El orgullo de una ramera
Pia Covre, prostituta que defiende los derechos laborales de sus compañeras, se rebela contra el feminismo tradicional "putanofóbico" que quiere acabar con "mi trabajo"
En una noche calurosa de 1982 en Pordenone, una localidad cercana a Venecia que vive un luminoso esplendor callejero gracias a la cercana base militar americana, las prostitutas del parque esperan clientela y la charla versa sobre la brutalidad de los marines, soldados poco refinados que buscan putas a las que escupen, insultan y golpean, como buscando una violación más que la demanda de un servicio. La más veterana de las prostitutas, Carla, propone que se unan para denunciarlo en la prensa. Una de las jovencitas, Pia, una milanesa pelirroja de 25 años, dice que sí, que ser puta no implica dejarse pisotear. Acaba de nacer un movimiento que exige que las prostitutas sean consideradas trabajadoras como cualquier otra.
Treinta años después, aquel movimiento nacido en un parque de Pordenone se ha extendido por 25 países. Carla ya está retirada. Es una mujer con mirada amable que vive la jubilación con su hombre, un hombre de rostro comprensivo. Nadie diría que fue lo que fue, pero lo fue y no se arrepiente de ello. Ahora Carla es espectadora de lo que sucede. Ha visto cómo una modelo llamada Mara Carfagna, amiga de Berlusconi y ministra de Igualdad, ha rubricado un decreto prohibicionista de su actividad. Son multadas las prostitutas y los clientes. Los policías entran en casas de sus compañeras y requisan los condones y los teléfonos móviles. También ha visto en las webs las fiestas de Berlusconi con las velinas en su mansión toscana.
Pia Covre, que ya no es la joven que animaba a sus compañeras en el parque a rebelarse sino una mujer menuda con ojos chispeantes e inteligentes, estuvo ayer en Cádiz para abrir las jornadas de la Asociación Pro Derechos Humanos sobre la prostitución. Y contó lo que estaba pasando en Italia y se rebeló contra la ola prohibicionista que recorre Europa: "Yo me siento emancipada. Hay feministas que hablan de una emancipación que consiste en la emancipación que ellas quieren, no en la mía. En ese feminismo tradicional existe una putanofobia". Covre se muestra firme cuando defiende su derecho a convertir su cuerpo en su terreno laboral, "sin nadie que lo explote, sino por mi propia decisión, porque no quiero cambiar de actividad. La explotación, sobre todo a los trabajadores inmigrantes, se da en Europa en la fábrica, el campo o el servicio domméstico, pero nadie pide la abolición de la agricultura o el servicio doméstico. El mío es un trabajo y yo defiendo que se tengan los derechos de los trabajadores".
La activista milanesa reconoce que la trata es la gran lacra de la prostitución y achaca su existencia a las políticas de inmigración, pero no entiende que "la policía coja a la víctima de esa trata y la deporte a su país para que vuelva a ser víctima de otra red de tráfico ilegal de personas".
En estos casi 30 años de movimiento asociativo de las prostitutas se habían conseguido avances, quizá no todos con los que soñaron Pia y Carla. Pero sí que hubo un germen de cooperativas de prostitutas que, para su sorpresa, según narró ayer, han servido para lanzarles acusaciones de proxenetismo ; y una educación para las prostitutas en materia sanitaria, para que cuidaran su herramienta de trabajo. La "emergencia nacional" decretada en 2008 por el gobierno de Berlusconi contra la prostitución ha hecho dar muchos pasos atrás en esas conquistas.
Pero esta mujer menuda no desfallece en su batalla y habla con convicción de "una integración social, una batalla jurídica contra todas las ordenanzas municipales inconstitucionales que se dictan en muchas ciudades, la reivindicación de un trabajo autónomo, la mejora de la asistencia sanitaria, que en Europa es desoladora..." Pia Covre ha ejercido durante años la prostitución en una población muy cercana a Venecia, la ciudad en la que las cortesanas vivían en palacios propios y tenían una alta consideración social. Ahora son perseguidas y escuchan voces bienintencionadas que quieren retirarlas de las calles, de los clubs, de las casas. Todo el mundo habla por ellas, pero ellas tienen su voz. Y termina su charla con su lema: "Nada sobre nosotras, sin nosotras".
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