleva el nombre de uno de los cuervos de Odín (Pensamiento). Y, como el cuervo del mito, sale a explorar lo ignoto, se entera de lo que ocurre y regresa con la información. Puede descender a 6.000 metros y tiene una autonomía de 24 horas, recorriendo las coordenadas que se le marquen. Está equipado con baterías intercambiables y almacenamiento de datos extraíble, lo que le permite realizar operaciones de seguido. Cuando termina, emite una señal luminosa, sonora o de radiofrecuencia y sabes que tienes que recogerlo.
Cuesta unos tres millones de euros. Pongamos el gasto en perspectiva: unidades móviles teledirigidas como el Hugin se utilizan con frecuencia (y varias de ellas) en las compañías petrolíferas para estudiar los fondos marinos.
La alta tecnificación de un barco como el Odón de Buen se refleja también en el departamento de máquinas. Todos los sistemas del navío (eléctrico, de suministro, mantenimiento de motores, seguridad)se monitorizan en una sala que podría pasar desapercibida. Como en el caso de los sistemas informáticos, lo mejor es que todo sea muy aburrido y, para ello, son fundamentales las labores de mantenimiento preventivo, apunta el jefe de máquinas, Rubén Porto. Para Porto, un buque de estas características sirve tanto para ejemplificar el avance que ha vivido el potencial científico de nuestro país; como de inmejorable tarjeta de presentación a nivel internacional: “Yo creo que en la marina mercante española no hay nada igual respecto a eslora, manga y de equipamiento, que es todo de vanguardia”, señala.
Porto recuerda, también, los estándares de eficiencia energética que mantiene el Odón de Buen: “Un nivel de cero emisiones es imposible, pero sí que se monitorizan en todo momento las partículas que se emiten a la atmósfera”.
En el puente de mando, la única concesión a los viejos tiempos es un Cuaderno de bitácora en papel. El capitán de navío, Adrián Gerpe, explica que el barco cuenta con sistema de navegación digital y que todo “está reforzado”. Lleva incorporadas seis hélices en total, cuatro de ellas, transversales: es increíble pensar que una mole semejante pueda moverse de lado. El Odón, cuenta Gerpe, tiene una gran capacidad de maniobra y posicionamiento dinámico: puedes dar las coordenadas, los metros y la distancia a la que quieres colocarte, y el barco obedece.
“Encima de nuestras cabezas –indica el capitán, señalando al techo–, lo que queda es un mirador que pidieron los científicos para el avistamiento de cetáceos”.
Más allá, ya no hay nada.
Cádiz y el 'Odón de Buen': obras son amores
Ochenta y cinco millones de euros. Esa es, en efecto, la cifra que siempre sale a relucir cuando se habla del Odón de Buen. Ese ha sido el coste total del que se ha convertido en el principal buque oceanográfico del país. Hasta un 80% de esta financiación ha corrido a cargo de fondos provenientes de la UE: una ayuda elevadísima, que viene asociada a la relación del proyecto con la provincia gaditana, una zona calificada como región objetivo por su menor desarrollo. El Odón de Buen está, por supuesto, matriculado en Cádiz. Su cesión al IEO-CSIC se produjo hace un par de meses en el puerto gaditano, así como su amadrinamiento esta pasada semana. El barco, sin embargo, se levantó en los Astilleros Armon de Vigo, ocupando durante 30 meses a un mínimo de 140 operarios al día, en un proyecto que ha terminado siendo modélico, un coordinado baile entre ciencia e industria. Laudelino Alperi, CEO de la compañía, recordaba precisamente en este acto cuando, en otras visitas al muelle de Cádiz, este tenía un carácter muy distinto al que presenta actualmente –eminentemente turístico–.
Al contrario de lo que ocurrió con el Sarmiento de Gamboa, a cuya estela se creó en Vigo la delegación atlántica de la Unidad de Tecnología Marina, la asociación del Odón de Buen con la capital gaditana no ha supuesto la llegada de una dotación semejante –aunque el director de la UTM, Jordi Sorribas, no lo descarta-. De momento, el primer viaje oficial del Odón de Buen saldrá desde el puerto de Vigo con rumbo a la Antártida el próximo enero.